Prada, P.P. José Martí en la hora de la integración latinoamericana y caribeña. Págs. 151-159.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i4.2271
URI: http://hdl.handle.net/11298/171
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“José Martí en la hora de la integración
latinoamericana y caribeña”.
Dr. Cs. Pedro P. Prada
Embajador de la República de Cuba en El Salvador.
Conferencia del embajador de la República de Cuba en El Salvador” con motivo del
160 aniversario del Natalicio de José Martí. Auditorio de la Paz, Universidad
Tecnológica de El Salvador, San Salvador, 28 de enero de 2013
Sr. Vicepresidente de la Junta General Universitaria, Lic. Carlos Reynaldo
López Nuila
Sra. Vicerectora de Investigaciones, Lic. Noris López Guevara. Querido Dr.
Ramón Rivas, Director del Museo Universitario de Antropología. Estimadas
autoridades universitarias, profesores del claustro y alumnos. Distinguidos
invitados Amigos todos.
Pido ante todo transmitir un afectuoso saludo a nuestro amigo, el Dr. José
Mauricio Loucel, Presidente de la Junta General Universitaria, a quien
debemos este feliz encuentro. Igualmente, ruego saludar al Sr. Rector, Ing.
Nelson Zárate.
Agradezco profundamente a la Universidad Tecnológica de El Salvador la
decisión de acoger hoy, 28 de enero de 2013, este evento dedicado a rendir
tributo a un ser humano excepcional y a sus ideas; que nació en Cuba, vivió,
padeció y murió por ella, pero cuyo legado pertenece por derecho propio a
todos los pueblos de Nuestra América y a la humanidad entera, a la que declaró
como su Patria.
José Martí, nació una mañana como la de hoy, hace 160 años, casi a esta misma
hora, en medio de una Cuba esclava, donde el colonialismo español había
concentrado todo el poderío que jamás tuvo disperso en el continente.
Cuando las naciones de América eran ya repúblicas independientes, Cuba
quedaba como baldón de aquella época, y no como la joya más preciada de la
corona, según la querían hacer ver.
Martí creció en medio de una intensa agitación política, entre una dolorosa
pugna de ideas, donde el realismo peninsular de unos, el reformismo de otros
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y el anexionismo al nuevo Imperio que nacía frente a nuestras cosas se
enfrentaban entre sí y todos contra los primeros brotes independentistas.
Un presbítero criollo, Don Félix Varela, se atrevió a decirles en la cara a los
diputados de las cortes de Cádiz, que un pueblo nuevo había nacido en la
mayor de las Antillas y que merecía, como todos, el derecho a elegir su propio
destino.
Frente al oscurantismo colonial, los seguidores de Varela instaban a construir
el pensamiento nacional a través de una síntesis de la cultura occidental que
incluía ya al Libertador Simón Bolívar, pero que proponía hacerlo desde una
ruptura con la tradición filosófica de la época: “Todas las escuelas y ninguna
escuela, he ahí la escuela; todos los métodos y ningún método; he ahí el
método”.
1
Lo que muchos no pudieron descubrir o no quisieron fue que el nuevo
método electivo se fundamentaba en la ética y la justicia, resumiendo lo mejor
de la tradición judeocristiana y africana en que se erigía la cultura cubana. Uno
de los discípulos de Varela, el padre José de la Luz y Caballero, lo proclamaba
así: “Antes quisiera yo ver desplomadas, no digo las instituciones de los
hombres, sino las estrellas todas del firmamento, que ver caer del pecho
humano el sentimiento de la justicia, ese sol del mundo moral”
2
Lo que otros tampoco advirtieron casi cien años después, cuando en Cuba
triunfaba una revolución socialista, fue que esa había sido precisamente la
escuela de Marx que además inspiraba a los revolucionarios cubanos: todos
los métodos y ningún método, toda la justicia, toda la moral y la dignidad
humanas. De ahí que para los cubanos la opción teleológica haya sido desde
entonces bien clara: ni más colonialismo, ni nunca anexión, ni mucho menos
reforma: ¡revolución!, siempre revolución radical, profunda y amplia.
