Regalado, Leonardo. El impresionismo en los pintores salvadoreños de inicios del siglo
XX
en
El
Salvador.
Págs. 132-144.
El
impresionismo
en
los
pintores
salvadoreños
de
inicios
del
siglo
XX
en
El
Salvador
Resumen
DOI: http:/ /dx.doi.org/1 0.5377 /koot.v0i9 .5912
URl: http:/lhdl.handle.net/11298/442
Leonardo Regalado
Museógrafo
Universidad Tecnológica de El Salvador
leonardo.regalado@gmail.com
El Impresionismo, movimiento artístico nacido en la séptima década del siglo
XIX, influyó
de
alguna manera en las primeras generaciones
de
pintores
salvadoreños a principios del siglo XX. Estos pintores nacionales estudiaron
con becas proporcionadas por el gobierno salvadoreño en países como Francia,
España, Italia y México, que ya habían visto el desarrollo del movimiento
impresionista y se encontraban viviendo las consecuencias
de
la desintegración
de
la forma en las artes plásticas en el ámbito cultural. Al concluir sus estudios
estos pintores salvadoreños regresan al país con un estilo traído
de
la Europa
de
finales del siglo XIX y principios del XX a comenzar sus carreras profesionales
produciendo una interesante obra plástica que en su iconografía
se
unen distintas
tradiciones culturales resueltas con una técnica pictórica que irá evolucionando
con el tiempo y que gracias
al
esfuerzo
de
estudiosos en el campo
de
la historia
de
las artes no ha caído en el olvido sino que
se
ha puesto en mesa
de
discusión
periódicamente.
Palabras claves: Pinturas salvadoreñas - Siglo XX., impresionismo (Arte),
pintores, Arte.
Abstract
The impresionism was an artistic movement from the 19th century seventh
decade, had sorne in:fluence on the very first generation
of
salvadoran painters
in the beginnig
of
the 20th century. These national artists had studied with
full salvadoran govemment help in european and north american countries
like France, Spain, Italy and México, that had seen the impresionism growing
and were living the consequences
of
this artistic movement on the cultural
environment.
On the conclusión oftheir artística! studies the salvadorean painters
carne back to their country
to
begin their profesional carer and breathing up an
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9,
ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
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interesting visual production in wich an unic iconography expresses the half
blood cultural heritage with a pictorical impresionist pictorical technic borned
in Europe that will be evoluting on time and with the effort of scholars never has
been forgotten and however it has been periodically on the place for discussion.
of philosophy. On one hand, Zubiri philosophy is rigorously metaphysical or
philosophy of reality. On the other hand, Simmel chose to emphasize the ideas
that show us some clues about the importance of philosophy. This article has
been designed as a topic open to discussion and dissension.
Keywords: Salvadoran paintings - 20th century, Impressionism (Art), Artist/
painter, Art
Antecedentes
Las primeras academias de pintura y los primeros artistas en El Salvador.
El Salvador inició su vida como república desde 1821, año en que se independizó,
junto a las demás provincias vecinas, ahora países centroamericanos, de la
corona española. Aun así la nueva república sufrió una anexión a México, de
1822 a 1823 (Melgar Brizuela, 2012) y un largo y tortuoso camino al pertenecer
a la Federación de Estados Centroamericanos, proceso de encuentros y
desencuentros de las clases dominantes en su lucha por el poder en las recién
independizadas provincias centroamericanas (Ibídem, 2012).
Debido a este largo período de inestabilidad del poder durante la primera mitad
del siglo XIX, muchas instituciones vitales para el buen funcionamiento del
Estado salvadoreño tardaron demasiado enaparecer, bancos, casas de estudio
superior, instituciones militares y centros de enseñanza del arte no serán realidad
sino hasta nales de este siglo, lo que retardó el surgimiento de artistas plásticos
con visiones más modernas ya que la llegada del siglo XX sorprendió a algunos
de ellos reproduciendo todavía estampas religiosas por encargo de cofradías
y patrocinadores religiosos, cuando ya en Europa los movimientos artísticos
como el impresionismo, el simbolismo, el historicismo entre otros preconizaban
una nueva puesta en valor de la expresión artística y se encaminaban a lo que los
críticos más progresistas llamaron “avant garde”, término francés que signica
“vanguardia”.
