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REVISTA DE MUSEOLOGÍA OT, 2019 AÑO 9, n.º 10, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
Fúnez, Rubén. El retrato de Dorian Grey: o el tránsito de la idealidad a la realidad.
Págs. 210-226.
El retrato de Dorian Grey: o el tránsito
de la idealidad a la realidad
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Introducción
No pretendemos, ni por cerca, hacer creer que nuestra lectura de la novela
de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Grey, sea denitiva, ni para nosotros, ni
para ningún otro lector. Lo único que buscamos es, provisionalmente, exponer,
lo que pensamos que es hasta este momento una de sus posibles lecturas,
sospechando, incluso, que, en el futuro, nosotros mismos podamos tener una
interpretación diversa a la que en este momento estamos exponiendo. No
obstante, si buscamos, con nuestra lectura, interesar a hipotéticos lectores para
que se comprometan con una lectura seria y apacible de tan hermosa novela.
El procedimiento que hemos seguido es presentar una imagen de cada uno de
los personajes de la novela; comenzamos, con Lord Harry, centrándonos en la
visión hedonista que tiene este personaje de la vida. Continuamos exponiendo a
Basilio, jando la atención en el descubrimiento que hace del punto de bóveda
de su arte, cuando encuentra a Dorian Grey, en tercer lugar, describimos a Sibila
Vane, interesándonos en exponer el tránsito de lo que aquí llamamos idealidad
de la realidad a la realidad verdadera. Y, Finalmente, describimos a Dorian Grey.
Palabras clave: Literatura; Novela; Historia; Filosofía; Sentimientos; Edonismo.
Abstract
It is not, by any means, our intention to make anybody believe that our reading
of Oscar Wilde´s novel, The Portrait of Dorian Grey, is a nal one; neither for
us nor for any other reader. The only thing we are looking for is to provisionally
1 Wilde, Oscar (1970), El retrato de Dorian Gray, Salvat Editores, S.A. Madrid.
Rubén Fúnez
Doctor en Filosoa y catedrático de losofía y ética
Universidad Tecnológica de El Salvador
ruben.funez@utec.edu.sv
Vanesa Caravantes
Egresada en Ciencias de la Comunicación
karlacaravantes001@gmail.com
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i10.6707
URI: http://hdl.handle.net/11298/793
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expose what we think is, up to now, one of its possible readings, with the
suspicion that we may even, in the future, have a different interpretation from
the one we have now. However, through our reading we are looking forward to
getting other possible readers interested enough to commit themselves with a
formal and peaceful reading of such a beautiful novel.
The steps we have followed have included the introduction of an image for each
of the characters in the novel; we begin with Lord Harry by focusing attention on
his hedonistic views on life. Next, we describe Basilio, drawing attention to the
discovery he makes of his art when he nds Dorian Grey. Then, we depict Sibila
Vane, placing our interest of what we call here the transition from idealism to
realism towards a true reality. Last, we describe Dorian Grey.
Palabras clave: Literature; Novel; History; Philosophy; Feelings; Edonism.
Lord Harry: o el fracaso del hedonismo
Queremos reescribir la Filosofía de Lord Harry. A Dorian Grey le inuyeron,
tanto el modo de proceder de Lord Harry, pero sobre todo el uso masivo e
indiscriminado que hacía de las paradojas, con las que exponía su pensamiento
sobre la vida. ¿Cuál fue la armación que movió con tanta vehemencia el
comportamiento de Dorian Grey? Si nos atenemos a lo dicho por este último
personaje se trata de un aforismo que se repite tanto al inicio como al nal de la
novela, “Nada puede curar mejor el alma que los sentidos, y nada puede curar
mejor los sentidos que el alma” (Wilde 1970, 29)
Si retomamos a la mejor tradición de la losofía occidental encontramos que
una de las críticas más severas que se le han hecho, ha sido justamente que
logicara la inteligencia. Que pretendiera que lo que da cuenta del modo como
aprehendemos inteligentemente la realidad sea con la razón. Y se fue ignorando
toda la carga cognoscitiva que había en los sentidos, cuya consecuencia
fue nada más y nada menos que la imposición de una razón dominante,
instrumentalizadora y depredadora.
Para evitar esta deformación, para curar esta racionalidad, dice nuestro Lord
Harry, nada mejor que los sentidos. Los sentidos son los medios que dan vida
a una razón desencarnada. Pero una vez dicho esto, casi de modo inmediato
retoma también la sospecha que los mismos griegos tienen ante la intervención
desembocada de los sentidos; aquellos pensadores armaron que los sentidos
nos juegan muy malas pasadas, nos embaucan, tienen la enorme potencialidad
de deformarnos la realidad, ante estos peligros, Lord Harry recuerda por eso
que los sentidos tienen que ser curados por la razón, por el alma. La armación
de Lord Harry puede resumirse del modo como, según A. Cortina, Aristóteles
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articulaba el logos y los sentidos, a saber, “sentimientos racionales”. Para
acceder a lo más real de la realidad es necesario que lo hagamos desde unos
sentimientos que son racionales.
