Contenido
Prólogo
Palabras del Presidente de la Junta General Universitaria
José Mauricio Loucel
..................................................................i
Presentación
Ramón D. Rivas ......................................................................... 5
Museo-Edicio: una relación con nuevas perspectivas
Rafael Alas Vásquez. El Salvador ..............................................13
Dimensión social del tráco ilícito de bienes culturales
Tania García. Ecuador ..............................................................20
La Colección Nacional de Aves del Museo de Historia
Natural de El Salvador: 40 años de ciencia
Ricardo Ibarra Portillo. El Salvador ..........................................35
Pactos, conictos y papeles: los museos y la prensa
Lourdes Carbonell Hidalgo. Cuba .............................................44
Museo alternativo-participativo, un modelo frente a la
hegemonía cultural
Máximo Gómez Castells. Cuba ..................................................49
Museo, desarrollo y cambio: La reacción de los
espacios banales
Cícero Antonio F. de Almeida. Brasil .........................................60
El elemento estético indígena y/o prehispánico en el
patrimonio artístico salvadoreño como expresión
de la identidad nacional
José Heriberto Erquicia Cruz. El Salvador ................................ 66
Registro y documentación del pecio “SS San Blas”.
Playa San Blas, departamento de La Libertad, El Salvador
Roberto Gallardo. El Salvador ................................................ 80
Crónicas de Cuzcatlán-Nequepio y del Mar del Sur
Pedro Antonio Escalante Arce. El Salvador .............................. 112
Museo Universitario de Antropología, MUA ...................... 117
Catálogos de las exposiciones .............................................. 121
Autores ................................................................................ 126
Pieza del mes ....................................................................... 128
Palabras del señor rector
i
Prólogo
A nuestros lectores les hacemos una atenta invitación para que, en esta opor-
tunidad, examinen la tercera edición de la revista Kóot —que tal vez ya está
en sus manos—, que, como ya se ha mencionado, se especializa en las cien-
cias denominadas “de la cultura”: la arqueología, la antropología y la historia;
que tienen su presencia y permanencia en los museos del país y del mundo.
Para la Universidad Tecnológica de El Salvador es un verdadero logro contar
en su recinto con el Museo Universitario de Antropología, MUA, que resguarda,
precisamente, las riquezas arqueológicas y documentales, que se integran con
las antropológicas, para contar nuestra interesante y valiosa historia.
Son de mucho interés los temas tratados en este número. Se centran en la
importancia de los cambios que se van dando en la modernidad, contrastados
con la permanencia de los vestigios socioculturales de nuestros ancestros, y
en el espacio y estudio de que son objeto en el ámbito museístico.
Esta publicación es un aporte cientíco cultural en esta rama especíca que
la universidad, a través del MUA, desea hacer permanente y siempre actualizado.
Para lograrlo es imprescindible la participación de profesionales dedicados y
dispuestos ha dejar plasmadas en la página impresa sus experiencias y hallazgos.
Aprovechamos para reiterarles nuestros agradecimientos, así como a la
Dirección del museo, al equipo editorial y a la impresora.
El esfuerzo vale la pena, y el disfrute cultural de este tipo de conocimiento
procesado es el mejor galardón para el trabajo bien logrado. Ese es el principal
objetivo de Kóot.
Dr. José Mauricio Loucel
Presidente de la Junta General Universitaria,
Universidad Tecnológica de El Salvador
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A manera de presentación
Kóot es la primera revista salvadoreña dedicada a la museografía, antropología,
historia, arqueología y a la difusión del patrimonio nacional. Por su naturaleza,
pretende ser un nexo de comunicación entre la comunidad cientíca, los
profesionales y estudiantes dedicados al estudio, conformación de museos
y para aquellos interesados en la compresión, difusión y puesta en valor del
patrimonio tangible e intangible. Este número dedica especial atención a la
dimensión social de tráco ilícito de bienes culturales, pero también a la
dimensión social de los museos.
En sí, el objetivo fundamental de este tercer número de Kóot es el de poder
recoger en sus páginas todas aquellas tendencias museológicas que se
desarrollan en el panorama nacional e internacional de los museos, con la
nalidad de convertirse en un canal de difusión y comunicación.
Se presenta un análisis de los proyectos museográcos más recientes y lo
más preocupante de estos, pero además se rinde un homenaje a reconocidos
profesionales nacionales a través de la recuperación de guras históricas o el
reconocimiento de trayectorias humanas de especial relevancia en el campo
museístico, incluyendo otras disciplinas que tienen que ver en concreto con el
estudio y compresión de la cultura en sus diferentes aristas que la conforman.
El arquitecto Rafael Alas Vásquez inicia el contenido de Kóot con el artículo
“Museo-Edicio: una relación con nuevas perspectivas”, en el que comienza
haciendo un recuento histórico de que en los últimos años el tema del museo
y su edicio ha ganado una gran notoriedad. En su descripción arma que,
desde tiempos muy antiguos, los términos museo y edificio han estado
íntimamente ligados. El término museo utilizado por los griegos ya viene
asociado a la idea del edicio con el signicado de “templo de las musas”.
En los templos de esta cultura se guardaba el “tesoro” del dios respectivo,
constituido por preciosos objetos y vestuarios de la deidad.
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Alas rememora diciendo que “hay que recordar que el templo cristiano, desde
los primeros tiempos, comienza también a acumular en su interior valiosos
objetos artísticos, hecho que sobresale en la Edad Media, ya que dentro de las
grandes catedrales ocupaban un lugar destacado las piezas artísticas que por
su valor no estaban accesibles al público [...]. Los museos tienen una función
importante no solo como instrumentos de educación, sino también en cuanto
a su papel de agentes propiciadores de una conciencia de identidad cultural
que alimente el sentido de pertenencia y responsabilidad colectiva y comunitaria”.
Por su parte, la ecuatoriana Tania García presenta el tema “Dimensión social
del tráco ilícito de bienes culturales”. En este interesante artículo, García nos
introduce a la problemática del tráco ilícito de bienes culturales, un problema
latente hoy en día. Ella inicia la reexión así: “Creeríamos que el tráco ilí-
cito de bienes culturales solo afecta a bienes muebles e inmuebles, es decir,
objetos cerámicos, pinturas, esculturas, grabados, monedas, libros, textiles,
tumbas, sitios arqueológicos y coloniales; retablos, ruinas de forticaciones,
cementerios, edicaciones y monumentos. Sin embargo, este no es el problema
central que enfrentamos. Nos referimos fundamentalmente a la pérdida de la
memoria colectiva como consecuencia de la depredación de de los objetos
simbólicos de pueblos y comunidades”.
García se reere a la complejidad del fenómeno y analiza en su artículo, en
concreto, tres aspectos: el primero relacionado con la cadena de involucrados;
el segundo, relativo a la manera de “legalizar” la posesión de bienes culturales
patrimoniales de procedencia dudosa, y el tercero corresponde al análisis de
las sociedades o el entorno, que de una u otra manera pueden ser permisivos
ante este tipo de delito. Sin más, un artículo actual que muy bien nos puede
llevar a la reexión sobre lo que también sucede en nuestro país.
Ricardo Ibarra Portillo, con su artículo “La Colección Nacional de Aves del
Museo de Historia Natural de El Salvador: 40 años de ciencia”, nos introdu-
ce al mundo del mencionado museo, conocido por su siglas como Muhnes.
“Al entrar y recorrer la exhibición de aves del Muhnes, muy probablemente
los visitantes, mientras contemplen las diferentes especies montadas en los
dioramas y con sus rótulos informativos, no dimensionen qué hay mas allá o
del porqué de estos diseños, cuánta gente está involucrada en que tal ave esté
en un bosque o que otra haya sido puesta en el suelo o caminando a la orilla
del agua”, arma Portillo Ibarra. “Todo este trabajo es producto del conoci-
miento que se tiene de las aves mismas, ya sea mediante libros de consulta
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como guías de campo y volúmenes más especializados o de las aves como
tales. Asimismo, de los datos que aportan al ser colectadas, como el estado
de su plumaje, el contenido estomacal y los parásitos que poseía, entre otros
más. En este sentido, la recolecta o colecta cientíca es importante, aunque
también es un proceder comúnmente mal visto y, por ende, mal interpretado
por el público en general e incluso por algunos profesionales en la materia ya
que se juzga el acto de quitarle la vida a un ser vivo solo para guardarlo en un
museo sin utilidad evidente.”
Sin embargo, las colecciones de fauna, ora, minerales, fósiles y muchas co-
sas más, constituyen un verdadero tesoro para todo país ávido de conocer y
conservar su patrimonio natural, pues, bajo una efectiva administración, las
colecciones cientícas son la columna vertebral en diversas aplicaciones al
momento de tomar decisiones y llevar a cabo proyectos, líneas base, planes o
programas. Es por esto que en su artículo Ibarra Portillo da a conocer a todo
interesado en la ciencia y conservación, en El Salvador, la información conte-
nida en el Muhnes. Al artículo es, además, el producto nal de la coordinación
que del 2004 al 2007 se realizó entre la Dirección General de Patrimonio Na-
tural del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la Dirección
del Muhnes para tener acceso al acervo cientíco y con ello digitalizar los
datos de los especimenes.
“Pactos, conictos y papeles: los museos y la prensa”. Así se titula el artículo
de la cubana Lourdes Carbonell Hidalgo. Esta académica parte de que “las
funciones de los museos y la prensa tienen una coherencia que constituye
a la misión de ambos: la construcción de un sistema de valores profunda-
mente asimilados por la sociedad en defensa de la identidad. Este proceso es
metodológicamente organizado por las instituciones museísticas que regulan
la preservación de las herencias sociales, que luego son promovidas por di-
ferentes vías donde la ecacia muchas veces radica en el papel que asume la
prensa como promotora de un diálogo en el que el individuo ve reejadas sus
maneras de ser y sus prácticas culturales”. Y es que, desde esta perspectiva,
los museos y los medios de comunicación deben de jugar un papel estratégico
y complementario en esa tarea de promover, por medio de la difusión especia-
lizada de la cultura de los museos, la identidad. Naturalmente que para ello,
en otros contextos, fuera de Cuba deben de existir buenos y bien formados
comunicadores culturales. El artículo de Carbonell Hidalgo nos induce a la
reexión.
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Por su parte, el también cubano Máximo Gómez Castells, con su artículo
“Museo alternativo-participativo, un modelo frente a la hegemonía cultural”
nos reconrma que “urge pensar en las condiciones y contenidos producidos
en aras de evitar la producción de discursos cuya interpretación provoque una
identicación con un status de distinción que esté instalando una perspecti-
va hegemónica no desde la política, sino desde el ámbito de lo cultural”. E
insiste en que “desde la década de los años ochenta existe un enfoque de in-
tervención social. Se presenta para los museos urgida de una responsabilidad
con su entorno, que abandona el pensamiento hacia el interior y lo coloca en
la comunidad vista como contexto de actuación”. Gómez Castells, apoyándose
en Kennet Hudson, arma que “si los museos no consiguieran responder al
cambio social y reejarlo, dejarían de justicar el apoyo público”. Y es que,
para este especialista, “la sostenibilidad de la institución por el Estado está
condicionada a su capacidad de participación en los problemas sociales”.
“Museos, desarrollo y cambio: la reacción de los espacios banales. Con este
título, el brasileño Cícero Antonio F. de Almeida participa en este número. De
Almeida parte de que los museos cambiaron o están en movimiento. Entre los
cambios más importantes vericados en los últimos años está el aparecimien-
to de las iniciativas espontáneas de la creación de nuevos museos, nacidos a
partir de la articulación de los movimientos populares organizados, que no
eran más únicamente conducidos por los poderes públicos. Una explicación
para tal fenómeno es que los museos pasaron a ser vistos y reivindicados
como un derecho esencial —hasta el día de hoy, en su gran mayoría, nega-
do—, como un espacio contemporáneo de participación y de reacción. La pre-
gunta que con justicada preocupación se hace De Almeida es: “¿Hasta qué
punto podemos relacionar los museos, al desarrollo y los cambios sociales?”.
El académico opina que, “para reexionar sobre esta relación, debemos em-
pezar por preguntarnos sobre el carácter axiométrico”. Es decir, la dirección
que esto conlleva. Pero De Almeida se pregunta además: “¿Cuál es el concep-
to de desarrollo que estamos utilizando? ¿Cómo los museos se articulan con
los cambios sociales en curso?”. No hay duda de que el tema es absolutamen-
te contemporáneo e instigador, y sirve para proporcionar indicadores para el
trabajo que deben desempeñar los museos en el siglo XXI.
José Heriberto Esquicia Cruz, brinda el tema “El elemento estético indígena
y/o prehispánico en el patrimonio artístico salvadoreño como expresión de la
identidad nacional”, donde nos hace ver que durante el período colonial his-
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panoamericano muchos elementos estéticos prehispánicos, tales como sím-
bolos, distintivos, emblemas, imágenes e iconos, eran parte de esa gama de
componentes que se visualizaban en la arquitectura, la escultura, la pintura y
en general en muchas de las expresiones artísticas que, como tal, eran parte
de la admiración que se tenía de lo antiguo, pero también eran parte de la
expresión de aquellos indígenas que depositaban y plasmaban su etnicidad en
dichas obras. Mientras que para el siglo XX, cuando se estaba edicando el
Estado salvadoreño moderno, el elemento estético indígena y/o prehispánico
en las expresiones artísticas jugó un papel diferente del que se manifestaba en
el antiguo régimen colonial.
Erquicia es de la tesis de que ese papel jugaría más tarde lo indígena, ya
sea este arqueológico o folclórico, y que posteriormente se volvería en lo
campesino —costumbrista o mágico— y muchas veces en lo rural —pobre,
desprotegido y excluido—, ha pasado por una serie de etapas hasta nuestros
días. Por supuesto, todo esto es el vivo reejo del contexto histórico-social
que ha ido desarrollándose a través del tiempo en la sociedad; en torno a lo
que se expresa claramente en el patrimonio artístico salvadoreño, como claro
referente de su identidad nacional.
Un tema aún inédito en nuestro país es el estudio del patrimonio subacuático.
En este caso, el arqueólogo Roberto Gallardo nos ilustra con el interesante
artículo “Registro y documentación del pecio “SS San Blas”. Playa San Blas.
Departamento de La Libertad. El Salvador. Y es que, de acuerdo con Gallar-
do, “el tránsito de buques a vapor en el océano Pacíco entre 1850 y 1900 fue
un fenómeno histórico descomunal en América, y marca la época de oro en
la navegación con máquinas de este tipo. Durante este período se establece
un complejo sistema de transporte y comunicación que une los continentes,
y constantemente se rompen marcas de tiempo en viajes marinos. Este fenó-
meno náutico fue vital para el desarrollo industrial y económico de muchos
países en el continente americano. La gran cantidad de productos que eran
transportados por estos buques, incluyendo el café, así como miles de pasa-
jeros con diversas profesiones, contribuyó a la formación e industrialización
de las naciones en América. El papel vital de los buques de vapor para la
formación de El Salvador como nación y como país en desarrollo no ha sido
tema de análisis profundo, y amerita estudio para conocer sobre estas naves
marinas que fueron los medios de transporte y comunicación más importantes
durante casi todo el siglo XIX y principios del XX”.
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No obstante, con el objetivo de documentar y proteger este pecio —arma
Gallardo— es necesario realizar un proyecto de arqueología subacuática que
incluya delimitar el área que comprende el sitio arqueológico para una pro-
tección efectiva. El involucramiento de la comunidad es de vital importancia
para salvaguardar el patrimonio; y en este caso Gallardo arma: “Este proyec-
to debe tomar en consideración el contacto y comunicación con las comunida-
des locales, incluyendo a los propietarios de los negocios frente al pecio, y en
especial los ostreros y pescadores que extraen fragmentos de metal y objetos.
Esta es una parte clave del proyecto, ya que el peligro inmediato que enfrenta
este sitio arqueológico es el saqueo y depredación por parte de estas personas
que buscan el sustento diario. Una acción inmediata podría ser enviar noti-
caciones ociales a las autoridades del puerto de La Libertad, incluyendo el
alcalde, la Policía Nacional Civil y la Fuerza Naval, informándoles sobre la
importancia de este sitio y que actualmente se encuentra protegido bajo la Ley
Especial de Protección al Patrimonio Cultural. También sería muy convenien-
te noticar al lugar donde se compra el hierro extraído y evitar que el metal
proveniente del pecio sea comprado”.
Compartimos con Gallardo el hecho que “el San Blas es el único patrimo-
nio subacuático identicado en el departamento de La Libertad hasta ahora,
y su importancia histórica así como potencial turístico apenas se empieza a
descubrir. Por último, es necesario hacer conciencia sobre la importancia del
patrimonio cultural subacuático y la necesidad de protegerlo para las futuras
generaciones”. En buena hora.
Crónicas de Cuzcatlán-Nequepio y del Mar del Sur, de Pedro Escalante Arce,
es un libro de historia —como muy bien lo describe el autor— escrito en
parámetros tradicionales, con profusión de datos e investigación en fondos
documentales y bibliográcos de España, México, Guatemala, Nicaragua y
El Salvador, así como en Washington D.C. y la biblioteca del Congreso. Es
una compilación de estudios y comentarios sobre diferentes aspectos de la
historia colonial de las provincias salvadoreñas y del Reino de Guatemala en
general, algunos de los cuales ya el autor había tratado en obras anteriores. En
Crónicas... se pone el acento en temas relacionados con el siglo XVI, con la
presentación de aspectos históricos que no habían recibido la importancia que
revisten, o no mencionados por los historiadores.
Se trata de un panorama que en mucho es novedoso y desborda en su temática
la ruta tradicional trazada por los antecesores salvadoreños en esta materia. El
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mismo nombre Nequepio suscita alguna extrañeza para quienes han visto el
título de la obra. No se trata más que del nombre con que se conocía la parte
de Cuzcatlán. Hay varias descripciones geográcas que hacen coincidir ese
nombre con el Cuzcatlán nahua-pipil, además del uso común que se hizo de
él en León, Nicaragua. Se le ha dado la explicación etimológica de “tierra
extraña”. Crónicas de Cuzcatlán-Nequepio y del Mar del Sur ha sido el fruto
de un buen esfuerzo y de mucha investigación por varios años. Una obra muy
particular en su género, que viene a enriquecer la literatura histórica sobre los
siglos de la monarquía española en las provincias salvadoreñas.
Sin más, este tercer número de Kóot es, sin lugar a dudas, un aporte que ha
reunido el producto de la investigación de estudiosos, con el único objetivo
de contribuir a la reexión, para la generación de conocimientos útiles en el
desarrollo de la sociedad.
Dr. Ramón D. Rivas
Director del Museo Universitario de Antropología
Universidad Tecnológica de El Salvador
Editor de la revista de museología Kóot.
San Salvador, octubre de 2012
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Museo-Edicio: una relación con nuevas perspectivas
Rafael Alas Vásquez
En los últimos años el tema del museo y su edificio ha ganado una gran
notoriedad. Desde tiempos muy antiguos, los términos museo y edicio han
estado íntimamente ligados. El término museo utilizado por los griegos ya
viene asociado a la idea del edicio con el signicado de “templo de las
musas”. En los templos de esta cultura se guardaba el “tesoro” del dios, constituido
por preciosos objetos y vestuario de la deidad. Hay que recordar que el
templo cristiano, desde los primeros tiempos, comienza también a acumular
en su interior valiosos objetos artísticos, hecho que sobresale en la Edad Media,
ya que dentro de las grandes catedrales ocupaban un lugar destacado las pie-
zas artísticas que por su valor no estaban accesibles al público.
Sin embargo, pasará mucho tiempo para que estos objetos artísticos, y los
que se acumulaban en palacios y casas nobiliarias, pasaran a la esfera de las
colecciones públicas: el museo como institución para la población tardaría en
aparecer. Cierta apertura de las colecciones privadas, en manos de la Iglesia o
de la nobleza, se comenzó a dar a partir del Renacimiento (siglo XVI) cuando
se abren las puertas de los recintos en donde se almacenaban las obras a
intelectuales y artistas. Es así como las colecciones papales fueron visitadas
por Miguel Ángel Buonarroti y otros pintores y escultores con el n de estudiar
los importantes ejemplos de la estatuaria griega y romana.
No es sino hasta el siglo XVIII cuando comienzan a aparecer los “grandes”
museos de arte con apertura a la población. El Museo del Louvre (Francia)
surge en 1791 con el germen de sus colecciones en las obras artísticas acumuladas
por los reyes franceses durante muchos años. En este caso se recurre a un edicio
existente, el antiguo palacio real de París, para albergar la gran cantidad de
obras que se mostraría al público.
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El Museo del Prado en España tardaría en aparecer, siempre con una colección
de gran importancia a partir de los tesoros acumulados por los reyes de la
Casa Austria y los Borbones durante sus estadías en el poder. Pero el caso
del museo madrileño es distinto, ya que por voluntad real se proyecta y se
construye un edicio —inaugurado en 1819— para depositar estas colecciones las
cuales no pertenecían exclusivamente al campo artístico. Estamos ante el caso
de un edicio concebido para mostrar piezas de valor cientíco y artístico,
proyectado por Juan de Villanueva por encargo del rey Carlos III, utilizando
en su diseño elementos de la antigua arquitectura clásica: el mausoleo
circular, la basílica con ábside y el templo porticado (El Museo del Prado de
Madrid y sus pinturas, 1973).
En años sucesivos, se establecieron otros museos importantes con espacios como
los dos casos anteriores: edicios diseñados y construidos para la exhibición de
piezas y edicios adaptados y remodelados para este uso. Este impulso en
cuanto al museo como institución pública llegaría al Nuevo Continente: el
Museo Metropolitano de Nueva York fue abierto en 1870.
La existencia o no de un edicio como elemento esencial de un museo (y
especícamente dentro del campo del arte) parece ser parte de la discusión
actual, ante la tendencia de construir edicios emblemáticos y de formas atractivas
para el usuario, constituyéndose en signicativas obras arquitectónicas que
junto con sus servicios son capaces de propiciar un desarrollo a las localidades
donde son construidas. Tal ha sido el caso del Museo Guggenheim de Bilbao
y de otros que se han edicado después con el criterio de que el envolvente de
las colecciones debe constituirse en una obra artística más, capaz de atraer a
nuevos públicos pero también a ser polos de desarrollo.
Este fenómeno ha generado discusiones y posiciones encontradas. Lucía Iglesias,
en su publicación Bilbao: el efecto “Guggenheim”, cita a la escritora e ilustradora
Asun Balzola, quien habla acerca de su ciudad natal Bilbao y del cambio en
ella a raíz de la construcción del edicio del museo en su reciente libro Txoriburu
(Cabeza de chorlito): “Lo más esperanzador es que los jóvenes son sus primeros
fans. Cuando estás dentro del edicio, la luz, las espirales de su arquitectura
hacen que casi igual lo que haya dentro, casi se podría visitar aunque
estuviera vacío”.
El director de este museo, Juan Ignacio Vidarte, se deende ante las críticas
con respecto a la preponderancia del edicio, argumentando: “Yo creo que es
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uno de los pocos museos del mundo en los que se pueden ver obras de escala
monumental como las que realizan artistas contemporáneos como Richard
Serra junto a obras de un tamaño mucho más íntimo, mucho más reducido
como dibujos de Chillida o Giacometti” (www.news.bbc.co.uk).
Frente a esto, el artículo de Ann Wilson Lloyd, “Museos de arte pierden piso
para el arte” (The New York Times, 2004) es altamente significativo al
comentar la problemática del edicio vanguardista del Museo de Arte de
Bellevue, Washington, diseñado con galerías que no eran propicias a la
exhibición de obras de arte tradicionales, siendo esto uno de los factores
para su cierre, de acuerdo con esta nota periodística. Haciendo referencia al
“efecto Bilbao”, el edicio en mención forma parte de esa tendencia a crear
destacables volúmenes arquitectónicos que pueden dejar en segundo plano la
función de exhibir obras, ya sea de valor artístico o antropológico.
Es inevitable que, cuando hablamos de museo, siempre nos viene a la mente
la idea de un edicio. Sin embargo, la denición de museo aportada por el
Icom (Consejo Internacional de Museos) nos remite a la idea de algo más
abstracto, como es el aspecto institucional: “Institución permanente, sin nes
de lucro, al servicio de la sociedad y de su desarrollo y abierta al público, que
acopia, conserva, expone, estudia y difunde el patrimonio material e inmaterial
de la humanidad con nes de educación, estudio y recreo”. Dicho concepto
nos deja abierta la idea a muchas posibilidades, siempre que se cumpla con
los objetivos relacionados con el patrimonio material e inmaterial.
En nuestro país, la mayoría de la población relaciona al museo con un edicio
que atesora objetos arqueológicos u obras de arte, y dentro de estos campos
se dieron importantes avances con la construcción de los edicios del Museo
Nacional de Antropología “Dr. David J Guzmán” (1999), diseño de los
arquitectos Francisco Altschul y Roberto Dada, y del Museo de Arte de El
Salvador (2003), diseñado por el arquitecto Salvador Choussy. En ambos casos
se cumplió con el deseo generalizado que el país pudiera contar con edicios
diseñados para poder exhibir adecuadamente los bienes, ya sean culturales o
artísticos, a la vez de satisfacer los requerimientos actuales que demanda una
institución de este tipo.
Otros logros en cuanto a la apertura de museos en el país se ha dado con
la adecuación de algunos inmuebles con valor cultural de la ciudad capital
para ser utilizados con nes museísticos. Tal es el caso del Museo Forma,
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establecido en un inmueble sobreviviente de varias ocupaciones y el Museo
Universitario de Antropología, MUA, de la Universidad Tecnológica de El
Salvador, para el cual se adecuó una antigua residencia sobre la calle Arce;
ambos casos comparten el hecho que se adecuaron inmuebles que originalmente
tuvieron un uso habitacional y que fueron diseñados como tales en las primeras
décadas del siglo XX.
Fuera de la capital, destaca la adecuación del antiguo edicio del Banco Central de
Reserva en la ciudad de Santa Ana para ser utilizado como museo, y que alberga
en la actualidad el Museo Regional de Occidente. Fuera de las consideraciones
acerca de lo acertado o no de los procesos de adecuación, es importante
mencionar que en los casos mencionados se realizaron intervenciones que no
atentaron contra los valores culturales de las edicaciones, por lo que al valor
de las colecciones que presentan estas instituciones, ya sea en exhibiciones
permanentes o temporales, se añade la importancia cultural del edicio que
las contiene.
Un museo establecido en un edicio histórico puede ser un valor agregado
para el primero, ya que al atractivo que pueden representar las piezas exhibidas
se suma el hecho que el visitante pueda reconocer la edicación como una
obra arquitectónica signicativa. En algunos casos, y dependiendo del tipo
de edicio y de su decoración, pueden darse conictos en cuanto al aspecto
museográco al competir el espacio interno con las obras expuestas, causando
que la atención del público se desvíe de las características de estas a las del
espacio; tal es el caso que puede darse con el edicio del Palacio Nacional
ubicado en el centro de la capital, el cual ha sido considerado para diversos
proyectos de futuros museos. Estos problemas en cuanto a la relación del edicio
con el material que se debe exhibir pueden ser resueltos con un buen proyecto de
adecuación y un acertado diseño museográco.