Entre 1860 y 1880 el cultivo del café cobró auge económico y el Estado se
moderniza creando instituciones especializadas para la difusión de la cultura,
estas fueron el Museo Nacional, la Imprenta Nacional y la Biblioteca Nacional
(Walter, 2014). No se pensó en una institución especializada en la enseñanza
artística plástica hasta 1865 cuando se creó la Academia de Bellas Artes del
Salvador durante la presidencia de Francisco Dueñas e inserta en el Colegio
Nacional siendo su primer maestro el guatemalteco Manuel José Letona y los
profesores fueron Charles Emile Dorat, de nacionalidad francesa y Auguste
Feusier, suizo. Este proyecto durará hasta 1869, debido a la renuncia de
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Letona, poniendo n a la primera Academia de Bellas Artes en El Salvador.
Un segundo proyecto inició en 1866 bajo la dirección del salvadoreño Juan
Lacayo, pero este murió en 1868, pasando a ser dirigida por Charles Dorat
quien amplió y modernizó sus instalaciones extendiendo la academia hacia
el área de música, siendo Alfredo Lowenthal el primer profesor de música
(Palomo, 2017) esta academia permanece hasta nales de la década de 1890,
no volviéndose a tener noticia de su existencia en el país después de esa fecha
(Ibídem, 2017).
Durante todo este período inestable de orden político y social los gobiernos
de turno tuvieron la intención de enviar a los primeros pintores nacionales a
especializarse en las academias europeas, tal es el caso de Wenceslao Cisneros
(Cea, 1984; Palomo 2007; Cristiani y Palomo, 2009, Palomo, 2017), y Juan
Lacayo entre otros (Ibídem, 2017).
Al igual que algunos artistas plásticos latinoamericanos, nuestros artistas no
pusieron atención a los nuevos movimientos de vanguardia de ese entonces, sino
al contrario, se apegaron a la tradición gurativa europea, cuyas raíces proceden
desde el renacimiento, ya que por encargo mismo del gobierno salvadoreño,
así como por formación artística debían de realizar copias de obras de los
grandes pintores renacentistas y períodos históricos posteriores. La etapa de
experimentación con las técnicas aprendidas así como de temáticas más propias
o personales vendrá después (Cea, 1984; Erquicia, 2012).
A principios del siglo XX
Ya a principios de 1900 el Estado salvadoreño promovió un discurso de identidad
ciudadana basado en “un nuevo modelo de ciudadano civilizado, moderno,
mestizo, étnico y culturalmente homogéneo” (Erquicia, 2012) por medio de la
construcción de monumentos arquitectónicos y plazas públicas de que mostraran
a los héroes de la independencia y los momentos cumbres de la gestación de la
República de El Salvador, así como presentar signos o símbolos que construyan
el concepto de una nación, busca construir un discurso artístico en el cual se
muestre la belleza del paisaje natural y humano salvadoreño que presentara al
mundo un país moderno y civilizado con interés en su historia, en el progreso
y la cultura por medio de la creación de instituciones de enseñanza artística,
de esta manera se convierte en el principal patrocinador de muchos pintores
salvadoreños pagándoles estudios en academias europeas y norteamericanas.
Desde ahí muchos de ellos aprendieron nuevas técnicas pictóricas provenientes
de movimientos artísticos relativamente recientes en la Europa decimonónica,
como el impresionismo, cuyos últimos ecos serán recogidos por pintores como
Carlos Alberto Imery, Miguel Ortíz Villacorta, Pedro Ángel Espinoza, y hasta
José Mejía Vides y César Sermeño, también en el caso de los pintores formados
en México, como Mejía Vides y Camilo Minero, con tendencia a la pintura de
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temática social y con técnicas pictóricas derivadas del movimiento muralista
del México de revolucionario de inicios de la segunda década del siglo XX.