La inquietud a la que debemos responder puestos ya en esta dirección es
¿qué problema es el que debemos enfrentar con lo que aquí hemos llamado
sentimientos racionales? y Lord Harry es muy preciso cuando indica que “El n
de la vida es el propio desenvolvimiento, realizar la propia naturaleza, esto es lo
que debemos hacer” (Wilde 1970, 27)
Tenemos la impresión de que nuestro personaje tiene en la cabeza una imagen
botánica de la historia, en este caso de la historia de los individuos. Hay en los
individuos una especie de germen que se va desenvolviendo a lo largo de su
historia; la historia es una especie de despliegue de lo que está ya implicado
en aquel germen; el n último de la vida de cada cual es la de desplegar todo
aquello que ya se encuentra contenido en el germen. Por lo tanto, la historia
de los individuos se agota en ser el despliegue de su naturaleza y, de acuerdo
a lo que dijimos más arriba, es una naturaleza dotada tanto de alma como de
sentidos, y aquella implica a estos y estos implican a aquella. Por eso se entiende
en seguida la enorme urgencia de Lord Harry de que Dorian Grey “Viva, viva
la maravillosa vida que tiene en sí! No pierda nada de ella. Busque siempre
nuevas sensaciones. Que no le asuste nada” (Wilde 1970, 31) Harry se da cuenta
inmediatamente que se enfrenta con Grey, de que este tiene que ser un personaje
casi de fábula, tiene todo lo que tiene que tener para encantar a todo el mundo,
es bello y la belleza, si somos coherentes con lo que venimos diciendo, es la
manifestación de la belleza de su alma.
Dorian no es bello por la inuencia de Harry, Dorian es bello porque está
constitutivamente dotado de belleza, pero de acuerdo a la imagen botánica,
la belleza en su despliegue se va perdiendo, los seres humanos no son bellos
hasta la eternidad, sino que se es bello durante una etapa muy, pero muy corta,
resuenan aquí los versos de Rubén Darío “juventud divino tesoro, ya te vas para
no volver”.
La belleza es or de un día, pero para que la vida sea plena para los que son
bellos, es inexorable que la vivan en toda su plenitud. Y esta vivencia de la
belleza se tiene que enfrentar a una sociedad que es contradictoria: por un lado,
tanto por su religión como por su moral, limita a que los seres humanos se
desplieguen en toda su plenitud, es a lo que se reere Lord Harry cuando apunta
que “El terror de la sociedad, que es la base de la moral; el terror de Dios, que
es el secreto de la religión” (Wilde 1970, 27) la sociedad está fundada en este
doble terror, el que proviene de la moral y el que proviene de la religión. Y
ambos hacen un frente común para evitar que los seres humanos se realicen en
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cuanto tales. Pero, por otro lado, y aquí es donde emerge la contradicción a la
que nos estamos reriendo, “Un nuevo hedonismo: esto es lo que quiere nuestro
siglo. Puede usted ser el símbolo visible” (Wilde 1970, 31).
Nuestros personajes son parte de una sociedad que cultiva la belleza, de una
sociedad en la que los bellos tienen todas las posibilidades de triunfar y,
simultáneamente, de una sociedad en la que los limita, les pone restricciones, de
una sociedad, en una palabra, que ama la belleza pero que teme a su despliegue,
todo ello sume a los seres humanos en una situación de terror, en una situación
en la que muy probablemente fomente una doble moralidad, una moralidad de
pose, y una moralidad en la que se despliega la belleza en toda su vitalidad,
pero por carecer de los medios adecuados, corre el peligro de malograrse,
de deformarse.
De todos modos lo que aquí queremos acentuar es la dualidad patológica de la
sociedad: ama lo que teme. Y esta represión, el no dejar que los seres humanos se
desarrollen en plenitud es nefasta, tanto para la sociedad como para los individuos.
Aquí Lord Harry hace uso de lo mejor del psicoanálisis cuando observa que “La
mutilación del salvaje tiene su trágica supervivencia en la propia negación que
corrompe nuestras vidas. Nos vemos castigados por nuestras negaciones. Cada
impulso que intentamos aniquilar germina en la mente y nos envenena”. (Wilde
1970, 27)
Rubén Fúnez
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La represión de la sociedad multiplica aquello a lo que teme, pero lo difícil
de nuestro asunto es que priva a los individuos de que se realicen como tales,
y por lo visto, es lo Lord Harry está dispuesto a evitar, al menos en el caso de
Dorian Grey. Pero ¿de qué es de lo que se trata? ¿Qué es lo que tiene que hacer
el individuo para que su vida sea el despliegue de toda la potencialidad que está
implicada en mismo? Lord Harry arma que para que “un hombre (viva) su
vida plena y completamente, (tiene que) dar forma a todo sentimiento suyo,
(tiene que dar) una realidad a todo sueño propio (Wilde 1970, 27).
Los sueños tienen que ser reales, y los sentimientos tienen que ser formados,
todo sentimiento tiene que ser real, la realidad dota de forma al sentimiento y
el sentimiento dota de realidad a los sueños. Pero para Harry, Dorian Grey no
cuenta con la tesitura para vivir plenamente su belleza y precisamente por ello
lo dota de toda su forma de concebir la realidad; de esa manera consigue dos
cosas: que sus propias ideas pervivan y que se doten de la belleza de la que
quizá él no cuenta en su plenitud, por ello arma “Proyectar su alma en una
forma grácil, dejarla descansar por un instante y escuchar a continuación sus
ideas repetidas como por el eco, añadiéndoles toda la música de la pasión y de
la juventud (Wilde 1970, 42).