Ciertos templos religiosos tienen todas las posibilidades para convertirse en
museos —sin perder su función religiosa—, toda vez que cumplan con los
requerimientos de educar, conservar y difundir su patrimonio. Los templos
coloniales cumplían con la función didáctica de enseñar los misterios de la
religión católica a una población que en su mayoría no sabía leer y escribir la
lengua española y que no tenía acceso a un libro impreso como la Biblia. De
aquí que a sus paredes se adosan retablos que narran historias de la fe a través
de pinturas y esculturas. En ellos hay un discurso y una lógica a través de las
escenas y de las guras plasmadas en estas expresiones artísticas.
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La tradición también puede estar ejemplicada, o al menos insinuada, en algunos
de estos templos. Algunos de ellos, tal es el caso de la catedral de Sonsonate,
no se limitan a mostrar su riqueza escultórica a través de las imágenes religiosas,
sino que también presentar algunas de ellas como parte esencial de la dinámica
procesional, tan importante y conocida en esta localidad. Estas esculturas,
especialmente las pertenecientes a los ritos de Semana Santa, fueron creadas
principalmente para procesionar, o sea, para salir a la calle en hombros de los feli-
greses. Su razón de ser como pieza procesional y como parte de una tradición
es ilustrada a través de mostrarlas sobre las andas o plataformas con que se
recorre la localidad.
Sin embargo, es de tomar en cuenta que los pocos templos coloniales y del
siglo XIX que se conservan en nuestro país no tienen una unidad estilística
ni una identicación con un solo período. Estos han sufrido reformas y trans-
formaciones que son producto del paso del tiempo y un reejo del cambio
de gusto en la feligresía, la cual ha patrocinado la fabricación de altares o
esculturas que han sustituido a otros más antiguos. En estos casos, es de considerar
que en estos edicios, se encuentra también un aspecto cronológico e histórico que
debe ser interpretado para el visitante, junto con el desarrollo de un discurso
religioso y el artístico-cultural.
A pesar del valor cultural y artístico en varios de los templos católicos del
país, hasta la fecha no se ha fundado ningún museo de arte religioso como de-
pendencia anexa a alguno de ellos; sin embargo, un hecho digno de mencio-
nar es el establecimiento de una sala de exhibición de arte sacro al nalizarse
el proyecto de restauración del templo Santiago Apóstol de Chalchuapa, la
cual pudo llevarse a cabo al estar la comunidad consciente del valor cultural
de los bienes de este edicio.
La carencia de un edicio, la presencia de bienes culturales a “cielo abierto”
y la acostumbrada evasión a visitar estos lugares con nes de esparcimiento
cultural, son causas del porqué no podemos identicar algunos de nuestros
cementerios municipales como museos. Sin embargo, al respecto ya se
encuentran experiencias exitosas, inclusive en el ámbito de América Latina. Han
destacado dentro de estas, los casos recientes de los cementerios San Pedro
de Medellín (Colombia) y Presbítero Maestro de Lima (Perú), en los cuales
se ha dotado a estos lugares de las facilidades y servicios necesarios de un museo,
con visitas guiadas y actividades educativas diseñadas para dar a conocer a los
visitantes los valores culturales de la arquitectura y escultura funeraria.
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Cementerios como “Los Ilustres” de San Salvador, “Santa Isabel” de Santa
Ana, los cementerios municipales de San Miguel, Santa Tecla, Ahuachapán
entre otros, contienen una riqueza en bienes arquitectónicos y escultóricos
que debe ser conocida y valorada por la población a través de la formulación
y ejecución de planes de manejo, desarrollados con la visión de estos
sitios como museos, con la consecuente importancia de la realización de
un programa educativo.
Debemos tener presente que los museos no solo tienen una función importante
como instrumentos de educación, sino también en cuanto a su papel de
agentes propiciadores de una conciencia de identidad cultural que alimente
el sentido de pertenencia y responsabilidad colectiva y comunitaria. Estas
instituciones refuerzan la identidad y la conciencia de la importancia del
patrimonio cultural, es por ello que es necesario fomentar “la cultura de los
museos” y a la vez considerar, independientemente de las ideas en torno al
museo y su edicio, las posibilidades que tenemos como país para el desar-
rollo de ciertos inmuebles como museos, conscientes de las consecuencias y retos
que conlleva la sostenibilidad y el mantenimiento de una institución de este tipo.
Referentes bibliográcos
Cinotti, Mia. El Museo del Prado de Madrid. Barcelona: Editorial Noguer S.A.,1973.
Narcía, Elva. El efecto “Guggenheim”, en www.news.bbc.co.uk.
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febrero. 2004.
19
20
Tania García
Dimensión social del tráco ilícito
de bienes culturales
“Patrimonio es un activo valioso que transcurre del pasado
al futuro relacionando a las distintas generaciones”
(Ballart y Tresserras; 2001:12)
Creeríamos que el tráco ilícito de bienes culturales (TIBC) solo afecta a
bienes muebles e inmuebles, es decir, objetos cerámicos, pinturas, esculturas,
grabados, monedas, libros, textiles, tumbas, sitios arqueológicos y coloniales;
retablos, ruinas de forticaciones, cementerios, edicaciones y monumentos.
Sin embargo, este no es el problema central que enfrentamos. Nos referimos
fundamentalmente a la pérdida de la memoria colectiva como consecuencia
de la depredación de de los objetos simbólicos de pueblos y comunidades.
La cadena del TIBC está conformada por huaqueros, comerciantes de anti-
güedades, coleccionistas públicos y privados, casas de subastas, delincuentes
comunes o bandas organizadas que facilitan la circulación de piezas pro-
venientes de excavaciones ilegales, robos y venta de objetos de prohibida
comercialización; esta cadena no siempre es identicada debido a intereses
económicos, políticos, sociales y culturales como:
- Dinámica de una economía subterránea que invierte fortunas en bienes
culturales patrimoniales.
- Un mercado global activo, que mueve enormes cifras en base a la oferta
y la demanda en una aparente legalidad.
-La corrupción en la mayoría de los países que facilita el tránsito por
fronteras terrestres, aéreas o marítimas a cambio de estipendios
21
- Intereses de representatividad social y económica de ciertos “coleccionistas”.
- Inequidades sociales, que señalan al huaquero como único responsable
del comercio, tráco y destrucción del patrimonio cultural .
- Modernas tecnologías que facilitan las transacciones con un menor riesgo
y anonimato.
- Débil legislación en el ámbito penal.
- Falta de armonización en la legislación internacional.
- Incumplimiento de los Estados Parte.
- Falta de valoración y conocimiento de los recursos patrimoniales de
pueblos y comunidades.
Para develar la complejidad del problema analizaremos tres aspectos. El primero
relacionado con la cadena de involucrados; el segundo, relativo a la manera
de “legalizar” la posesión de bienes culturales patrimoniales de procedencia
dudosa, y el tercero corresponderá al análisis de las sociedades o entorno, que
de una manera u otra pueden ser permisivas ante este tipo de delito.
El TIBC, comprende actividades de exportación, importación y transferencia
ilícitas de bienes culturales patrimoniales, o no, establecidos en los marcos
legales. A partir de la tipicación del delito, denida en la 17ª. Reunión de la
Unesco, la adhesión de los Estados y sobre todo la implantación de los órga-
nos administrativos con el respectivo cuerpo legal, es que podemos hablar de
tráco ilícito de bienes culturales.
Para denir o seleccionar los bienes que constituyen el patrimonio del Estado
ecuatoriano, debemos necesariamente remitirnos, en nuestro caso, a la Ley
de Patrimonio Cultural, Art. 7, literales de la a) hasta la j). Esta selección sin
duda es arbitraria, puesto que en primer lugar tenemos un marco jurídico que
delimita esa selección y, por otro lado, quienes los calican no están despro-
vistos de sus propias visiones. En este sentido, las categorías deben entenderse
en un momento histórico y político determinado. En consecuencia, esta selección
de patrimonio cultural obedece a un supuesto de orden social (Csikszentmihalyi,
1993: 28).
22
Los bienes culturales materiales, a su vez, están constituidos por dos categorías:
bienes muebles e inmuebles, es decir, responden a esta clasicación en la
condición de movilidad o trasportación. Sin embargo, también esta clasi-
cación es limitante, puesto que obedece tan solo a valores que se expresan
materialmente; sin duda que se está superando esta concepción, y hoy se
reconoce que todo objeto aparte de sus valores materiales tiene implícitamente
valores o cualidades inmateriales, es decir, se reconoce la idea o el motivo que
propició su creación, denida como patrimonio inmaterial (PCI). En consecuencia,
la pérdida y depredación del patrimonio material implica también la pérdida
del patrimonio inmaterial, es decir, usos, prácticas religiosas, rituales, festividades,
vida cotidiana, etc.
Cadena de involucrados en el TIBC.
Huaqueros y coleccionistas
La cadena de involucrados está conformada por una serie de actores que,
de acuerdo con la ubicación en la pirámide social, pueden ser considerados
delincuentes o personajes reconocidos y estimados. En el TIBC pueden intervenir
huaqueros, comerciantes, coleccionistas, “profesionales”, maas organizadas,
casas de subastas y compradores de buena fe.
Los bienes culturales más vulnerables históricamente han sido los provenientes
de contextos arqueológicos terrestres y subacuáticos, ya que generalmente
no se han identicado ocialmente, y pueden estar en cualquier sitio. El apa-
rente “anonimato” ante las autoridades competentes los hace especialmente
atractivos a huaqueros, buscadores de tesoros, tracantes de bienes culturales,
o inescrupulosos profesionales que han hecho de esta actividad un comercio
rentable a escala global. Para romper esta cadena de comercio ilegal, el Inter-
national Council of Museums (Icom) publicó, en el 2002, la Lista Roja, que
es una alerta documentada sobre el TIBC.
La Lista Roja nos proporciona algunos datos alarmantes del TIBC en América
Latina. Estiman, por ejemplo, que un 80% de todos los sitios arqueológicos
conocidos en la península de Yucatán. México han sido saqueados, que las
guras Nayarit-México provienen el 90% de excavaciones ilegales —huaquerismo—.
Con respecto al material cultural religioso, según la misma Lista Roja, el 10%
de las iglesias peruanas han sido saqueadas recientemente. Lamentablemente
en esta lista también está Ecuador, con demanda de piezas de patrimonio cul-
tural en mercados nacionales e internacionales.
23
Al interior del territorio ecuatoriano se conoce de sitios destruidos por un hua-
querismo intensivo en Cerro Narrí-Provincia Del Cañar hacia 1920 (BCE: 2010;
62) la zona del río Santiago en la Tolita- provincia de Esmeralda, hacia 1940;
los cerros Jaboncillo, Verde, Guayabal y de Hojas, en la provincia de Manabí,
despojados desde hace un siglo de sus contenidos culturales; el huaquerismo
masivo producido en Alacao-Provincia de Riobamba, en el 2005 depredó
contextos arqueológicos puruhá. En la década de los 80, Atacames-provincia
de Esmeraldas vio perder su patrimonio arqueológico durante la ejecución de
obras de infraestructura para la ciudad.
Por otro lado, el patrimonio paleontológico tampoco está a salvo. En el norte
del país, el conocido valle de los Mastodontes, ubicado en la comunidad de
Cuesaca del cantón Bolívar, es frecuentemente visitado por huaqueros que
extraen los restos óseos para colocarlos en el mercado nacional a través de
coleccionistas, casas de antigüedades o museos.
El cuadro que mostramos inmediatamente evidencia la riqueza patrimonial
relativa a los sitios arqueológicos en Ecuador, por ende, la responsabilidad
del Estado para ejercer la rectoría y la demanda en cuanto a necesidades de
protección para evitar el saqueo y destrucción de la memoria prehispana e
hispana contenida en los sitios arqueológicos.
Ecociencia, 2010.
6.2.2 Sitios arqueológicos por liación cultural.
24
Otro aspecto importante en cuanto a la protección del patrimonio cultural frente
al TIBC es el relativo al régimen de propiedad de las tierras. El cuadro
siguiente nos ilustra el estado de la situación referente a este tema, pudiendo
colegir que en teoría solo están debidamente protegidos el 12,84% de los
sitios que, según el régimen de propiedad, pertenecen al Estado.
Régimen de tenencia de tierra y sitios arqueológicos
Elaboración: Ecociencia 2010.
Estos dos datos, el referente a la magnitud de la riqueza patrimonial y el
régimen de propiedad de las tierras, no hacen más que corroborar que la pro-
tección del patrimonio cultural no es una tarea exclusivamente del Estado,
puesto que materialmente es incapaz, por la magnitud a la que se enfrenta, de
solucionar por sí mismo este problema. Por lo tanto, es importante el análisis
de los involucrados en la cadena del TIBC y su responsabilidad.
Los primeros en la cadena de involucrados que participan en el TIBC, a quienes
generalmente se los estigmatiza y se les asigna el peso de la ley con referencias
históricas tan antiguas, son los huaqueros, y la actividad que desarrollan se conoce
en Ecuador como huaquerismo.
1
Dan cuenta de esta tres Reales Cédulas del
peodo colonial americano: 1523, 1538, 1551, que autorizaban el saqueo de
1 Actividad ilegal que actúa en contextos arqueológicos terrestres para obtener bienes culturales que luego
los pone en circulación, a través de coleccionistas, casas de anticuarios y/o compradores de buena fe.
25
tumbas y templos; al parecer esta práctica se extendió tanto que fueron nece-
sarias posteriormente otras dos Cédulas Reales prohibiéndolas, la de octubre
de 1549 y otra del 4 de septiembre de 1551 (Matos: 1979); ello, sin embargo,
tendió no a proteger los testimonios del pasado prehispánico, sino a garantizar
la captación de los tesoros para la Corona española.
El impacto del huaquerismo se devela cuando empezamos a indagar sobre
estas prácticas; y una y otra vez nuestra historia se ve salpicada de hechos
que llaman la atención por el volumen de material metálico; por la cantidad
de colecciones privadas de inigualable riqueza cultural de bienes de prohibida
comercialización existentes; por el número de bienes culturales que forman
parte de estas colecciones y por el número de colecciones reportadas e identi-
cadas fuera del territorio nacional. Pero lo alarmante de estos datos es que
con seguridad, ninguna de estas colecciones provienen de investigaciones
cientícas.
Sin embargo, la historia de los coleccionistas
2
es muy distinta a la de los huaqueros.
Aquella actividad ha gozado siempre de muy buena reputación, y quienes
asumen esta práctica gozan de consideración y estima, como lo constatamos
hasta la actualidad; esta dicotomía, en la relación de la cadena de involu-
crados, es la que nos interesa analizar, puesto que las actividades de los dos
personajes están íntimamente relacionados. El primero como proveedor
de bienes- mercancía y el segundo como consumidor de productos culturales
de profunda signicación económica y social; los dos en estrecha relación,
debido a que actúan en la oferta y demanda de bienes culturales de prohibida
comercialización.
Constatamos los resultados de una actividad no cientíca a través del análisis
de colecciones legalmente registradas en el departamento de Inventario del
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural. Las 13.773 piezas arqueológicas
pertenecientes a colecciones privadas registradas únicamente en Quito, hasta
el año 2009, no provienen de investigaciones cientícas. Por lo tanto, es de
inferir que fueron adquiridas a comerciantes de bienes culturales, entre los
cuales seguramente estuvieron presentes los huaqueros.
2 No nos referimos al coleccionismo en general. El coleccionismo que despierta sospechas es aquel
relacionado fundamentalmente con la adquisición de bienes culturales arqueológicos, puesto que en
estricto sentido según la Ley de Patrimonio Cultura Ecuatoriano no se justica de ninguna manera la
posesión de estos bienes en manos privadas.
26
Colecciones arqueológicas registradas por el INPC
Región 1 Quito
(Datos consignados hasta marzo 2010)
Sobre el “coleccionismo” debemos preguntarnos ¿por qué mira la sociedad
este hecho de distinto modo al del huaquerismo? Pero, sobre todo, ¿se justica
aún la práctica de coleccionismo que incita la destrucción de los contextos
arqueológicos y coloniales en el siglo XXI?
Estos datos nos permiten ahora intentar esbozar el fenómeno del coleccionis-
mo, enfocándonos en las consecuencias de esta actividad en el siglo XXI, y la
discusión en torno a ella.
Existen dos corrientes bien diferenciadas respecto al coleccionismo:
1. La corriente que pregona que la actividad del coleccionista suple al Estado,
quién es incapaz de realizar el manejo del patrimonio cultural. Esta corriente
es liberal, condescendiente y se inserta plenamente con el mercado. General-
mente pregonan estos benecios los propietarios de los museos particulares y
coleccionistas activos, como no podía ser de otra manera.
2. Una segunda corriente considera al coleccionismo de bienes culturales de
prohibida circulación como un eslabón del TIBC, por lo tanto debe ser de-
tenida. Esta corriente es la más dura y no admite mediaciones, reconoce el
proceso del coleccionismo en determinado momento de la historia, pero es
enfática en señalar que esta es nociva y en la actualidad carece de sentido y es
contraria a las disciplinas cientícas. Por ejemplo, Ricardo Elia, arqueólogo
italiano, ha señalado que el verdadero huaquero es el coleccionista.
Esta segunda posición es la que por fuerza de la razón va cobrando primacía
en los ámbitos cientícos, puesto que es insostenible la posición anterior en la
actualidad. Por ejemplo, existen códigos deontológicos que se van difundiendo
27
sobre el uso de material arqueológico proveniente del huaquerismo y de
colecciones sin contexto; algunos países no exhiben en los museos antropológi-
cos nacionales colecciones que provienen de compras a terceros, de TIBC
y huaquerismo; y revistas especializadas no permiten publicaciones cientícas
que tomen como ejemplo piezas sin contexto (Salazar, 2007).
Blanqueo de bienes
El segundo aspecto que creemos importante analizar es la forma en que los
coleccionistas de bienes culturales de prohibida comercialización actúan para
armar la posesión de bienes culturales y de alguna manera legalizar su posesión.
A esta puesta en dominio público se denomina blanqueo de bienes. Aquí las
preguntas claves son: ¿Desde cuándo podemos hablar de blanqueo?, y, con-
secuentemente ¿por qué no se sanciona esta práctica? Estas dos preguntas
constituyen el termómetro para analizar y medir a la sociedad.
El blanqueo de bienes culturales es una práctica común, generalmente
de coleccionistas de bienes culturales de prohibida circulación, que consiste
en exponerlos o presentarlos al público a través de muestras, exposiciones e
incluso abriendo museos. Este articio de promoción y difusión público permite
que la sociedad asuma y conozca su existencia, pero sobre todo aparente-
mente “legaliza” la propiedad de los bienes, que según la Ley de Patrimonio
Cultural de Ecuador son de propiedad única del Estado.
El caso emblemático de blanqueo de bienes culturales para buena parte de
América Latina muestra del saqueo a gran escala, de alto impacto, que ha
involucrado a distintas personalidades, es el caso Patterson.
Leonardo Patterson, costarricense alemán, recorrió buena parte de América
Latina, adquiriendo bienes culturales patrimoniales y pretendió vender parte
de “su” inigualable colección en España a través de una exposición exquisita,
cuyos titulares involucraron a personalidades de reconocida trayectoria mun-
dial que lo alabaron en su momento.
El problema salió a la luz debido a la existencia probada en aquella colección
de bienes culturales patrimoniales reportados como robados en el territorio
peruano; en esta colección además se identicaron bienes culturales mexi-
canos, guatemaltecos, costarricenses, ecuatorianos y colombianos. A raíz de
la exposición y publicación del respectivo catálogo, los países involucrados
28
conocieron la magnitud de la depredación, por ello iniciaron procesos de rec-
lamo en las cortes españolas y alemanas, enviaron peritos y movilizaron
esfuerzos para enfrentar este caso en las cortes internacionales.
El caso Patterson es uno de los tantos esfuerzos de intento de blanqueo de colec-
ciones patrimoniales de prohibida circulación. Sin embargo, creemos que en
Ecuador la situación continúa inalterada como hasta en el siglo XIX respecto
al coleccionismo, puesto que no hemos dado un paso adelante al hacer el
seguimiento sobre la procedencia de los bienes culturales arqueológicos que
conforman las colecciones de personas naturales y jurídicas, y permanente-
mente asistimos a inauguraciones, exposiciones, aperturas de museos y registro de
colecciones que exhiben bienes culturales patrimoniales de prohibida circulación,
según la Ley.
La puesta en escena pública, o blanqueo de bienes culturales, se logra puesto
que la sociedad “reconoce” la tenencia de estos bienes culturales, y de alguna
manera se ocializa la posesión.
La tabla inferior es el análisis de una muestra representativa de los museos
que se promocionan en la web en Ecuador, y la difusión que se hace con respecto
a las colecciones que administran; queda claro otra vez el número de museos
que administran bienes de “prohibida circulación” según la Ley de Patrimonio
Cultural, y el proceso de blanqueo del patrimonio cultural a través de esta
puesta en escena y atención al público a través de los museos.
Elaboración propia
29
Estas tablas son apenas referenciales, puesto que hasta ahora existe mucha re-
sistencia para registrar las colecciones, a pesar de que el Estado ha demostrado
que no tiene interés en realizar conscaciones. Estos datos son en consecuencia
la punta del iceberg. Atreviéndonos a hacer un cálculo optimista, diremos que
constituye un 50% de lo que falta por inventariar.
La actividad intensiva de los huaqueros en los países, y la gran cantidad de
bienes culturales que ha salido, ha motivado a que algunos estudiosos pro-
pongan una clasicación: “Países exportadores”, “Países de tránsito”, “Países
importadores”. Por países exportadores: Suramérica, África, Oceanía
y Kampuchea, y otros ya despojados casi por completo (Nauru) (Prott y
O´keefe: 1983; 1)
Países de tránsito: Gran Bretaña, Francia, República Federal de Alemania,
Suiza y los Estados Unidos, y algunos Estados de América del Sur, África y
Australia, tratándose en todos los casos de piezas provenientes de países veci-
nos. Por países importadores denominan a los Estados donde se encuentran
los principales coleccionistas: América del Norte y Europa. Por otro lado,
identifican a otros países importadores que “requieren” bienes de origen
europeo, como ciertos países de América del Sur, Sudáfrica, Australia,
Canadá y Nueva Zelanda (Prott y O’Keefe: 1983; 1).
Sin embargo, de esta denominación y aparentes precisiones no creemos que
sea exacta. Es importante dar el nombre que le corresponde a las actividades
ilegales. Por lo tanto, lo justo sería hablar de países depredados o países
expoliados; y países permisivos ante el TIBC, tanto para los que facilitan la
circulación cuanto para los que son el destino de este mercado ilegal. Creemos
que cuando se una denominación apropiada, sin falsas etiquetas, estaremos
en condición de hablar de un cambio de actitud en la sociedad en los ámbitos
nacional e internacional. Por ende, habremos también dado un paso adelante
en la lucha contra el TIBC a escala internacional.
Los países expoliados a los que los autores Prott y O’Keefe se reeren son los
nuestros, de Centro y Suramérica, de África, Oceanía y Asia; poseedores de
enormes riquezas materiales e inmateriales que son codiciados por coleccionistas
de occidente, preferentemente de Norteamérica y Europa, quienes actúan gra-
cias a que existe una cadena de involucrados que les provee de los materiales
culturales muchas veces adquiridos bajo pedido. Por ello es que insistimos
que el estigmatizar tan solo a los huaqueros y aplaudir a los coleccionistas es
30
una práctica desequilibrada, en la que la aplicación de la justicia es inequitativa,
por lo tanto, atentatoria a los derechos humanos; que esta dicotomía incentiva
el TIBC; en consecuencia, es un componente más de la inseguridad ciudada-
na y de la inseguridad global.
Seguridad ciudadana y tráco ilícito de bienes culturales
El tercer aspecto que anunciábamos pretende analizar a la sociedad o entorno,
que creemos puede actuar permisivamente o no frente al TIBC. Los actores
de la cadena del tráco ilícito, tienen un papel especíco y están íntimamente
relacionados entre sí. Por lo tanto, también deberían ser responsables de igual
manera frente a un hecho delictivo; es esta la razón por la que hablamos de
cadena de involucrados para demostrar que cada eslabón se relaciona y cumple
una función al facilitar la circulación de piezas provenientes de excavaciones
ilegales, hurtos, robos, y colocarlas en el mercado legal e ilegal.
Creemos que la razón por la que un amplio espectro de la sociedad reacciona con
una doble moral frente al TIBC se debe a los intereses que entran en juego y
otros problemas estructurales. Por tanto, es importante develar las causas, es-
cenarios y aspectos que atraviesa el problema del TIBC para provocar un cambio
interno que desincentive la adquisición de bienes de prohibida circulación.
Un artículo de Rubén Bravo en un diario nacional ecuatoriano habla sobre
este tema, y se reere a la necesidad de la aplicación de políticas públicas que
garanticen la igualdad; que al no existir igualdad en la aplicación de las leyes
y justicia para todos, la problemática general alienta y alimenta la inseguridad
ciudadana; por ende, son escenarios propicios para el TIBC.
Algunas líneas del problema respecto a por que la sociedad es permisiva con
casi todos los actores que intervienen en el TIBC las exponemos a continuación
para analizar su complejidad.
Por un lado, el “robo”, “la depredación del patrimonio de todos”, el “saqueo”,
“el expolio de provincias y países enteros” por individuos de una condición
económica determinada se justica como una forma de vida. Si parafraseamos
este justicativo, también se aceptaría que las otras modalidades del crimen
y la delincuencia común constituyen un modo de vida. Por lo tanto, el modo
31
de vida denominado huaquerismo, ejercida generalmente por personas de
escasos recursos económicos, debe ser detenido. La condición de pobreza
para delinquir no es de ninguna manera un justificativo para depredar el
patrimonio cultural.
Sin embargo, la explicación de esta práctica debido a la pobreza, a la falta de
educación y al desconocimiento de las leyes, parecería ser no tan cierta. El
huaquero en la actualidad actúa a la sombra, trabaja bajo pedido con clientes
conocidos, no se expone, pone en circulación los bienes culturales de acuerdo
con el mercado y al momento de negociar sabe cómo llegar al precio; esta
actitud demuestra que conocen la ilegalidad que cometen.
Es realmente impactante escuchar a poblaciones que habitan en sitios
arqueogicos desconocer los valores culturales de los pueblos anteriormente
asentados en aquellos territorios; en muchas ocasiones tampoco se reconocen
como sus descendientes. De ahí que pueden participar en la destrucción de
tumbas para obtener los ajuares funerarios, desmantelar construcciones para
reciclar los materiales y destruir los contextos arqueológicos para evitar que
las autoridades intervengan.
Esto nos lleva a un segundo punto, que es la falta de trabajo de los órganos
competentes para mostrar experiencias exitosas de otras comunidades que
aprovecharon estos recursos patrimoniales y mejoraron sus condiciones,
como las comunas de Agua Blanca y Salango, en la provincia de Manabí-
Ecuador, entre otras.
Otro aspecto que se debe tratar es la relación del TIBC y la seguridad ciudadana; es
en el que menos énfasis se ha puesto. Cuando se habla de patrimonio y bienes
culturales se comentan como hechos anecdóticos, la violencia asociada a este
tipo de robo no causa mayor interés entre las autoridades, puesto que general-
mente están concentradas en “otros” problemas más acuciantes de la sociedad
como el sicariato, los accidentes masivos en carreteras y la inseguridad ciu-
dadana en los espacios públicos. Generalmente la pérdida de bienes culturales
es asociada al robo común de otros bienes que “aparentemente tienen mayor
valor”. La falta de documentos que sustentan las indagaciones, como son los
inventarios de bienes culturales patrimoniales, hace que el problema se invisibilice
en torno a la delincuencia común.