El impresionismo del siglo XIX como una referencia del siglo XX
El impresionismo fue un movimiento pictórico nacido en 1874 en Francia,
cuyo principal tema en las obras plásticas fue la relación de los objetos y la
luz, la atmósfera que los envuelve y la gama cromática demarcada por una
aplicación libre de colores contrastantes. Tuvo como principales exponentes
a Edouard Manet, Edgar Degas, Pierre Auguste Renoir, Claude Monet, Paul
Cezanne, Vincent Van Gogh, Marie Casatt, Paul Signac, Georges Seurat y otros
(Courthion, 1977).
Este movimiento es uno de los primeros en romper las tradiciones pictóricas que
venían dadas desde el Renacimiento italiano desde el siglo XVI en los cuales
la línea y la iluminación de los objetos en el cuadro estaban concebidas por los
conocimientos del pintor, de acuerdo a su cultura académica, lo contrario de
los pintores impresionistas, cuyos cuadros son estudios del natural de acuerdo
a sus experiencias, a sus vivencias en el entorno natural, esto llevó al pintor a
salirse del estudio, en donde tradicionalmente pasaba largas horas pintando de
acuerdo a los antiguos tratados de pintura, y experimentar la luz interactuando
con su entorno directamente por medio del plen air (Ibídem, 1977), de ahí que
cada cuadro impresionista sea una experiencia del artista expresada en términos
de color por medio de un tratamiento en el cual el dibujo es prácticamente
inexistente, consistiendo en una serie de pinceladas sueltas que al observarse a
la distancia convergen y estructuran elementos visuales, dando la “impresión”
de ser un objeto.
Este fue uno de los movimientos que más inuencias ha tenido en Los pintores
latinoamericanos de principios de siglo, basta citar a Armándo Reverón, Alberto
Acuña, Próspero Martínez entre muchos otros (Bayón, 1991) y los pintores
salvadoreños no serían la excepción.
Algunos de ellos comenzaron su andadura artística en talleres de escultura
religiosa como es el caso de Carlos Imery y Camilo Minero, quienes dieron
sus primeros pasos en el taller de Marcelino Carballo, pintor autodidacta que
pintaba copias de estampas religiosas. Inquietos como fueron, siempre buscaron
estudiar en el extranjero, aprendieron nuevas técnicas pero solamente unos
pocos escribieron sobre su experiencia en la pintura escribiendo también poco.
A diferencia de los artistas plásticos del resto de países latinoamericanos, cuyo
aprendizaje también había sido en academias de Europa y en algunos casos
crecieron bajo el inujo de las vanguardias artísticas de principios de siglo XX
(Bayón, 1991), los pintores salvadoreños no fueron muy dados a las corrientes
de vanguardia, tampoco teorizaron mucho sobre las corrientes pictóricas bajo
las cuales organizaron su propuesta, al parecer gustaron más de aquello que se
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podía apreciar más luego a simple vista, y darle continuidad a un gurativismo
más del gusto de la población de su país de origen.
Lo más urgente que les reclamó la sociedad fue el de enseñar el ocio de pintor,
y quizá haya sido la forma más rápida de ganarse la vida, ya que en ese momento
no existe un mercado artístico plástico en el cual el artista comercialice su
obra, ni tampoco se contaba con no hay locales apropiados para exhibiciones
de pintura como galerías, pinacotecas o algo parecido, apenas se contaban
unos cuantos espacios estatales como el Museo Nacional, la Universidad de
El Salvador y algunos locales comerciales como la Marmolería Ferracutti,
debido al poco interés del Estado en la producción plástica, seguramente porque
las clases sociales de aquel entonces concebían a la pintura como un ocio
de producciones meramente decorativas, en cambió invirtió mucho más en
la producción escultórica, ya que esta le servía mucho más para difundir los
valores culturales ocialistas en plazas y otros espacios públicos, débilmente
se interesó en crear academias o escuelas y encomendar su dirección a estos
pintores a los cuales les había posibilitado su formación técnica en el extranjero
(Ibídem, 1984, Walter, 2014, Palomo, 2017).