Al nal de la novela, Harry demuestra que tiene razón, que, aunque las ideas
pervivan, la belleza se acaba, y en el caso que nos ocupa, la belleza se acaba
como despotenciación y hay manera de volver la marcha atrás, parece que
nuestro autor quisiera decir, que lo que importa es tener las ideas claras porque
la belleza es or de un día que se va acabando con los días, cada segundo roba
la belleza a lo bello, y por eso nuestro personaje arma que “Estoy arrugado,
gastado, amarillo… Por recobrar mi juventud lo haría todo en el mundo… la
tragedia de la vejez no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven” (Wilde
1970, 198)
La vejez es inexorable, y al respecto no puede hacerse nada, por lo tanto, no
queda otra que ser el despliegue del haber del que cada cual está dotado, sin
temer a la sociedad, porque más tarde o más temprano tenemos que asumir,
todos, el nal de nuestra vitalidad.
Basilio: o el descubrimiento del arte
La pregunta que tenemos que a hacer a nuestro personaje es ¿qué fue lo que
consideró tan extremadamente valioso en su relación con Dorian Grey? (Wilde
1970, 13). Basilio está interesado en dejar constancia de que se trató de una
experiencia a partir de la cual pudo comprender todo el sentido de su obra.
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Se trata de una experiencia que lo vinculó a una dimensión “fundamental” de
su vida. Se trata de una especie de indiferencia respecto todo aquello que no se
esmera en comprender una obra de arte. De tal manera que la mejor manera que
tenemos de aproximarnos a esa experiencia es describiéndola en los siguientes
términos: “No estamos diciendo que nuestro ensayo esté bien escrito, tampoco
estamos armando que con lo escrito nos merezcamos ganar el premio nobel de
literatura. Tampoco es que tengamos miedo a las posibles críticas que puedan
provenir, tanto de los que saben escribir, como de los que manejan mejor el tema
que nosotros. Estamos diciendo que lo escrito maniesta aquello a lo que más
aprecio tenemos de nuestra vida. Estamos diciendo que nuestra obra maniesta
aquello a lo que no podríamos poner ni precio, pero tampoco alabanzas sean de
la índole que sean.
Parece que dicha experiencia tiene que ver más con el ámbito de la sensibilidad.
Tenemos amigos que se glorían, que se sienten orgullosos de ser todo razón,
piensan evidentemente que aquello que da cuenta primariamente de ellos es el
ejercicio de su razón. Independientemente de la razón que pueda tener Freud
cuando arma que la racionalidad no es más que la punta del iceberg, y que por
lo tanto la conducta de los seres humanos se juega en el ámbito del inconsciente,
nos parece que vale la pena reexionar acerca de la importancia que tienen los
sentimientos, no tanto para dar cuenta de la realidad, sino más humildemente
para dar cuenta de la realidad del individuo.
Si escribimos una novela desde la más estricta y radical racionalidad, puede
ocurrir que los problemas se aborden no sólo como espectadores, sino como
algo que pretende, primariamente, la coherencia, la lógica del discurso y no
tanto la verdad de aquello que se está tratando; esto puede ocurrir por muy
honestos que podamos ser en nuestro uso de la racionalidad. En cambio, si a
lo que recurrimos es a los sentimientos y establecemos que provienen de un
ámbito de profundidad de la realidad humana, es probable que “maniesten”
aquella interioridad; por eso en una obra de arte, es muy verosímil que quien
quede retratado sea más bien aquel que la crea (Wilde 1970, 16)
Basilio conesa que quedó enteramente absorbido por la presencia de Dorian
Grey. Por eso urge preguntarse ¿Qué hay en alguien que sea capaz de absorber,
nuestra alma, nuestra naturaleza y hasta el propio arte? ¿Se trata de una mera
atracción física? No lo pensamos así, no podemos creer que una cara bonita, un
cuerpo esbelto, sea capaz de robarnos hasta la misma alma; entonces ¿qué nos
puede la puede robar?, o mejor ¿de dónde proviene el hechizo, el encantamiento
que nos puede causar otra persona? esto sólo puede ocurrir en la medida en la
que en la otra persona hay algo que conecta directamente con aquello que cada
cual considera como bello. Cuando nos enfrentamos a alguien en el que como
un eco maniesta la belleza que se oculta en cada uno de nosotros, estamos
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inexorablemente a merced de dicha persona. La idea de belleza que cada cual
se esfuerza en conceptuar, es la idea que tiene incoadamente en el fondo de su
ser, y la otra persona no hace más que hacerla resonar, pero al hacerlo quedamos
unidos de por vida a aquella persona (Wilde 1970, 17)
Digamos que la idea de belleza, por muy nuestra que sea, no signica que
seamos plenamente consciente que nuestra búsqueda trata justamente de ella;
de hecho, llamar belleza a lo que buscamos, es una clara toma de posición
frente a esta actitud humana de búsqueda. Blas de Otero supo dar nombre
de un modo poético a esa actitud en la que estamos inmersos todos los seres
humanos: “desesperadamente busco un algo, qué se yo qué, misterioso capaz de
comprender esta agonía que me hiela, no sé con qué los ojos”.