32
Finalmente, diremos que la inseguridad no se combate con el amurallamiento
de las viviendas; tiene relación directa con los desequilibrios sociales, que es
precisamente el problema al que hemos aludido en el TIBC.
La ciudadanización del patrimonio comprende otras dimensiones. En ese
contexto, esta actividad tendrá importancia cuando entendamos que el problema
del TIBC afecta a la seguridad ciudadana, al orden económico, a la memoria
colectiva y a los derechos culturales. Por lo tanto, la lucha contra el TIBC
no es solo una guerra para la recuperación de bienes materiales, trata sobre
aspectos trascendentes que aglutinan y dan sentido a pueblos y comunidades.
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34
35
La Colección Nacional de Aves del Museo de
Historia Natural de
El Salvador: 40 años de ciencia
Ricardo Ibarra Portillo
Antecedentes
Durante mi estadía laboral en el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos
Naturales (MARN) se realizó, bajo convenio con el Museo de Historia Natural de
El Salvador (Muhnes), la revisión y ordenamiento de la Colección Nacional
de Aves (CNA), que incluyó la digitalización de la información que acompaña
a cada uno de los ejemplares que conforman dicha colección, elaborándose
así una base de datos en Excel. Es a partir de estos datos que se elaboró el
presente artículo.
Introducción
Al entrar y recorrer la exhibición de aves del Muhnes, muy probablemente
los visitantes, mientras contemplen las diferentes especies montadas en los
dioramas y con sus rótulos informativos, no dimensionen qué hay mas allá
o del porqué de estos diseños, cuánta gente está involucrada en que tal ave
esté en un bosque o que otra haya sido puesta en el suelo o caminando a la
orilla del agua. Todo este trabajo es producto del conocimiento que se tiene de
las aves mismas, ya sea mediante libros de consulta como guías de campo y
volúmenes más especializados o de las aves como tales. Asimismo, de los da-
tos que aportan al ser colectadas, como el estado de su plumaje, el contenido
estomacal y los parásitos que poseía, entre otros más.
En este sentido, la recolecta o colecta cientíca es importante, aunque también
es un proceder comúnmente mal visto y, por ende, mal interpretado por el
público en general e incluso por algunos profesionales en la materia (Stiles,
2002), ya que se juzga el acto de quitarle la vida a un ser solo para guardarlo
36
en un museo sin utilidad evidente. Sin embargo, las colecciones de fauna,
ora, minerales, fósiles y muchas cosas más, constituyen un verdadero tesoro
para todo país ávido de conocer y conservar su patrimonio natural, pues, bajo
una efectiva administración, las colecciones cientícas son la columna verte-
bral en diversas aplicaciones al momento de tomar decisiones y llevar a cabo
proyectos, líneas base, planes o programas.
El presente artículo tiene como objetivo contribuir en dar a conocer, a todo in-
teresado en la ciencia y conservación en El Salvador, la información conteni-
da en la CNA del Muhnes. Es además el fruto de la coordinación, que entre
2004 y 2007, se realizó entre la Dirección General de Patrimonio Natural del
MARN y la Dirección del Muhnes para tener acceso a dicho acervo cientíco
para digitalizar los datos de los especímenes.
Quiénes, cómo y por qué hacer una recolecta cientíca
Hay que considerar que la recolecta cientíca requiere de una alta dosis de respon-
sabilidad y debe, además, estar enfocada hacia un n determinado desde el
que se contribuya a la ciencia, aparte de la formación profesional que está implícita
(Stiles, 2002). Aunque también un particular puede realizar recolecta cientíca,
si se le presenta la oportunidad con un animal, para el caso, un ave muerta que
encuentre cerca de su vecindario, lugar de trabajo o en algún recorrido que
realice e irla a donar el Muhnes con la información sobre su procedencia.
Importancia de las colecciones biológicas
Las colecciones biológicas se forman de numerosas recolectas cientícas, que
se traducen en especímenes organizados con un orden establecido y continuos
cuidados. De acuerdo con Waddington, 1989; Dankz, 1991 y Romo, 1991,
citados por Ramírez-Albores et al. 2002, estando adecuadamente preservados
permiten realizar, entre otras cosas, clasicación taxonómica, determinación
de la distribución de los organismos, descripción de especímenes, elaboración
de listados faunísticos, claves e ilustraciones para su identicación, determi-
nación y asociación de especies, análisis biogeográcos y ecológicos y alma-
cenamiento en bases de datos computarizadas.
37
Marco legal
Al respecto, es necesario conocer el marco legal vigente, que es la Ley de
Conservación de Vida Silvestre, que en su Capítulo III, Art. 8, menciona que
la recolecta de vida silvestre estará normada por los reglamentos correspon-
dientes y administrados por el MARN, en coordinación con los organismos o
instituciones relacionados con la materia; y el Art. 26 reza que constituye una
infracción grave el capturar ejemplares de vida silvestre con nes cientícos
u otros sin el permiso correspondiente (MARN, 2001).
Asimismo, las colecciones ya conformadas están normadas por la Ley del
Patrimonio Cultural, que reza, en el Artículo 3, que una vez ingresado un
espécimen a la CNA del Muhnes, este está bajo el cuido y conservación de la
Secretaría de Cultura de la Presidencia y forma parte de los bienes culturales
de El Salvador.
Las colecciones ornitológicas en la región centroamericana y Panamá
En Centroamérica y Panamá, de acuerdo con Escalante Pliego (2005),
1
la
información de pieles de aves en museos u otras instituciones consiste de las
siguientes colecciones: Costa Rica, 13.301 pieles (entre el Museo de Historia
Natural de Costa Rica y la Colección de Aves del Museo de Zoología de la
Universidad de Costa Rica); Guatemala, 620 (de la Universidad del Valle);
Panamá, 4.506 (entre la Colección Conmemorativa Gorgas, el Museo de Ver-
tebrados de Panamá y el Museo de Ciencias Naturales); y en El Salvador, 811
(del Munhes).
2
Breve historia del estudio de aves en El Salvador
En El Salvador, a pesar de que se han realizado varias iniciativas para documentar
la avifauna desde nales del siglo XVIII y principios del XIX (colectas en el
golfo de Fonseca por buques extranjeros; Dickey& van Rossem [1938], Mar-
shall [1943] y Steinbacher[1958], lastimosamente no se cuenta con especímenes
de referencia producto de esos estudios en el país. Estos se encuentran, en su
mayoría, depositados en el Museo de Historia Natural de Chicago, Illinois,
Estados Unidos, y el Museo del Instituto Seckenberg en Berlín, Alemania.
1 http://www.aou.org/committees/collections/docs/Colecciones%20Ornitol%F3gicas%20la%20
Regi%F3n%20Neotropical%20205.doc.
2 Este dato no concuerda con lo expuesto en el presente documento.
38
En la década de 1970 se creó el Museo de Historia Natural de El Salvador
(Muhnes), al igual que el entonces Servicio de Parques Nacionales y Vida
Silvestre (Panavis), y fue así como se llevó a cabo trabajo intenso en campo
en diferentes partes del país por profesionales nacionales, principalmente en
áreas naturales como el Parque Nacional de Montecristo en Santa Ana; el
cerro Cacahuatique en Morazán; la laguna El Jocotal en San Miguel; el golfo
de Fonseca en La Unión y el Parque Nacional El Imposible en Ahuachapán.
Otros esfuerzos enriquecieron aún más la colección de ornitología de El Sal-
vador, como Thurber et al. (1987), Figueroa de Tobar (1993), el Inventario y
Taxonomía de las Aves de El Salvador (Komar, Com. Pers.) entre 2001-2004,
y últimamente el Proyecto de Monitoreo de Aves de El Salvador desarrollado
por SalvaNATURA desde 2003 a la fecha.
La colección ornitológica de El Salvador
Al mes de junio de 2007, la colección contaba con 786 pieles de especies que
ocurren en El Salvador y catorce pieles de diez especies exóticas producto del
intercambio con otros museos como el de Ontario, en Canadá, y otras pieles
traídas de Georgia y Florida, Estados Unidos (30); Guatemala y Nicaragua,
totalizando 800 pieles.
La gran mayoría de pieles provienen de colectas realizadas durante la década
de 1970 (75%), 1980 (11%), 2000 (6%) y 1990 (4%); un 5% más no presenta
información de fechas. La piel más antigua es de un “pavito” (Myioborusminiatus)
colectado el 15 de abril de 1970 en el Parque Nacional Montecristo, departamento de
Santa Ana. En general, las pieles proceden de 23 sitios de todo el país, pero
son diez los que representan más de la mitad del total (66%) de las pieles de la
colección. Esto reeja el trabajo realizado por los técnicos del entonces Panavis.
Tabla 1. Pieles y porcentajes del total para los diez sitios principales
39
Las 786 pieles pertenecen a 267 especies, que representan el 48% del total de
especies registradas para El Salvador (555, Ibarra Portillo, Com. Pers. diciembre
2009), e incluyen 53 familias de 18 órdenes. Las familias más representadas
son: Parulidae con 22 especies y 103 pieles (13%), Turdidae con 12 especies
y 59 pieles (8%), Tyrannidae con 25 especies y 56 pieles (7%), Trochilidae
con 15 especies y 50 pieles (6%) y Anatidae con 6 especies y 41 pieles (5%).
Las diez especies con mayor cantidad de pieles son: “pato enmascarado”
(Nomonyxdominicus) (19), “chonte” (Turdusgrayi) (16), “chipe” (Basileuterusru-
frons) (13), “gallineta pico blanco” (Fúlica americana) (10), “colibrí morado”
(Campylopterushemileucurus) (10), “zorzal de Swainson” (Catharusustulatus)
(11), “puñalada” (Pheucticusludovicianus) (11), “tordito” (Molothrusaeneus)
(11) y “chiltota espalda rayada” (Icteruspustulatus) (10), que representan en
conjunto el 15% del total de pieles del Muhnes.
Especies interesantes
Entre las especies más interesantes y de alto valor cientíco, ya sea porque son
especies raras, fueron nuevos registros en su momento para el país o son de las
que se cuenta con pocos registros a lo largo del tiempo, se mencionan: una serie
de 19 individuos de “pato enmascarado” (Nomonyxdominicus) colectados entre
marzo y julio de 1977 en la laguna El Jocotal, San Miguel; un “rabijunco”
(Phaethonaethereus) de Barra de Santiago; un “zope cabeza amarilla” (Ca-
thartesburrovianus) delcerro Cacahuatique; dos individuos de “rálido blanco
y negro” (Pardirallusmaculatus) (isla Tasajera, estero de Jaltepeque y laguna
El Jocotal); dos individuos de “golondrina de mar” (Onychoprionanaethetus)
de Los Farallones, golfo de Fonseca; dos individuos de “rayador americano”
(Rynchopsniger) de la laguna El Jocotal; una “paloma de bosque” (Geotrygon
montana) del Parque Nacional El Imposible; un “lechuza de la madriguera”
(Athenecanicularia) de una nca en La Libertad; un “búho fulvo” (Strixfulve-
scens) de Parque Nacional de Montecristo; un “pavita” (Hylomanesmomotula)
del Parque Nacional El Imposible; un “carpintero enano” (Veniliornisfumiga-
tus) de la Costa del Sol; un “mosquero de collar” (Xenotriccuscallizonus) de
Parque Nacional Montecristo y un individuo de los “chipes” (Dendroicatig-
rina y D. castanea), pero sin procedencia.
Últimamente, y como producto de corrientes marinas desde Suramérica, un
individuo de “pingüino de Magallanes” (Spheniscusmagellanicus) fue arrastrado
desde la parte sur del continente y apareció en la bocana El Saite, sector este
40
de Barra de Santiago, Ahuachapán, el 7 de junio de 2007, y murió posteriormente
por debilidad. La piel fue depositada en el Muhnes y constituye el primer
registro de este tipo de aves en El Salvador.
Proporción por departamento
Los cuatro departamentos con mayor porcentaje de pieles son: San Salvador
con 208 (27%), Ahuachapán con 139 (18%), Santa Ana con 118 (15%) y San
Miguel con 109 (14%). Cabe aclarar que, en el caso de San Salvador, la mayoría
(60%) proviene del parque SaburoHirao y del parque Zoológico Nacional. En
total de todas las pieles de los departamentos registrados alcanza 96%, el 4%
restante (30 pieles) no presenta datos de localidad (tabla 2).
Del total de pieles depositadas en el Muhnes, solamente 115 (15%) tienen
datos completos, esto en lo referente al código de ingreso, nombre cientíco
de la especie, sexo, edad, fecha, localidad, medidas, colector y de datos de
campo complementarios.
Conclusiones
La CNA del Muhnes tiene un incalculable valor cientíco y representa igual-
mente un bien cultural que pertenece a todos los salvadoreños. Cumplió 40
años en 2010, y constituye una el muestra del trabajo realizado por una
amplia gama de profesionales que se han preocupado, a lo largo de todo este
Tabla 2. Total de pieles por departamento y porcentaje del total
41
Referentes bibliográcos
MARN. Ley de Conservación de Vida Silvestre. Julio. Decreto No. 844. 2001.
Dickey D. & A.J. van Rossem. The Birds of El Salvador, Zoological Series, Field Mu-
seum of Natural History. Chicago (23) pp. 406-609. 1938.
Figueroa de Tobar, M.C. Aves acuáticas costeras de Barra de Santiago, Ahuachapán.
Publicaciones Ocasionales No. 3, Museo de Historia Natural de El Salvador. Noviembre.
1993.
Marshall, Jr. J.T. Aditional Information concerning the Birds of El Salvador, Condor
45:21-33. 1943.
tiempo, por documentar este grupo de fauna en El Salvador, y se ve reejado
en la amplia variedad de especies (277) y pieles de estudio (800), así como
información sobre especies raras que allí se mantiene, quedando planteado
dicho desafío para los años venideros.
El apoyo del Estado es importante para la conservación de la CNA del
Muhnes, en el sentido de asegurar la perdurabilidad de las pieles de estudio
y, de igual modo, el promulgar el permanente mejoramiento en el manejo, las
condiciones de su preservación, mantenimiento y continuo enriquecimiento.
Agradecimientos
A las licenciadas Eunice Echeverría y Ana María Quevedo, así como también
a Hugo Villalta por su colaboración a lo largo del proceso coordinado entre el
MARN y el Muhnes, y al Dr. Ramón Rivas, de la Secretaría de Cultura, por
su respaldo institucional para la presente investigación.
42
Ramírez-Albores, J.E.; G. Ramírez y A. Bueno. “Huitzil, la colección ornitológica del
Museo de Zoología de la Facultad de Estudios Superiores”, Zaragoza, Unam. Vol. 3 (1):
28-32. 2002.
Steinbacher, J. WeitereBeitragezurVogelfauna von El Salvador. Senck. Biol. , 39: 11-40.
1958.
Stiles, G. BioByte, Project BioMap, September, 3:1-2. 2002.
Thurber, W.A.; Serrano J.F.; Sermeño, A & Benítez, M. Status of uncommon and previ-
ously Unreported Birds of El Salvador. Proceeding of the Western Foundation of the Ver-
tebrate Zoology, Los Angeles, California, Vol. 3 (3): 109-293. 1987.
43
44
Pactos, conictos y papeles: los
museos y la prensa
Cuando José Martí, en un cuaderno de apuntes de 1881, expresaba: “Qué trabajo
cuesta hallarse a sí mismo...”,
1
había denominado con ello el proceso que com-
porta la identidad en el individuo y había subrayado que ese proceso no era
un camino fácil, al contrario, establecía que las búsquedas de la identidad se
presentaban como fruto de una brega constante, donde los elementos históricos
creaban el espacio y la autenticidad diseñaba las imágenes de lo que culturalmente
distingue a los grupos humanos, quienes hacen un devenir social común en
las diferentes regiones del planeta.
José Lezama Lima incorporaría a esta idea el signicado que tiene el lenguaje
en la misión de dar un cosmos a la identidad, y apuntaba: “Lo más valioso en
el idioma es el destino afortunado de su uso”,
2
con lo cual estaba deniendo
la importancia que en el caso americano tenia la evolución del lenguaje en
el proceso de identidad, pues las obras literarias creadas por los primeros
grandes escritores latinoamericanos constituían la visión de un universo dife-
rente al de la metrópoli española, por tal motivo destacaba que la fortuna más
trascendente en el lenguaje americano la habían aportado, entonces, Martí,
Darío y Vallejo cuando: “Lanzan su acto naciente verbal rodeado de ineca-
cia y de palabras muertas...”. La metáfora lezamiana explica un asunto por
atender; y es que en todas las épocas ha habido hombres que, profundamente
asistidos de su esencia social, hacen un acto comunicativo que desbroza los
* Lourdes Carbonell Hidalgo, licenciada en Ciencias Sociales en el Instituto Superior Pedagógico de
Santiago de Cuba. Directora del Centro de Patrimonio Cultural de Granma. Posee la Distinción por
la Cultura Cubana, la Medalla XXX Aniversario de la desaparición física de Ernesto Che Guevara
y la Orden Juan Marinello. Representante de Cuba en Ibermuseos, ha realizado investigaciones con
resultados publicados en la revista Cinco Palmas de la Ocina de Asuntos Históricos del Consejo de
Estado. Coautora del libro Fidel entre nosotros, testimonios de la presencia del líder de la Revolución
en Granma.
1 Martí. José Obras completas. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975.
2 Lezama Lima, José. En busca de la expresión americana. La Habana: Editorial Letra Cubana, 1985.
Lourdes Carbonell Hidalgo*
45
lenguajes estériles y la falta de asuntos de interés social que tengan valores
culturales distintivos de las diferentes comunidades humanas y que consti-
tuyen su patrimonio.
Si comprendemos el apartado anterior, podemos ahora signicar que las fun-
ciones de los museos y la prensa tienen una coherencia que constituye la
misión de ambos: la construcción de un sistema de valores profundamente
asimilados por la sociedad en defensa de la identidad.
Este proceso es metodológicamente organizado por las instituciones museísti-
cas que regulan la preservación de las herencias sociales, que luego son pro-
movidas por diferentes vías donde la ecacia muchas veces radica en el papel
que asume la prensa como promotora de un diálogo en el que el individuo ve
reejadas sus maneras de ser y sus prácticas culturales.
Toca entonces a ambas entidades sociales indagar, asumir tareas, ser ex-
presión de la sensibilidad y del imaginario colectivo, permitiendo que
los mensajes éticos que animan los movimientos sociales lleguen con un
subrayado que haga valedero el mensaje. En los tiempos que hoy vivimos
las convocatorias a la mirada profunda hacia los museos corren siempre por
cuenta de la unidad de los medios de difusión con nuestras instituciones,
constituyendo para estos medios un reto la asimilación de una conducta
indagadora hacia los asuntos históricos, los procesos culturales y las
aspiraciones que nuestra sociedad plantea al futuro. En ello hemos sido
beneficiarios permanentes en Cuba.
46
Corresponde a los tiempos que corren asimilar la lección de los padres fun-
dadores de la nación, quienes dejaron en la prensa los resultados de sus actos
comunicativos —entiéndase discursos, artículos, polémicas, epistolarios, obras
artísticas— de un modo tan abrumador que hoy constituyen las principales fuentes
documentales de la investigación; por tal motivo, se abre ante nosotros un
horizonte cargado de expresiones constantes del ejercicio reexivo sobre el
patrimonio y la cultura, que deben tener cada día mayor espacio en los medios
de comunicación.
Para soslayar cualquier comprensión de que venimos a un lamento, queremos
expresar que nuestra reflexión anterior trata de comunicar el quehacer
contemponeo de la prensa hacia el patrimonio, que ha vivido interesantes
momentos de trabajo común con ejemplos tales que sería oportuno mencionar
aquí. Son los casos de los sistemáticos artículos que permanentemente
publica el periódico Granma, órgano ocial del Estado cubano, de conjunto
con los museólogos, los trabajos de diversas facturas que durante los eventos
de museos se realizan por la Agencia Nacional de Información, AIN, es-
tableciendo nexos con emisoras de otras regiones, impactando con ello en
el auditorio de esas regiones, los ecaces trabajos reporteriles de los telecen-
tros locales y la TV nacional, a propósito de la conservación, restauración y
proyectos que realizamos en defensa del patrimonio, o los oportunos trabajos
informativos especializados que realizan los círculos de periodistas; y que
constituyen un banco de imágenes de patrimonio y arte del que hacemos uso
frecuentemente todos.
Un inteligente recorrido por el patrimonio intangible han realizado agencias
informativas por el quehacer de las montañas de la isla, cargadas de testi-
monios y fabulaciones que explican su tradición de bastión revolucionario.
Otro singular ejemplo de coherencia informativa con el patrimonio lo ha
constituido la acción aguda y ágil del periodista David Rodríguez, que en su
escuchado programa radial “Hoy en la Noticia” —que inicia el día en Gran-
ma— siempre diseña un espacio para la actualidad patrimonial y dedica las
campanas de la Iglesia Mayor a los museos. Estos constituyen los momentos
referentes de un paradigma en el que todos nos vemos reejados y con el que
estamos comprometidos.
Es válido para nosotros, y constituye una constante, convocar nuevas lecturas
sobre zonas patrimoniales, sobre nuevas colecciones y otros museos de gran
envergadura, y que se ofrecen como temas interesantes por laborar por los
47
expertos de la prensa. Son los casos del
patrimonio natural, que tiene su máxima
expresión en el parque “Desembarco del
Granma”, patrimonio de la humanidad
por sus valores naturales, el que además
registra los caminos de la epopeya de
la llegada de Fidel a Cuba en su expe-
dición del 2 de diciembre de 1956; los
inventarios del patrimonio inmaterial,
expresión del imaginario popular, que
hoy conforman catálogos en los museos;
los monumentos declarados que signan
acontecimientos de varias épocas. Para
las creaciones periodísticas alrededor
de estos temas, les decimos que hemos
generado espacio de encuentros por cel-
ebrarse en cada mes, donde una comisión
de trabajo estará dedicada exclusivamente a
los alentadores vínculos de la prensa y los
museos.
En estos momentos de futuro queremos
parafrasear el pensamiento de Martha
Arjona, que escribió: “La palabra patri-
monio signica lo que se recibe de los
padres y lo que es de uno por derecho
propio... Pero hay también un sig-
nicado mucho mas amplio de lo que
es Patrimonio, que no tiene que ver
con un individuo... sino que se reere a
los de una nación entera”.
1
El patrimonio, en este amplio sentido, constituye
nuestra máxima riqueza y nos identica entre otros pueblos. Trabajemos
juntos por ampliar esta riqueza, y estaremos defendiendo la identidad de la
nación cubana.
La participación en el intercambio mediático de las instituciones, pro-
moviendo los efectos del patrimonio, validan el trabajo de protección en el
ámbito de un público masivo.
1 Arjona Pérez, Martha. Patrimonio cultural e identidad. La Habana: Publicaciones de la Ocina del
Historiador, Ediciones Boloña, 2003.
Programas de museos y prensa.
Bayamo, Monumento Nacional.
48
49
Museo alternativo-participativo, un
modelo frente a la hegemonía cultural
Máximo Gómez Castells*
Resumen
En el trabajo se desarrolla una reexión sociológica de la importancia del
consumo cultural desde la perspectiva de la hegemonía alternativa en el dis-
curso y la participación de los públicos. Al colocarse en esa perspectiva, se
propone modicar las creencias de los museos y transformar sus prácticas
desde la interacción como principio activo, que tenga lo productivo como n
de su accionar. Los comportamientos serían organizados con un pensamiento
que establezca una situación de consumo, hermenéutica muy necesaria para
articularse los museos en las sociedades contemporáneas.
Desarrollo
La concepción sociológica de cultura a la cual le es inherente, tanto la estruc-
tura social como el signicado de la acción, mantiene un fuerte vínculo de
relaciones con el patrimonio cultural, que desde el origen de su construcción
epistemológica estableció un reto: preservar los productos que ilustraban la
actitud creadora en el hombre como vía de incrementar su grado de humanización.
Según este punto de vista, la construcción de signicantes es una producción
de sentido que provoca efectos de reconocimiento. Eliseo Verón llama de ese
modo a las lecturas que en relación con determinadas condiciones de produc-
ción permite un texto. Queda de ese modo establecido un punto de vista muy
productivo para ejercer la interpretación de lo social: recolocar el texto en
el conjunto del proceso histórico de su surgimiento (producción-circulación-
consumo), de ese modo el texto es estudiado en su integridad, en su coheren-
cia y en sus contradicciones.
* Director del Museo Provincial de Granma.
50
Verón hace una acotación que declara como una sentencia epistémica: el
discurso del sujeto es el discurso del otro. Al autor de este trabajo le permitió
encarar el problema discursivo que enfrentan los museos: al difundir la
cultura es indispensable reexionar la lectura que hará el otro, el público cul-
tural donde se revelan los órdenes del signicado que las representaciones
construidas provocan: el concepto contenido en el signo, la operacionalización
que permite alcanzar y la realidad que construye denominando los fenómenos
sociales. De esa complejidad surgen las necesidades culturales como capaci-
dades de los actores sociales para consumir la oferta cultural. El museo se
establece en el complejo proceso descrito donde está presente la producción
de discursos y su uso. Esa condición lo convierte en un instrumento para la
socialización de conocimientos y la instalación de sensibilidades. Es decir,
constituye un espacio de diálogo intercultural.
Al adentrarnos en el campo del intercambio de saberes, se maniestan en
él las formas concretas de relación entre individuos y la situación histórica
que lo contextualiza. En esa realidad subyace el papel de la ideología como
sistema de ideas, creencias y certezas que los individuos siguen para interpretar
la realidad. Esa interpretación está mediatizada por la posición de clase, el hogar,
el barrio o contexto social y los factores educacionales institucionales que
forman en el individuo su psiquismo y su sociabilidad. Desde el surgimiento
de la estraticación social se producen antagonismos que impiden un alto
grado de humanización y convierten la cultura en mecanismo de dominación
que obstaculiza la percepción de los intereses especícos de las clases. Los
museos son dispositivos que operan con la cultura para devolver al ser humano
las posibilidades de su desarrollo. Urge pensar en las condiciones y contenidos
producidos en aras de evitar la producción de discursos cuya interpretación
provoque una identicación con un status de distinción que esté instalando
una perspectiva hegemónica no desde la política, sino desde el ámbito de lo
cultural.
Frente a la escuela erigida como espacio para entrenar a los sujetos en com-
portamientos que les permita actuar en los escenarios sociales, se ubicó el
museo como dispositivo donde se integra en armonía lo afectivo y lo racional,
y donde era posible desarrollar una mayor magnitud de la sensibilidad que el
conocimiento aporta a los actores sociales. Estas instituciones habían ejem-
plicado la potenciación que los objetos culturales producen. Regidos por
un poder, habían establecido reglas para el acceso y con ello creado uno de
51
los principales conictos que se han reproducido al interior de los museos: el
consumo del producto cultural está determinado por una competencia clasista,
económica, cultural que, en este último caso, incluye lo social.