Es así como algunos de ellos, en especial Carlos Alberto Imery, se dedican a la
enseñanza del dibujo y la pintura en lo que el gobierno de turno crearía en 1913
como la Escuela Nacional de Artes Grácas, institución estatal que fungiría
más bien como una escuela técnica, con materias de ciencias aplicadas cercanas
a las artes grácas (química aplicada a la impresión, mecánica, foto grabado,
Leonardo Regalado
Con estudios de arqueología, artes y museología
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litografía tipografía entre otras) que como una escuela de bellas artes, pero que
aun así, daría como fruto el inicio de las carreras profesionales de pintores como
José Mejía Vides, Camilo Minero, Miguel Ángel Salinas y Carlos Cañas entre
otros, pintores estos que a su vez marcharon a México y Europa para terminar
de formarse (Ibídem, 1984).
En cuanto a la obra de Imery, de marcada inuencia impresionista, su paleta se
basa en colores pastel (violeta, celeste, rosa) con algunos contrastes, así como
su pincelada suelta muy del estilo impresionista, tanto que en sus principios su
obra se confunde con la de cualquier otro pintor europeo impresionista (Cea,
1984), no existe en este momento ningún ícono que referencie el ámbito cultural
salvadoreño, se observan en sus cuadros personas con apariencia caucásica
propios de Europa occidental, no es sino hasta que el pintor se encuentra de vuelta
en el país que su temática comienza a reejar el mestizaje cultural en cuadros
como “Campesinos”, “Paisaje”, “La ceiba en el cementerio” “El muchacho de la
máscara”, cuadros pintados entre 1912 y 1920, con un tratamiento academicista
europeo pero con elementos identitarios ya autóctonos como rostros indígenas,
geográcos como la campiña salvadoreña u objetos de origen étnico como
la máscara propia de la danza de Los Historiantes que aparece en uno de sus
cuadros (Cea, 1984).
Junto a Imery se sitúa otro pintor que también recibió su formación académica
en Italia, es Miguel Ortíz Villacorta. En sus pinturas puede apreciarse la
preocupación por la luz y la atmósfera, así como la preferencia por la campiña
salvadoreña y se reejan en cuadros como “Valle del Jiboa”, composición en la
que destaca el volcán Chinchontepec, en donde se ve un paisaje que presenta
una acusada intervención del ser humano por medio la agricultura, actividad
que ha congurado su cultura durante más de 20 siglos, así mismo el volcán
es un referente identitario para los salvadoreños. Resuelto con una técnica
impresionista en la que destaca la pincelada suelta, así como el uso de una gama
cromática en armonías de verdes y amarillos que caracterizan inmediatamente
al cuadro.
Ortíz Villacorta tiene otras telas en donde destacan referentes geográcos de los
países en los cuales residió tales como el “Volcán de San Salvador” y “Bosque
de Chapultepec” de El Salvador y México respectivamente. Pero hay un punto
importante que destacar en Villacorta y es su intención de plasmar el paisaje
humano en las áreas rurales siempre con una técnica impresionista muy bien
asimilada. En estos cuadros pude apreciarse el contraste de la luz y la sombra, la
cotidianidad y la sencillez de vida campesina así como un acucioso detallismo
de la sonomía indígena y mestiza, no en balde es uno de los mejores retratistas
de la historia del arte salvadoreño así lo demuestran algunos de sus retratos
hechos a notables del país que ahora son parte de la Colección Nacional de
Artes Visuales del país.