Se trata de una búsqueda en la que está implicada la totalidad de la vida, se
trata de una búsqueda con la que todos los seres humanos nos encontramos
comprometidos, si realmente queremos vivir una vida verdaderamente humana,
y no descansamos hasta dar con eso que afanosamente buscamos, y ocurre que
aquellos privilegiados que lo encuentran, descubren que en rigor se buscaban
a ellos mismos, porque eso estaba escondido en las profundidades de su ser,
y que al encontrarse con ello, todo lo demás adquiere sentido, la realidad se
entiende de un modo diverso, la totalidad de la realidad adquiere un sentido que
anteriormente era evanescente. (Wilde 1970, 20-21)
Un medio para embarcarse en esta aventura es el arte. Parece que fue a Heidegger
al que se le ocurrió, en pleno siglo XX, que el ser se devela en la poesía. Pero
¿de qué trata el arte? ¿en qué estriba su más alta dignidad? Aunque el arte sea
el medio para evidenciar al artista, el artista, en tanto que artíce del arte, tiene
una ineludible responsabilidad, la de transformar un corazón endurecido por los
golpes de la vida, en un corazón sensible. El arte tiene la increíble capacidad
de penetrar en las bras más profundas de una persona y sintonizar con lo más
puro y no mancillado. Es verdad que una vida dura, una vida llena de miedos,
de frustraciones y de heridas, va como encalleciendo el alma, pero el arte tiene
la delicadeza de penetrar en el santuario de cada individuo y reanimar lo que
de bueno se encuentra como soterrado o apabullado por la vida, el artista tiene
la enorme capacidad de espiritualizar a quienes lo leen, lo escuchan o lo ven,
prestarles su espíritu para que como un vehículo alado penetre en lo más íntimo
de su intimidad para encontrarse con lo más bello suyo. Un artista que cumple
este cometido es digno de la adoración del mundo (Wilde 1970, 82)
Es el contacto con la realidad la que le da la contextura natural al arte. Si es
verdad que el arte proyecta al artista, este artista no está situado en cualquier
situación, ni en cualquier tiempo, sino que crea desde una situación muy concreta
y desde un tiempo muy concreto. Ello no obsta para que el artista en su afán por
embellecer la realidad corra el riesgo de extrañarse de su realidad. y convertir
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esa realidad en Paris o Adonis, con lo que el arte deviene en inconsciencia, en
ideal o lejanía. Sin embargo, hay algo en el arte que tiene al artista instalado
inamisiblemente en su realidad, y si es honesto con dicha realidad, desde ella
misma va surgiendo como por encanto lo que esa realidad es. En el arte podemos
comenzar por la inconsciencia, pero ineludiblemente desembocaremos en la
realidad. (Wilde 1970, 110-111).
En el artista no hay doblez, en el artista no hay vana apariencia, el artista
se maniesta en toda su integridad, por ello al artista le cuesta creer que
las cosas oculten lo que son. El artista está persuadido que las cosas, más
tarde o más temprano, se van a ser presentes en toda su plenitud, sea esta
una plenitud de gracia o de pecado, pero es imposible que pueda mantenerse
oculta. Así como la bondad se expresa en los rasgos tiernos de las personas,
del mismo modo se maniestan los pecados, las trampas y las triquiñuelas,
no hay nada que pueda mantenerse oculto, esta es una convicción básica
de todo artista. Hay tres señales inequívocas, al menos para Basilio, de
que estamos ante personas perversas, la líneas de su boca, la caída de sus
parpados o el moldeado de sus manos; el problema es cuando estamos ante
personas que siendo intrínsecamente perversas, no expresan ninguna de esas
señales, en estos casos, al artista no le queda otra alternativa que ceñirse a
sus presupuestos y esperar que sea la vida la que se vaya imponiendo (Wilde
1970, 140).
Vanesa Caravantes
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El artista apuesta por el ser humano, está íntimamente persuadido que no es
posible que la maldad lo pueda pervertir todo, tiene la inquebrantable conanza
de que habrá algún reducto que no ha sido tocado por la maldad, y por eso, ante
gente curvada sobre sí misma, es capaz de implorar su conversión, implorar
a que desande los caminos transitados y se vuelva al camino que lo redimirá.
(Wilde 1970, 142).
Cuando el artista se da cuenta que es tanta la carga del pecado, que no se es
capaz de volver atrás; cuando el deterioro parece tan estructural, todavía tiene
un último recurso: volver a pasar por el corazón aquellas vivencias en la que
la candidez, la inocencia, la belleza, nos permitía implorar, “perdona nuestros
pecados”, “líbranos de la tentación”. Es verdad que el artista recurre a un ser
que es capaz de sacarnos de tanta miseria, pero lo hace desde aquello que sigue
considerando puro e inocente: la infancia de las personas
¿Qué camino le queda a un artista que concibe la vida de esa manera, cuando
está inmerso en una sociedad que fomenta el placer y castiga el placer? No le
queda más camino que la muerte. Basilio, muere a manos de Dorian Grey. Su
muerte tiene sentido en la medida en la que su arte había perdido su sentido.