En la sociedad contemporánea, donde el poder institucional se ha diversicado,
los dominios donde se instalan las representaciones exhiben las huellas de
las condiciones ideológicas que denen el status de ese poder. Ese proceso
de dominación colectiva crea —según Marx— necesidades falsas en contra
de los intereses del propio sujeto. Esto ha dado lugar a una estructura de
dominación que ha convertido las mercancías en símbolos de distinción. Los
productos culturales, al entrar en relación con el universo del mercado, han
sido objeto de estos efectos y otorgado un rango a los públicos que los polari-
zan en amantes de la cultura clásica o popular, pero es más grave apreciarlos
como receptores pasivos o unilineales de un sentido que no revela el proceso
en su totalidad.
Estas dicotomías representan una de las reminiscencias de las sociedades
donde la inmovilidad social era una condición funcional. Ello es expresión de
una conducta cómplice, que en la actualidad ubica en los estratos inferiores
aquellos sectores sociales carentes de una tradición cultural familiar en lo
clásico; y lo que es más desacertado: actuar desconociendo este factor nega-
tivo, que ha llegado hasta la teoría cultural para clasicar de inferior lo popular.
Néstor García Canclini, advirtiendo la trascendencia del tema, explicaba: “Lo
popular es en esta historia lo excluido: los que no tienen patrimonio, o no
logran que sea reconocido y conservado (…), los espectadores de los medios
masivos que quedan fuera de las universidades y los museos, incapaces de
leer y mirar la alta cultura porque desconocen la historia de los saberes y
estilos. Artesanos y espectadores, ¿son los únicos papeles asignados a los
grupos populares en el teatro de la modernidad?”.
Al situar el campo de lo popular fuera de los museos y el patrimonio, este
autor esta subrayando aquello que está ubicado al margen de una legitimidad
social. En este caso no solo sin marcas en el discurso, sino carente de
un comportamiento interpretativo de saberes producidos en el ámbito aca-
démico de las universidades, es decir, que en los museos existe un capital
cultural inaccesible por la carencia de una competencia cultural en los sujetos
de lo popular. Este constituye el fundamento de la construcción de un modelo de
museo alternativo-participativo donde se allanen los obstáculos no de una
52
clase social, sino de los diferentes estratos de la sociedad contemporánea
para apropiarse de los conocimientos y sensibilidades de una realidad muy
compleja.
Lo hegemónico alude a un proceso que no puede verse de modo simplista.
Sobre todo, es necesario alejarlo de una homologación de lo ideológico. La
práctica de la hegemonía presupone la existencia de formas alternativas que
determinan la existencia de lo contrahegemónico. Raymond Williams la dene
como todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad
de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percepciones denidas
que tenemos de nosotros mismos y de nuestro mundo. La insistencia en lo
signicativo planteada revela la dimensión de lo cultural en el concepto; y
ello conecta con lo social, con un proceso de construcción con fuente en la
cotidianidad. Esta percepción racional lleva al autor citado a contrastarlo: es
una “cultura”, pero una cultura que debe ser considerada asimismo como la
vívida dominación y subordinación de clases particulares.
La existencia de estos dos procesos (dominación y subordinación) al interior
de la hegemonía provoca la sospecha de otros invisibles: una “oposición que
suscita”. Como subyacen originan una magnitud; y Williams certica una
hegemonía alternativa. Este término extraído de Gramsci alude a lo que este
autor dene como manera de revelar la democracia: “En el sistema hegemónico
existe democracia entre el grupo dirigente y los grupos dirigidos, en la medida
en que [el desarrollo de] la economía y, por lo tanto, la legislación que expresa
tal desarrollo favorece el paso [molecular] de los grupos dirigidos al grupo
dirigente”. La posibilidad de un método que evidencie esa complejidad re-
sulta una capacidad teórica y práctica por desarrollar mediante un modelo que
transforme las carencias apreciadas en los museos en la contemporaneidad,
Ana Cousillas apreciaba la evolución de los museos en dependencia de una
consecuente transformación de las creencias de sus profesionales, considerando
pautas demasiado interiorizadas las siguientes:
- Identicación del guión con la narrativa lineal y el recorrido único.
- La concepción sicalista de la observación.
- A mayor cantidad de público mayor éxito cognitivo de la exposición.
53
Al considerar las manifestaciones apuntadas un efecto negativo de las normas
vistas como leyes eternas, se devela un carácter tecnócrata que desde la
creación del museo moderno en el siglo XIX mantiene rígida la construcción
y producción de modos de actuación que ignoran la existencia de la relación
dominación-oposición. Las fuentes contrahegemónicas, para Gramsci, se ubi-
can en la necesidad de la clase obrera en “convertirse en una clase, y en una
clase potencialmente hegemónica, contra las presiones y los límites que impone
una hegemonía poderosa y existente”. En lo cultural las formas alternativas
tienen sus condiciones, límites, acentuaciones, oposiciones y formas de lucha
enfrentadas por la hegemonía, que conviene estudiar para extraer sus lecciones
y contextualizar los modos de construcción clasista real y no abstracta.
Para Williams la hegemonía es un orden colectivo, y jamás individual, cuando
estamos hablando de condiciones de producción, pero no resulta así cuando
se trata de condiciones de reconocimiento, que son las correspondientes
al papel del público. Las ofertas culturales, en tanto herramienta de socialización,
constituyen un campo de producción que debe integrarse al proceso de apren-
dizaje. Sin embargo, subsisten modos de interacción distantes del paisaje urbano
contemporáneo y de los contenidos de la vida cotidiana caracterizados por
la necesidad de reexionar, interpretar y vivir las sensibilidades. La preocu-
pación por la cohesión social de los dispositivos formativos predomina en
las reexiones acerca de la escuela y trasciende a la cultura. La mejicana
Lucina Jiménez expresa: “Necesitamos que nuestros hijos y jóvenes puedan
interactuar en contextos de conicto, de inestabilidad, de fragmentación y de
diversidad, en ambientes tecnológicos y altamente competitivos”.
Para esos retos no se ha diseñado una concepción de las prácticas que permita
instalar las capacidades que demandan los sujetos. De aquellos se desconoce
necesidades, hábitos, territorialidades y muchos indicadores que permitirían
reinventar los modos de actuación institucional. Los museos son teóricamente
el espacio para la interacción cultural y para el ejercicio del derecho al desarrollo, a
la comunicación y al comportamiento ciudadano. Los recursos humanos
y materiales destinados no han elevado sus medios teóricos para enfrentar las
realidades construidas y son intermitentes las calidades de los productos que
se ofrecen, así como generalmente poco representativos en cantidad y calidad
los públicos cautivos.
54
El análisis cultural es el ámbito donde se obtiene la producción cientíca que
realiza la institución en sus representaciones. Los instrumentos epistemológicos
y metodológicos tendrán esta última como fuente para la articulación con los
contextos descritos; sobre todo si se experimenta la manera de producir “la
parte más difícil e interesante de todo análisis cultural… es la que procura
comprender lo hegemónico en sus procesos activos y formativos, pero también
en sus procesos de transformación. Las obras de arte, debido a su carácter
fundamental y general, son con frecuencia especialmente importantes como
fuentes de esta compleja evidencia”. La construcción de lo activo y transfor-
mativo en lo hegemónico es alcanzar condiciones para, desde lo alternativo,
viabilizar otra participación de mayor signicado estructural.
La participación responderá a dimensiones que estén en consonancia con la
lógica del cambio cultural. Las aportaciones de los textos con sus huellas
históricas y de sentido son los hechos donde operan la recepción y el receptor
como momentos teóricos, los que atravesaría la interpretación para producir
las respuestas a los mensajes. Los campos del modelo participativo están en
las funciones del museo y la experiencia de sus prácticas, que han tenido
en el intercambio cultural la herramienta de medición de mayor eficacia
y longitud.
Los límites que se pueden establecer a la lectura hegemónica tienen como
origen la naturaleza del discurso institucional; de ese modo se desplazaría la
acción de actores y agentes por la diversidad signicativa y su capacidad para
mostrar campos simbólicos que explican la dinámica social del contexto, y,
por otro borde, será necesario arribar a la singularidad de las representaciones
en la multiplicidad de sus marcas de sentido, como meta para congurar la
noción de hecho cultural. Los límites propuestos orientarían las prácticas y
permitirían estudiar los procesos desde una posición que va de la dominación
a lo alternativo para ver en ello la imagen total del sujeto concreto de una
colectividad. La producción de estos elementos viabilizaría la construcción
de situaciones que orienten la acción.
El desconocimiento de los fundamentos de la orientación como nivel
institucional y la motivación como individual ha provocado, en la realidad del
ámbito empírico, una tendencia al rechazo, en tanto manera de selectividad que
tiene su base en el estrecho margen de alternativas, propuesto en las situa-
55
ciones construidas. Los discursos reiterativos no favorecen la aparición
de nuevos significados que le propongan metas e intereses que se deben
alcanzar a los públicos, que ven distantes la gratificación de sus necesi-
dades. En la construcción de las situaciones de consumo cultural urge colocar
no solo la adquisición de información, sino nuevas pautas de orientación
que viabilicen lo que Parsons define como formas de ver, querer, evaluar.
En el contexto contemporáneo las formas de hacer se incorporan entre las
normas de aprendizaje debido a la independencia que los medios tecnológi-
cos han incorporado a los sujetos. Por tales razones, los museos deben
crear condiciones para dar continuidad a los procesos de mundialización de
la cultura y viabilizar lo que Ana Cousillas denomina “el compromiso activo
con los objetos”, es decir, colocar al público en posición reexiva ante problemas
que le proponga la institución en sus ofertas.
Desde la década de los años ochenta existe un enfoque de intervención social.
Se presenta para los museos urgida de una responsabilidad con su entorno,
que abandona el pensamiento hacia el interior y lo coloca en la comunidad
vista como contexto de actuación. “Si los museos no consiguieran responder
al cambio social y reflejarlo, dejarían de justificar el apoyo público”,
afirma en Londres Kennet Hudson, consultor de la Unesco, para quien
la sostenibilidad de la institución por el Estado está condicionada a su
capacidad de participación en los problemas sociales. Ante un discurso
nacional en los temas, la alternativa propone una acentuación que tiene, en
este caso, en lo local y en los nichos culturales de las clases, las huellas que
colocarán al sujeto en una relación de lo vivido con lo representado. Dicha
relación abre campos de sentido en la denominación de fenómenos reales,
en el uso de las experiencias de lenguaje y en la visibilidad de los imagi-
narios. Esa gramática del reconocimiento es favorecedora de una actitud
hermenéutica que servirá, a su vez, de entrenamiento social.
La colocación de condiciones para el aprendizaje en los museos dio lugar a
una práctica estructural: la creación de departamentos educativos para formar
capacidades de apreciación en los asistentes, entrenarlos en la denición del
patrimonio y habituarlos a prácticas consideradas complementarias porque
educan de manera informal y pueden no centrar su acción en los fondos
museales. Esa resulta una de las modicaciones de creencias más urgidas de
transformación que el modelo alternativo pretende asumir; parte de la
56
importancia de la acción cultural como prácticas culturales. En estas los
sujetos operan con las representaciones que —según Thompson— son
puntos de referencias comunes en una cultura que se extiende más allá de la
interacción social; forman un tejido denso de experiencias comunes y nutren
la memoria colectiva. La trascendencia que una práctica genera reside en el
carácter interpretativo de esas representaciones; ella opera sobre objetos y
enunciados significativos, que provocan al sujeto a una producción de
respuestas donde se revela la asimilación y estructuración de la experiencia.
Con la mirada colocada en el extremo público son diversos los enfoques
metodológicos, pero subyace una percepción residual: es necesario producir
el sujeto consumidor, el receptor competente, para un discurso generado des-
de las leyes del signo. Los especialistas franceses proponen una concepción
profunda sustentada en preceptos antropológicos: la ecomuseología, que pro-
pugnaba la participación de la propia población en la creación del museo, un
museo referido a su territorio. Una construcción como esa privilegia el senti-
do estructural del discurso, pero desplaza el consumo hacia el activismo social
de la institución, con lo cual se concibe la producción como una interacción con
el contexto. La aportación que la ecomuseología realiza a un modelo alternativo
se puede denir como sustantiva porque representa el límite macrosociológico de
la participación. Es a la vez una escala alta de la acentuación, pero no constituye
todas las posibilidades discursivas porque parece sustentarse en lo popular.
En el caso de los museos, esta idea se articula con las transformaciones ocurridas
en el concepto de patrimonio y en las funciones de los museos. La tradicional
visión del patrimonio como herencia se cuestiona por estar representada una
parte de la sociedad en los bienes seleccionados. Un décit de esa magni-
tud es una de las causas que socavan la validez de los argumentos para el
ejercicio taxonómico de qué bienes pueden alcanzar la categoría de patrimo-
nio. La fuente originaria de esa inconsecuencia se ubica en una construcción
hegemónica de lo cultural. Esa manifestación de lo hegemónico ha lastrado
también al patrimonio, y, durante mucho tiempo, en las instancias teóricas se
consideró inferior el campo denominado inmaterial de este. En la actualidad
se opera asincrónico en las prácticas culturales institucionales, pues su presen-
cia en las acciones aparece en desventaja en relación con las expresiones del
patrimonio material.
En relación con los museos —según Ana María Cousillas— hay un desplaza-
miento en su concepción, y son vistos como instancias de reexión y recuperación
de saberes no objetivables, pero presentes en las representaciones del mundo
57
social. Las nuevas funciones asignadas a ellos están dirigidas a la dimensión
representacional de los bienes, lo cual es coherente con su nalidad en la
consideración de los nes clasistas y su legitimación integradora de los es-
tratos constituyentes de la sociedad en general. Por otro lado, los conictos
y tensiones ocurridos en el interior del campo cultural pueden ser manejados
con mayor justicia desde la denición de patrimonio cultural propuesta por
Cousillas: repertorios de bienes con determinados sentidos histórica y/o con-
temporáneamente atribuidos, según los casos, pero que producen diferentes y
nuevos efectos de signicación y acciones de interpretación, según las com-
petencias cognitivas y simbólicas de los receptores.
Los hechos hasta aquí presentados acerca de los cambios ocurridos en las
dimensiones funcionales de los museos, en el concepto del patrimonio, las in-
serciones pedagógicas en su estructura determinan modicaciones al interior
del campo, pues la incorporación de nuevos actores: los pedagogos, que traen
instalada una capacidad generatriz de prácticas culturales con mucho énfasis
en lo didáctico, modica el sistema de relaciones y de papeles en tanto estos
atenderán a la población educacional y los conservadores se concentrarán
en la atención a los bienes. Esa reestructuración hará de los estudiantes un
público consumidor numeroso, que tendrá como nes impuestos por los pro-
fesores obtener conocimientos más que recreación, mientras que para ellos el
ocio sigue operando como un derecho en la visita. Una necesidad de servicio
con esa naturaleza exige una investigación de lo local que esté signada por la
producción cientíca institucional, desafío que no siempre los agentes están
en condiciones de ofrecer en una gama de saberes.
Las ideas esbozadas por Bourdieu, acerca de la correspondencia entre el capital
escolar y el cultural, adquieren vigencia y se incorporan como requerimientos
para dotar a la institución de los papeles graduados en autoridad que demanda el
conocimiento de los fondos. Una conclusión es obvia: el diseño de un museo
responde a nes estratégicos, con dotaciones de productores y mediadores
capaces. Al reexionar el campo museológico, es decir, el de los públicos
internos, se requiere pensar en las fuerzas actuantes cuyas posiciones respon-
den a estrategias estructuradas desde el capital cultural que se disponen a
socializar. Es un asunto que posee mucha fertilidad en la realidad cubana
donde concurren factores no solo económicos en la movilidad estructural de
la sociedad, sino sociales. Para los públicos culturales surgen índices que
ilustran otro modo de lucha por el capital cultural, como son los fines
asociativos determinados por la anidad de papeles en una etapa de la vida;
58
comportamiento estructurados en un ámbito familiar correspondiente a un
sector profesional y algunos residuales de estructuras sociales correspondientes
a tiempos de otro modelo social. La gama de cosas (conscientes, inconscientes
y simbólicas) que puede escoger con su acción el sujeto del patrimonio son
un horizonte de comportamientos que, desde el inconsciente, obligan a visi-
tar un museo de historia regional o un sitio histórico para interactuar con los
objetos simbólicos.
59
60
Los museos son territorios simbólicos privilegiados de la contemporaneidad.
A lo mejor puede ser una armación precipitada o apenas otra utopía museológi-
ca. Pero lo que es cierto es que los museos cambiaron o están en movimiento
y no se parecen más con aquellos que Fillippo Marinetti quería destruir (Mani-
festo Futurista, 1909) o con aquellos que Paul Valéry decía en “no morirse
de amores” (O problema dos museus, 1923), para apenas nombrar dos de los
mas conocidos detractores. Entre los cambios más importantes vericados
en los últimos años está el aparecimiento de las iniciativas espontáneas de la
creación de nuevos museos, nacidos a partir de la articulación de los movimientos
populares organizados, que no eran más únicamente conducidos por los po-
deres públicos. Una explicación para tal fenómeno es que los museos pasaron
a ser vistos y reivindicados como un derecho esencial —hasta el día de hoy,
en su gran mayoría, negado— como un espacio contemporáneo de partici-
pación y de reacción. Sin embargo, ¿hasta qué punto podemos relacionar los
museos, el desarrollo y los cambios sociales?
Para reexionar sobre esta relación, debemos empezar por preguntarnos so-
bre el carácter axiométrico. A nal, ¿cuál es el concepto de desarrollo que
estamos utilizando? ¿Cómo los museos se articulan con los cambios sociales
en curso? No tenemos duda de que el tema es absolutamente contemporáneo
e instigador, y sirve para proporcionar indicadores para el trabajo por ser de-
sempeñado por los museos en el siglo XXI.
En primer lugar, es necesario aclarar el “lado” seleccionado para la discusión
y la “profundidad” de la idea de desarrollo. La terminología ha sido utilizada
Museos, desarrollo y cambio: la reacción
de los “espacios banales”
Cícero Antonio F. de Almeida*
*
Museólogo, profesor de la Escuela de Museología de la Universidad Federal del Estado de Río de
Janeiro y coordinador de Patrimonio Museológico del Instituto Brasilero de Museos.
61
corrientemente como una especie de etapa económica por la sociedad, que
puede ser vericada a través de un conjunto de indicadores nancieros. Conse-
cuentemente, el término desarrollo —tratándose especícamente de desarrollo
social— dejó de ser utilizado como incremento o democratización de los recursos
colocados para la disposición colectiva (salud, educación, cultura, etc.), la
mejora de la distribución de riquezas o progreso cientíco, entre tantas otras
posibilidades que los diccionarios cuidadosamente insisten en preservar.
En relación con los movimientos de cambios de los museos, encontramos su
génesis en los años 1970. Se veían como espacios de preservación de añoran-
zas, representantes de un determinado segmento social y de su historia. Era
imperativo interrumpir una especie de incomunicación del museo con la so-
ciedad y asociarlo a una nueva percepción del papel social desempeñado por
la preservación y por la acción cultural. Un fértil período de la crisis marcó la
actuación de los museos en las siguientes décadas. Entre las nuevas experiencias
que se destacaron fueron aquellas que incorporaron la noción de musealización de
territorios, una profunda ruptura con el modelo que privilegiaba el binomio
edicio/colecciones. Hubo un desplazamiento del “objeto”, como preocupación
central de los museos, hacia el “sujeto”, y al que pertenece ese objeto en la
sociedad.
Entender la historia de los museos y de sus permanencias/rupturas también es
entender la propia historia de las ideas. Debemos considerar que, durante la
década de 1960 y 1980, otras luchas sociales estaban ocurriendo; y el museo
no podía quedarse atrás de esas discusiones. Durante el período, vimos las
luchas por la independencia de las últimas colonias europeas en África, la re-
sistencia contra las dictaduras militares en Suramérica, el comprometimiento
intelectual y los movimientos estudiantiles, las luchas por el cambio del papel
desempeñado por la mujer en la sociedad y la igualdad racial, entre otras.
En el camino de tantas luchas, las prácticas culturales fueron pensadas como
herramientas poderosas, porque operaban con la armación de identidades y,
consecuentemente, proporcionaban un diálogo entre diferentes y diferencias.
El papel ejercido, a partir del pensamiento del educador brasileño Paulo
Freire, en las nuevas experiencias de los museos durante esa época fue sor-
prendente, bajo el concepto de concientización, a partir de la transformación
del hombre-objeto para hombre-sujeto, de acuerdo con la armación de Hugues
de Varine en 1979, cuando ejercía el cargo de director del Consejo Interna-
cional de Museos. Varine formuló una de las metáforas mas importantes en
62
el cambio de paradigmas de los museos al nal de la década de 1970: “El
museo como nalidad, el museo como objetivo, es la universidad popular, la
universidad para el pueblo a través de los objetos. Lo que es en una univer-
sidad normal es el lenguaje de las palabras y, en último caso, el lenguaje de
las señales escritas. En el caso del museo, se convierte en el lenguaje de los
objetos, de lo concreto”.
1
Al nal de los años 80, al mismo tiempo en que fueron vencidas las primeras
barreras que marcaron una nueva dirección del trabajo de los museos, el avance
del pensamiento pragmático propagado por el orden ideológico neoliberal im-
puso, con la benevolencia de los medios de comunicación, el consenso de
desarrollo centralizado exclusivamente en su dimensión económica. El nuevo
orden mundial fundado por los gobiernos anglosajones consagró como inexo-
rable la hegemonía económica, la expansión de los mercados y el n de las
fronteras territoriales, fragilizando, consecuentemente, las economías y las
expresiones culturales desplazadas del eje territorial hegemónico. El concepto
de desarrollo ganó interpretación con base en la lógica de la globalización
económica y de la homogenización progresiva de la riqueza, lo que acabaría
conduciendo a la humanidad “en dirección de un gobierno global, una paz
perpetua y una democracia cosmopolita”; según la evaluación del profesor
de economía José Luís Fiori, traería graves consecuencias para las políticas
públicas en el campo de la cultura. La cartilla del desarrollo liberal creó el
concepto de “economía de la cultura”, utilizado en diversos programas de
gobierno de la época.
En el campo de los museos, un choque de tendencias marcó la década de
1990, principalmente en Brasil, al ser ejemplicado por la oposición entre
el más tímido surgimiento de iniciativas populares de la creación de nuevos
museos o de la “apropiación” de los que ya existían y el modelo Guggenheim,
conocido como la primera franquicia museológica. En el año 2000, surgió un
caso particular, por iniciativa de la alcaldía de la ciudad de Río de Janeiro,
al implantar el Museo Guggenheim en la región portuaria de la ciudad, por
el orden de dos millones de dólares americanos (que vendrían de los cofres
públicos), aplicados en una institución privada con sede en EE.UU. Debemos
recordar que el movimiento fue abortado después de una amplia movilización
popular, que denunciaba lo paradójico de la situación, ya que era evidente
el abandono de las estructuras museológicas municipales existentes, además
del poco incentivo por parte de la propia alcaldía para nuevos proyectos de
1 Varine-Bohan, Hugues de. Os museus no mundo. Rio de Janeiro: Salvat Editora do Brasil, 1979, p.19.
63
los museos revindicados por la sociedad. Para tener una idea de la dimensión
ideológica de la “economía de la cultura”, podemos recordar la opinión de
Thomas Krens, presidente de la Fundación Guggenheim, formulada en 1999,
de que los museos sintonizados con los “nuevos tiempos” ofrecerían “opor-
tunidades para comer y oportunidades para hacer compras”.
La hegemonía del nuevo capitalismo y la perversión de los efectos del proceso de
globalización fomentaron, entre tanto, reacciones inmediatas, como la cono-
cida “reacción de los espacios banales”, expresión utilizada por el geógrafo
Milton Santos.
2
Para Santos, los “espacios banales” abrigan la mayor parte de
la población, reaccionan a los “espacios integrados”, excluyentes, que dominan
los ujos globalizados del dinero y de la información. Se desarrollan en esos
espacios las culturas populares, las bases de una nueva “utopía globalitaria”.
Para el geógrafo, “el cambio histórico en perspectiva provendrá de un movimiento
de abajo para arriba, siendo los países subdesarrollados los actores principales
y no los países ricos; los sin herencias y los pobres, y no los opulentos y otras
clases obesas; el individuo participa de las nuevas masas y no del hombre
encadenado; el pensamiento libre y no el discurso único”.
Podemos compararlo con la “utopía globalitaria” identicada por Milton
Santos, y reconocer que los museos también se están transformando en
herramientas hasta para el servicio de los “espacios banales”. Segmentos
sociales contemporáneos que todavía permanecen al margen, prácticamente
“invisibles”, están reinventando el nuevo museo del siglo XXI. Son museos
construidos como reacción, en el sentido indicado por Milton Santos. Surgen
en las favelas de Río de Janeiro, en los barrios periféricos de las grandes
metrópolis, en aldeas indígenas. A esas luchas, también están condicionadas
la lucha por la tierra, el derecho de las minorías, por el reconocimiento de las
culturas “marginales”. La idea stricto sensu de la “economía de la cultura”,
entendida únicamente como articuladora de la distribución y del consumo de
bienes y servicios, empezó a perder espacio para una nueva escala productiva,
alterando la exclusividad y el monopolio de los “gestores”, personajes crea-
dos en los mecanismos legales válidos para los procesos de incentivo cultural.
Entonces, la nueva “economía de la cultura” debe estar cerca del concepto de
utopía globalitaria.
Aquí está la llave para el nuevo axioma. El desarrollo en el área de los museos
2 Santos, Milton. Por uma outra globalizacao: do pensamento único à consciencia universal. Rio de
Janeiro: Record, 2008.
64
no puede ser concebido como una sencilla “dictadura de taquilla” o como algo
más de los productores/gestores/captadores. El desafío señalado por la
emergencia de los “espacios banales” refuerza la importancia de la implantación de
prácticas museológicas ajustadas al principio de democratización de la cul-
tura y defensa de la diversidad. Debemos pensar en las pequeñas iniciativas
de los museos, en su fuerza local, facilitar la emergencia de los nuevos agentes
sociales y estimular la construcción de las redes, porque cada museo cumpliría un
papel especíco de acuerdo con su ambiente cultural. El carácter desarrollador
del museo está en su capacidad de articular el pensamiento libre (en vez de
corroborar el mismo pensamiento “único” transnacional), promover nuevos
protagonistas históricos, estimular percepciones variadas del espacio y del
tiempo, engendrar pasado y presente (en contra de la añoranza contemplativa)
y, nalmente, permitir el pensamiento y soñar con el futuro.
Referentes bibliográcos
Santos, Milton. Por uma outra globalizacao: do pensamento único à consciencia univer-
sal. Rio de Janeiro: Record, 2008.
Varine-Bohan, Hugues de. Os museus no mundo. Rio de Janeiro: Salvat Editora do Brasil,
1979.
Santos, Milton. Por uma outra globalizacao: do pensamento único à consciencia univer-
sal. Rio de Janeiro: Record, 2008.
65
66
El elemento estético indígena y/o prehispánico en
el patrimonio artístico salvadoreño como expre-
sión de la identidad nacional
1
Durante el período colonial hispanoamericano, muchos elementos estéticos
prehispánicos, tales como símbolos, distintivos, emblemas, imágenes e ico-
nos, eran parte de esa gama de componentes que se visualizaban en la arqui-
tectura, la escultura, la pintura y en general en muchas de las expresiones
artísticas, que como tal eran parte de la admiración que se tenía de lo antiguo,
pero también eran parte de la expresión de aquellos indígenas que deposi-
taban y plasmaban su etnicidad en dichas obras. Mientras que para el siglo
XX, cuando se estaba edicando el Estado salvadoreño moderno, el elemento
estético indígena y/o prehispánico en las expresiones artísticas jugó un papel
diferente del que se manifestaba en el antiguo régimen colonial.