En la historia de Cuba el espíritu revolucionario del que José Martí y Fidel
Castro han sido paradigmas, es creador; el reformista es crítico y
descriptivo. Frente a lo aparente imposible el primero revela (o construye) la
1
. J. de la Luz y Caballero, Aforismo 76.1874. En, Internet:
http://www.josemarti.info/articulos/marti_socialismo.html
2
. Aforismo, diciembre de 1861. En Internet: http://www.josemarti.info/articulos/marti_socialismo.
html
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posibilidad latente, mientras que el segundo cae abrumado y vencido. Uno
acepta “lo posible” como el límite de toda actividad política; el otro descubre
nuevas posibilidades en el territorio de “lo imposible”. En palabras de Martí,
el revolucionario vuela como el cóndor, y el reformistafalto de fe en el ser
humano y en la posibilidad de construir mundos mejores, y deseoso de
conservar su pequeño “rancho”—, “insectea” por lo concreto
3
.
La idea de contribuir desde las Antillas a la construcción de una gran nación
americana entendida como la que se extiende desde la frontera del río
Bravo, en el norte de México, hasta los confines de la Patagonia, y que esa
nación contribuyera al “equilibrio aún vacilante del mundo”
4
es una de las
visiones más revolucionarias de todo el legado martiano.
No debe olvidarse que deportado de su Patria por el régimen colonial español,
el antiesclavista adolescente Pepe Martí, madura como joven entre las
conmociones de la caída de Isabel II y el advenimiento de la restauración; anda
luego de paria por las tierras de nuestra región: recorre Venezuela, México y
Centroamérica donde ausculta el doloroso pasado del indio; sirve como
diplomático y cónsul a la Argentina, a Uruguay y a Paraguay y constata en el
ejercicio los delicados hilos del poder y las relaciones entre países; se cartea
con amigos ecuatorianos y colombianos para intercambiar experiencias y
pasiones libertarias; alterna con dominicanos y haitianos que ya comienzan a
sufrir el avance del neocolonialismo económico; padece con jamaiquinos que
aún deben pleitesía a la poderosa Albión; conspira con puertorriqueños,
hermanos del mismo dolor; ¡conoce a fondo y como nadie a los nacientes
Estados Unidos! Y, mientras aprende la universalidad de la identidad humana,
bebe de todos el magisterio de la americanidad propia, que le lleva a construir
su radical ideología nuestramericana. Esta singular visión sintetiza una
comprensión dialéctica novedosa de la relación entre la tradición y la
modernidad, entre lo propio y lo ajeno, entre el ser y el deber ser, que no se
plantea como vuelta al pasado, ni como enclaustramiento en una otredad ajena,
y mucho menos como aislamiento de lo que acontece a su alrededor.
Recuérdense las palabras con que inicia su capital ensayo Nuestra América:
“Cree el aldeano vanidosoque el mundo entero es su aldea…
5
. Por lo
3
. E. Ubieta: «Este libro es, declaradamente, polémico» Entrevista con Cuba Sí. En Internet: http://
www.cubasi.cu/index.php?option=com_k2&view=item&id=3692:exclusiva -enrique-ubieta-este-libro-
es-declaradamente- polemico.
4
. Paráfrasis de una cita de José Martí, en O.C. t. 20, p. 162, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
1976.
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contrario, Martí nos pide injertar en nuestras repúblicas el mundo; y que a la
vez, el tronco sea el de nuestras repúblicas
6
.
Miremos solo a esta Centroamérica que amamos tanto como nos duele: José
Martí, que tuvo la oportunidad de conocerla y como parte del aprendizaje,
descubrir a su paladín unionista, el general Francisco Morazán que fue
superado por quienes dejaron de creer en ese tronco, dejo escritas palabras
inolvidables y angustiosas de aquella epopeya:
“La Independencia proclamada con la ayuda de las autoridades españolas, no
fue más que nominal, y no conmovió a las clases populares, no alteró la
esencia de esos pueblos; la pureza, la negligencia, la incuria, el fanatismo
religioso, los pequeños rencores de las ciudades vecinas: solo la forma fue
alterada. Un genio poderoso, un estratega, un orador, un verdadero estadista,
el único quizás que haya producido la América Central, el general Morazán,
quiso fortificar a esos débiles países, unir lo que los españoles habían
desunido, hacer de esos cinco Estados pequeños y enfermizos una República
Imponente y dichosa…”
7
.
