Payés, Carlos. Musicoterapia. Págs. 100-103.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i5.2287
URI: http://hdl.handle.net/11298/316
©Universidad Tecnológica de El Salvador
REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2014, AÑO 4, Nº 5, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
102
tratamiento médico, por hábil que fuera, no bastaba para curar la enfermedad; y que el
médico no podía triunfar sin alguna forma de auxilio divino. Las curas religiosas han
apelado a las enormes posibilidades del alma humana, en la cual la música puede ser
considerada como una experiencia capaz de contrarrestar transitoriamente la sensación
de dolor o ansiedad y tener de esa manera alivio.
La música en la curación racional
En la antigüedad, en Babilonia y Egipto, se inició una actitud racional hacia la
enfermedad; que creció en Grecia y luego pasó a Roma, para después expandirse por
toda Europa.
Aristóteles afirmaba que la gente que sufre de emociones no dominables, después de oír
melodías que elevan el alma hasta el éxtasis, retorna a su estado normal, como si hubiera
experimentado un tratamiento médico.
Esculapio había prescrito música y armonía a personas de emocionalidad perturbada.
Pitágoras llamaba a esto “curación musical”. Platón pensaba que, como medio de
educación, las melodías éticas y sus correspondientes armonías debían ser aplicadas al
desarrollo del carácter. Durante el Renacimiento apareció una enfermedad, que
llamaron tarantismo porque se creía que era producida por la picadura de una tarántula.
Robert Bayfied, en el siglo XVII, la describe como “la cinea chorea”, y se caracterizaba
por una manía de danzar acompañada de comportamientos obscenos, fiebre recurrente,
pleuresías y locura como etapa final.
El único tratamiento efectivo era la música con danza, que hacía que los pacientes
bailaran en grupos, a veces durante días enteros, y después colocados en cama caliente
donde sudaban profundamente; después eran puestos a bailar nuevamente, seguido de
otro descanso hasta que el paciente iba saliendo de su enfermedad. Desapareció la
enfermedad en el siglo XVIII, sin poderse determinar su etiología. Posteriormente
muchos médicos, quienes probablemente disfrutaron de la música como recreo,
admitieron su valor como un factor de bienestar; una distracción de las preocupaciones
o temores. Philip Borrough decía de su pacientes mentales: “Dejadlos que estén alegres
tanto como puedan y que tengan instrumentos musicales y canten”. Los conocimientos
científicos crecieron, y se pudo estudiar la influencia de la música en el organismo.
Richard Browne, estudió su aplicación en casos de pleuresía o cualquier trastorno
pulmonar.
Héctor Chomet escribió un tratado sobre “la influencia de la música en la salud y la
vida”. El enfoque de Brocklesby ha sido el más próximo al actual, cuando contempla la
música como un auxiliar del tratamiento médico.
Pargeter (1760-1810) fue uno de los primeros médicos en comprender que era necesario
un conocimiento específico de la música para dosificar su empleo terapéutico. “Una