Hernández Moncada, Mariella, & Regina Campos, Melissa. Formas y significados del vestido en una sociedad
posmoderna: el caso de San Salvador. Págs. 45-68.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i2.1152
URI: http://hdl.handle.net/11298/81
©Universidad Tecnológica de El Salvador
REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2010 AÑO 1, n.º 2, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
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Formas y significados del vestido en una sociedad
posmoderna: el caso de San Salvador*
Mariella Hernández Moncada
Melissa Regina Campos
Entre las formas de cultura creadas por el ser humano en sociedad está el modo
de vestir, y, a pesar de que necesidades funcionales del vestido varían de una
sociedad o región a otra al encontrarse presente en todas y cada una de ellas, esto
lo vuelve un hecho universal. Ciertamente, la vestimenta surge con la básica
finalidad de dar respuesta a la necesidad de abrigo. Y si el uso de la vestimenta
es universal, lo que la hace diferente en cada grupo humano es el desarrollo
independiente de sus propios patrones, llegando incluso a ser uno de los fuertes
rasgos identitarios de cada grupo social. Así, el estudio del vestido no puede
separarse del entorno cultural al cual pertenece, pues sus formas básicas se
aplican a unos cánones o normas impuestas por la cultura misma.
Vestirse para...
Desde sus más remotos orígenes, el simple acto de vestirse se ha presentado como
una necesidad de abrigo, y que para ello los humanos hoy y en el pasado han
procurado vestirse según sus necesidades medio-ambientales y preferencias. Esto
parece algo “evidente”, que no merece reflexión. Sin embargo, desde el punto de
vista antropológico, una característica importante de la vestimenta es que las
formas culturales de su uso han condicionado la necesidad de hacerlo. Una
prueba de este fenómeno es la diversidad de formas que toma el vestido según
los sistemas prácticos que señalan qué ropa ponerse y cuál no, cuándo usar ciertas
prendas o quiénes deberían usarlas según sectores, edades y géneros. Así, existen
“ropa de ricos” (según marcas), ropa de pobres (“bajera”, de imitación), ropa
femenina y masculina (blusa y camisa), también hay ropa “apropiada” para niños,
para adolescentes, para adultos y para ancianos.
* Resumen de la tesis para optar el grado de Licenciatura en Antropología.
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Lo cierto es que, apenas empezamos a reflexionar, observamos la red de
significación implícita en la vestimenta. Si es considerada “buena” o “mala”;
“vestirse bien”, es decir, tener acceso a toda clase de ropa y ornamentos “caros”;
o bien, de acuerdo con normas culturales de combinar las prendas con el cuerpo,
el tiempo, el espacio y el contexto. Vestirse “mal” porque lo hace sin cumplir
estas normas, o porque sus ropas son “baratas” y de “mal gusto”. Vestirse para...
Más que descifrar el por qué la causa por la que la gente se viste, es
importante resaltar para qué, pues esta fórmula indica la relación del vestido con
un sinfín de hechos sociales propios de la cultura, lo ulterior al vestido. Más que
un pedazo de tela, a este se le imponen las normas culturales de un grupo
determinado. Las categorías sociales que dan forma al material textil para
convertirlo en vestido están presentes de una manera tan silenciosa que no se las
percibe como tales. Por eso como ya se ha señalado es que se considera el
acto del vestir como un hecho “normal”.
El vestido no se usa solo para cubrirse. En este medio sociocultural se puede
afirmar que la gente se viste para indicar el género, iniciar y mantener relaciones
personales o de negocios, marcar el sello de la individualidad, proclamar la
distinción y demostrar la pertenencia a un grupo, señalar el status social, reforzar
la autoestima y ganar reconocimiento, manifestar una preferencia política,
demostrar creencias religiosas, transmitir seguridad, expresar sentimientos
morales, como medio de propaganda comercial, jactancia de riqueza, designar
oficios o profesiones, como instrumento de seducción y cortejo, etc.
La mirada del otro
El otro es una mirada de la cual soy objeto. Jean
Paul Sartre
La mirada es hoy el sentido hegemónico de la vida social urbana. La gente se
viste cayendo en la cuenta de que está presente ante otros. Ante esa mirada del
otro se configura su exterioridad como expresión de lo que es. La gente entonces
constituye una “identidad” desde la alteridad, desde la mirada del otro que lo
objetiva, que le otorga consistencia a su ser. El vestido es un texto, (un discurso)
que debe ser leído, que se dirige a alguien. En la esencia de la ciudad se ha
detectado una fuerte tendencia a “mirarse” con diferentes proxemias, según el
lugar. Los centros comerciales que sobreexponen el nuevo espacio social es
donde se hace más evidente esta “cultura visual”, pues son los escenarios donde
se representa el vestido como espectáculo que lucir.