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Es aquí en donde puede verse una búsqueda más apremiante y un estar más en
contacto con la clase campesina que rindió una praxis artística más cercana a
nuestro país que la que hiciera Imery, lo que le permitió a Villacorta plasmar
una realidad nacional que aún hoy se observa en el país con una exactitud casi
“etnográca” como una “descripción densa” al decir del etnólogo Marcel Maus
(1967). Ortíz Villacorta también fue director de una efímera academia de dibujo
y pintura entre 1929 y 1931 (Cea, 1984).
El caso de Pedro Ángel Espinoza es aún más interesante dado su origen étnico y
social. Y aunque estudiado en Europa en Milán, Italia, no tuvo aceptación en los
círculos intelectuales del país por su extracción social popular y su condición
cultural de indígena (Cea, 1984), pero esto no detiene al pintor, ya que origina
una serie de cuadros cuya temática central es precisamente el pueblo indígena en
su realidad cotidiana, pintado con un fuerte colorido y retratado con pinceladas
que reejan el carácter bravo y austero de estos pueblos, tal es el aspecto que
muestran en cuadros como “Mercado” y “El gallero”.
Espinoza respira el ambiente popular en sus cuadros, en cierta forma son
cuadros con un inujo indigenista resueltos técnicamente con gruesos impastes
netamente impresionistas y una composición muy esquemática, es decir, de
fácil lectura dada la economía un tanto austera de estas imágenes. Espinoza
respira también el agitado ambiente social en el que se desenvuelve su clase
social de origen, sabe cuáles son las aspiraciones de este grupo cultural
invisibilizado por los círculos de poder por lo que crea una escena socialmente
utópica, digna de un muralista mexicano, en su cuadro titulado “La primera
reforma agraria en 1932”, irónica y trágicamente a principios de esta década
miles de indígenas son masacrados cobardemente por las fuerzas militares
del Gral. Maximiliano Hernández Martínez en Izalco, dejando de lado toda
oportunidad de expresiones utópicas.
José Mejía Vides fue un pintor que aunque formado en México bajo la escuela
muralista, siempre pintó algunos de sus cuadros con técnicas que recuerdan a
los impresionistas Gauguin y Seurat. Mejía Vides despreció la ciudad y tomó
una actitud parecida a la de Gauguin, prerió aislarse en una comunidad y desde
ahí transmitirnos ese candor ingenuo de los nativos retratados con un colorido
muy parecido al del maestro francés, además de resolver algunos de sus cuadros
con una técnica puntillista propia de Seurat e imitada también por el colombiano
Alberto Acuña, coetáneo de Mejía Vides, y que más tarde utlizará el ceramista
César Sermeño en su cerámica y en sus acuarelas.
El impresionismo ejerció bastante inuencia en pintores de generaciones
posteriores entre los que podemos citar a Pedro Acosta García, el ceramista
César Sermeño, Raúl Elas Reyes en sus primeros tiempos, entre otros.
Seguramente porque ya era movimiento histórico visto en en las escuelas donde
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se formaron, al decir del pintor Armando Solís en su libro “Ocio de Pintor.
Estética Latinoamericana”:
“Con el compañero Antonio Rosales, polemizábamos, discutiendo por
este arte. No obstante que en nuestro país estaba de moda el arte
abstracto, no asimilábamos nada de esta corriente. Es posible que
inuyera el tipo de enseñanza que recibíamos que era de carácter
gurativo académico. Pero era evidente que nuestra inquietud, nuestros
dioses de la pintura eran Manet, Monet, Degas, Pizzarro, Gauguin, Van
Gogh, Toulousse – Lautrec, etc. Nos recreábamos con sus principios y
estudios sobre la luz, en verdad, no sabíamos el verdadero motivo y
causa de ese movimiento. Para nosotros era más que todo romántico
salir a pintar al aire libre nuestros paisajes. Dejó de serlo, cuando
viviendo mi propia realidad, expreiencias no tan gratas, mucho menos
románticas, descubrí mi verdadera posición del arte. Comencé a viajar
observando museos famosos, para completar mi preparación visual.”
(Solís, 1985).
