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REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2020 AÑO 10, n.º 11, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
Marroquín, Salvador. Los instrumentos musicales y objetos sonoros tradicionales en El Salvador.
Págs. 53-91.
El pito de lata es un mirlitón que se construye con latas de desecho o de aceite
automotriz y con tiras plásticas muy delgadas. El marco o cuerpo del instrumento
se manufactura en lata, y la banda que vibra, en plástico. Con este instrumento los
niños pueden tocar algunas melodías de moda, así como imitar giros melódicos
de pájaros propios de nuestra fauna.
Por la inuencia de la música ranchera, tríos y mariachis, en nuestro país, la
vihuela de fondo cóncavo, se ha incorporado últimamente como parte de su
instrumental. El nombre vihuela no corresponde al instrumento genérico, que
es de cuerda frotada. Esta vihuela, de cuerda rasgada, con función estrictamente
acompañante, se relaciona más con la guitarra tiple y ha tomado en “préstamo”
dicho nombre.
Según información recibida, durante el conicto civil, en uno de los ex
batallones de reacción inmediata, se construyó con un pedazo de manguera
de jardín y el alma plástica de un cono de hilo industrial, un instrumento con
sonido similar al de la corneta. También en el mismo período antes apuntado,
en las las guerrilleras se formó un grupo musical que interpretaba su música
con instrumentos musicales construidos con desechos bélicos. No tenemos
información, en ambos casos, sobre su forma, si han tenido continuidad o no, si
se les nombró de alguna manera, etc. Estos hechos en sí, obligan al investigador
a registrar esas invenciones realizadas por salvadoreños en un período que causó
mucho dolor a la familia de nuestro país.
La cultura oral-tradicional como toda expresión humana necesita de sus
auentes. Las pastorelas, los rezos, las posadas, los velorios, etc., han sido desde
siempre las vertientes que posibilitan los auentes de una parte de la cultura. El
surgimiento y proliferación de las iglesias protestantes en los pueblos y cantones,
ha afectado la cultura tradicional porque a muchos líderes de la zona, que tenían
a su cargo la música y/o los bailes tradicionales, no se les es permitido que sigan
con dichas prácticas. Otro factor que afecta la tradición es la modalidad de velar
a los difuntos en las casas mortuorias profesionales. Ya no se reúnen las familias
materna y paterna del difunto para ayudar en las necesidades y confección
de comida y golosinas para el velorio. Tampoco en las ciudades, durante los
velorios, las personas hacen uso de la literatura oral tradicional como: cuentos,
chistes, leyendas y juegos que hacían indistintamente los adultos y la “cipotada”
en el transcurso de la noche, que les entretenía y les servía para “disimular” el
sueño. La dualidad que siempre se ha manifestado en nuestra cultura, dolor-
alegría, se debe, a la tristeza por la pérdida de un ser querido y por otra parte, a
la suerte de tener un ángel que desde el cielo va a velar por los que se quedan.
Otro caso que traemos a colación, en un suceso durante la guerra civil. El
ensayador del baile de “los negritos” de Cacaopera tuvo que irse como refugiado