Ese papel que jugaría más tarde lo indígena, ya sea este arqueológico o
folclórico y que posteriormente se volvería en lo campesino —costumbrista
o mágico— y muchas veces en lo rural —pobre, desprotegido y excluido—,
ha pasado por una serie de etapas hasta nuestros día. Por supuesto, es reejo
del contexto histórico-social que ha ido desarrollándose a través del tiempo
en la sociedad; entorno que se expresa claramente en el patrimonio artístico
salvadoreño, como claro referente de su identidad nacional.
En la actualidad entendemos como objeto artístico, el que un consenso general
reconoce como tal, independientemente de sus cualidades, como son formas,
proporciones, colores y otras. (Manrique, 1997: 59).
1 Artículo elaborado a solicitud del Museo de Arte de El Salvador MARTE, preparado para acompañar
la exposición denominada “Por los signos de los siglos. Aproximación al arte prehispánico”. El autor
agradece la colaboración brindada por Leonardo Regalado para la elaboración del presente artículo.
José Heriberto Erquicia Cruz
67
Hacia la segunda mitad siglo XIX, se crea la categoría de patrimonio cultural,
más como patrimonio histórico-artístico, con el n de dar cuerpo a los recién
creados Estados-Nacionales (Bermejo Barrera, 1986), en el entendido que
ese patrimonio artístico-cultural nos brindaría “nuestra personalidad como
humanos, como miembros de una nación, como parte de una comunidad”
(Manrique, 1997:61).
Así se edica una relación intrínseca entre la comunidad y las instituciones
que el Estado crearía o reforzaría para cohesionar a los nuevos ciudadanos
de la “nación moderna”, dichas instituciones fueron la escuela —educación
pública o nacional—, el museo, el mapa, el censo y el periódico —revistas,
semanarios, y demás— (Anderson, 2007). Esa nación es, desde una visión
antropológica como: una comunidad política imaginada construida cultural-
mente como una entidad soberana dentro de determinados límites espaciales…
(Ibíd. 23).
José Mejía Vides, Trapiche; xilografía. 32 x 39 cm.
68
De esta manera, las instituciones del Estado jugarían un papel clave en la
formación de la identidad nacional salvadoreña, identidad que se construiría a
partir de un nuevo modelo de ciudadano civilizado, moderno, mestizo, étnico
y culturalmente homogéneo. Sin embargo, esta construcción de la nacionalidad
salvadoreña no dejó de llenarse de contradicciones, ya que, al mismo tiempo,
invisibilizó y negó las identidades indígenas, concebidas como símbolo del
atraso y del conservadurismo.
Por su parte, Hobsbawm contribuye al alcance de cómo esta comunidad
política imaginada llega a convertirse en un valor de la población que an-
tepone los intereses nacionales por sobre cualquier otro (Hobsbawm, 2002:
3-15). Es así que la religión cívica, inculcada entre la población por medio
de diversos instrumentos, tales como la educación primaria, el ceremonial
cívico, la estatuaria heroica y el culto a los símbolos patrios, es un fenómeno
estrechamente vinculado con la invención de tradiciones, las cuales son
fomentadas por el Estado para inculcar en los ciudadanos una idea de lealtad
y obligación hacia el mismo (López Bernal, 2007: 20).
Los ideólogos de Estado, elites intelectuales, políticas y económicas, se inscribieron
en un proceso que justicó y legitimó su existencia, no sin falsear la inven-
ción de tradiciones (Hobsbawm, 2002), y personajes míticos de ascendencia
indígena, de la idea de un pasado glorioso, el cual se esfumó, pero que estaban
decididos a construir de nuevo desde los ideales del liberalismo.
Es así que El Salvador —del último cuarto del siglo XIX y las tres primeras
décadas del siglo XX— no quedó exento de las contribuciones desde la aca-
demia, las elites y los intelectuales, con la creación del Museo Nacional del
Salvador en 1883, el cual tenía como uno de su objetivos fomentar los intereses
económicos e intelectuales de la República, siendo además reclamado por el
estado de cultura del pueblo… (D. O. 1883: Nº. 239), además que expondría
una sección de antigüedades, historia y bellas artes.
Tal como ocurrió en el resto de Hispanoamérica, el Estado debía fundamen-
tarse sobre la base de una cultura también nacional, que incorporara la cultura
indígena; así se comienza a construir la historia patria —ocial— impartida
en los establecimientos educativos, historia que formaba parte de la educación
cívico-política de los ciudadanos, destinada a crear conciencia histórica na-
cionalista que requería el Estado en construcción (Lombardo, 1997: 199-200).
Como arma Lombardo, es en este sentido que el gobierno nacional, repre-
69
sentado por una clase minoritaria emergente, debía reivindicarse con el indio;
y al rescatar la cultura de sus antepasados hacía también suya la tradición de
la clase subalterna de mayoría en el país, con lo que armaba su propia legitimidad
política ante las mayorías (Ibíd. 200). En este contexto, el monumento era ex-
presión de la cultura del pueblo, y el estudio de esos testimonios les permitía
develar la génesis, de la historia de los primeros pobladores de dichos territorios
(Florescano, 1997: 151).
De tal manera que, de acuerdo con la perspectiva etno-nacionalista o históri-
co-culturalista, las naciones siempre requieren de elementos étnicos. No es
concebible una nación que no tenga mitos y recuerdos colectivos de un hog-
ar territorial. Para Smith, uno de los factores claves en la formación de una
nación es que debe tener antecedentes étnicos de importancia […] vagos o
inventados, que construyan […] una mitología y un simbolismo coherentes
[…] como condición para la supervivencia y la unidad nacional (Smith, 1997:
27-28).
Como parte del proyecto liberal decimonónico, aparece el mestizaje como
discurso del nacionalismo salvadoreño, pero no solamente como discurso,
sino que va de la mano de prácticas de exterminio e invisibilización de las co-
munidades indígenas. El mestizaje plantea una ideología de homogenización
étnica o de mezcla racial; excluye a los que se consideran no mezclados y
adopta el “blanqueamiento cultural”, como la manera de volverse más urbano,
cristiano, civilizado, menos rural, indígena o negro (Wade, 2000: 101).
En el caso salvadoreño, a inicios del siglo XX, los indígenas fueron reinte-
grados a la nación mediante elementos simbólicos, como grupos autóctonos,
como los habitantes prístinos del territorio salvadoreño, poseedores de ciertos
secretos de la identidad nacional (Alvarenga, 2004: 363). A mediados de la
década de 1910, los intelectuales redenieron el discurso nacional, enfa-
tizándolo más en la cuestión cultura. Es ahí en donde el indio salvadoreño
se vuelve importante dentro del discurso nacionalista, como lo más puro del
alma nacional (López Bernal, 2007a: 191). Sin embargo, el indio que se rei-
vindica como sujeto relevante dentro de ese proceso de construcción de la
nación, es el indio ancestral, el que surge a través de la arqueología, no el que
habitaba en las comunidades indígenas de El Salvador.
El mestizaje, como parte fundamental de la ideología nacionalista, permitió
a los intelectuales de la década de 1920 desempeñar un papel importante en
70
la formación de la nación, inventando y creando símbolos antiimperialistas;
además de imágenes simbólicas de la nación mestiza que permitió la inclu-
sión de grupos subalternos (campesinos, proletarios y pequeños comerciantes)
(Gould, 2004: 396-397).
La versión salvadoreña del mestizaje, al igual que la mexicana y la nica-
ragüense, valoraba mucho la contribución indígena a la idea de identidad
nacional; surge en la década de 1920 una intelligentsia nacionalista, que
pretendía encontrar una identidad salvadoreña en los orígenes indígenas de
Cuscatlán (Gould, 2004: 398). Como parte esencial del movimiento naciona-
lista, se incorporó el folclor indígena y el estudio del nahuat (Ibíd.).
Siempre en la década de 1920, con la reivindicación del mito de Atlacatl,
—héroe indígena que supuestamente habría luchado en contra de los con-
quistadores españoles del siglo XVI—, dicho personaje no fue más que un
inventó de algunos de los intelectuales de nales del siglo XIX y que re-
produjeron otros y con mayor fuerza a principios del XX, el cual se utilizó
para llamar a la unidad y cohesión de la nación a partir de un héroe mítico,
valiente y rebelde.
Según Soto y Díaz, fue luego de 1920, que el Estado, junto a la prensa y los
intelectuales, cuando se produjo el mayor intento ocial salvadoreño de apro-
piarse del pasado prehispánico y representar entre los símbolos de la nación
al indígena (Soto Quirós y Díaz Arias, 2007:105).
Como señala López Bernal, durante el decenio de 1920 los esfuerzos por
construir una identidad nacional fueron importantes, con la reelaboración de
la imagen de Atlacatl; este fue motivo de inspiración para diferentes mani-
festaciones artísticas (López Bernal, 2007: 163).
Uno de los ejemplos más relevantes es la obra del escultor Valentín Estrada,
quien trata de plasticar en bronce la gura del “Cacique Atlacatl”, estatua que
llegó a El Salvador en 1928 desde España, y que según Estrada: “la idea de
hacer la escultura del indio Atlacatl […] Era la expresión de un indio ameri-
cano, que desea volver a su patria y a su tierra; y es así que lo pongo en actitud
de vigilia” (López Bernal: 2007: 164). Podemos mencionar también el medallón
de bronce elaborado por Joaquín Aguilar Guzmán, que representa una egie
de Atlacatl, y que se colocó en el tímpano del portón oriental (fachada princi-
pal) del edicio del Palacio Nacional (Ibíd.).
71
Para ese momento era tan fuerte el culto a Atlacatl y el creciente indigenismo
que, en 1927, Jean Genet anunciaba una noticia en Le Temps de 1925 en París,
suscrita por Louis Guilaine, en la que El Salvador quería cambiar su nombre
por el de República de Cuscatlán y San Salvador por el de Atlacatl (Escalante
Arce, 1989: 209).
Finalizaba el decenio de 1920, a escala mundial afectaba la gran depresión
económica de 1929 y otros factores políticos que inuirían a escala regional.
En El Salvador había sido una época interesante en la consolidación de la
“identidad nacional”. Dicha década parece haber sido clave en apostarle a la
investigación arqueológica y la creación del “mito de origen”. Mucho tendrán
que ver las corrientes posrevolucionarias que llegan de México después de
1910; estas quieren reivindicar un pasado prehispánico glorioso, en el que la
arqueología juega un papel legitimador a través de los discursos. Con nuevos
hallazgos se va congurando la idea de una identidad prístina que, aunque
con relaciones de parentesco con las demás naciones vecinas, tratan de verla
como una identidad cultural única, autóctona, salvadoreña. Es desde ahí de
donde la estética, ya sea esta prehispánica o indígena, vería una marcada
inuencia en las artes en general.
Vendría la década de 1930, y se publicaría en 1931 el último censo nacional
de población de la historia de El Salvador, en donde se incluiría la categoría
de raza (etnia); en el que se contabilizaban los ciudadanos que pertenecían a
los diferentes grupos étnicos que habitaban en el territorio; de alguna manera
asumiendo que existían otras identidades étnicas. El departamento de Histo-
ria realizaría sus últimas expediciones arqueológicas y la última publicación
de su revista, hasta que se reanudó en 1940; asimismo la situación política-
económica y social de El Salvador era difícil. La caída de los precios inter-
nacionales del café, aunado a la incapacidad mostrada por el gobierno de
Arturo Araujo para resolver las demandas de la población, generó un golpe de
Estado, que seguiría de una insurrección en el occidente de El Salvador, que
muchos llamarían un conicto étnico indígena-ladino (Ching, López Bernal
y Tilley, 2007; Gould, Lauria-Santiago; 2008, Lara-Martínez, 2009; Lindo,
Ching y Lara-Martínez, 2010); y la posterior reacción por parte del ejército
salvadoreño en los hechos de enero y febrero de 1932, culminando con una
era que obligó a redenir el discurso nacionalista y del Estado-Nación que se
venía conformando. Estos hechos, en denitiva, marcaron el “parteaguas” en
la historia moderna de El Salvador.
72
Luego de estos hechos, surge en El Salvador el indigenismo de negación,
como lo denomina Alejandro Dagoberto Marroquín (Marroquín, 1975: 767),
constituyéndose en aquella política cultural-indigenista que implanta el -
gimen de Martínez a mediados de la década de 1930, en la que se quería
presentar ante el mundo a un Estado salvadoreño preocupado por la causa
indigenista; una política de exportación (Ibíd.). Es así, que desde 1935, el
gobierno efectuó una política de promoción de las artes y del turismo en lugar
de un indigenismo pleno, sustituyó la antropología por la pintura y el turismo,
convirtió cualquier acción indigenista en folclórica y típica (Lara-Martínez,
2005: 100-120).
La estética indígena y/o prehispánica entra a representarse en las expresiones
artísticas salvadoreñas, luego del fortalecimiento de la nación y de la jación
de la identidad nacional salvadoreña, y con mayor fuerza a partir de la década
de 1920.
Así, tenemos la obra de Miguel Ortiz Villacorta (1887-1963), que con sus
conocimientos adquiridos en México logra plasmar, del paisaje rural nacional,
la importancia del indígena prehispánico y actual (MARTE, 2007:24). De
valor es la creación de la obra de María de Baratta, para la folclorización de
lo indígena entre las décadas de 1920 y 1940; así como el aporte de Augusto
Baratta con la investigación de la arquitectura prehispánica llevada a cabo en
Cihuatán a nales del decenio de 1920, y de la que propondría una arquitectura
moderna con elementos estéticos prehispánicos, de las cuales algunas edicaciones
se pueden observar en la actualidad en San Salvador.
Salarrué, como profesor de mitología y arte decorativo indígena de la Escuela
de Bellas Artes, desde 1929 (MARTE, 2007: 29), no escapa a incluir en todas
las formas de expresión artística que produce los elementos tanto prehispánicos
como los de la población indígena que vivía en El Salvador de su época.
De gran signicancia resultan las obras de Valentín Estrada, por sus motivos
netamente prehispánicos, utilizando dicha estética en monumentos públicos,
como la escultura de Atlacatl de 1927, y en la década de 1950 en parques
nacionales, con las guras Chaac Mol, en el parque nacional Balboa de Los
Planes de Renderos, San Salvador, y otra gura de Atonal en el balneario nacio-
nal de Atecozol, en Izalco, Sonsonate. Con ello, el Estado pretendía llevar lo
indígena a través de la estética a un plano monumental para lograr efectos de
legitimidad de la identidad nacional. El artista Pedro Ángel Espinoza, luego
73
de los hechos de 1932, representa en su obra paisajes nacionales de carácter
social y rural, exponiendo a campesinos e indígenas como retratos de su etnicidad
y protagonistas de su historia. Muestra de ello es la obra “Primera reforma
agraria de El Salvador” de 1935.
74
Valero Lecha, aunque español de origen, fue cada vez más empapándose del
entorno salvadoreño; en sus obras produce una pintura impregnada por el
ambiente rural/indígena/campesino, desde mediados de la década de 1930 al
decenio de 1950, con una clara idealización del mundo cotidiano de los habi-
tantes de ese El Salvador indígena/campesino. Por su parte, José Mejía Vides,
con la inuencia de haber estudiado en México durante la década de 1920,
se aboca a exaltar e idealizar la belleza étnica; visita las comunidades indíge-
nas, en especial Panchimalco, de donde capta la naturaleza y la sonomía del
indígena en su medio habitual. También lo harían Julia Díaz y Noé Canjura,
expresando en su arte esa ruralidad campesina/indígena, y que se volvería la
realidad mestiza. Cuando estaba por nalizar la década de 1940, justamente
en 1948, Toño Salazar, el caricaturista salvadoreño, elabora bocetos con imá-
genes humanas que representan a personajes indígenas que parece que danzan
entre símbolos del mundo prehispánico, como extraídos de un códice indígena.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, habrá muchos artistas plásticos que
incluirán la estética indígena y los elementos prehispánicos en sus obras. Jus-
tamente, Antonio Bonilla, en 1954, en su obra denominada “La Conquista”,
expondría en una especie de tríptico renacentista una escena que hace referen-
cia al encuentro sangriento de dos culturas: la europea y la mesoamericana,
apareciendo las figuras de los conquistadores españoles como vencedores
y los indígenas como vencidos, quizá emulando aquellas estampas de los
códices indígenas elaboradas por los “indios amigos”, acompañantes de los
conquistadores. Por su parte, Camilo Minero mostraría en su obra a los más
desposeídos, aquellos que la sociedad ha excluido y que muchas veces serían
esos campesinos en los que claramente muestra su etnicidad, abordado dentro
de la tendencia del realismo social (MARTE, 2009:22). Por otro lado, Carlos
Cañas, durante sus primeros trabajos, produjo obras enmarcadas en la corriente
indigenista. Además, en su obra abstracta se encuentran representaciones pre-
hispánicas de la cultura maya. Benjamín Cañas elabora una obra sin título, en
1969, la cual muestra un personaje principal maya prehispánico, el que carga
sobre sus hombros un enorme yugo; alrededor de él hay varios elementos
prehispánicos mayas: rostros de mujeres y hombres de perl maya; sus colo-
res recuerdan los que se utilizan en la cerámica elaborada del mundo prehis-
pánico. Raúl Elas Reyes, por su parte, abordó el abstraccionismo geométrico
inspirándose en la escritura maya, explorando su carácter abstracto, en su
obra “Jeroglícos” de 1974 (Cea, 1986:159).
75
Dentro del movimiento muralista, en las décadas de 1980 y 1990, Isaías Mata
reeja en su obra la cultura indígena desposeída, pero en un papel más activo
que en las anteriores representaciones, ya que le da a este grupo étnico un
carácter de agentes de cambio como autores y actores de sus propias luchas
históricas.
Con el boom de las investigaciones arqueológicas y antropológicas en el área
maya, aparecen también en la plástica salvadoreña obras recargadas de
elementos prehispánicos. Así, la obra “Popol Vuh” (1988), de Pedro Portillo
se encuentra cargada de distintivos y símbolos de la cosmovisión mesoameri-
cana, como la ceiba, el árbol sagrado de los mayas, el juego de pelota y sus
jugadores, la deidad de Quetzalcoatl, las típicas casas mayas de las tierras
bajas y otra gran cantidad de elementos alusivos a dicha cultura, como salidos
de un vaso ceremonial policromo.
Al declararse, por la Unesco el sitio arqueológico Joya de Cerén como Patri-
monio Cultural de la Humanidad, en 1993, se coloca de nuevo y con mucha
fuerza, en el imaginario nacional el tema prehispánico en la identidad nacio-
nal. Así, artistas como Licry Bicard, explora las posibilidades estéticas del
estilo que se muestra en la cerámica denominada “Copador”, la que se hallaba
presente en la aldea prehispánica de Joya de Cerén.
Al comienzo del silgo XXI, y con las nuevas tecnologías, las obras de carácter
mixedmedia emergen más y más en el ámbito de las artes salvadoreñas. Así,
tenemos la obra de Leyla Menbreño denominada “Mayatosh”, término acuñado
por la autora con la unión de maya y Macintosh, en la que se mezclan accesorios
de ordenadores y grácas bajorrelieves de la estética maya prehispánica; pero
en la que también se podría percibir esa identidad global de las nuevas
tecnologías y la identidad local, entendida, eso sí, desde un pasado prehispánico.
La estética prehispánica sigue jugando un papel importante en el imaginario
nacional, legitimado y reproducido por el Estado salvadoreño. Muestra de
ello es la imagen de la estructura principal del sitio arqueológico prehispánico
Tazumal, la cual se puede apreciar en el fondo del anverso y reverso que
decora el documento único de identidad, DUI, y que todos los ciudadanos
salvadoreños mayores de 18 años, por ley, deben obtener.
76
Como es de suponer, existen más ejemplos de proyectos y obras de artistas
que a lo largo de los siglos XX y XXI, han plasmado en sus trabajos la estética
indígena y/o prehispánica. Desde la identidad nacional salvadoreña, como
construcción a partir del Estado y sus instituciones reproductoras—, el na-
cional salvadoreño se desdibuja como un ser mestizo (parte europeo, parte
indígena). Es desde ahí que, al pensarse, describirse, (re)inventarse y expresarse
a través del patrimonio artístico, de alguna manera mostrará ese mito de origen,
esa otra parte de su ser, el de ser salvadoreño.
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79
80
I. Introducción
El tránsito de buques a vapor en el océano Pacíco entre 1850 y 1900 fue
un fenómeno histórico descomunal en América, y marca la época de oro en
la navegación con máquinas de este tipo. Durante este período se establece
un complejo sistema de transporte y comunicación que une los continentes,
y constantemente se rompen marcas de tiempo en viajes marinos. Este fenó-
meno náutico fue vital para el desarrollo industrial y económico de muchos
países en el continente americano. La gran cantidad de productos que eran
transportados por estos buques, incluyendo el café, así como miles de pasa-
jeros con diversas profesiones, contribuyó la formación e industrialización de
las naciones en América. El papel vital de los buques de vapor para la for-
mación de El Salvador como nación y como país en desarrollo no ha sido
tema de análisis profundo, y amerita estudio para conocer sobre estas naves
marinas que fueron los medios de transporte y comunicación más importantes
durante casi todo el siglo XIX y principios del XX.
Aunque la navegación a larga distancia en el Pacíco centroamericano empieza
con la presencia europea en el siglo XVI, la época de nales de 1800 y principios
de 1900 es de especial importancia para nuestro país, ya que los vapores se
convierten en parte del engranaje que impulsa las economías locales. Tal y
como ha sucedido en la evolución social de países pequeños, cuyo desarrollo
se debe en parte a la inuencia de grandes potencias, el fenómeno de los bar-
cos de vapor en el Pacíco centroamericano fue el resultado de la expansión
comercial de Estados Unidos y de países europeos. Cuando Estados Unidos
entra en guerra con México y conquista California, en 1846, la joven nación
enfrenta el reto de unir este nuevo y extenso territorio con el resto del país
Registro y documentación del pecio “SS San Blas”.
Playa San Blas, departamento de La Libertad,
El Salvador
Roberto Gallardo
81
(especialmente con el noreste). Para lograr este objetivo, el gobierno de Esta-
dos Unidos decide formar dos grandes empresas de buques a vapor: la Pacic
Mail Steamship Company y The United States Mail Steamship.
El gobierno decidió subsidiar a las dos empresas siempre y cuando transporten el
correo estadounidense y sus vapores pudieran ser usados como buques auxiliares
en caso de guerra (Delgado, 1990). De esta forma, Panamá se convirtió en
punto geográco clave, ya que esta parte del istmo fue el paso entre los dos
océanos. La United States Mail Steamship se encargó del tránsito entre el este
de Estados Unidos (Nueva York) con el Caribe panameño (Chagres), donde los
pasajeros atravesaban las 47 millas hasta ciudad de Panamá en el Pacíco. La
Pacic Mail proporcionaría el transporte desde ciudad de Panamá a San
Francisco y el territorio de Oregón con escalas en varios puertos de Cen-
troamérica y México. El contrato para transportar el correo entre Panamá y
el territorio de Oregón fue otorgado a Arnold Harris de Nashville, Tennessee,
una persona con mucha inuencia y conexiones políticas. Sin embargo, Har-
ris no tenía deseos de dirigir una empresa naviera, por lo que le trasladó su
contrato, por un buen precio, a William Henry Aspinwall, uno de los empre-
sarios más grandes en la rma Howland and Aspinwall, dedicada a la impor-
tación/exportación en Nueva York. Los vapores de Aspinwall debían estar en
el Pacíco para 1848, y tocarían puertos en Centroamérica y México en su
ruta a San Francisco (Ibíd).
La Pacic Mail Steamship Company (que en adelante se abreviará PMSC)
fue incorporada en la Legislatura de Nueva York en abril 12 de 1848 con “el
propósito de construir, equipar, comprar, alquilar y poseer navíos que deben
ser impulsados solamente por vapor u otro fluido expansivo o fuerza de
locomoción, para ser impulsados para la navegación del Océano Pacifico
(Escritura de constitución de la PMSC. Tomado de Delgado, 1990). En
octubre 6, el California es el primer vapor que zarpa desde Nueva York al
servicio en el Pacíco (Chandler y Stephen Potash, 2007). La PMSC aparece
en el momento idóneo ya que el descubrimiento de oro en California en 1848
genera el deseo en decenas de miles de personas por viajar a California. Para
1851, la empresa tenía catorce vapores trabajando en el Pacíco generando
grandes ganancias (Delgado, 1990).
En las décadas siguientes la Pacic Mail Steamship Company se convierte
en la empresa dominante en la ruta de Panamá hasta California. A pesar de un
sinnúmero de vicisitudes que incluyeron pérdidas de navíos y competencia brutal,
82
la empresa se mantiene rme y constante. Uno de los hechos que debilitaron a la
PMSC fue el establecimiento de la ruta interoceánica a través de Nicaragua por
el magnate Cornelius Vanderbilt (1851-55). Aunque en un principio parecía
que la ruta por Nicaragua sería la preferida, esta nunca sobrepasó la cantidad
de personas que viajaban por Panamá. Entre 1848 y 1869, viajaron 808,769
personas por el istmo hasta que se construyó el ferrocarril transcontinental en
Estados Unidos (Ibíd). El mal servicio que prestaban los vapores de Vanderbilt
y la inestabilidad política en Nicaragua debido a la llegada de los libusteros
hizo que la ruta por Nicaragua fuera abandonada.
Para 1855, Aspinwall había nalizado la construcción del ferrocarril de Panamá
(Panamá Railroad), empezando en Aspinwall (Colón) en el Atlántico y terminando
en el puerto de Panamá. Esto acortó considerablemente el tiempo que tomaba
el viaje entre los dos océanos y mejoró las condiciones que aquejaban a los
viajeros como los peligros de la selva, el clima tropical y las enfermedades.
El viaje en canoa por el río Chagres y los largos recorridos a pie o en mulas
por la selva eran historia. La cantidad de bienes y personas que llegaban a
los puertos de Centroamérica, incluyendo La Libertad, Acajutla y La Unión,
alimentaban la economía y el desarrollo tecnológico de El Salvador.
A pesar de que el ferrocarril transcontinental en Estados Unidos fue nalizado
en 1869 y muchas personas decidieron viajar por tren desde Nueva York a
California en vez de tomar los vapores, la PMSC siempre se mantuvo activa
y necesitaba buques para su ruta San Francisco/Panamá/San Francisco. Esta
empresa decide adquirir el buque SS
1
San Blas para ponerlo a trabajar en este
recorrido incluyendo los puertos de escala. El San Blas fue construido por
John Roach & Sons en Chester, Pensilvania y sale del astillero en agosto de
1882 (The Steamship Historical Society for America). Cinco meses después,
este vapor ya estaba activo en la ruta San Francisco/Panamá/San Francis-
co y los puertos de escala, incluyendo Acajutla, La Libertad y La Unión. El
San Blas continúa con este trayecto por casi veinte años transportando
variedad de bienes y productos, así como el traslado de inmigrantes de
diferentes nacionalidades. El 17 de diciembre de 1901 sale de Acajutla hacia La
Libertad sin saber que este sería su último viaje. Debido a un error del capitán
Joseph Cattarinich, el San Blas encalla en una pequeña península en la costa
salvadoreña y el buque se considera una pérdida total, aunque todos los tripulantes
y pasajeros sobreviven.
