Palabras del Dr. Héctor Samour en la presentación del libro ILOBASCO DE LOS RECUERDOS. De las muchas cosas que pasaban, del Dr.
Ramón Rivas. San Salvador (19.03.2014). Págs. 94-98.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i5.2286
URI: http://hdl.handle.net/11298/315
©Universidad Tecnológica de El Salvador
REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2014, AÑO 4, Nº 5, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
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Es muy difícil atrapar la producción que hoy comentamos en una sola de estas
disciplinas, pues podría ubicarse también, sin desmérito alguno, en el campo de la
literatura, por lo bien narrado que está y por la maestría de la narración de bellísimas
realidades, en las que se requiere creatividad, dominio del lenguaje y capacidad de
profundizar en el alma de los personajes, en este caso, una comunidad en cambio con
una infinidad de personajes que le dieron “alma y vida” a ese período en el que se centra,
que va desde la primera década hasta los 50 o 60 del siglo XX.
Podría situarse, por otra parte, en el género de las “memorias”, pues, aunque no es un
recuento sobre sus experiencias en el campo de sus decisiones íntimas frente a momentos
definitorios para su persona, lo descrito es parte de la vida de Ramón, que queda
pincelada en estos 54 cuadros o “unidades de observación o análisis” en que nos sitúa el
estudio de ILOBASCO..., que recuerdan la escuela “impresionista” ante los paisajes que
fueron y ya no son.
Hay una parte que nos mueve a pensar lo autobiográfico o memoria de esta obra. Rivas
nos dice que en la comunidad de Ilobasco la gente se ha caracterizado por ser “gente
activa y laboriosa”. Eso sí, “metidos en todo”. Por eso les llamaban los “pirres”. Acto
seguido, nuestro amigo Ramón nos confiesa que nació y creció en el mero barrio de los
pirres. Nos dice sin ambages:
Allí crecí y llegué a conocer de memoria su color, las manchas de las paredes de
sus casas, los cercos de piedra, los piñales y hasta los patios de las viviendas, así
como también los hoyos peligrosos en los andenes rotos; y hasta reconocer que
doña Lidia Nerio, frente a la plaza de la entonces ermita de El Calvario, disponía
de la mejor tienda en donde se podía comprar de todo; desde cuajada, manteca de
cuche, huevos por unidad o por docena, maíz, frijoles, arroz y maicillo libreado y
por cuartillos y hasta por medios; y también que en una de las primeras
refrigeradoras que llegaron al pueblo, toda una novedad en ese entonces, se
guardaba para ofrecer al público bien heladas las chibolas, los topoyiyos y los
bolis de todo sabor.
En verdad, Rivas nos ha regalado un libro extraordinario con un título impresionante por
su exactitud y coherencia con la materia académica desarrollada. El libro lo titula el
autor: ILOBASCO de los recuerdos. De las muchas cosas que pasaban.
“Pasar” es un verbo con diferentes acepciones. Pasar es “ocurrir”, “suceder”. “Pasar” es
también “transitar” o “deslizarse”, ¿“desvanerse”? Rivas —creo— se refiere a esos dos,
o quizás más, significados. Me recuerda una poesía que nos recuerda el paso del tiempo
en nuestras vidas. Se trata de aquella poesía de Antonio Machado:
“Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,