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REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2020 AÑO 10, n.º 11, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
Rivas, Reynaldo Antonio. Por una fundamentación de la dignidad de la persona.
Una perspectiva desde la losofía. Págs. 117-129.
2. Por una denición: persona y dignidad
A lo largo de la historia se ha pretendido siempre categorizar y conceptualizar,
a partir de la experiencia, a la persona y su dignidad. Tal pretensión es una
tarea que comporta dicultades tanto de tipo ontológico como epistemológico.
En efecto, ontológicamente hablando, la persona siempre es un misterio que
escapa a categorías y conceptos nitos, limitados, pues no abarcan toda su
amplitud y plenitud. Desde el punto de vista epistemológico, la dicultad radica
en que, tal como lo manda la lógica formal, la denición no debe contener al
denido, sino explicitarlo. En efecto, en la denición de persona y su dignidad,
la persona es tanto el sujeto denitorio como también objeto de denición.
Sin embargo, pese a estas dicultades, hemos de armar que, desde que el ser
humano es autoconsciente, autoreexivo, autorreferencial y ha pasado del mito
al logos, ha buscado fundamentar la dimensión que lo trasciende en cuanto ser
mundano, arrojado en la existencia y abierto a una trascendencia. Ha sido la
búsqueda por la fundamentación de la dignidad de la persona humana que – en
sus inicios reexivos – intenta responder al porqué del valor de la persona. Por
tanto, creemos que podemos acercarnos con los conceptos de la losofía a una
denición descriptiva del ser de la persona humana y su dignidad.
Probablemente, la mejor denición de persona de la losofía clásica occidental
es la que formuló Boecio (480-524 d.C), a quien la tradición conoce como el
último de los romanos. En su Liber de persona, la dene en los siguientes
términos: «persona est rationalis naturae individua substantia» subsatancia
individual de naturaleza racional). Si bien es cierto, esta denición puede
parecer insuciente, por prescindir de características fundamentales de la
persona humana como la existencia, la relación, la corporalidad, la historicidad,
la condición sexuada, la capacidad de amor, etc., gracias a su precisión lógica
y a la exactitud de sus contenidos, la denición boeciana se hizo canónica y
permaneció vigente durante siglos. El mismo Tomás de Aquino la retoma en
el contexto de su denición de la Persona Divina. Los elementos, tanto en
género como en diferencia especíca que aporta esta denición, nos ayudan
a comprender mejor el ser de la persona. En efecto, la persona es substancia
en cuanto que permanece, subsiste en los cambios, tiene consistencia, es por
sí y no en otro. Es decir, posee la densidad óntica propia de las substancias.
Gracias a esta densidad óntica, se predica el término «persona» del ser
humano en todas sus facetas: desde la concepción hasta su muerte. Por su
parte, la individualidad reere a la persona con el trascendental metafísico
del unum que la hace única, determinada, distinta y diferente, no sólo de las
otras especies, sino, también de sus semejantes. Finalmente, la diferencia
especíca por la cual la persona es persona, le viene dada de su naturaleza
racional que la especica dentro del amplio mundo de las substancias como