Campos Solórzano, M.R. El potencial de los museos en la conservación del patrimonio cultural. Págs. 13-23.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i4.2249
URI: http://hdl.handle.net/11298/157
©Universidad Tecnológica de El Salvador
REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2013, AÑO 3, Nº 4, ISSN 2078-0664, ISSNE 2307-3942
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atribuye una comunidad determinada. En este sentido, las estrategias de
conservación del patrimonio están orientadas a “otorgar valor” a los elementos que
han sido elegidos.
Para empezar con un breve enfrentamiento conceptual que nos vaya aclarando el
problema, se puede citar la definición de patrimonio aportada hace casi dos
décadas por la UNESCO, organismo rector en la materia:
El patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas,
arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas
surgidas del alma popular, el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es
decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de un
pueblo, la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la
literatura, las obras de arte, y los archivos y bibliotecas.
Sin embargo, parece que esta definición abarca tanto que dice poco, pero así suele
ser cuando las reflexiones para determinar que un artefacto cultural es un bien
cultural se dejan en manos de los intelectuales -los expertos- a razón que nos hemos
acostumbrado a que los asuntos de importancia cultural queden en manos de
cualquier persona eficazmente preparada en tratados culturales internacionales (en
el mejor de los casos). Por ello, considero clave comenzar a clarificar qué
entenderemos por Patrimonio Cultural mediante una aproximación alternativa a la
de UNESCO que, como ya vimos, se reduce a bienes culturales con características
de monumentalidad, historicidad, ritualidad, etc., que se entremezclan en una
misma definición a manera de una receta clásica de salpicón cultural.
Por lo anterior, una aproximación alternativa a la definición de Patrimonio Cultural
es útil en la medida que se pueda tener una idea más cercana del concepto como
una construcción social, que no existe en la naturaleza, ni es una constante cultural,
sino que, es producto de la inventiva de algunos que logra consensuarse en una
pluralidad; lo que lo hace cambiante, dinámico y flexible según sean las
circunstancias. De este modo, debería ser la misma comunidad quien establezca el
valor patrimonial de los bienes culturales en su territorio.
. Al respecto, L. Oriad. Contra la ciudad-museo: el papel del comercio callejero para la conservación del
patrimonio urbano de los barrios tradicionales. En: Apuntes 24 (2): 288-299. 2011.
. Al respecto, D. Vidart. El rico patrimonio de los orientales. Montevideo: Banda Oriental. Disponible en:
www.unesco.org/culture/heritage/intangible/html_sp/index_sp-shtm., pág 142. 2004.