1 SS signica Streamship (barco a vapor)
83
Actualmente, el “San Blas” es un sitio arqueológico subacuático ubicado en
la playa San Blas, en La Libertad; una playa que adquiere su nombre debido a
este naufragio. Este es uno de los pecios mejor documentados históricamente
y más importantes en El Salvador, por lo que debe ser protegido e investigado. A
continuación se presenta un informe sobre el registro e investigación del “SS
San Blas”.
II. Antecedentes
A mediados de noviembre de 2011, el autor de esta investigación recibió una
llamada telefónica por parte del propietario de un hotel en la playa San Blas,
departamento de La Libertad. Esta persona informó que ostreros locales es-
taban saqueando el pecio que se encuentra justamente frente al hotel. Los
saqueadores extraen fragmentos de hierro, y a veces objetos del naufragio,
para posteriormente ser vendidos. Debido a este informe se decidió hacer una
inspección al lugar e iniciar esta investigación.
III. Ubicación y entorno
El pecio
2
“SS San Blas” se ubica en el extremo este de la playa del mismo nombre,
justamente donde inicia la punta formada por rocas cerca de la desembocadura
el río Comasagua (gura 1). Sus restos yacen diseminados en un área de aproxi-
madamente 200 metros este-oeste, empezando en la punta rocosa y continuando
hacia el oeste en la playa arenosa (gura 2). Los restos de mayor tamaño están a
una distancia entre 100 y 200 metros de la playa, aunque durante mareas muy bajas
se pueden observar dos fragmentos que salen a la supercie a poca distancia de
las rocas. Hasta la fecha se han identicado tres fragmentos de la embarcación de
considerable tamaño y varios otros diseminados por el fondo marino. El fragmento
de mayor tamaño, el motor del vapor fue ubicado con GPS; y estas son las coorde-
nadas: N 13º 29´02.79” W089º 21´29.22”.
Los restos se encuentran a una profundidad de entre 10 y 20 pies. La mayoría del
pecio se encuentran en fondo arenoso. Sin embargo, a medida que uno se acerca
hacia la acumulación de piedras que forman la península, se pueden observar frag-
mentos del naufragio sobre y entre las rocas. Tal y como se escribió hace más de
cien años, “Ella (el San Blas) probablemente hará un punto en la línea costera
enseñando el lugar donde la Pacic Mail perdió otro navío”. (The San Francisco
Call, diciembre 19, 1901. Págs. 1 y 3).
2 Pecio: “pedazo o fragmento de nave que ha naufragado. Porción de lo que ella contiene” (DRAE).
84
Figura 1. Ubicación del pecio “SS San Blas”.
85
Figura 2. Ubicación del pecio “SS San Blas” y delimitación de área aproximada del sitio arqueológico
basada en tres inmersiones de reconocimiento (la marca amarilla señala la ubicación del motor).
IV. Investigación y registro
El día sábado 19 de noviembre del 2011 realicé la primera visita al sitio,
reuniéndome con el propietario del hotel El Coral, quien expresó la preo-
cupación y necesidad de proteger el pecio, así como darlo a conocer para
que llegue a ser un atractivo turístico de la zona. Los empresarios de algunos
hoteles y hostales se han unido y han formado una asociación local (Adesco)
para promover esta playa como zona turística y, según me informaron, todos
tienen interés en conservar los restos arqueológicos y los objetos que aquí se
han encontrado.
Ese mismo día realicé varias inmersiones con máscara y snorkel, sin tanques
de aire. En estas inmersiones logré identicar uno de los fragmentos grandes
del pecio consistente en parte del casco. Aunque el tiempo bajo el agua es limitado
debido al equipo sin tanques, logré identicar también varios fragmentos
del pecio hacia el este. Mientras realizaba las inmersiones, llegaron cinco
adolescentes y dos personas mayores en una embarcación, quienes entraron al
agua con tubos neumáticos, cinceles y martillos. En un principio aparentaba
86
que estas personas extraerían ostras, pero el fuerte golpeteo del cincel contra
el hierro del pecio se escuchaba en lo profundo. Era evidente que estaban
desprendiendo fragmentos de hierro para venderlos. Algunos días antes, un
ostrero conocido localmente como “polea” me informó que por 100 libras de
hierro les pagan $114.00 en el puerto de La Libertad. Posteriormente entraron
al agua otros cuatro ostreros desde la playa, y, por lo menos, mientras estuve
allí, ellos se dedicaron solamente a extraer ostras. La mayoría de ostreros
consideran que vale la pena extraer hierro del pecio, especialmente cuando
escasean las ostras y la economía local es mala.
En el hotel El Coral, el propietario tiene algunas piezas; la mayoría fueron
extraídas del pecio por ostreros y después fueron adquiridas. Esta es una lista
de las piezas que fueron observadas durante la visita:
1. Cuatro letras de metal de unos 30 cm de altura. Las letras son: S, A, N
y O (guras 3 y 4). Aunque es probable que estas letras hayan sido parte
del nombre de la embarcación, por lo menos tres personas (un ostrero y dos
propietarios de hoteles) mencionan que se han encontrado varios tipos de
letras de diferentes tamaños. El señor Asencio y el propietario del hotel Surf
& Sol informaron que muchas de estas letras han sido extraídas por ostreros
y han sido compradas por otros empresarios locales para sus negocios o
colecciones privadas.
2. Un vidrio de escotilla pequeña (gura 4).
3. Una escotilla con sus respectivos pernos y vidrio (guras 3 y 5).
4. Una polea de metal.
5. Una tapadera con adherencias que, según me informaron, fue encontrada
en la playa cerca de la desembocadura del río Comasagua.
6. Dos piezas grandes de hierro de forma ovalada con abertura en el centro
(gura 6).
Según los datos proporcionados por gente local, los ostreros llegan regular-
mente a extraer fragmentos de metal y otros objetos del pecio. A veces llegan
en embarcaciones, pero la mayoría de veces entran al agua por la playa. Con
cincel y martillo quiebran las piezas de metal o extraen las que encuentran
sueltas. También se ha dado el caso de encontrar objetos como las letras aquí
descritas y cerámica que generalmente son vendidos después. Cuando extraen
objetos de metal de considerable tamaño los “descascaran”, o sea que los
golpean para eliminar todas las adherencias marinas y de esta forma el
objeto de metal queda “limpio” y puede ser vendido en el puerto de La
87
Libertad. La compra de metal se encuentra en la carretera del Litoral a la
salida del puerto de La Libertad, justo al oeste del río Chilama.
El día jueves 24 de noviembre llegué al sitio con don Jorge Saade, propietario
de la empresa Scuba Adventures. El señor Saade está interesado en promover
el pecio para buceo recreativo, y tenía planicado realizar esta inmersión para
familiarizarse con el sitio y la ubicación de los restos arqueológicos, y de esta
forma servir de guía para futuras visitas. Realizamos una inmersión saliendo
de la playa e internándonos hasta un fragmento del pecio que se logró ubicar,
ya que se observaba el remolino formado por el movimiento de las olas sobre
los restos arqueológicos. Aquí se colocaron dos boyas que sirvieron como
referencia de ubicación para realizar la inmersión. Este mismo fragmento
resultó ser el que había identicado en la visita del 19 de noviembre, y consistía
en una parte del casco del navío.
Posteriormente se continuó la inmersión hacia el oeste, conrmando varios
fragmentos del costillaje y el casco del barco dispersos por el fondo arenoso.
A unos cincuenta metros del punto de referencia observamos el fragmento
más grande identicado hasta ahora. Este es el motor del vapor, que consiste
en varias piezas de considerable tamaño, incluyendo una pieza de forma circular
con engranaje que era movida por la fuerza de vapor. Del centro de esta pieza
inicia el cardán, que continúa hacia el oeste por unos cinco metros hasta un
quiebre que deja una distancia de unos dos metros; después aparece nuevamente
hacia el oeste por unos diez metros hasta que desaparece en la arena. La hélice
debió estar ubicada al nal de esta pieza, pero, hasta la fecha no ha sido iden-
ticada. Este día se ubicó el punto donde se encuentra el motor con un GPS
marca Garmin Etrex Summit (gura 2).
El sábado 3 de diciembre de 2011 realizamos otra inmersión con el propietario
de Scuba Adventures y dos buzos deportivos que querían conocer el lugar.
Esta inmersión inició en el punto de referencia que había sido tomado anterior-
mente: un fragmento del casco. En esta ocasión había mejor visibilidad, por lo
que mi equipo inició el recorrido hacia el oeste donde se encuentra el motor.
En esta ocasión se logró observar claramente el motor, incluyendo la pieza
circular con engranaje y las dos partes del cardán hacia el oeste. La orientación
del cardán conrma que el vapor transitaba de oeste-este, Acajutla/La Libertad
cuando encalló en las rocas y se quedó inmovilizado en esa posición, siendo
abandonado por los tripulantes. Directamente hacia el este-sureste de la pieza
de engranaje se encuentran unos fragmentos en forma de “tubos” corrugados,
88
que posiblemente eran parte de la chimenea del vapor. Otra pieza importante
observada durante esta inmersión fue un mecanismo consistente en varias
piezas circulares con engranajes alineados y de diferentes tamaños, estando
los más grandes ubicados al centro y así disminuyendo hacia los lados. Ha
sido imposible establecer la función de esta pieza mecánica, aunque creo que
servía para subir y bajar el ancla del vapor. Durante esta inmersión se identi-
caron varios fragmentos del pecio diseminados por el fondo marino.
Las tres inmersiones realizadas hasta ahora (una con snorkel y las otras dos con
scuba) lograron identicar dos partes importantes del pecio, que incluyen un
fragmento del casco: el motor con el pistón, el cardán y parte de la chimenea,
así como varios fragmentos diseminados. Estas inmersiones también lograron
ubicar varios fragmentos esparcidos en un área especíca, y se logró establecer
un punto GPS sobre el motor. También fue posible la familiarización con el
sitio arqueológico y entablar algunas pláticas con la gente local sobre la im-
portancia cultural de estos restos (algunos ostreros y los propietarios de dos
hoteles). Se ha establecido preliminarmente un área que delimita los posibles
límites del sitio. Sin embargo, es necesario realizar un proyecto sistemático
para establecer un área más exacta y que incluya todos los materiales culturales.
Figura 3. Letras y escotilla (derecha)
Figura 4. Letra O y vidrio
de escotilla pequeña
Figuras 5 y 6. Escotilla pequeña (arriba).
Objeto de hierro ovalado (derecha)
89
V. Condiciones del pecio “SS San Blas”
La inmersión con equipo de snorkel (Nov. 19, 2011), y en especial las dos
siguientes inmersiones con equipo scuba (jueves 24 de noviembre y sábado
4 de diciembre), aportaron valiosa información para ubicar, registrar y docu-
mentar este sitio arqueológico subacuático. Esto, a pesar de las condiciones
difíciles para el buceo, ya que los restos se encuentran a poca profundidad y
las olas generan peligrosas corrientes que levantan la arena del fondo, muchas
veces reduciendo la visibilidad a cero. Estas corrientes también trasladan a
los buzos rápidamente y sin control sobre el fondo marino, exponiéndose a
golpearse con uno de los hierros del pecio.
Los restos del pecio “SS San Blas” se encuentran diseminados en un área rela-
tivamente amplia entre 150-200 m este-oeste y 100 m norte-sur. Sin embargo
estas distancias son muy preliminares, y se necesita hacer varias inmersiones
que incluyan recorridos planicados para conocer los límites del sitio (ver
Gallardo, 2011). El pecio se encuentra muy deteriorado debido a la cercanía
a la playa y a las rocas donde las corrientes y el oleaje son más fuertes. Hasta
la fecha se han identicado varios rasgos del naufragio, pero principalmente
tres fragmentos de tamaño considerable: uno es parte del casco, el otro es un
pedazo de maquinaria con varios engranajes (¿mecanismo para izar el ancla?)
y el motor del vapor. Esto no incluye una gran cantidad de fragmentos de
diversos tamaños diseminados por el fondo, principalmente partes del casco
y costillaje. El motor incluye un engranaje circular conectado al cardán. El
cardán tiene varios metros de longitud y está fragmentado. El motor también
incluye otras partes, como tubos de gran tamaño de forma corrugada que
probablemente eran parte de la chimenea del vapor.
La ubicación de los rasgos, especialmente la dirección del cardán, así como
los documentos históricos que describen la colisión del San Blas con
las piedras cuando se dirigía de Acajutla a La Libertad demuestran que
la proa —no ha sido identicada— estaba al este. Los otros fragmentos que
pudieron apreciarse durante las inmersiones consistían mayoritariamente en
parte del costillaje y del casco, aunque muchos no pudieron ser identicados.
El pecio “SS San Blas” se encuentra bastante deteriorado y fragmentado. Esto
se debe en gran parte a que el lugar donde encalló y quedó abandonado es
cerca de la playa donde el oleaje y las corrientes afectan los restos del navío.
Las circunstancias de su naufragio aumentan la posibilidad que haya sido
90
desmantelado después de su abandono. A pesar de su condición, el “SS San
Blas” es uno de los sitios subacuáticos más importantes debido a la relevancia
que tuvo este vapor en la historia salvadoreña y de Estados Unidos, así como
la cantidad de información histórica disponible. También es un sitio impresionante
para ser visitado y apreciado, con alto potencial cientíco y turístico. El SS
San Blas” debe ser protegido y es importante que se tomen medidas para que
personas dejen de extraer hierro y objetos de este pecio.
VI. Historia
El SS San Blas fue construido en agosto de 1882 por John Roach & Sons,
antes llamada Reaney, Son & Archbold (1857-1870) y actualmente Merchant
Shipbuilding en Chester, Pensilvania. Su peso era de 1.496 toneladas netas y
2.075 toneladas con carga. Su longitud era de 283 pies. Este vapor fue propie-
dad de la Pacic Mail Steamship Company —que en adelante será abreviada
PMSC—, y desde sus inicios hacía recorridos entre San Francisco y Panamá,
parando en los puertos designados, que generalmente eran Acapulco y Cham-
perico en México —en un inicio, parando en Tonalá—; Acajutla, La Libertad
y La Unión en El Salvador; Puntarenas en Costa Rica y nalmente Panamá.
La primera referencia aparece en enero de 1883 en el periódico The Salt Lake
Herald, apenas cinco meses después de salir del astillero. Se hace evidente
que desde sus inicios la PMSC designa este vapor para hacer el recorrido San
Francisco/Panamá/San Francisco. En este artículo titulado “Las últimas horas
de Trevor W. Parks”, el capitán del San Blas en ese entonces, Captain Power,
describe la muerte de un prominente ciudadano estadounidense mientras
viajaba hacia Panamá a bordo del navío, Mr. Trevor W. Parks, a quien el
doctor había recomendado viajar a Panamá para mejorar su salud ya había
realizado este viaje varias veces pero esta vez no logra llegar a su destino.
“Su doctor temía de un ataque de parálisis y le ordenó un viaje como un po-
sible preventivo… —cuando viajaba hacia Panamá—, Él —Mr. Parks— ex-
perimentó una evidente dicultad en sus articulaciones, sobre lo que el doctor
dijo que era un síntoma de parálisis. Al día siguiente se quejó de no sentirse
muy bien, y su doctor y el cirujano del barco, Williamson, dijeron que estaba
decayendo. Empeoró y murió a las dos de la madrugada en la mañana del 13,
de parálisis en el cerebro” (The Salt Lake Herald, enero 15, 1883. Pág. 3).
91
Apenas un mes después, el San Blas zarpa de Nueva York para iniciar su
recorrido en la costa pacíca, incluyendo los puertos de Centroamérica. El
anuncio de su arribo al puerto de La Libertad aparece en El Salvador en un
telegrama el 8 de marzo de 1883:
“…Vapor ‘San Blas’ zarpó de New York el 14 de Febrero con destino a La
Libertad, directo y debe llegar de hoy en adelante allí. Zarpará de allí para
Acapulco, tocando Acajutla, San José y Champerico, llevará carga para San
Francisco. Es posible que el vapor ‘San Blas’ regrese de Acapulco para Panamá,
en tal caso sería transbordada en Acapulco su carga al transbordador directo.
Si (el) ‘San Blas’ regresa, tocará en todos los puertos con el objetivo de cargar
café”.
Estas noticias son de una carta del Capitán J. M. Dow, quien ordenó el vapor
Colima llevar todo café del puerto de Acajutla y cumplirá tal orden el señor
Capitán Ovarly. Firma: A.E. Donnelly. (Telegrama con fecha marzo 8 de 1883
en el Diario Ocial de marzo 10 de 1883).
Tres días después, el San Blas arriba por primera vez a Acajutla procedente
de Panamá al mando del capitán Morton. No traía carga ni pasajeros como
era de esperarse en su viaje de llegada, y zarpó esa noche para San José de
Guatemala con destino a San Francisco donde sería su puerto base de allí en
adelante (Telegrama en el Diario Ocial del 13 de marzo de 1883).
El segundo anuncio de llegada del San Blas a un puerto salvadoreño es el 29
de mayo de 1883, donde aparece el primer registro de un pasajero que desem-
barca en La Libertad y que viajaba en este vapor: “A las 5 a.m fondeó en esta
rada el vapor norte-americano ‘San Blas’, procedente de San Francisco, con
cinco bultos y el pasajero R. Guirola”. Firma: Jorge Sandoval (Diario Ocial
del 30 de mayo de 1883. Tomo 14, Número 125).
Después de este anuncio, las llegadas y salidas del vapor a las costas salva-
doreñas aparecen en los diarios ociales bajo el “Movimiento Marítimo” de
estas publicaciones.
El ciclista norteamericano George W. Nellis Jr., famoso por sus viajes trans-
continentales por América en una bicicleta de rueda grande y autor de Cycling
America viajó en el San Blas en agosto 15 de 1887. Después de realizar un
92
recorrido en su bicicleta por Estados Unidos, se embarcó en San Francisco
hacia Panamá, para después abordar el Newport y regresar a su casa cerca de
Nueva York (Meinert, 2001).
Aunque a nales de los 1800, la Pacic Mail Steamship Company tenía fuerte
presencia en la ruta San Francisco/Panamá/San Francisco, y era una de las
empresas navieras que más visitaba los puertos centroamericanos, siempre
era necesario incluir campos pagados en los periódicos para anunciar viajes y
atraer clientes. En 1891, la PMSC lanza una campaña publicitaria ofreciendo
viajes a Nueva York. El San Blas realizaría el viaje hasta Panamá. Un anuncio
publicitando al vapor San Blas aparece en el periódico de San Francisco The
Morning Call en 1890.
Figura 10. Anuncio de la PMSC en The Morning Call de San Francisco. Mayo 15 de 1890.
En este anuncio, la PMSC hace un llamado: “A NUEVA YORK, VIA PANA-
MA, Vapor ‘SAN BLAS’, viernes, mayo 23 a las 12:00 mediodía, llevando
carga y pasajeros directamente hacia Acapulco, Champerico, San José de
Guatemala, Acajutla, La Libertad, La Unión, Punta Arenas y Panamá. Este
vapor hará una parada especial en Tonalá” (The Morning Call. Mayo 15 de
1890. Pág.3).
Aquí se observa que Tonalá ya no aparece en este periódico, y es probable que
este puerto mexicano haya sido eliminado de la ruta del San Blas.
93
El siguiente anuncio aparece en el mismo matutino en enero 16, de 1891
(Figura 11).
Figura 11. Anuncio en The Morning Call, enero 16, 1891
Desde enero 16 de 1891 a noviembre 24 del mismo año, The Morning Call
publica dieciocho de estos mismos anuncios (gura 11) ofreciendo el viaje
San Francisco/Panamá en el San Blas. En base a la información que aportan
estos espacios en los periódicos se puede deducir que la fecha establecida
para zarpar era el día 23 de cada dos meses. Por ejemplo, estos dieciocho
espacios publicitarios anuncian que el San Blas zarpa de San Francisco en las
siguientes fechas:
1. Mayo 23 de 1890 a mediodía
2. Enero 23 de 1891 a mediodía
3. Marzo 23 de 1891 a mediodía. Esta fecha es cancelada y aparece otro espacio
anunciando la salida para marzo 26 a mediodía.
4. Julio 23 de 1891 a mediodía.
5. Septiembre 23 de 1891 a mediodía.
6. Noviembre 23 de 1891 a mediodía. Esta fecha es cancelada y aparece otro
anuncio conrmando la fecha de salida para noviembre 28.
94
Si tomamos en consideración que al San Blas le tomaba un promedio de 48
días el viaje San Francisco/Panamá/San Francisco parando en los puertos
establecidos, se hace evidente que por lo menos entre 1890 y 1891 su
única misión era este recorrido, y según la documentación histórica probable-
mente así fue durante toda su vida. También es conveniente un viaje ida y
vuelta cada dos meses, teniendo unos diez a doce días para cargarse y equi-
parse, así como para arreglar desperfectos y darle mantenimiento, si es
que se mantenía el itinerario, aunque según los anuncios durante 1891 no
fue posible cumplir con la fecha de salida establecida en dos ocasiones. En
ambos casos se pospuso la salida para unos días después: la salida de marzo
23 fue cambiada a marzo 26, y la salida de noviembre 23 se cambió al 28.
El 3 de mayo de 1893, W. H Mclean, en ese momento capitán del San Blas,
entrega un maniesto (Inmigrant Ships Transcribers Guild) al llegar a la aduana
en San Francisco en el que se incluye la lista de los inmigrantes extranjeros
que llegan desde Panamá a este puerto estadounidense. Estas listas aduanales
incluían nombre, edad, sexo, nacionalidad, último lugar de residencia,
destino, ocupación y número de piezas de equipaje. En este caso son cinco
inmigrantes de lugares tan variados como Inglaterra, Noruega, Alemania, Suecia y
México (National Archives and Records Administration. Film M1410, Rollo
1. Transcrito por Fran Tyler).
El 2 de febrero de 1894, el capitán Mclean entrega otro maniesto aduanal
también con una lista de inmigrantes extranjeros que abordaron el San Blas
desde que partió de Panamá en enero 9 del mismo año, pasando por los puertos
en Centroamérica y México. En este documento aparecen nueve mexicanos,
dos austriacos, un belga, un suizo y un ruso. Aquí, el capitán menciona que
ha elaborado una “lista separada” con todos los inmigrantes chinos. Esta lista
incluye nombre, edad, ocupación, último lugar de residencia, altura, com-
plexión, color de los ojos, marcas físicas u otras peculiaridades y rasgos de
identicación. Como ejemplo, el primer chino que aparece en la lista es:
1. Chin Dye, 37 años, cocinero, marinero retirado, 5´6´´, oscuro (piel), cafés
(ojos), una “rajadura” (crack) en la frente (Ibid).
Es interesante notar que en esta ocasión le toma 24 días al San Blas la travesía
entre Panamá y San Francisco.
95
En junio de 1894 aparece en el periódico Salt Lake Herald un artículo escrito
por Verona E. Pollock titulado “El Viaje a la República Centroamericana. La
experiencia de un terremoto —el viaje de San Francisco— Impresiones de
una dama conocida de Salt Lake”. Este colorido relato de una mujer que viaja
en el San Blas de San Francisco a Acajutla y luego hasta San Salvador nos
brinda una idea de las circunstancias que se presentaban en estos viajes. A
continuación se presenta parte de este artículo traducido por el autor:
“San Salvador, Centro América, abril 23 de 1894. —El Océano Pacíco lleva
su nombre adecuadamente, generalmente es calmado y reposado, pero cuando
el gran charco prepara una tormenta es en una escala gigantesca. El vapor
San Blas, de la Pacic Mail Company, tuvo la mala suerte de atravesar por
este tipo de tormentas justo a la salida de San Francisco, y estuvo rugiendo
y espumando por dos días y noches como nunca lo había visto antes. Fue en
vano que el barco tratara de avanzar y aunque luché bravamente para man-
tenerme bien, nalmente sucumbí a mareos con todos los demás. Lo único
que mantuvo a los pasajeros de rendirse al miedo fue el conocimiento que
el veterano capitán William H. McLean estaba al mando. El ha pasado por
estas aguas por tantos años que conoce literalmente cada pulgada de ellas, y
la conanza y seguridad que transmitió a los pasajeros era ambas instintiva y
contagiosa.
”El recorrido entre San Francisco y Mazatlán se realiza en cinco días sin
parar, pero después de este, en todos los puertos donde se para ocurren retra-
sos de uno a tres días en esta temporada cuando los cargamentos de café son
pesados. Acapulco en México es la bahía más grande y la única en el viaje, y
es una de las bahías naturales más grandes en el mundo, pero está tan rodeada
de colinas que cierran el paso del aire, y ha ganado su nombre de la caja caliente’.
”Abajo, abajo hacia el ecuador, el barco continúa cada día de nuestro viaje y
el aire se vuelve más fragante y refrescante, hasta que nos damos cuenta de
que hemos llegado a los trópicos, donde la nieve es desconocida y el café es
el producto principal de la tierra.
”Mientras ahora camino las calles de San Salvador bajo un cielo que quema,
casi tengo lástima de los nativos que nunca han visto una genuina tormenta
de nieve de Utah y que su idea de invierno consiste en nada más que lluvia
cayendo. Todo es bonito a la vista durante el verano, pero se convierte muy
96
monótono cuando dura 365 días al año, excepto en el año bisiesto que dura
366. Daría mucho por dar un vistazo una vez más a la cordillera Wasatch
cubierta de nieve en vez de una línea estriada de volcanes extinguidos, sin
importar cuán verdes puedan estar cubiertos.
Arribamos a Acajutla temprano en la mañana, después de un viaje por mar
de 20 días. Aquí desembarcamos con aproximadamente treinta americanos
que se dirigían, como nosotros, a San Salvador. Un ayudante subió a bordo
a ofrecernos el bote gubernamental para llevarnos a la orilla, pero el capitán
McLean temía que fuera demasiado peligroso para los niños, por lo que
esperamos la lancha para llevarnos al muelle con los otros pasajeros. El
San Blas fondeó aproximadamente una milla y media mar afuera, siendo lo
más cerca que pudo llegar, ya que el acercamiento a Acajutla es peligroso.
Grandes piedras negras sobresalen y las olas golpean eramente contra ellas,
mientras otras rocas se encuentran ocultas bajo el agua; algunas de ellas solo
salen cuando baja el flujo de la marea. En mal clima es muy difícil para
las lanchas llegar al muelle, y en muchas veces en esas ocasiones ni si-
quiera se intenta un desembarque. Si una lancha es arrojada contra las rocas,
los remeros probablemente se dirijan a otra playa y no a la que está a la vista.
La forma de bajarse del vapor es ciertamente una novedad. Se colocan seis
pasajeros dentro de una caja donde hay una banca en cada lado y esta caja es
bajada a la lancha por un cable. La sensación no es desagradable porque la
altura no es grande. Es completamente diferente, sin embargo, en el muelle
cuando una jaula toma el lugar de la caja y la altura es más de cien pies. Se
coloca uno adentro, la grúa en el muelle tose y jala, y antes de darse cuenta,
usted está suspendido en medio del aire. La jaula da vueltas en esa posición,
golpea de vez en cuando contra los hierros del muelle antes que doce brazos
fuertes la agarran y la entran de forma segura dentro del muelle. Me imagino
que la vista de la jaula hacia el océano por un lado, y hacia Acajutla al otro,
a una altura de cien pies, debe ser impresionante. El único problema es que
uno no está en posición de apreciarla en ese momento, pero mejor concentrar
toda la atención en el cierre con cadena que lo mantiene a uno dentro, y uno
lo agarra como a su propia vida.
