24
REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2019 AÑO 9, n.º 10, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
Rivas, Reynaldo Antonio. Heliconias: Un proyecto antroecológico.
Págs. 16-29.
La losofía Antropoecológica de Heliconias
La crisis ecológica, crisis humana
Pensar al hombre sin naturaleza es un imposible que estamos posibilitando. La
globalización del paradigma tecnocrático está ganando espacios no sólo en la
vida cotidiana práctica sino también en el pensamiento y las nuevas culturas que
van cediendo el paso de los valores que armonizaban la relación del hombre con
la naturaleza a prácticas de vida nocivas y destructivas del medioambiente, en
detrimento de la persona, a quien terminan deshumanizando.
Si echamos un vistazo a la historia de la cosmología, de Copérnico, Galileo,
Kepler a Newton y Laplace, la ciencia revela las guras, los números y las leyes
que instauran el Orden del Universo. La «revolución copernicana», al retirar al
hombre su puesto central, redispone el Universo conforme a un Orden cósmico
mucho más grandioso que el antiguo. El Universo se convierte en una Máquina
perfecta, de impecable armazón matemático, animada por un movimiento
perpetuo. Hasta Newton inclusive, Dios permanece a la vez como Creador y
Garante de este orden. Después, con Laplace y el Determinismo universal,
este Orden se torna autofundador y autosuciente. Las Leyes del Universo
recibieron en herencia la carga de absoluto y de perfección de un Dios en lo
sucesivo excluido de la ciencia. Con Einstein el Universo mismo se disuelve en
cuanto unidad cósmica para expandirse innitamente como Espacio/Tiempo,
donde van a reinar cuatro leyes soberanas (gravitación, electromagnetismo,
interacciones nucleares fuertes, interacciones débiles) que los físicos, conforme
a la exhortación de Einstein, se empeñarán en unicar, y esto, en lo que
concierne a dos de ellas, con éxito. Así quedaba desencantado el Universo
mítico de los Astros-Dioses, luego el del Dios soberano, en benecio de lo que
Goethe, criticando a Newton, llamaba una «ontología gris». Al mismo tiempo,
toda la diversidad de las cosas y de las formas de este Universo podía reducirse
a la unidad simple del átomo. Pero este mismo desencantamiento encantaba
a los cientícos, maravillados de revelar, tras las apariencias fenoménicas, la
perfección y la simplicidad matemática de un Orden-Rey
4
. De algún modo, la
ciencia terminaba con el encanto de un mundo que tenía las características de
ser dado para convertirse en un objeto con valores de intercambio.
El antiguo Cosmos asignaba al hombre su puesto en el Todo y daba un sentido
a su vida. El nuevo Cosmos no sólo retira a Dios su gobierno y al hombre su
elección, sino que aporta, ante todo, una incertidumbre fundamental sobre el
mundo y sobre el hombre.
4 Morín E., «La relación ántropo-bio-cósmica». Gazeta de Antropología 11 (1995). Recuperado
de http://hdl.handle.net/10481/13606