Basilio fue la encarnación de su arte, pero dicho arte había sido descubierto ante
la presencia de Grey, al pervertirse lo que dio sentido a su arte, perdió sentido
la vida del artista.
Sibila Vane: un tránsito obligado, de la idealidad a la realidad
En algunos seres humanos privilegiados por la vida, hay siempre un momento
paulino de conversión, en el sentido en el que hemos estado vertidos a un
modo determinado de actuar, y de pensar en la realidad, cuando de repente
viven una experiencia tan extraordinaria y tan poco usual que se ven vertidos,
estructuralmente, hacia otro modo de pensar y de actuar; como se trata de la
versión de toda su realidad humana, parece que son unas nuevas personas.
Una experiencia como esta es la que vive nuestra personaje Sibila Vane; su
vida, casi en su totalidad se había desarrollado entre bambalinas, ignoraba por
entero lo que ocurría fuera del teatro, en esto, nuestra Sibila era muy parecida
a los hombres a los que se reere Platón en su Libro Séptimo de la Republica,
aquellos hombres nunca había salido de la cueva en la que habían hecho su vida,
y dice Platón que se relacionaban e incluso funcionaban bien, con las sombras
que se proyectaban sobre el fondo de la cueva, a las que tenían por verdaderas;
dice Sibila, al no salir nunca del teatro, que todo lo que en él ocurría era para
ella indudablemente verdadero.
Es decir, toda conversión implica el cambio de una verdad por otra; en la
antigua versión no es que estemos desprotegido de verdades, hacemos la vida
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amparados en realidades que tenemos por verdaderas, y aquí reside la violencia
de la nueva experiencia, que sustituye radicalmente la antigua verdad, por una
verdad enteramente nueva. Sibila lo mismo era Rosalinda, Porcia, Beatriz, o
Cordelia; lo mismo se entristecía con una y se alegraba con las otras, y todo esto
era para ella enteramente real.
Seguramente podía vivir de ese modo el resto de su vida; seguramente lo
hubiera hecho de la manera más bella posible, sin sobresaltos y sin mayores
dicultades, no obstante, cuando la vida, de repente, la libra de esa vida de
ensueño, de esa vida ideal, lo primero que ocurre es que se entera, no sólo de lo
falsa que ha sido su vida anterior, sino que se le maniesta en su entera fealdad,
en su completo horror, en toda su falsedad, en su más cruda vulgaridad; es tan
fuerte y contundente la nueva experiencia que todo lo anterior queda suprimido
de raíz, arrancado, de tal manera que ya no hay vuelta atrás, quedan, como dice
Sibila asqueados de las sombras, una vez en presencia de la luz, todo lo anterior
se les antoja en oscuridad.
A esto se reeren muchos críticos cuando nos ponen en guardia contra los
conversos; el converso sustituye con la misma intensidad una verdad por otra,
y así como la anterior lo permea todo, la nueva experiencia lo permea todo. A
esta experiencia es a la que se reere Sibila cuando arma que “me has revelado
algo más elevado, algo de lo que todo arte es sólo un reejo. Me has hecho
comprender lo que realmente es el amor”. Esta experiencia es una revelación,
con toda la carga religiosa que tiene la palabra, es una auténtica revelación, una
auténtica iluminación, y ese algo, del que Basilio, por timidez, o por escrúpulo,
o por pena, o por lo que sea, no se arriesgó a armar, Sibila lo hace con toda la
inocencia de su adolescencia, le ha revelado el amor.
Cuando se está en presencia del amor, el arte, tendría que callar, todo lo que
diga, va a ser una caricatura que no va a lograr describir, ni pintar, lo que en
verdad está en juego en el amor, el amor nos deja sin voz, sin drama, sin pintura.
Ante el amor, no son necesarias las explicaciones, Sólo el amor, puede hacernos
desandar los caminos andados, sólo al amor es lo que verdaderamente nos
puede desvelar la realidad. Porque el amor es, según Sibila, algo que abraza
como un fuego. Por eso, algún teólogo pudo hablar de “intelectus amoris”, de
un amor que entiende. Pero un amor así es frágil, delicadamente frágil, y al no
ser comprendido se “desploma como cosa herida”, como “or pisoteada” y ya
nos podemos imaginar cuál es el desenlace de alguien que encuentra el amor, en
una sociedad que vive de espaldas al amor, el suicidio.
Sin embargo, no queremos pasar desapercibido el hecho de que para Wilde, hay
en Dorian la increíble capacidad de permitir que sus amigos hagan el tránsito de
una vida ilusioria, a una vida real; lo que le ocurrió a Sibila, le ocurrió a Basilio,
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sólo que a este le ocurre en el ámbito de la pintura y a aquella en el ámbito del
teatro. Tanto el teatro como la pintura, como expresiones del arte, tiene que
transcurrir de lo ideal a lo real, sólo que al menos desde la perspectiva de Wilde,
la sociedad, la menos la sociedad de su tiempo, así como Jerusalén mata a los
profetas, Inglaterra suicida a sus artistas. ((Wilde 1970, 86-88)
Dorian Grey: o el hartazgo de la belleza
¿Se trata de un mito, o realmente las cosas nacen buenas y se van deteriorando?