Por ello, Martí también asume para su proyecto latinoamericanista y
antimperialista el ideal morazanista. Y para tal tarea, junto al ejemplo y legado
de Bolívar, el líder cubano se plantea la necesidad de: “Resucitar de la tumba
de Morazán a Centroamérica”
8
y completar la hazaña inconclusa por la
corrupción del poder recién estrenado.
Como ocurrió en Centroamérica, hay en toda la historia posterior a las luchas
independentistas en nuestra región, de las cuales acabamos de conmemorar
sus bicentenarios, un denominador común, en el que las élites se apropiaron
de la independencia adquirida y la usufructuaron como patrimonio,
transformando a las antiguas naciones esclavas o vasallas del Virrey colonial,
dizque “independientes, libres y soberanas”, en estados clientes del capital
empoderado, que recién comenzaba a “unirse” y globalizarse.
5 J. Martí, Nuestra América. En O.C. t. 6. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
6 Idem.
7 J. Marti. Notas sobre Centroamérica. En O.C. t. 19. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
1975. 8 Idem.
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Rodrigo Carazo, un centroamericano lúcido y martiano, advirtió en forma
temprana las peligrosas consecuencias de esa “unidad” del dinero. Decía: “En
épocas pasadas una nación creaba un imperio mediante el dominio de las
armas. Ahora los emperadores son los dueños del dinero y de las entidades
internacionales que lo manejan. Un solo imperio, de naturaleza planetaria, se
ha conformado bajo el dominio del dinero manejado por poderosas personas
y entes que rigen el destino general, personas y entes que cuentan en cada una
de las naciones con hombres serviles e interesados que cual modernos
virreyes financieros manejan todo a gusto de los dueños del mundo, en cada
uno de los países, a cambio del dominio en cada corralito grande o
pequeño en el que tales procónsules se consideran amos. El esquema es casi
perfecto… se ha adueñado de la prensa, de los “economistas”, de los políticos
y hasta de los pobres. A todos se ha logrado convencer de que no existen
alternativas a lo que ellos predican y hacen. Según esa concepción, quien
opina contra esas tesis es un conservador y un ignorante. Lo moderno, lo
eficiente, lo prometedor, lo que nos dará el despegue y el desarrollo... es lo
que ellos dicen”
5
.
Para sostenerse, sostiene el costarricense, el imperio demanda de nosotros
actitudes pasivas, de sometimiento y de negación de nuestra viabilidad
económica, nos conduce al entreguismo, a la renuncia de la soberanía y a la
corrupción consistente en recibir dinero a cambio de inconfesables renuncias
y vergonzosas concesiones. ¿Vale realmente la pena insistir en esa alianza que
hoy no reproduce ganancias, sino crisis?
Frente a ello, tenemos una alternativa: la integración bolivariana, morazanista
y martiana. Nuestra integración, debe ser un proceso de fortalecimiento
colectivo de las independencias nacionales, lo cual redundaría en la
consolidación de una independencia común e interdependiente: dejaríamos de
ser varassueltas quebradizas y nos fundiríamos en un haz indestructible de
naciones, como aparecen concebidos nuestros pueblos en muchos de nuestros
escudos nacionales; un haz que fomente el intercambio justo y solidario, y que
combata la depredación económica y la competencia feroz a que nos empujan.
Nuestros países deberían mirar al interés regional y al bien común,
fortaleciendo su actuación multilateral regional frente a hechos
5
R. Carazo. Necesidad de un nuevo modelo. Disertación en la Segunda Con ferencia Internacional por
el Equilibrio del Mundo. Multimedia CD-ROM. La Habana, 28 al 30 de enero de 2008.
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extrarregionales, aislados e incluso, frente a los individuales sin trascendencia.
La integración económica y social, esa que preconizan la CELAC, UNASUR
y la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, puede
fortalecer la viabilidad política de nuestras naciones, si priman la justicia
social, la distribución racional, equitativa y justa de la riqueza y si cada día
fueran más los actores de las grandes mayorías nacionales participantes en el
desarrollo de un aparato productivo y de servicios que, al tiempo que se sirve
de forma responsable de las inmensas riquezas naturales de la región, convive
armoniosamente con la Madre Tierra, generando bienestar popular y paz
social.
