Erquicia Cruz, José Heriberto. El elemento estético indígena y/o prehispánico en el patrimonio artístico salvadoreño
como expresión de la identidad nacional. Págs. 66-79.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i3.1166
URI: http://hdl.handle.net/11298/86
©Universidad Tecnológica de El Salvador
REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2012 AÑO 2, n. º 3, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
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Valero Lecha, aunque español de origen, fue cada vez más empapándose del
entorno salvadoreño; en sus obras produce una pintura impregnada por el ambiente
rural/indígena/campesino, desde mediados de la década de 1930 al decenio de
1950, con una clara idealización del mundo cotidiano de los habitantes de ese El
Salvador indígena/campesino. Por su parte, José Mejía Vides, con la influencia
de haber estudiado en México durante la década de 1920, se aboca a exaltar e
idealizar la belleza étnica; visita las comunidades indígenas, en especial
Panchimalco, de donde capta la naturaleza y la fisonomía del indígena en su medio
habitual. También lo harían Julia Díaz y Noé Canjura, expresando en su arte esa
ruralidad campesina/indígena, y que se volvería la realidad mestiza. Cuando estaba
por finalizar la década de 1940, justamente en 1948, Toño Salazar, el caricaturista
salvadoreño, elabora bocetos con imágenes humanas que representan a personajes
indígenas que parece que danzan entre símbolos del mundo prehispánico, como
extraídos de un códice indígena.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, habrá muchos artistas plásticos que
incluirán la estética indígena y los elementos prehispánicos en sus obras.
Justamente, Antonio Bonilla, en 1954, en su obra denominada “La Conquista”,
expondría en una especie de tríptico renacentista una escena que hace referencia
al encuentro sangriento de dos culturas: la europea y la mesoamericana,
apareciendo las figuras de los conquistadores españoles como vencedores y los
indígenas como vencidos, quizá emulando aquellas estampas de los códices
indígenas elaboradas por los “indios amigos”, acompañantes de los
conquistadores. Por su parte, Camilo Minero mostraría en su obra a los más
desposeídos, aquellos que la sociedad ha excluido y que muchas veces serían esos
campesinos en los que claramente muestra su etnicidad, abordado dentro de la
tendencia del realismo social (MARTE, 2009:22). Por otro lado, Carlos Cañas,
durante sus primeros trabajos, produjo obras enmarcadas en la corriente
indigenista. Además, en su obra abstracta se encuentran representaciones
prehispánicas de la cultura maya. Benjamín Cañas elabora una obra sin título, en
1969, la cual muestra un personaje principal maya prehispánico, el que carga sobre
sus hombros un enorme yugo; alrededor de él hay varios elementos prehispánicos
mayas: rostros de mujeres y hombres de perfil maya; sus colores recuerdan los que
se utilizan en la cerámica elaborada del mundo prehispánico. Raúl Elas Reyes, por
su parte, abordó el abstraccionismo geométrico inspirándose en la escritura maya,
explorando su carácter abstracto, en su obra “Jeroglíficos” de 1974 (Cea,
1986:159).