Si se van deteriorando ¿porque nacen buenas? Y si se deterioran ¿qué es lo que
las deteriora? Desde el Génesis, pasando por Rousseau, hasta llegar a Vargas
Llosa, la humanidad se ha preguntado ¿cuándo se jodió el Perú? Las respuestas
a estas inquietudes son sencillas, sí sabemos que quien ha creado estas cosas
buenas, han sido Frankenstein, Moreau o Jekyll, porque sabemos que se trata
de seres fundamentalmente malos, que se endiosan creando creaturas infelices.
Pero respecto a la realidad humana, las respuestas no son tan obvias, en ¿qué
momento nos deterioramos los seres humanos? Y ¿qué nos deteriora?, son las dos
inquietudes a partir de las cuales proponemos que nos internemos en la urdimbre
del comportamiento de Dorian Grey. Oscar Wilde quiere dejar claramente
establecido que D. Grey posee no sólo el candor de su juventud, sino la pureza
de su adolescencia, es decir, se trata de un muchacho bueno (Wilde 1970, 25)
pero, como ocurre frecuentemente con estos muchachos fundamentalmente
buenos, por las razones que sean, no son conscientes de su propia belleza. Al no
ser conscientes de ello, se comportan con toda la naturalidad del mundo, lo que
saben es que son tan normales como cualquier otro muchacho.
Claro aquí la inquietud sobre la que valdría la pena reexionar es porque es
necesario que sea una experiencia externa la que los hace conscientes de quien
en rigor son, están todos los días consigo mismos, se relacionan cotidianamente
consigo mismos realizando mil peripecias y, no obstante, la belleza juega a
escondérseles, en el caso de nuestro amigo D. Grey, fue la terrible certeza de
caer en la cuenta que la juventud es una etapa pasajera la que le hizo caer en
la cuenta de quién era verdaderamente; Wilde agrega un elemento más a este
darse cuenta, no se trata meramente de un acto consciente, sino que se trató de
una auténtica revelación, y lo que se le reveló no fue necesariamente lo bello
que era, sino el sentido de su belleza, un sentido que provino desde su interior
(Wilde 1970, 33)
Adan y Eva, no se dieron cuenta que eran bellos, ellos tuvieron que comerse
el fruto prohibido para enterarse lo bello que eran, sobre todo cuando se les
desvela su desnudez, en cambio a D. Grey, se le revela su belleza y acto seguido
lo inunda un fuerte deseo por saber (Wilde 1970, 53), querer saber es una
consecuencia de aquella revelación, ¿quiere indicar Wilde, con ello, que es
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precisamente el deseo de saber lo que va a pervertir a nuestro personaje, y si
este fuera el caso, ¿qué entiende D. grey por saber?
Tenemos que decir que cuando D. Grey se reere al saber parece que lo está
entendiendo en términos platónicos, ¿a qué nos referimos? Grey le cuenta,
tanto a Lord Harry como a Basilio, que se ha enamorado de una joven actriz,
Sibila Vane, el lector atento, esperaría que dijera que se ha enamorado porque la
muchacha además de lista y de digna, tiene una cara bonita, y que la coincidencia
de ambas cosas le han provocado enamorarse de ella, sin embargo no es a esto
a lo que se reere, sino que prescinde todo lo que puede, de los sentimientos
que le despiertan el enamoramiento, sentimientos que es lo que hace que los
enamorados se pongan nerviosos, los sentimientos son los causantes de que los
enamorados pongan cara de ternura, y son los sentimientos los que provocan
que los enamorados lleven a cabo acciones que, para un espectador indiferente,
les parecería sin sentido. Los sentimientos están íntimamente vinculados con
los sensorio, pero no, los sentimientos lo han dejado impasible, y lo que lo
mueve es la belleza, no se trata de lo que siente Grey, sino de la imagen de
belleza que se le maniesta (Wilde 1970, 55)
Sibila Vane es bella porque representa maravillosamente a Imogenia y a Julieta
(Wilde 1970, 59), porque en ella le permite abrazar a Rosalinda y a besar en la
boca a Julieta (Wilde 1970, 78) es bella porque la sigue desde una tumba italiana
hasta la selva de Ardenas (Wilde 1970, 56) “te amaba, le dice, porque eras
maravillosa: porque tenías talento e inteligencia; porque realizabas los sueños
de los grandes poetas, y dabas forma y cuerpo a las sombras del arte”. Es decir,
D. Grey no estaba enamorado de la muchacha bonita que era Sibila Vane, sino
de la actriz que ella representaba, estaba enamorado de la idea que encarnaba
la joven muchacha; pero cuando la idea no se ajusta a la realidad, se tiene dos
opciones encargarse de la realidad o empecinarse con la idea, parece que Grey
optó por esta segunda opción. Y la idea sin realidad es cruel, la idea sin realidad
no tiene alma, o si la tiene, es capaz de sacricarla por la realización de la idea.
La belleza descubierta en él, también se le manifestó en la actuación de Sibila
Vane, pero se dio cuenta en seguida que para seguir protegiendo la belleza de la
actriz Vane, tiene que sacricarse la Vane real. Sin embargo, esta opción le puso
de maniesto que la belleza está siempre en peligro, y lo que justamente la pone
en peligro es la realidad.