Necesitamos sociedades estables, para lo cual será necesario desterrar de
nuestras fronteras las crisis cíclicas, la recesión, la postración y la imposición
de pactos rapaces por los organismos financieros internacionales, a la vez que
unidos podremos defender mejor derechos ante nuestros acreedores y precios
justos a nuestras exportaciones. De esa manera, lograremos que el bien común
sea el objetivo de la integración, y no el beneficio de unos pocos.
La unión ha de ser de pueblos libres, por tanto, cultos, y sin temor a esos
“ismos” con que se nos ha querido a veces encasillar y nos han aprisionado en
las disputas de superpoderes. Para ello es indispensable colocar la educación,
la ciencia, el desarrollo tecnológico y la cultura a la cabeza de las
transformaciones, no solo para hacer cumplir el derecho de formar mujeres y
hombres instruidos, sino para que sean cultos y conscientes, con voluntad y
pensamiento propios, comprometidos con sus sociedades y con el gran
proyecto emancipador de la Patria común y grande.
La preocupación de los centros de poder mundial con una América Latina y
un Caribe unidos, participando conjuntamente en la arena internacional,
capaces de negociar con la fortaleza necesaria para defender sus intereses
comunes, acaba de ser puesta a prueba en Santiago de Chile, durante la I
Cumbre de la CELAC. La Europa decadente y en crisis no renuncia a su
pasado y trata de colocar a la región como garante de la recuperación de su
ofensivo y despilfarrador modo de vida. Ya lo hicieron antes los Estados
Unidos, cuando intentaron enyuntar a nuestros pueblos al carro devorador del
ALCA. Nunca ha de olvidarse aquella batalla tremenda de Mar del Plata, en
el año 2005. Como nunca debe olvidarse que en el centro de toda esta batalla
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estamos nosotros, los ciudadanos de Nuestra América, y nuestra rica y diversa
espiritualidad.
Por eso Martí, con su carga de etnicidad e idealismo, tiene mucho que
enseñarnos aún sobre nuestros desafíos actuales. “La contradicción, dijo, no
está entre civilización y barbarie, sino entre falsa erudición y naturaleza. Así,
cuando la cultura se corresponde con intentos de dominación es falsa erudición
y por consiguiente agrede a la propia naturaleza, y en cambio cuando se
identifica con el ideal de liberación, se revela como una segunda naturaleza
genuinamente humana. En la cultura, situada en el sistema nervioso central de
las civilizaciones, hacen síntesis los elementos necesarios para la acción, el
funcionamiento y la generación de la vida social de forma cada vez más
amplia”
6
.
Al desarrollar esa visión del Apóstol, el cubano Armando Hart ha apuntado
que “Las alternativas de un progreso económico estable han fracasado en
diversos proyectos, porque se subestimó el factor humano y la compleja trama
de relaciones, creencias y valores que se hallan en la médula de la cultura. Se
está produciendo objetivamente un proceso de internacionalización de las
relaciones económicas de dimensión y consecuencias insospechadas, y con
problemas infinitamente más complejos a los enfrentados hasta aquí por la
humanidad”.
Y añadía, “No podemos aceptar pasivamente que las tendencias
homogeneizadoras de la llamada globalización, pisoteen los más elevados
valores de la tradición espiritual presentes en el tejido de nuestras naciones; ni
permitir que la tradición cultural y las más elaboradas creaciones jurídicas y
políticas con sus realizaciones democráticas se destruyan”.
Aceptamos el desafío impuesto por las actuales relaciones económicas
internacionales, pero ello presupone principios éticos y culturales sobre el
fundamento de lo enunciado por el Benemérito de América, Don Benito
Juárez, cuando afirmó: “el respeto al derecho ajeno es la paz”, sólo así
defenderemos a la humanidad de la debacle, a los pobres de la miseria y a la
tierra misma del desastre ecológico denunciado por la comunidad científica
internacional. La única forma de contribuir a la paz de manera estable y
duradera, consiste en situar la bandera de la democracia, el respeto a los
6
J. Martí. Nuestra América, en O.C. t. 6. Editorial de Ciencias sociales, La Habana, 1975.
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valores universales de la cultura y a los principios del sistema de derecho
internacional en el centro de nuestro empeño”
7
.