Con esta cita de un pintor que no pinta como un impresionista, puede verse
claramente el porqué del apego gurativista de la muchos de los pintores
“mayores”, lo romántico y académico pesó en cierto modo más que lo
experimental, el ya acostumbrado gurativismo por su larga tradición siguió
inuyendo a más pintores aún a mitad del siglo XX, cuando ya la academia
de Valero Lecha comienza a lanzar generaciones de pintores más dados a la
experimentación, menos prejuiciados contra los nuevos movimientos artísticos
europeos y estadounidenses iniciando así una nueva etapa en la producción de
las artes visuales salvadoreñas.
Conclusiones
Por razones socio culturales el aparecimiento tardío de instituciones
especializadas en la enseñanza artística, lo que equivale a una prolongada
ausencia de éstas, retrasó considerablemente el aparecimiento de artistas con
visión más moderna en el campo de la producción plástica salvadoreña, lo
que incidió en un notable atraso que el país tuvo en el desarrollo de las artes
visuales, así como la participación de éste en los movimientos artísticos de
aquel entonces.
El Estado salvadoreño patrocinó económicamente a los primeros pintores
salvadoreños que estudiaron en academias europeas a nales del siglo XIX y
principios del XX y que absorbieron las inuencias del impresionismo, Carlos
Alberto Imery, Miguel Ortíz Villacorta y Pedro Ángel Espinoza son quienes
comenzaron a buscar en el paisaje natural y humano una propuesta más
moderna y menos religiosa y romántica que la pintura de siglo XIX. Se puede
decir que estos tres primeros son los iniciadores de la pintura moderna en el
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país ya que comenzaron de una forma incipiente a desarrollar una obra pictórica
más relacionada con elementos identitarios salvadoreños étnicos, humanos y
geográcos que son los componentes visuales de su obra plástica y de la que las
generaciones posteriores tomarán referencia.
La pintura de estos artistas va a caracterizarse por el uso de pinceladas sueltas
o fragmentarias, empastes gruesos, contrastes de color bastante marcados sobre
todo en la obra de Ortíz Villacorta y Espinoza, preocupación por la naturaleza
de la luz sobre todo en Imery y Ortiz, mientras que Espinoza es un fuerte
colorista más centrado en el contraste y en la empatía humana de sus retratos de
indígenas, representantes de la clase a la que él perteneció.
Surge una pregunta: ¿A qué se debió que nuestros artistas no siguieran las
tendencias más recientes en el continente europeo, ya en boga por aquellos
tiempos?, ¿pesó más en ellos la tradición gurativa del devenir artístico de nuestro
país? sin duda la respuesta a estas preguntas estriba en la marcada tradición
pictórica gurativa que se impuso en largo período colonial y que debido a
la falta de una institución de enseñanza artística plástica que fuese abierta a
nuevos cánones, así como de una sociedad en eterno conicto de intereses
políticos y económicos, de marcado carácter conservador, su provincianismo,
no permitió que esa modernidad artística arraigara desde nales del siglo XIX,
fenómeno que no es propio solamente del país sino del orbe latinoamericano
(Bayón, 1991).
Pedro Ángel Espinoza (1899 1939) “Primera reforma agraria”, 1935. Óleo
sobre tela. Colección nacional.
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Carlos Alberto Imery (1879 – 1949). Arriba “Campesina italiana” (1904) Óleo
sobre tela. Cortesía, Museo Forma. Abajo “Plazoleta de las hierbas” S/f. Óleo
sobre tela. Colección particular.
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Miguel Ortiz Villacorta (1887-1963) Arriba “Valle de Jiboa” (1925) Óleo sobre
tela. Colección Nacional. Abajo “Volcán de San Salvador” (1950) Óleo sobre
tela. Colección Nacional.
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José Mejía Vides (1903 1993) Arriba: “Panchimalco” (1935). Óleo sobre tela.
Abajo “Lavanderas” S/f. Óleo sobre tela.
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