D. Grey es la idea de la belleza, su retrato es su realidad. y en este caso, no es él
el que va a cargar con la realidad, sino que la realidad va a cargar con él. Cuando
se entera que Sibila Vane ha muerto siente que ha llegado el momento de optar
por su idea de belleza, por eso arma que “quien conociese algo de la vida
¿renunciaría a la oportunidad de permanecer siempre joven, por muy fantástica
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que esta oportunidad pudiera ser o por funesta que fueran las consecuencias
que pudiera ella acarrear? (Wilde 1970, 103) los seres humanos, decía Sobrino,
somos una hybris, y esta armación es seria, porque estamos diciendo que
somos una mezcla y esa mezcla no es que nosotros nos la estemos inventando,
sino que nuestra realidad es así.
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Por lo tanto, cuando actuamos, lo hacemos desde la realidad que nos constituye.
D. Grey ha caído en la cuenta de que por su eterna juventud, por su pasión
innita, por sus placeres sutiles y secretos, por sus alegrías ardientes y por sus
pecados, de alguna manera la vida había decidido por él, todas aquellas cosas no
era él que se las había inventado, es que la vida así lo había hecho, por lo tanto,
su actuación estaba en consonancia con lo que él radicalmente era (Wilde 1970,
103). El era esa hybris de belleza y pecado. Por eso la enorme cuestión que tiene
que esclarecer es ¿Qué hacer para que su pecado no manche su belleza?, ¿cómo
proceder siendo quien es, sin que aquella actuación atente contra quien es? Gray
podía decir de sí mismo, soy bello y apasionado, pero la pasión siempre tiene
algo de ridículo.
Desde esta perspectiva, la pasión no tiene que desgurar la belleza. La belleza
es la llave para ser miembro de una sociedad renada y la pasión se despliega
en toda su plenitud en el submundo. Wilde propone que sea el retrato el que
le permita poder vivir a Gray en toda su integridad; un retrato que es tan bello
como el modelo, pero que se va deformando en la medida en la que el modelo
se entrega locamente a su mundo de pasiones. De ese retrato, dice Gray, que es
su alma.
El alma, inicialmente es bella y pura, pero es susceptible de deformarse. Pero
lo que la deforma es precisamente proceder como somos, alguien que es
apasionado, ¿cómo puede actuar? apasionadamente. No hay otro modo, pero
proceder de ese modo envenena el alma, es por esta razón que Lord Harry pensó
que su sociedad buscaba a un sujeto como Gray y una vez que lo encuentra le
teme. Se puede tener podrida el alma y parecer bello.
Hay un momento en el que nuestro personaje se pregunta sobre cómo librarse de
la fealdad del pecado, en otras palabras, nuestro personaje, en algún momento
se interesó por la integridad de su alma, pero descubrió que si se interesaba
por su alma, las consecuencias se mirarían reejadas en su cuerpo, las mejillas
se hundirían, se arrugaría, patas de gallo amarillentas ribetearían los ojos
marchitos, los cabellos perderían su brillo, la boca hundida y colgante tomaría
esa expresión grosera o estúpida que tiene la boca de los viejos (Wilde 1970,
117), por eso ante esa inuencia del alma sobre el cuerpo optó de nuevo por la
belleza aunque su alma siguiera degradándose en el secreto. Y una vez en este
camino la preocupación por la belleza es proporcional a su preocupación por
la degradación de su alma, degradar el alma, ya no es algo que ocurra contra
la voluntad, sino que se trata de algo deliberado, se propuso degradarse, tocar
fondo en su envilecimiento (Wilde 1970, 121) .
Pero todo esto lo hacía porque poco a poco se fue persuadiendo de que
los griegos, y con ellos todo el pensamiento occidental no entendieron
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adecuadamente la función de los sentidos, los sentidos son elementos de una
nueva espiritualidad, cuya característica dominante iba a ser su instinto sutil
de belleza, sólo se puede hacer de la belleza una espiritualidad en la medida
en la que se recurre a los sentidos. (Wilde 1970, 123). Una de las enormes
virtualidades que tiene reglar la vida por los sentidos, es que nos maniestan
la realidad en presente. Algo se gusta, se palpa, se ve, etc. en este momento,
los sentidos nos ponen en contacto con el presente en presente. Sin embargo,
y de esto se fue dando cuenta nuestro personaje, vivir la vida en presente,
vivir la vida sólo a partir de la belleza de los sentidos termina por hartar a
sus actores. Ocurre en esto como en todo lo demás, los sentidos también van
como degradándose y donde había pasión y deseo va llenándose de hastío,
los sentidos también tienen edad, los sentidos también tienen una juventud
que va pasando, y cuando esto ocurre, va a darse una concordancia entre un
alma degradada y unos sentidos despotenciados, llegados a este punto es que
también la belleza termina cansando.