Y algo más agregar, a fuer de ser absolutamente leal a las ideas de Martí.
Debo necesariamente referirme a su temprana premonición presente
también en Bolívar mucho antes del incierto destino que esperaba a nuestras
repúblicas a la vera de un vecino poderoso y voraz que las desdeña y codicia.
Como se sabe, el Apóstol vivió en los Estados Unidos las dos últimas décadas
del siglo XIX y estudió profundamente ese país. Sin embargo, se mantuvo fiel
a la tradición intelectual cubana y latinoamericana y esas ideas sirvieron como
antecedente a su pensamiento antiimperialista y universal. Como apunta Hart,
es, de seguro, la personalidad que con mayor rigor conoció el ascenso del
imperialismo yanqui en los tiempos anteriores a su acta de nacimiento
internacional en 1898 con la intervención norteamericana en la guerra de Cuba
contra España.
El antiimperialismo martiano no es, en modo alguno, sinónimo de
antinorteamericanismo, pues Martí nos enseñó a amar tanto a la patria de
Lincoln, como a temerle a la de Cutting. “Gran pueblo es éste, decía, y el único
donde el hombre puede serlo; pero a fuerza de enorgullecerse de su
prosperidad... cae en un pigmeísmo moral, en un envanecimiento del juicio,
en una culpable adoración de todo éxito
8
.
No olvidemos con Martí que “Ni pueblos ni hombres respetan a quien no se
hace respetar. Cuando se vive en un pueblo que por tradición nos desdeña y
codicia, que en sus periódicos y libros nos befa y achica, que, en la más justa
de sus historias y en el más puro de sus hombres nos tiene como a gente jojota
y femenil que de un bufido se va a venir a tierra; cuando se vive, y se ha de
seguir viviendo, frente a frente a un país que, por sus lecturas tradicionales y
erróneas, por el robo fácil de una buena parte de México, por su preocupación
contra las razas mestizas, y por el carácter cesáreo y rapaz que en la conquista
y el lujo ha ido creando, es de deber continuo y de necesidad urgente erguirse
cada vez que haya justicia u ocasión, a fin de irle mudando el pensamiento, y
7
. A. Hart. Conferencia Magistral en la Segunda Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo.
CD -ROM. La Habana, 28 al 30 de enero de 2008.
8
. J. Martí, Placeres y problemas de setiembre. En OC. t. 10, p. 299. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1975.
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mover a respeto y cariño a los que no podremos contener ni desviar, si,
aprovechando a tiempo lo poco que les queda en el alma de república, no nos
les mostramos como somos. Ellos, celosos de su libertad, nos despreciarían si
no nos mostrásemos celosos de la nuestra. Ellos, que nos creen inermes, deben
vernos a todas horas prontas y viriles. Hombres y pueblos van por este mundo
hincando el dedo en la carne ajena a ver si es blanda o si resiste, y hay que
poner la carne dura, de modo que eche afuera los dedos atrevidos”
9
Desde esa óptica, América Latina y el Caribe disponen hoy de las herramientas
morales, históricas, políticas, socioeconómicas y culturales necesarias para
que triunfen el mejoramiento humano, la vida futura y la utilidad de la virtud
en las que Martí creía profundamente. “La felicidad, solía repetir, existe sobre
la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el
conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la
generosidad”
10
. Pero también, insisto, cuando se rinde culto al conocimiento,
como única forma de liberación del ser humano.
Por eso, al despedirme de esta respetada Alma Máter salvadoreña, de sus
educadores y educandos esforzados, lo hago con una exhortación que porta
toda la fuerza salvadora martiana, imprescindible para alentar a la conquista
de las alturas, a construir hoy la integración de Nuestra América: “Preservad
la imaginación, hermana del corazón, fuente amplia y dichosa. Los pueblos
que perduran en la historia son los pueblos imaginativos”
11
.
Perduraremos y venceremos. Muchas gracias.
9
. J. Martí, Vindicación de Cuba. En OC. t. 1. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
10
. J. Martí. Maestros Ambulantes. En OC. t. 8 p. 289. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
11
. Ídem.
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Libertad. Técnica digital, 8.5” x 11”. Rita Araujo. 2013.