”Desde Acajutla, un ferrocarril de riel angosto nos lleva rápidamente hasta
Sonsonate a una distancia de quince millas, donde desayunamos. Aquí el
desayuno es la comida de mediodía y consiste en sopa, huevos, tres tipos
de carne o ave y fruta. Claro que nos gustó la comida. No nos gusta tanto
ahora porque es invariablemente la misma, y considerando que la antici-
97
pación es realmente el placer más grande en el mundo, es solamente un
poco decepcionante saber que en el próximo centenario del descubrimiento
de América todavía comeremos, si estamos aquí, sopa, huevos, tres tipos de
carne y ave con fruta para desayuno.
”El campo entre Acajutla y Sonsonate indica una riqueza natural sin igual.
Aunque este es el nal de verano, que aquí es simplemente otro nombre para
la temporada seca, y no ha caído lluvia desde hace muchos meses, por lo
que la vegetación esta sedienta, aún así la exuberancia de la naturaleza
es sorprendente. En cada lado del ferrocarril hay matas de bananas, cocote-
ros (coconut trees) y fruta de pan, mientras los árboles nativos maderables
con sus nudos enredados demuestran su dureza. De hecho, el lenguaje nativo
es expresivo en nombrar estas maderas como el “quebracho” que signica
“rompe hachas”. A medio camino una persona de Chicago tiene una gran
nca (plantación) en donde trata de producir maíz americano, repollo, frijoles
y lentejas a gran escala, con la ayuda de implementos americanos.
”Después de un descanso de una hora, procedimos por los rieles de Sonsonate
a la Ceiba, a una distancia de treinta millas. Un ingeniero americano construyó la
carretera y un conductor americano está a cargo del tren. De hecho, las em-
presa americana está visible en todas partes, ya que el gobierno salvadoreño
apoya y motiva de forma bondadosa todas las mejoras inteligentes” (The Salt
Lake Herald, junio de 1894).
Tal y como se anunció por primera vez en El Salvador la llegada del San Blas,
este vapor fue medio para transportar café salvadoreño. En un artículo que
aparece en 1895 en The San Francisco Call, en el segmento titulado ‘The
Commercial World’, se hace mención que el precio del café salvadoreño ha
subido (“17 y medio centavos por buen café sin lavar”), y, debido a esto, las
actividades comerciales han disminuido.
“No se han realizado ventas para transporte de carga desde el 7. Actualmente
en ‘bodega’ se tienen 4.066 sacos de Costa Rica, 149 de Nicaragua, 7.751 de
Salvador, 24.859 de Guatemala --en total 36.825 sacos. El vapor ‘San Blas’
zarpa aproximadamente el 21 con 2,450 sacos” (The San Francisco Call,
domingo 19 de mayo, 1895. Pág.25).
En octubre 3 de 1898 aparece el anuncio que el San Blas arriba a San Francisco
nuevamente desde Panamá (The San Francisco Call, octubre 3 de 1898. Pág. 5).
98
Una de las últimas referencias sobre esta nave es un nombre y dirección encon-
trados en el Directorio de Miembros de la Asociación Benéca de Ingenieros
Marinos, No.35, conmemorando el año de 1900. Aquí aparece el señor Hayes
H. B. y su residencia en ese momento era el vapor San Blas (Marine Engi-
neers Benecial Association, No.35). Sin duda, un marino que viajaba en el
vapor;y en ese momento decidió asistir a la reunión de ingenieros, proporcionando
al navío como dirección.
Según los documentos, el San Blas continúa el a la ruta establecida hasta su
trágico nal en las costas salvadoreñas. En un artículo del The San Francisco
Call de noviembre 30 de 1901 (19 días antes del naufragio en las costas de La
Libertad), se hace referencia al último viaje de este vapor, zarpando de San
Francisco en compañía de otros dos buques (gura 12).
“TRES GRANDES BUQUES ZARPAN EN COMPAÑÍA HACIA LOS
MARES DEL SUR”
“Palena hacia Suramérica lleva pasajeros de cabina y el Australia hacia Tahiti
lleva una considerable lista, pero el San Blas casi vacío —los vapores se
enfrentaron a una fuerte tormenta frente a la costa”. “Tres grandes vapores
navegaron hacia los mares del sur el día de ayer al mediodía.
Figura 12. Artículo en The San Francisco Call. El San Blas zarpa de San Francisco en su último viaje
en compañía del Australia y el Palena. Este artículo aparece solamente 19 días antes de que encallara
en las costas de La Libertad.
99
El Australia debió zarpar a las 10:00 am hacia Tahiti, pero debido a un problema
en la sala de máquinas era mediodía antes que saliera de su atracadero.
”El San Blas salió a tiempo hacia Panamá, mientras que el Palena estaba
unos pocos minutos retrasado en su viaje a Suramérica. Sin embargo, los tres
navíos salieron más o menos al mismo tiempo. No podía verse el horizonte
(bar) pero había olas en la supercie marina (Potato Patch), por lo que hay
altas probabilidades de vientos del sureste allá afuera…”.
El arribo al último puerto que visitara el San Blas antes de su naufragio es el
17 de diciembre, y se documenta en un telegrama enviado el 18 del mismo
mes cuando se informa que el vapor ha fondeado en el “Puerto Viejo”, en
Acajutla, procedente de San Francisco (Diario Ocial del 18 diciembre 1901.
Tomo 51, Número 298). Llega su capitán Cattarrinich con 59 “hombres de mar,
trayendo para este puerto 1,138 bultos de mercaderías, 7 sacos y 4 paquetes
de correspondencia y a los pasajeros: Gertrudis Sandoval, Sturt Baliowak,
David Bloom, Pedro Arce, G. A. Rossi, José María Aguirre, Juliana Dolores,
María José Francisco Fuentes, Alberto Hueso y Paredes, Julia Valenzuela,
Pedro Salaverría y Reyes Enríquez, de San José de Guatemala Sanidad
Limpia.” (Ibíd: 2315). Aunque el telegrama inicia: “Hoy a las 6 y 15 a.m an-
cló en esta rada el vapor N.A ‘San Blas’,…”. Es claro que el arribo es el día
anterior (diciembre 17).
Al anochecer del día martes 17 de diciembre de 1901, el San Blas sale de Aca-
jutla hacia La Libertad, cumpliendo con su itinerario realizado tantas veces.
Antes de llegar a La Libertad, el capitán Joseph F. Cattarinich se aproxima
demasiado a la costa, y cerca de las 11:00 p.m. encalla contra las piedras de
una pequeña península cerca de donde actualmente desemboca el río Coma-
sagua. Debido a la fuerte colisión, el casco es perforado y los compartimien-
tos inferiores del navío se llenan de agua rápidamente, inundando los cuartos
de máquinas e inutilizando completamente el vapor. Pocos minutos después
de la colisión las luces eléctricas se apagan y se genera incertidumbre entre
los pasajeros.
Debido a que el vapor encalla en poca profundidad, queda suspendido sobre
las piedras balanceándose con las olas que golpean el casco constantemente.
En esos primeros momentos de confusión y oscuridad, el capitán Cattarinich
decide que las mujeres y los niños abandonen la nave en las balsas de emergen-
cia. Momentos después recapacita y se da cuenta de que el barco ha quedado
100
Figura 13. Primera página de The San Francisco Call donde aparece la noticia del accidente que sufre
el San Blas. En el centro aparece una representación del vapor.
101
suspendido en las rocas y no se hunde, por lo que la tripulación adquiere una
tensa calma. Cattarinich considera también el peligro que pueden correr los
tripulantes al realizar un desembarque de emergencia con el fuerte oleaje y en
la oscuridad de la noche, por lo que decide que todas las personas regresen al
vapor a esperar el amanecer. El día 18 de diciembre en la mañana, los tripulantes
abordan nuevamente las lanchas de emergencia y reman hasta el puerto de La
Libertad. El naufragio queda en este lugar a la merced del oleaje, adquiriendo
esta hermosa playa su nombre “San Blas”.
El jueves 19 de diciembre de 1901 aparece un artículo en la portada del
periódico The San Francisco Call sobre el naufragio del San Blas (gura
13). Se hace evidente la importancia que este vapor tenía para la Pacic Mail
Steamship Company y la conmoción que causa este trágico accidente en
la sociedad californiana, ya que la noticia en la portada del periódico sola-
mente es superada por el encabezado del rotativo que anuncia el choque de
dos trenes que causa considerables pérdidas de vida. El vapor San Blas fue
una de las piezas claves de la PMSC y en el desarrollo industrial de California
y El Salvador, transportando personas y bienes entre estos dos lugares.
A continuación se incluye una traducción del artículo en la primera plana de
The San Francisco Call:
“La Pacic Mail Steamship Company ha sufrido otra gran pérdida. El vapor
San Blas ha encallado cinco millas al norte de La Libertad, Salvador y
probablemente será una pérdida total. El navío se dirigía de San Francisco a
Panamá y puertos de escala”.
El siguiente mensaje, enviado desde Colón vía Galveston por un agente de
Panamá de la Pacic Mail Steamship Company, proporciona el siguiente relato
de la pérdida del navío:
“El San Blas encalló cinco millas al norte de La Libertad, Salvador. Todos los
pasajeros y tripulación fueron rescatados. El equipaje y cargamento de cubierta
será rescatado. Todo el resto del cargamento está bajo el agua. El vapor proba-
blemente será una pérdida total. No hubo exaltación cuando el navío encalló
y los pasajeros fueron bien proveídos.
”El San Blas llevaba un cargamento evaluado en $160,000. Todo para los puertos
al sur de Acajutla estaba a bordo cuando colisionó el navío y cables desde
102
La Libertad, La Unión, Amapala, Corinto, San Juan del Sur, Punta Arenas y
Panamá llegaron a la ciudad ayer proporcionando duplicados de órdenes sobre los
bienes perdidos. Cuando el San Blas dejó este puerto (San Francisco) llevaba
a bordo: Para Centro América— 3306 barriles de harina, 24,500 lbs de maíz,
6000 lbs de frijoles, 706 paquetes de papas, 40,000 pies de madera, 3 paquetes
de materiales de construcción, cuatro cajas de candelas, 80 barriles de cemento, 8
paquetes de cuerdas, 122 pacas de algodón, 5 paquetes de mercancía China,
571 paquetes de bienes secos, 83 paquetes de drogas, 20 paquetes de bienes
secos, 450 paquetes de frutas secas, 88 paquetes de frutas mixtas, 52 cajas
de salmón enlatado, 4 paquetes de camarones, 2 paquetes de diferentes pes-
cados, 10 pacas de bolsas, 580 paquetes de golosinas, 335 libras de pan,
30 paquetes de vidriería, 6 paquetes de tubos (pipe), 1 rollo de cuero, 236
paquetes de erros (hardware), 36 paquetes de maquinaria, 24 paquetes de
hierro, 1100 libras de malta, 2 paquetes de comida, 200 libras de semillas,
15 paquetes de clavos, 584 paquetes de armas y munición, 1,197 galones
de aceite de esperma (de ballena), 474 cajas de aceite mixto, 39 paquetes de
pintura, 16,700 libras de sebo, 90 paquetes de papel, 150 barriles de pólvora,
14 paquetes de mueblería, 80 cajas de cerveza, 300 libras de mantequilla,
30,000 libras de arroz, 40 toneladas de sal, 202 cajas de jabón, 10 paquetes de
almidón, 12 cajas de pasta, 347 rollos de alambre, 30 barriles de aceite, 368
galones de whisky, 106 paquetes de licores mixtos, 5,340 galones de vino, 10
cajas de botas y zapatos”.
Fuerte pérdida de provisiones
El valor de la carga para Centro América era de $94,469.
Para Centro América en tránsito 262 pacas de algodón, 71 paquetes de bienes
secos, 96 pacas de sacos, 28 paquetes de golosinas (groceries), 1 paquete de
vajilla de vidrio, 29 paquetes de “Lardware”, 6 paquetes de maquinaria, 110
paquetes de marl, 3 paquetes de armas y munición, 4 cajas de aceites varios,
1 paquete de papel, 7500 libras de arroz, 1 caja de pasta, 40 barriles de aceite,
30 galones de whisky, 50 libras de té. El valor del cargamento en tránsito a
Centro América es de $39,495. Para Panamá— 880 barriles de harina, 150
sacos de cebolla, 20 paquetes de papas, 4 paquetes de mercancía China, 115
cajas de bienes enlatados, 6 barriles de salmón, 15 paquetes de camarones, 36
paquetes de golosinas, 100 paquetes de herramientas, 10,000 libras de arroz.
Todo esto estaba a bordo del navío cuando encalló en la costa…
103
La tripulación del San Blas era: capitán, Joseph F. Cattarinich; ocial al mando,
James Mainwaring; segundo ocial, J. W. Ramsay; tercer ocial, Paul Dittke;
ingeniero en jefe, (Continúa en pág. 3). W. H. Dixon; primer asistente de ingeniero,
C. Tiernan; segundo asistente ingeniero, B. Buress; tercer asistente ingeniero,
W. Dunlevy; sobrecargo, R. C. Morton; cirujano, H. C. Dukes, M. D; ca-
marero en jefe, J. L. Lawton; bodeguero en jefe, W. Blossom; camarero de tercera
clase, John Baker; mozo de tercera clase, R. Morlena; cocinero en jefe, E. Austin;
segundo cocinero, W. Jones; panadero, A. Ibarra y J. Johnston; carnicero, L.
Eichberg; pantryman, J. Brockley; ayudante en el comedor (“messboy”), W.
Cowes; camareros, J. González, T. Francisco, T. Blackenhorn, J. Williams,
V. Boguero, V. Henly: vigilante del salón, H. Wiston; contramaestre, Petro
Modeer; cabos de mar, Thomas Cleland, Charles Modeer, G. Guillen, J.
Alexander; marineros, Robert Gómez, José Ybarra, Tiburcio Silva, Simón
Morales, Telesfaro Sotro, Nathaniel Hernández, Juan Trigueros, Manuel
Malka; ayudante en el comedor (“messboy”), Bohemia Samoro; bomberos, J.
Madrigal, T. Salgarde, B. Gutiérrez, M. Rojas, G. Smith, J. Lock; acarreadores
de carbón, S. Flores, A. García, A. Moreno, E. Rivera, F. Múnez, A. Flores;
ayudante del comedor, A. Torres.
Lista pequeña de pasajeros
No había pasajeros de cabina y solamente tres en tercera clase. Estos últimos
eran L. H. Whitehouse, William Hunins y G. S. Kean. Aparte de estos había
cuarenta y cuatro chinos en tercera clase cuando el navío dejó puerto, pero la
mayoría dejaron el barco en el primer puerto mejicano. Las posibilidades son
que muchos de ellos se encuentran de vuelta en San Francisco.
La impresión general en los círculos navieros es que el San Blas encalló el
martes (17 de diciembre) en la noche durante una neblina espesa. El capitán
Cattarinich es conocido como uno de los navegantes más cuidadosos en la
costa y la pérdida de su barco será determinada como un accidente inevitable.
El San Blas fue construido por John Roach & Co. en Chester, Pensilvania, en
1882. Tenía 2,075 toneladas con carga y 1496 toneladas netas. Su longitud era
de 283 pies. No tenía casco doble, por lo que las posibilidades de salvarla son
muy escasas. Ella probablemente hará un punto en la línea costera enseñando
el lugar donde la Pacic Mail perdió otro navío.” (The San Francisco Call,
diciembre 19, 1901. Págs. 1 y 3).
104
En The Daily Journal aparece una noticia sobre un comunicado enviado por
el cónsul general de San Salvador a Washington:
“El Vapor San Blas está a Salvo”
“Washington dic. 20. —Un despacho fue recibido hoy por el Departamento
de Estado enviado por el Cónsul en San Salvador donde dice que el vapor San
Blas, que hasta este momento había sido reportado perdido, está en la costa
cerca de La Libertad y los pasajeros están a salvo” (The Daily Journal. Dec.
20, 1901).
En mi opinión, aquí hay una confusión por parte del cónsul, quien especica
la ubicación del barco que había sido reportado como perdido “heretofore
reported lost”. Cuando un vapor era considerado perdido o “pérdida total”
signica que ha quedado inutilizado y no puede repararse. No signica que se
desconoce su ubicación. Siempre fue conocido el lugar donde encalló el San
Blas y me parece que el cónsul creyó que se desconocía su paradero.
Después de que el San Blas se queda encallado en las rocas de esa playa en
La Libertad, aparecen otros artículos que aportan mayor información sobre
las circunstancias del accidente y hechos posteriores. Algunos tripulantes
que viajaban en el San Blas describen sus experiencias durante la tragedia.
Nuevamente, en The San Francisco Call de enero 8 de 1902 (22 días
después del accidente) aparece escrito el buen manejo de la situación por
parte del capitán Cattarinich y el relato de dos tripulantes que viajaban en el
vapor:
“EL CAPITÁN SE QUEDA JUNTO A SU NAVE
El capitán del San Blas se queda en vapor encallado
El Newport (vapor) trae gente que estaba a bordo de nave accidentada
El (vapor) Newport de la Pacic Mail Steamship Company arribó desde Panamá
y puertos de escala ayer. Entre las personas que llegaron están el sobrecargo,
el primer asistente del ingeniero; el cirujano y el bodeguero del vapor acciden-
tado San Blas; también Thomas Duna y Paul Jesurun, quienes eran pasajeros
en la nave.
”El San Blas estaba en su ruta hacia Panamá, cuando encalló en un arrecife
cerca de Acajutla. Se hizo todo lo posible para salvar la nave, pero sin logro.
Ella fue (colisionó) fuerte y rápido contra las rocas la última vez que fue vista
105
y su cubierta con agua. Las personas que llegaron en el Newport dicen que
ella es una pérdida total y que todo su cargamento está en el fondo del mar o
regado en la playa.
”Thomas Dunn era un empleado del pagador en el buque militar de Estados
Unidos Concord. El viajó a Panamá en el San José después del naufragio y
allí abordó el Newport. El dijo:
”Estábamos a varias millas bajo Remedios (Punta Remedios) cuando el San
Blas colisionó en tierra. Había alguna excusa para la catástrofe, ya que
estábamos bajo una neblina y el navío estaba en baja velocidad (“slow bell”).
El Capitán Cattarinich hizo todo lo que estaba en su poder para salvar la nave,
pero ella colisionó contra una piedra y quedó allí suspendida. La última vez
que la vi estaba suspendida como una balanza y se mecía de lado a lado con
la marea. La parte de abajo estaba completamente arrancada de ella y debo
juzgar que fue una pérdida completa.
”Ella llevaba una tripulación de sesenta tripulantes y sesenta pasajeros. De estos,
ni una sola alma se perdió. Casi todos se subieron a los botes (salvavidas),
pero el capitán y la tripulación se quedaron en el barco. Todavía estaban allí
cuando pasamos el naufragio en nuestro viaje a casa en el Newport” (The San
Francisco Call, miércoles 8 de enero de 1902. Pág. 5).
El casco del barco se rompió
“El sobrecargo R.C. Morton tiene mucho que decir en bien de sus compañeros
ociales y todos los que estaban relacionados al San Blas. Su historia es la
siguiente:
”Eran las 7:00 de la noche cuando zarpamos de Acajutla, y a las 11:00, debido
a una espesa niebla y la equivocación del Capitán Cattarinich quien confundió
las luces de algunos pescadores en la playa cinco millas al norte de La Libertad,
el barco encalló a unas cuatro millas de ese puerto. Colisionó sobre las rocas
y toda la parte inferior del barco fue arrancada. En ese momento, el San Blas
viajaba a toda velocidad. Inmediatamente se llenó de agua hasta la cubierta
principal, y para aumentar a la seriedad de la situación, todas las luces se
apagaron a un minuto de después de la colisión.
106
”El mar estaba quebrando alto, rompiendo sobre la embarcación, y no fue sin
dicultad que los pasajeros fueron transferidos a los botes (salvavidas), los
marineros sin embargo, por orden del capitán, se mantenían cerca del barco.
Se tomaron algunas precauciones y cuando se llegó a la conclusión que la
nave estaba segura sobre las rocas, el Capitán Cattarinich decidió que sería
más seguro subir a bordo a los pasajeros nuevamente hasta el amanecer, ya
que la noche estaba oscura y el mar corría fuerte.
”Los botes fueron subidos y todas las manos, excepto la de los marineros a
cargo de los botes, fueron puestas a bordo del navío naufragado, manteniendo
los botes al lado listos en caso de necesidad urgente. Al amanecer, después de
una espera ansiosa, los botes fueron bajados nuevamente con los pasajeros y
en procesión remaron hacia La Libertad, a través de un mar pesado, fuerte y
obstinado. El viaje cobró la fuerza de los marineros y al llegar al puerto estaban
casi exhaustos.
”Al momento del accidente el Capitán Cattarinich estaba en el puente junto al
Segundo Ocial J. W. Ramsey.”
Historia de un pasajero
“Paul Jeserun dice que abordó el vapor en La Libertad (aquí hay un error del
periódico o del señor Jesurun ya que el San Blas sale de Acajutla hacia La
Libertad) y había estado a bordo solo dos horas cuando ocurrió el accidente.
También dijo:
”Era una noche clara y el mar estaba suave. El San Blas colisionó con la pie-
dra a las 11:00 de la noche, justo después que los pasajeros se habían retirado
a sus camarotes. La nave debió pegarle a la piedra a la mitad del barco y el
agua entró a los cuartos de máquinas con una fuerza terrible. Justo cuando el
barco colisionó todas las luces eléctricas se apagaron y tuve gran dicultad en
llegar a cubierta. En cuanto descubrí cúal era el problema regresé a mi cama-
rote y aseguré mi dinero y salvavidas.
”Al principio hubo un poco de pánico pero el Capitán Cattarinich recorrió y le
dijo a todo el mundo que no había peligro. Todas las mujeres fueron bajadas
en los botes, pero después fueron subidas y todo el mundos e quedó a bordo
del San Blas esa noche.
107
”En la mañana todos fuimos llevados remando hacia Acajutla (La Libertad) y
fuimos bien cuidados. No puedo dar sucientes elogios al capitán, ociales y
tripulación por la forma en que actuaron.
Jesurun pasará pocos días en esta ciudad y después regresará a su casa en Eu-
ropa”. (The San Francisco Call. Miércoles 8 de enero de 1902. Pág. 5).
Según las noticias en los medios y relatos de los señores Jesurun, Morton y
Dunn, la colisión del San Blas fue debido a un error del capitán Cattarinich
al acercarse mucho a la costa antes de llegar al puerto de La Libertad. Esto
ocasionó que la embarcación encallara en las piedras que forman la península
donde desemboca el río Comasagua. Dos versiones conrman que había neblina,
y una, que el capitán observó “luces de pescadores” y confundió el lugar con el
puerto de La Libertad, acercándose demasiado a la costa. Es interesante notar
que actualmente algunas personas del lugar mantienen la tradición oral que
arma la equivocación del capitán al observar luces en la playa y creer que
había llegado a La Libertad. Parece que el capitán Cattarinich era un navegante
reconocido y respetable, ya que la prensa es muy benevolente a pesar del
error cometido.
En El Salvador, las consecuencias de este naufragio causaron conmoción,
especialmente en los puertos que eran visitados por el vapor, y este accidente
se dio a conocer en algunos medios. Después que el San Blas encalló en la
costa y los pasajeros llegaron salvos a La Libertad, fue necesario rescatar todo
el cargamento posible, especialmente el correo y alguna mercadería que transpor-
taba. El 23 de diciembre (seis días después del naufragio) se reunieron en el
puerto de La Libertad el capitán Cattarinich, el comandante y administrador
de Correos del puerto de La Libertad y el interventor de esta ocina (Diario
Ocial del 1 de enero de 1901. Tomo 52).
En esta reunión se practicó una inspección de la correspondencia desembarcada y
rescatada del barco. En esta acta se menciona: “Vapor ‘San Blas’ que encalló
como á cinco millas de distancia de este puerto poco más o menos a las once
de la noche del día diez y siete de los corrientes…” (Ibid). Se hizo un recuento
de los sacos y paquetes que fueron traídos a tierra, habiendo un total de 22
sacos, 27 paquetes y cuarenta y cinco cartas. Todo fue colocado al sol para
secarlos pero se hizo muy difícil debido a los fuertes vientos de diciembre
(Ibíd).
108
Se trató de abrir cuatro sacos de correspondencia, pero el contenido estaba
tan dañado que fueron remitidos a San Salvador, ya que tampoco fue posible
asolearlos. Se hizo constar en el acta que todos los sacos fueron recibidos en
muy mal estado y que todavía se hacen esfuerzos para recuperar correspondencia
que se encuentra en el naufragio.
Posteriormente, al nalizar la elaboración de esta acta, llega una comisión de
San Salvador compuesta por los señores D. Walter de Sola, D. L. Imberton y
D. John Shilling, comerciantes de esta ciudad.
VII. Advertencias y recomendaciones
El pecio “SS San Blas” es uno de los sitios arqueológicos subacuáticos más
importantes en El Salvador. Este buque de vapor perteneció a la empresa Pacic
Mail Steamship Company y fue parte de la ota de navíos que transporta-
ban bienes, productos y pasajeros entre los puertos de California, México,
Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Muchos de estos
productos y personas llegaban a la ciudad de Panamá y tomaban el ferrocarril
hasta Colón, donde posteriormente abordaban otro vapor hacia el noreste de
Estados Unidos, completando la ruta San Francisco/Nueva York. La Pacic Mail
Steamship Company fue una de las empresas que ayudaron a unir Norteamérica
y desarrollar a Estados Unidos como nación industrializada, al mismo tiempo
inuyendo en la economía de los países centroamericanos. El vapor SS San
Blas fue un eslabón en la historia de la navegación del Pacíco durante nales
del siglo XIX.
Con el objetivo de documentar y proteger este pecio es necesario realizar un
proyecto de arqueología subacuática que incluya delimitar el área que comprende
el sitio arqueológico para una protección efectiva. Este proyecto debe tomar
en consideración contacto y comunicación con las comunidades locales
incluyendo a los propietarios de los negocios frente al pecio y en especial los
ostreros y pescadores que extraen fragmentos de metal y objetos. Esta es una
parte clave del proyecto, ya que el peligro inmediato que enfrenta este sitio
arqueológico es el saqueo y la depredación por parte de estas personas que buscan
el sustento diario. Una acción inmediata podría ser enviar noticaciones ociales
a las autoridades del puerto de La Libertad, incluyendo el alcalde, la Policía
Nacional Civil y la Fuerza Naval, informándoles sobre la importancia de este
sitio y que actualmente se encuentra protegido bajo la Ley Especial de Protec-
cn al Patrimonio Cultural. También sería muy conveniente noticar al lugar
109
donde se compra el hierro extraído y evitar que el metal proveniente del pecio
sea comprado.
El “SS San Blas” es el único patrimonio subacuático identicado en el departa-
mento de La Libertad hasta ahora y su importancia histórica así como potencial
turístico apenas se empieza a descubrir. Por último, es necesario hacer concien-
cia sobre la importancia del patrimonio cultural subacuático y la necesidad de
protegerlo para las futuras generaciones.
Referentes bibliográcos
Chandler, Robert y Stephen J. Potash. Gold, Silk, Pioneers & Mail. The Glencannon Press.
Palo Alto, California. 2007.
