Vilá de Lara, Ana Cecilia. Claribel Alegría: mujer que se compromete.
Cenizas de Izalco: obra que delata. Págs. 45-61.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i6.2292
URI: http://hdl.handle.net/11298/303
©Universidad Tecnológica de El Salvador
REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2015, AÑO 5, Nº 6, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
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considera que la sociedad prestará más atención si la voz narradora de los
sucesos políticos es masculina. En el tiempo narrativo de la obra todavía las
mujeres salvadoreñas estaban alejadas de la ciudadanía, del espacio público por
excelencia, que es la vida política.
Claribel Alegría quiere transmitir su mensaje y se vale de los recursos que sean
necesarios para que su palabra sea escuchada. Utiliza desde el título de la novela
hasta los personajes que intervienen en ella para recobrar la memoria de una
parte de la historia de los salvadoreños. Como ejemplo de esto se tiene el título
de la novela, Cenizas de Izalco, refiriéndose al volcán de Izalco, el cual ha sido
como un emblema patriótico para todos los salvadoreños. Sus erupciones,
cuando estaba en actividad continua, fueron majestuosas, al punto de ser
llamado “el faro del Pacífico”. Unir este símbolo patrio a lo largo de toda la
narración provoca un sentimiento de identificación nacional que permite ver
más de cerca el dolor en la pérdida y en la injusticia de la propia gente
salvadoreña.
De este modo, el título de la novela viene a ser de gran importancia. Primero,
evoca un hecho real, ya que el volcán de Izalco se mantuvo activo durante
muchos años, pero precisamente el año de 1932 coincidió la erupción con la
matanza de los campesinos de la zona occidental del país (Alvarenga, 1996,
p.9), una de las matanzas más sangrientas y duras de la historia de El Salvador.
En el periódico Vértice, bajo el encabezado de “1932: setenta años después”, se
relatan los hechos sucedidos:
Antes de la medianoche del día 22, con la erupción del volcán de Izalco
como marco cinematográfico, varios miles de campesinos se lanzaron a la
invasión de poblaciones como Villa Colón, Juayúa, Salcoatitán, Sonzacate,
Izalco, Teotepeque, Tepecoyo, Los Amates, Finca Florida, Ahuachapán,
Tacuba y otras poblaciones más, azuzados por los dirigentes comunistas y
armados con machetes y algunos cientos de fusiles (1932: Vértice).
Fue precisamente por esa insurrección de los campesinos por lo que luego
fueron castigados tan injustamente. Su castigo, como narra Claribel Alegría, fue
ser asesinados a sangre fría, como animales “rabiosos” a los que había que
eliminar. Se les pidió que entregaran sus machetes y que se concentraran en la
plaza de Izalco donde se les iba a dar un discurso. Media vez estuvieron todos
reunidos en la plaza, todos ellos fueron ametrallados. En el año de 1932
gobernaba en El Salvador el general Maximiliano Hernández Martínez.
En uno de los pasajes de la novela, Frank relata, en la última entrada en su diario,
la huida de una emboscada perpetrada por los campesinos al autobús donde él
iba. Frank describe la euforia de rebelión que llevaban los indígenas y de cómo
él logra escapar. Todo el viaje de Frank en el autobús y su huida, así como su
supervivencia en el campo y la vivencia de la matanza, es un rito de pasaje en