Desde esta perspectiva se entiende que D. Grey exclame “estoy cansado de
mí mismo esta noche. Quisiera ser otro” (Wilde 1970, 139) y más adelante
se atreve a decir todavía “la vida es una gran desilusión” (Wilde 1970, 166)
creemos que pudo haber dicho mejor, los sentidos son una gran desilusión, una
belleza montada exclusivamente en los sentidos más tarde que nunca termina
mostrándose como realmente es, fue el mismo Grey el que se comprometió,
palmo a palmo, a construir una idea de belleza sobre cimientos movedizos, y
fue la vida la que se fue abriendo paso y le hizo caer en la cuenta de lo ilusorio
que era su idea de belleza, su mundo ideal. Y por ello arma que su “propia
personalidad se ha vuelto una carga” (Wilde 1970, 188) hasta tal punto que
termina odiando su belleza (Wilde 1970, 201) y ya en esta vía “la vida le
pareció una carga demasiado horrorosa para soportarla” (Wilde 1970, 190)
Conclusión
Siempre será legítimo preguntarse porque se degradan las cosas. Wilde parece
que sospecha que no es que las cosas se degraden, sino que al actuar plenamente
como son ponen de maniesto que son una especie de unidad de bondad y
maldad, y que en la actuación se hace presente tanto la bondad como la maldad.
No obstante, al ser una unidad de maldad y bondad, los seres humanos tienen la
capacidad de optar de qué modo quieren proceder en la vida.
En la novela que comentamos, Basilio, Sibila Vane, y D. Grey comienzan siendo
personas buenas y puras, Grey, es puro en su belleza física, vane es pura en su
teatro y Basilio es puro en su pintura. Los tres se entregan en cuerpo y alma a
su propia belleza. Pero en un primer momento se trata de una belleza puramente
ideal. En el caso de Basilio se describe como el embelesamiento causado por
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Grey en el ánimo del pintor que lo pinta algunas veces como Paris y algunas
otras como Adonis. Se trata de la típica idealidad del arte. En el caso de Vane, se
entrega totalmente a su actuación porque quiere encarnar para Grey, a la Julieta
que está interpretando, no lo interesa aparecérsele como Sibila Vane, sino como
Julieta e intenta encarnar en su vida la actuación de aquella. Y en el caso de
Grey está tan enamorado de sí mismo, que termina olvidándose de sí mismo.
En la novela por lo tanto, hay un claro punto de partida, una cierta realidad ideal,
la idealidad de la realidad. desde esa idealidad los tres personajes transitan hacia
su propia realidad. En el caso de Basilio cuando se atreve a pintar un cuadro real
de Dorian Grey. En este caso la realidad es más fuerte que la idealidad, descubre
en esta realidad la pieza que afanosamente buscaba en su arte. Dorian Grey le
hace descubrir a Basilio la pieza a partir de la cual todas las cosas adquieren
sentido. Las cosas en su total diversidad tienen algo en común que cuando se
capta, cuando se descubre, cuando se desvela, las ordena en su totalidad, en su
diversidad, y en su belleza.
En el caso de Sibila Vane, cuando comienza a darse cuenta que en presencia de
Dorian Grey, toda su idealidad es una monstruosidad, la idealidad es horrorosa.
Es decir, la realidad, la densidad de la realidad hace que la idealidad no sea más
que una deformación de la que es urgente huir. En el caso de Dorian Grey, el
paso de la idealidad hacia la realidad se da como arrepentimiento. Tanto Sibila
como Hetty le hacen barruntar que es posible su con-versión.
¿Cómo viven cada uno de los personajes este tránsito? Sibila vane lo vive como
la máxima expresión de conanza en el ser que la ha despertado de su idealidad,
ella considera que su vida, al amparo de su “príncipe encantador”, va a cambiar
radicalmente. Basilio, la vive como entrega a su arte, nada ni nadie puede
distraerle del afán con el que se entrega a la pintura. Dorian Grey, la vive como
en una especie de hartazgo de su propia belleza. No obstante, el desenlace es
fatal para los tres. Sibila Vane se suicida, Dorian Grey asesina a Basilio, y Grey,
en su loco afán por desandar todo el horror en el que había convertido su propia
vida quiere deshacerse de su retrato, ignorando que el auténtico Grey, como lo
había dicho Basilio, era precisamente el retrato, y al pretender desgarrarlo, se
desgarra a sí mismo.
¿Qué quiere decir Wilde con su novela? Como aquello de lo que realmente
somos responsables es de nuestra propia alma, tenemos que actuar, tenemos
que proceder, sabiendo que todo lo que hagamos, absolutamente todo, tiene su
consecuencia en lo más íntimo de nuestra propia intimidad. Y que no hay nada
más perniciosos en la vida de los individuos que una vida guiada exclusivamente
por los sentidos.
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¿Qué decir, de Lord Harry? La importancia que tiene este personaje en la novela
desaparece a partir de los primeros capítulos de la misma. Es importante su
panegírico sobre la belleza de la juventud, en la medida en la que hace caer en
la cuenta a Dorian Grey de su propia belleza. Sin embargo, el hecho mismo
de que sea el único de los personajes que queda con vida quiere acentuar el
fracaso de su propia concepción de la vida, ama la juventud y termina como
un viejo amarillento. Wilde pone en la boca de lord Harry, una de las cosas que
más le encantaban hacer al propio novelista: estrujar todas las posibilidades del
lenguaje, sobre todo en el uso de las paradojas. Sin embargo, muchas de sus
paradojas son ingeniosas, pero carecen de substrato.
Referencias bibliografícas
Wilde Oscar (1970), El retrato de Dorian Gray, Madrid. Salvat Editores, S.A.
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Rubén Martínez Bulnes