Publicado 2015-11-04
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- Cuentos
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Resumen
De ahà no salÃamos sino a la medianoche, cuando a veces el cielo estaba poblado de estrellas dispersas en su azul profundo y limpio, o igual cuando semejaba una negra y densa capa presagiando tormenta o desatándola ya, lo cual nos obligaba a bañarnos impertinentemente mientras cubrÃamos el camino a nuestras casas.
Como era alto, destacaba, y como era conocido por su brillante erudición, siempre le respetaban. Al momento de llegar, ya habÃa despachado el primer par de tragos, y no dejaba de mascar los trociros de caña o de pasar el amargor del salado jocote de azucarón que nos servÃan para acompañar las bebidas. Era siempre él, pues, primo ocupandi.