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REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2021 AÑO 11, n.º 12, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
Pérez Memén, Fernando. El predominio intelectual de los mulatos
a nes de la dominación colonial hispana. Págs. 65-69.
Muchas reales cédulas prohibieron el ingreso a Las Indias de los judíos, árabes
y otros extranjeros, cuya sangre fue considerada impura. Y en el caso de los
indios, naturales del continente sometido, y los negros traídos del áfrica, la
corona implantó una política segregacionista basada en argumentos ideológicos,
que le permitió justicar y legitimar su dominio sobre ellos; a tenor de ella los
consideró como razas inferiores, las cuales estaban determinadas por el derecho
natural y el Derecho de Gentes a estar sujetas a las razas superiores, como las
de los europeos.
El estamento dominante de las colonias, constituido por la aristocracia
burocrática y latifundista frenó y desvió las luchas sociales hacia el plano
religioso, fenómeno muy bien estudiado por Carlos Esteban Deive en su obra
Heterodoxia e Inquisición en Santo Domingo (1492-1822), (Deive, 1983). Al
tomar al judío como modelo de raza degenerada, lo que llevó a los plebeyos a
preocuparse por rehabilitar su origen humilde exhibiendo la pureza de su raza;
pero además del hebreo, raza impura era la del moro, el indio, el negro… en
n, aquellos cuyos orígenes raciales no estaban vinculados con el cristianismo.
Para impedir el ascenso de las clases dominadas a las estructuras del poder
colonial, La Corona exigió la presentación de certicados de limpieza de sangre
para ingresar a las universidades, a los seminarios, al estado eclesiástico, a la
ocialidad militar, a los cargos burocráticos. La limpieza de sangre se entendía
en su sentido genésico, es decir, a todo cuanto pudiese inyectar vida: simiente,
leche. Juan de Pineda.
En la colonia de Santo Domingo, la política segregacionista de La Corona, pese
a su radicalismo, no logró sus objetivos. El blanco no trajo a su mujer española,
la temprana desaparición del indígena impidió el desarrollo del mestizaje, la
importación de negros esclavos que asumieron la mano de obra en los ingenios,
las plantaciones, las estancias y en los hatos llevó a que el ibero mezclara su
sangre con el africano; así el blanco europeo se apareó, desde la segunda mitad
del siglo xvi, con la negra, e inició el proceso de mulatización que alcanzó tan
alto desarrollo, que en el siglo xviii los mulatos predominaban en número frente
a los blancos y los negros, y traspasaban los límites de la política segregacionista
del estado español, hasta formar parte del estamento dominante colonial.
El aumento de los mulatos, la acumulación de ciertos capitales de importancia
y la capacidad intelectual que revelaban preocupó a muchos blancos en la
América Hispana, Saint-Domingue (hoy Haití), y particularmente en Santo
Domingo Español. El Arzobispo Domingo Fernández de Navarrete, en carta
del 26/vii/ del 1683, informaba al Rey que los pardos solían decir “que dentro
de pocos años vendría el gobierno a sus manos”, y a pesar de la oposición de