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REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2019 AÑO 9, n.º 10, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
Osegueda, Carlos. Etnografía del municipio de Santa María Ostuma; tierra de la piña, leyendas y tradiciones.
Págs. 137-166.
la conciencia del yo, de la conciencia de pertenecía una colectividad, de la
diferencia especica con otros y está ligada a espacios ideológicos.
La identidad es un laberinto, una complejidad de ámbitos distintos, no es
posible establecer una denición cerrada, sino, intentar acercarse a través de
diversos aspectos que la convierten en un “collage cultural” (un resultado
de la cultura). La identidad está vinculada a la alteridad, pues que el “yo” se
maniestas con la existencia de “otro”. A partir de esta toma de conciencia
acepta o nos preguntamos ¿quiénes soy yo?, ¿quién es el otro?
Este otro presenta límites de lo que no se es y al mismo tiempo conexiones con
aquellos que es similar, porque la diversidad también es un factor preponderante
en lo que se reere a identidad, demostrando los rasgos distintivos culturales y,
en ocasiones, idealizados.
La identidad también hace referencia a la historia de un grupo especíco,
convirtiendo ciertos sucesos de esa sucesión temporal en algo perenne, que
agrupa a los miembros de esos pueblos y naciones bajo diversas formas cívicas.
La identidad se dene a partir de la presencia del “otro” a partir de encuentro
mencionado. Aquella presencia permite tomar conciencia sobre el “yo”, y este
último construye, a su vez, al otro “Otro”, pues lo categoriza, lo identica o
le coloca la etiqueta de extranjeros. En este “juego” calicador la alteridad
participa en la construcción del “yo” y los “otros”; del “nosotros” y del
“ustedes”, “ellos”. El desconocimiento de ese “otro” provoca la distinción ideal
de lo idéntico y de lo diverso; “nosotros” estamos identicados por un conjunto
de factores abstracto (a n de cuentas, concretados) que sirven de paradigma
para separarnos de los “otros” quienes no participan de lo que hemos creado y
aceptan como identidad.
Entonces partiendo de ese desconocimiento del “otro”, se lo considera un
extraño, poseedor de un comportamiento raro, ajeno, por lo cual, se llega a
considerar que aquel no pertenece a lo “nuevo” y se convierte en un extranjero.
Cuando el “otro” se ve enfrentado a los “otros” se genera una doble reacción,
por un lado, fascinación por lo diferente y por otro, aversión, miedo, rechazo a
lo distinto, desconcertante, desconocido.
El “otro” es una incógnita que se resuelve, en muchos casos, con la adjudicación
de características negativas: el extraño, el extranjero, el “otro” es quien provoca
los conictos, quien trae enfermedades, el ignorante, quien está equivocado,
etc. Esta reacción se presenta tanto entre grupos humanos pequeños como en
sociedades más grandes, en las que, en ciertos cosos, puede manifestarse en
formas de nacionalismo exacerbado y discriminación hacas lo diferente (otras
etnias, género distinto, edad, etc.).
El sentido identitario se va construyendo discursivamente, plasmándose en el
lenguaje (“yo soy”, “nosotros”, “ellos”, “otros”), que permite a las personas
ubicarnos en un espacio social determinados, así como seleccionar los criterios
éticos y normativas que rigen su conducta e integrar el pasado con el presente
de un grupo especíco.