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Gallardo, Roberto. Proyecto “Delimitación de un área de protección para el pecio SS
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Meinert, Charles. George W. Nellis Jr. 1887. En The Wheelmen. En American Journeys.
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The Daily Journal. 1901. Noticia publicada en diciembre de 1901.
The Morning Call.
110
1890 Anuncio publicado en mayo 15. Pág. 3
1890 Anuncio publicado en noviembre 19. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en enero 16. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en marzo 16. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en marzo 17. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en marzo 21. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en marzo 22. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en marzo 24. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en marzo 25. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en marzo 26. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en julio 14. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en julio 18. Pág. 3
1891 Anuncio publicado en septiembre 14. Pág. 3
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The Salt Lake Herald. Pág. 3. 1883. Artículo publicado enero 15 de 1883.
The San Francisco Call. Pág. 25. 1895.
Artículo publicado en mayo 19 bajo “The Commercial World”. 1898.
Artículo publicado 3 de octubre de 1898. Pág. 5. 1901.
Artículo publicado el 30 de noviembre de 1901. Pág. 7. 1901.
Artículo publicado 19 de diciembre de 1901. Págs. 1 y 3. 1902.
Artículo publicado 8 de enero de 1902. Pág. 5.
111
112
Es un libro de historia escrito en parámetros tradicionales, con profusión de
datos e investigación en fondos documentales y bibliográcos de España,
México, Guatemala, Nicaragua y El Salvador, así como en Washington D.C.
y su Biblioteca del Congreso. Es una compilación de estudios y comentarios
sobre diferentes aspectos de la historia colonial de las provincias salvadoreñas
y del Reino de Guatemala en general, algunos de los cuales ya el autor había
tratado en obras anteriores. En las Crónicas de Cuzcatlán-Nequepio y del
Mar del Sur se pone el acento en temas relacionados con el siglo XVI, con la
presentación de aspectos históricos que no habían recibido la importancia que
revisten, o no mencionados por los historiadores. Se trata de un panorama que
en mucho es novedoso y desborda en su temática la ruta tradicional trazada
por los antecesores salvadoreños en esta materia.
El mismo nombre Nequepio suscita alguna extrañeza para quienes han visto
el título de la obra. No se trata más que del nombre con que se conocía la
parte de Cuzcatlán desde el sur centroamericano, desde Panamá y Nicaragua.
Hay varias descripciones geográcas que hacen coincidir ese nombre con el
Cuzcatlán nahua-pipil, además del uso común que se hizo de él en León de
Nicaragua. Se le ha dado la explicación etimológica de “tierra extraña”.
El descubrimiento de las costas del actual El Salvador, por la expedición de
Andrés Niño y Gil González Dávila en 1522-1523, había sido reseñada muy
supercialmente, sin un estudio pormenorizado de su integración, circunstan-
cias y alcances geográcos. Sin embargo, su interés está más allá de las usuales
breves menciones, con mucha documentación que reeja los preparativos, la
integración y los resultados contradichos por algunos contemporáneos, incluso por
el cronista que más se rerió a esta navegación, considerada un viaje menor dentro
de los de descubrimiento, como es Gonzalo Fernández de Oviedo.
Crónicas de Cuzcatlán-Nequepio y del Mar del Sur
Editorial Lis, San Salvador, 2011; 314 páginas
Autor: Pedro Antonio Escalante Arce
113
El viaje de Andrés Niño involucra la presencia trascendente del controvertido
Pedrarias Dávila, que quiso entorpecer la expedición de Niño y González
Dávila por una no disimulada envidia por las capitulaciones que habían r-
mado con la Corona. Pedrarias Dávila, primero gobernador de Panamá y luego
de Nicaragua, por otro lado, con los ímpetus dirigidos hacia el norte del istmo,
siempre pretendió hacer valer los derechos que creía tener sobre la región
salvadoreña translempina oriental y aun sobre la margen derecha occiden-
tal, cislempina, del río. Sobre este tema hay incidentes que tal vez pueden
considerarse para Pedrarias como generador de derechos de conquista y de
jurisdicción geográca sobre el presente El Salvador, aun en una época de
desconocimiento en cuanto a la verdadera conformación de estas tierras. Tal
es el acuerdo que Pedrarias, ya gobernador de Nicaragua, formalizó con el
gobernador de Honduras, Diego López de Salcedo, en enero de 1529, cuyo
resultado inmediato fue la invasión del oriente, hoy salvadoreño, entonces
llamado genéricamente Popocatépet cerro que humeapor lo españoles de
Nicaragua, y su llegada, a nales de ese año, de la tropa al mando de Martín
Estete, hasta la recién establecida villa de San Salvador, en 1528, sobre la cual
también reclamaba derechos.
Estos aducidos derechos sobre San Salvador en Ciudad Vieja tienen un ante-
cedente hasta ahora prácticamente ignorado en la historia colonial salvadoreña.
Se trata de la llegada de Hernando de Soto a la “gran ciudad de Nequepio”,
o sea, la población de Cuzcatlán, a nales de 1524, o en los primeros días
de 1525, lo que está plasmado en la carta de Pedrarias Dávila a Carlos V de
mayo de 1525, desde Panamá. Nunca se le dio interés por los historiadores
nacionales porque erróneamente situaron Nequepio como otro nombre de la
Choluteca hondureña. La llegada de Hernando de Soto a la población de Cuz-
catlán es la explicación de la fundación apresurada del primer San Salvador
a principios de 1525, con solamente un ayuntamiento compuesto por la tropa
enviada, un cabildo organizado en el real, en el campamento, sin ninguna
pretensión inmediata de poblamiento ni urbanismo, porque lo indispensable
era marcar jurisdicción de conquista para Pedro de Alvarado, ante la ya mani-
esta avanzada por el sur en nombre de Dávila.
El libro también reere la prisa por establecer la villa de San Miguel de la
Frontera en el Popocatépet oriental, en 1530, para señalar demarcación próxima
con Nicaragua; de ahí su indicación fronteriza. Una población primero asen-
tada en las cercanías del indígena Usulután, y a corta distancia de la bahía del
Espíritu Santo, o Jiquilisco, donde Alvarado usará, más adelante, el astillero
114
de Xiriualtique. Una aportación de las Crónicas son los datos sobre el comercio
esclavista desatado después de la refundación de San Miguel, en 1535, con
barcos que llegaban a cargar indígenas al golfo de Fonseca para llevarlos
como esclavos al sur.
Capítulo especial merece, en el libro, el frustrado viaje de Alvarado a las
islas Molucas, expedición que partió de Acajutla a principios de septiembre
de 1540 y terminó en México, por los arreglos con el virrey Antonio de Men-
doza de organizar nuevos destinos. Uno de ellas sería, ya muerto Alvarado
en julio de 1541, la de Juan Rodríguez Cabrillo, enviada por Mendoza, que
descubrió la Alta California a nales de 1542, donde se emplearon barcos de
Alvarado, al igual como se habrá utilizado más de alguno proveniente de la
armada de Acajutla en el descubrimiento de las islas Filipinas por Ruy López
de Villalobos.
El Fonseca ocupa una parte principal y protagónica en el libro, junto con
otros varios temas náuticos, con un ambiente oceánico que le conere a las
Crónicas un carácter particular, centrado en el Mar del Sur y las navegaciones.
Y por primera vez un libro de historia relata ampliamente el surgimiento
de la Amapala histórica, la que se encontraba en la parte hoy salvadoreña,
muy distinta de la Amapala hondureña, o sea el puerto en la isla del Tigre
organizado a mediados del siglo XIX por el italiano, residente en San Miguel,
Carlos Dárdano, por cuenta del gobierno de Tegucigalpa, quien llevó el nom-
bre Amapala hasta la parte insular de Honduras. Amapala era en la Alcaldía
Mayor de San Salvador, un asentamiento precolombino que se convirtió en
lugar de embarque utilizado para dirigirse hacia Nicaragua, un uso que ya
habrá tenido en la época precolombina. Quien le dio carta de ciudadanía a
Amapala fue Pedro de Alvarado, al organizar allí su ota para la expedición
hacia el Perú, reconcentrada frente a la caleta del sitio en el año 1533. Desde
Amapala salían españoles con indígenas auxiliares a combatir indígenas re-
beldes que se hacían fuertes en peñoles y amenazaban a la débil y novata
villa de San Miguel, establecida en las proximidades del pueblo indígena de
Usulután.
En 1590 se creó la guardianía franciscana de Santa María de las Nieves en
Amapala, y el convento se levantó en 1593 en el lugar hoy conocido como
Pueblo Viejo, sitio arqueológico depredado que marca el emplazamiento del
convento seráfico, destruido por bucaneros franceses al mando de un
capitán Grogniet en 1686. Santa María de las Nieves tuvo a su cargo
115
la atención religiosa de los habitantes de las islas Meanguera y Conchagua,
también llamada isla de Amapala, hasta que los isleños vieron sus pueblos
incendiados por libusteros ingleses en 1684, por lo que un grupo de ellos
fundó el nuevo Santiago de Conchagua en tierra rme, al pie del volcán de
Amapala, hoy volcán de Conchagua.
A Amapala había llegado, en 1590, el grupo de ingenieros enviados por la
Corona para evaluar la posibilidad de la ruta transístmica Fonseca-Puerto
Caballos, expertos encabezados por el célebre Juan Bautista Antonelli. El
proyecto no tuvo realización por lo caro de adecuar los caminos, poblar la
ruta y cuidar ambas bahías, además del trabajo que iba a signicar el cambio
de destino nal de la ota de Tierra Firme, que se pretendía recogiera los
envíos de plata peruana en el norte de Honduras, cargamento argentífero que
se recibiría en un nuevo puerto construido en el golfo, el puerto de Fonseca,
trazado y urbanizado a orillas de la desembocadura del río Sirama (estero La
Manzanilla), donde llegarían los galeones desde El Callao.
Varios capítulos del libro están dedicados a los viajes de celebrados corsarios
y piratas, y su aparecimiento en las costas salvadoreñas. Como el de Francis
Drake, que llegó en 1579, el de Thomas Cavendish en 1587, los de William
Dampier en 1684 y los inicios de 1705, y otros. Estas expediciones depredadoras
tuvieron mucha importancia en cuanto al mejor conocimiento de las costas
y de las corrientes marinas. En el actual El Salvador la piratería del Mar del
Sur tuvo su gran época a nales del siglo XVII. Un testimonio de esa racha
pirática son las dos imágenes de Nuestra Señora de las Nieves que todavía
existen, provenientes del desaparecido convento de Amapala. Una de ellas,
medio quemada por el incendio que arrasó la casa franciscana, se encuentra
en la histórica parroquia de Santiago Conchagua. La otra fue llevada a San
Miguel, y se modicó la escultura piadosa en su talla original; hoy está
entronizada en la catedral como Nuestra Señora de la Paz, patrona de El
Salvador.
Las Crónicas de Cuzcatlán-Nequepio y del Mar del Sur han sido el fruto de
un buen esfuerzo y de mucha investigación por varios años. Una obra muy
particular en su género, que viene a enriquecer la literatura histórica sobre los
siglos de la monarquía española en las provincias salvadoreñas.
116
117
Museo Universitario de Antropología, MUA
Qué es el MUA
El Museo Universitario de Antropología, MUA, es una institución dedicada a
la difusión del pensamiento cientíco antropológico y del patrimonio cultural
salvadoreño, así como a su conservación. Esto se reeja en las colecciones
que se presentan en sus salas de exhibición permanentes y la temporal y,
además, en las muchas actividades culturales que se realizan según su
programación.
Objetivo del MUA
El Museo Universitario de Antropología tiene como objetivo principal promover
un espacio cultural permanente para la adquisición de conocimientos estéticos y
valores de conservación, que contribuyan a la formación profesional de la
población universitaria y del público en general y su sensibilización ante estos
fenómenos, impulsando actividades de promoción de los insumos necesarios
para la generación de investigaciones de carácter antropológico e histórico,
con el único propósito de desarrollar y difundir la cultura del país.
Qué es lo que hace el MUA
Difunde, por medio de exposiciones permanentes y algunas temporales, las
diferentes y variadas expresiones tangibles de la cultura salvadoreña.
Investigar, desarrollar y difundir el acervo antropológico del país de una
manera integral, hacia el interior de la comunidad universitaria y del publico en
general.
Genera actividades académicas concretas en la forma de conferencias,
seminarios, talleres, presentaciones de libros, ciclos de cine, foros, investiga-
ciones antropológicas y arqueológicas y otros, con el único n de educar y
sensibilizar a la comunidad universitaria y público en general.
Conserva el patrimonio cultural.
118
Salas de exhibición que conforman el MUA
Para una mejor comprensión, el MUA está distribuido en cinco salas de exhi-
bición permanente, conceptualizadas así:
Sala que presenta la persistencia del pasado y la etnografía salvadoreña.
Sala dedicada como tributo al cantaautor nacional don Francisco Antonio
Lara Hernández, mejor conocido como Pancho Lara.
Sala “Instrumentos tradicionales de producción agrícola”.
Sala “Las migraciones”.
Sala de exhibiciones temporales.
Auditórium de usos múltiples.
Servicio de guías
Hay cinco estudiantes de antropología que, con previa cita por parte de los
interesados en visitar el museo, ofrecen los servicios de guía. El recorrido es
de una hora y quince minutos.
Ubicación del museo en la ciudad de San Salvador
Calle Arce y 17ª. Av. Norte, Nº. 1006,
San Salvador, El Salvador, C. A.
Tels. (503) 2275-8836 y (503) 2275-8837
Fax. (503) 2271-4764
E-mail: museo_utec@yahoo.com
119
Horarios del MUA
Lunes:
Cerrado por mantenimiento
De martes a viernes:
de 9:00 a.m a 11:30 a.m.
de 3:00 p.m a 5:30 p.m
Sábado:
de 9:00 a.m a 11:30 a.m.
(NOTA: Los grupos no deben exceder los cien estudiantes; y durante la visita
serán distribuidos en las diferentes salas de exhibiciones que conforman el MUA.)
120
121
Últimos catálogos de las exposiciones del
Museo Universitario de Antropología, MUA
Ciclo Antrópico. Dibujo y grabado
Ivan Navarrete
Del 27 de enero al 20 de marzo de 2011
122
A treinta años de vuelo
Del 16 de junio al 30 de agosto de 2011
123
Impresiones sobre El Salvador. Fotografía
Christine Stocks
Del 26 de octubre al 25 de noviembre de 2011
124
De curso legal. Historia de la moneda de El Salvador
Del 9 de febrero al 28 de abril de 2012
125
Vivencial e inconcluso
Augusto Crespín
Del 28 de junio al 21 de agosto de 2012
126
Portada de revista Kóot Nº 3
Pila de San Martín
José Mejía Vídes
Xilografía
127
Autores
Rafael Alas Vásquez
Arquitecto por la Universidad Albert Einstein, con una maestría en historia del arte
por la Universidad de Maryland, Estados Unidos. Ha sido docente universitario de
asignaturas de historia de la arquitectura y el arte, y actualmente es director de
programación de actividades en el Museo de Arte de El Salvador (Marte).
Tania García
Es subsecretaria de Gestión Cultural del Ministerio de Cultura de Ecuador. Ha sido
directora nacional del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural. 2000-2009,
Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE); docente universitaria, Facultad de
Arquitectura, Artes y Diseño, carrera de Restauración y Museología, en las materias
de Restauración de textiles, Registro, Inventario y catalogación e Introducción Arte
Contemporáneo.1998-1999: Universidad del Azuay.
Ricardo Ibarra Portillo
Licenciado en biología por la Universidad de El Salvador. Gerente de Biodiversidad
y Ecosistemas del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN).
Ha publicado diversas investigaciones sobre la diversidad faunística en El Salvador
en los campos de ornitología, herpetología y biodiversidad.
Lourdes Carbonell Hidalgo
Licenciada en Ciencias Sociales desde 1984 por el Instituto Superior Pedagógico,
Santiago de Cuba. Ha realizados importantes tareas relacionadas con los museos
de su provincia; las más destacadas son: labor de asesoramiento para la organización
de museos. Organización de colecciones museables. Elaboración de guiones muse-
ológicos para fundar museos. Conferencias sobre el patrimonio cultural. Ha desar-
rollado proyectos investigativos, de restauración e intervención comunitaria con re-
sultados relevantes para su provincia y el país. Posee publicaciones relacionadas con
estudios sobre el patrimonio cultural cubano. Presenta publicaciones importantes.
Ha participado en eventos nacionales e internacionales como ponente. Es miembro
de la Comisión Ibermuseus. Ostenta importantes reconocimientos, medallas y dis-
tinciones.
128
Cícero Antonio F. de Almeida
Museólogo, especialista en archivos y documentación por la Dirección de Archivos
de Francia y maestro en memoria social por la Unirio. Actualmente es profesor de la
Escuela de Museología de la Unirio y coordinador de Patrimonio museológico del
Instituto Brasileiro de Museos. Fue director del Centro Cultural de Justicia Federal
y ha publicado libros y artículos de museología, estudio de colecciones, historia de
museos, etc.
José Heriberto Erquicia Cruz
Licenciado en Arqueología por la Universidad Tecnológica de El Salvador. Con
una maestría en Sociología por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(Flacso). Investigador y docente de la Universidad Tecnológica. Ha realizado inves-
tigaciones arqueológicas en los sitios de Ciudad Vieja y la Finca Rosita y publicado
investigaciones de corte antropológico sobre el culto al hermano Macario Canizales
en la comunidad de Izalco.
Roberto Gallardo
Licenciado en Arqueología por la Universidad Tecnológica y Maestría en Arqueología
por la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos. Es arqueólogo de la Di-
rección de Arqueología de la Secretaría de Cultura. Ha recibido varios cursos para la
protección e investigación del patrimonio cultural subacuático y actualmente realiza
el registro e inventario de sitios arqueológicos subacuáticos en El Salvador.
Pedro Antonio Escalante Arce
Abogado e investigador salvadoreño. Licenciado en Ciencias Jurídicas por la Universidad
de El Salvador. Ha publicado artículos y libros especializados en la historia salvadoreña
como El códice Sonsonate” tomos I y II; “El señorío de Nequepio y los mares del
sur”. Miembro de instituciones de culturales como la Academia Salvadoreña de la
Lengua (1997), Real Academia Española (Madrid, 1997), Ateneo de El Salvador
(1998) y Seminario Permanente de Investigaciones Históricas (1999).
129
UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE EL SALVADOR
MUSEO UNIVERSITARIO DE ANTROPOLOGÍA, MUA
PIEZA DEL MES DE
OCTUBRE DE 2012
No. 93
NOMBRE DEL BIEN: Plato pequeño
CATEGORÍA: Arqueológico
MATERIAL: Cerámico
GRUPO/TIPO: Policromo campana
PERIODO: Clásico tardío
DESCRIPCION:
Plato policromo (naranja, negro y ocre) tetrápode con soportes cilíndricos sólidos. La su-
per cie interior exhibe en el fondo un conjunto de cuatro círculos color naranja, los cuales
están divididos en grupos de dos por un círculo compuesto por motivos entrelazados. Sobre
la pared presenta una banda circundante compuesta por grecas dobles alternando con líneas
paralelas verticales en color naranja. El borde exhibe cuatro parejas de elementos  tomorfos
distribuidos simétricamente y separados por líneas entrelazadas de igual diseño al círculo del
fondo.
El labio presenta una banda circundante color ocre. Sobre la super cie exterior exhibe una banda
con una serie de ocho rectángulos pintados en negro dentro de los cuales presenta líneas
paralelas horizontales pintadas en naranja y ocre. Los soportes se encuentran pintados en
negro y naranja.
El estilo policromo campana fue muy comercializado en tiempos del clásico tardío (650 d.C.-900
d.C.) y tuvo una distribución en lo que hoy es el territorio salvadoreño.
DIMENSIONES:
Alto: 6.5 cm
Grosor: 0.6 cm
Diámetro de boca: 14 cm
Diámetro máximo: 16.4 cm
GRUPO/TIPO: Policromo campana
PERIODO: Clásico tardío
DESCRIPCION:
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CONVOCATORIAS Y REQUISITOS PARA LA PUBLICACIÓN
DE ARTÍCULOS REVISTA “KÓOT”
UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE EL SALVADOR
INDICACIÓN PARA AUTORES KÓOT PUBLICACIÓN UNIVERSIDAD TEC-
NOLÓGICA DE EL SALVADOR:
Dr. Ramón D. Rivas, email: ramondrivas@hotmail.com
CRITERIOS GENERALES PARA LA ACEPTACIÓN DE ARTÍCULOS
El consejo Editorial de Kóot invita a: Investigadores, docentes - investigadores,
estudiantes y personal administrativos que participen activamente con sus aportes;
pueden además participar como autores de artículos de la revista, profesionales de
Museología, Antropología, Historia, Arqueología, Lingüística y Arquitectura.
La opinión expresada por los autores son de su exclusiva responsabilidad.
La revista KÓOT, se reserva todos los derechos legales de reproducción. Los artícu-
los que reciben deben ser originales e inéditos, por lo que no deben ser publicados
total o parcialmente en otras publicaciones en periodo previo a la publicación del
mismo en esta revista. La presentación y publicación en fecha posterior será posible
con previa autorización del Editor y del autor del artículo.
La recepción de los trabajos no implica obligación de publicarlo, ni compromiso con
respecto a la fecha de su aparición.
ENVIO DEL ARTÍCULO
Cada artículo debe contener:
Título, - subtítulo (si lo requiere);
Nombre. títulos del autor, liación institucional (si lo requiere), correo electrónico.
Resumen del contenido (entre 10 y 15 líneas);
Un ítem con expresiones y palabras claves (cinco a ocho términos);
Introducción y desarrollo.
Conclusiones tácitas o explicitas.
Bibliografía completa.
Notas marginales.
Para tener presente:
Los artículos que se envíen a la Revista “KÓOT” deben ser redactados según nor-
mas Estandarizadas (ISO, UNE, APA).
131
Los trabajos deben ser enviados en Word (en dispositivo de almacenamiento válido
o vía e-mail) a: ramondrivas@hotmail.com
UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE EL SALVADOR
MUSEO UNIVERSITARIO DE ANTROPOLOGÍA
Calle Arce y 17 Avenida norte, Edicio Anastacio Aquino No. 1006, San Salvador.
Se recomienda al autor conservar copia de todo el material enviado, pues la revista
no se responsabiliza por daños o pérdidas.
Recomendaciones especiales para el autor
1. Deben tener claridad, solidez y sustento bibliográco suciente.
2. Enviar adjunto o al nal del artículo, un resumen de vida
3. El nombre que aparecerá en la publicación será la expresada en el artículo.
4. En el caso de utilizar imágenes como grácos, fotografías e ilustraciones; éstas
deberán ser originales (si las tiene), para obtener calidad al imprimir, si son toma-
dos de algún texto o sitio web, debe colocarse su procedencia. En el caso que el
autor sugiera imágenes de apoyo, deberá asegurar el asegurará también el pleno
logro del objetivo del escrito.
5. Ni la Universidad, ni el Comité Editorial se comprometen con los juicios emiti-
dos por los autores de los artículos. Cada escritor asume la responsabilidad frente
a sus puntos de vista y opiniones.
6. El Comité Editorial se reserva el derecho de revisar cada artículo, y remitirlo a
arbitros, para garantizar su calidad y si es el caso, sugerir modicaciones. Igual-
mente puede rechazar aquéllos que no se ajusten a las condiciones exigidas.
7. Las citas a pie de página se numeran correlativamente, y deberán de estar estan-
darizados por cualquiera de las normas antes mencionadas.
8. La bibliografía se la incluirá al nal del trabajo, ordenándola alfabéticamente por
autor.
IDIOMA
La revista publica material fundamentalmente en español con los respectivos
resúmenes en español y en inglés.
DERECHOS DE REPRODUCCIÓN
Cada artículo se acompañará de una carta del autor principal especicando que los
materiales son inéditos y que no se presentarán a ningún otro medio antes de conocer
la decisión de la revista. El autor debe de adjuntar una declaración rmada indicando
que tipo de derechos de autor presenta su artículo, recordando que la universidad
sugiere utilizar el tipo libre acceso; sin olvidar el mencionar la fuente, los derechos
de reproducción son propiedad exclusiva de la Revista KÓOT.
132
EXTENSIÓN Y PRESENTACIÓN
El artículo completo no excederá de 30 páginas tamaño carta, escritas a doble espa-
cio, sin espacios adicionales entre párrafos y entre títulos, en letra tipo “Arial” y de
tamaño 10; con márgenes derecho e izquierdo de 3 centímetros, y márgenes superior
e inferior de 4 centímetros, las páginas se enumerarán sucesivamente y el original
debe ser acompañado de una copia de buena calidad.
TÍTULO Y AUTORES
Se recomienda pensar en títulos que convoque al lector y que tengan plena relación
con el tema, limitándose a diez palabras y no exceder de quince. El contenido debe
describirse en forma especíca, clara y concisa, evitar los títulos demasiado gene-
rales.
Inmediatamente debajo del título se anotará el nombre y apellido de cada autor, En
notas al pie de página se indicará la Institución donde trabaja cada uno, los títulos
académicos y los cargos ocupados, vale aclarar que al resultar dicho artículo selec-
cionado para ser publicado, estos datos solicitados aparecerán relacionados al nal
de la revista con el título de “Colaboradores”. Es preciso proporcionar la dirección
postal del autor principal para responder la correspondencia relativa al artículo, o
indicar otra dirección donde pueda llegar un servicio de mensajería comercial o di-
rección electrónica.
RESUMEN Y PALABRAS CLAVES
Cada artículo se acompañará del resumen en el idioma en que esté escrito, además
del resumen en español y uno en Inglés, no superior a 200 palabras; para el caso de
artículos derivados de investigación, el resumen debe indicar claramente: 1. Objeti-
vos de estudio; 2. Lugar y fecha de realización. 3. Metodología básica. 4. Resultados
principales con interpretación estadística y 5. Conclusiones principales.
Hacer hincapié en los aspectos nuevos y relevantes. Para artículos diferentes a in-
vestigación, el resumen debe contener información relacionada con los objetivos,
la metodología en la cual se apoya, síntesis de la tesis principal, la interpretación
académica, los resultados (si los hubiere) y las conclusiones. No incluirá ninguna
información o conclusión que no aparezca en el texto. No debe incluir abreviaturas,
remisiones de texto principal o referencias bibliográcas.
El resumen deberá permitir a los lectores conocer el contenido del artículo y decidir
si les interesa leer el texto completo. De hecho, es la única parte del artículo que se
incluye, además del título, en los sistemas de difusión de información bibliográca.
Después del resumen se describen de tres a cinco palabras clave para nes de in-
dización.
133
CUERPO DEL ARTÍCULO
Los trabajos que exponen investigaciones o estudios por lo general, se dividen en los
siguientes apartados, correspondientes al llamado formato IMRYD: introducción,
materiales y métodos, resultados y discusión. Los trabajos de actualización, reex-
ión y revisión bibliográca suelen requerir otros títulos y subtítulos acordes con el
contenido.
NOTAS AL PIE DE PÁGINA
Estas deberán ser de acuerdo a la misma norma estandarizada con que trabajen las
referencias bibliográcas, debido a que se utilizan para identicar la liación (insti-
tución y departamento) y dirección de los autores, algunas fuentes de información
inéditas y dar explicaciones marginales que interrumpen el ujo natural del texto. Su
uso debe ser limitado.