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El lenguaje de la vestimenta es asimilado por medio de la vista. Al ser un código
visual y espacial, y al estar fuertemente condicionado por la mirada de los demás,
el vestido se advierte como una envoltura expresiva y significativa del sujeto,
permitiendo entonces afrontar la mirada de los otros. En algunos casos busca
complacerla y, en otros, desafiarla. El vestido señala además la actitud hacia los
demás. Vestirse implica hacerlo en el marco de las relaciones sociales con los
demás.
Vestimenta y seducción:
“Sex in the sívar”
Si el vestir es una invitación al diálogo, es más precisamente al diálogo que se
busca. Por lo tanto, existen estrategias a través del vestido como medio expresivo
para competir con éxito en el mundo de la seducción. En la socie-
En la sociedad salvadoreña, exhibirse a través de la forma de vestir es un medio para destacar partes del
cuerpo que se califican como” deseables” y que son importantes para los rituales de cortejo.
dad salvadoreña los rituales de cortejo amoroso se caracterizan por que las
mujeres, al alcanzar la edad núbil, ven prolongarse su adolescencia en la que
deben exhibirse, pavonearse y adornarse con sus mejores galas para resultar
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“deseables”. Mientras que los hombres se limitan a contemplarlas y no tienen
tanta “obligación” de esmerarse en su arreglo personal o seguir la moda.
El vestido, como medio de seducción en el caso de las mujeres, muchas
veces está relacionado con el hecho de “mostrar” sus atributos físicos. Poseer “un
buen cuerpo” constituye uno de los grandes ideales asociados a la feminidad. La
búsqueda de una relación amorosa se hace, entonces, por medio de la valoración
de los signos de la vestimenta como un medio que permite destacar las formas
físicas. El sistema de la moda está al servicio de las relaciones de seducción y
dicta los modelos específicos para dicha acometida, creando el “vestido seductor”
femenino (prendas ajustadas al cuerpo, grandes escotes, pantalones de talle bajo,
uso de telas semitransparentes, shorts, minifaldas); y masculino (los símbolos de
estatus para poner en evidencia su carácter de ser un “buen partido”).
Sin embargo, existe una ambivalencia: mientras que por un lado se incita a las
mujeres a ser atractivas, a cuidar su cuerpo y mostrarlo como signo de su belleza;
por otro, puede acusárselas de “provocativas”, “fáciles” o “zorras”. Además, los
signos tradicionales de lo masculino y lo femenino, en cuanto a vestuario y
ornamentos se refieren, tienden a intercambiarse alimentando el tema de lo
andrógino, reinventando así el concepto de viril. El hombre “metrosexual”, que
al igual que la mujer suele estar inmerso en la cultura de la moda, cuida su look
y es asiduo a los salones de belleza.
Los ajuares de la ideología:
¡El pueblo, bien vestido, jamás será vencido!
La esquina “del Frente” —como se le conoce popularmente está ubicada sobre
la calle Rubén Darío. Esta esquina se especializa en comercializar artículos
propios de la cultura de “izquierda”: música de protesta, películas y documentales
de la “guerra”; camisetas del Che Guevara, de monseñor Romero, de Shafick
Handal; pulseras, llaveros, pañoletas, bolsos, gorras, etc.; todas portando un
estampado o bordado de los llamados “símbolos globales y locales del
antisistema”.
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Símbolos antisistema. Son
aquellos personajes, logotipos,
palabras, dibujos, etc., que
representan la oposición al y
disconformidad con el sistema
capitalista, la globalización y el
neoliberalismo en un carácter
mundial; y a las políticas
gubernamentales del partido en el
poder en un carácter local.
la indumentaria puede expresar también la afiliación política y el
carácter de militancia o simpatía por una institución política.
Símbolos globales.
Rostros de personajes emblemáticos: Che Guevara, Fidel Castro, Bob Marley,
Hugo Chávez, subcomandante Marcos, entre otros; banderas y símbolos de
países: Venezuela, Cuba; la hoz y el martillo.
Símbolos locales.
Rostros de personajes: monseñor Romero, Shafick Handal, Farabundo Martí; las
letras blancas sobre un fondo rojo con las siglas “FMLN”.
Estas prendas se encuentran diseminadas por todo el centro de San Salvador. Sin
embargo, también pueden encontrarse en Plaza Mundo y en La Gran Vía. Esto
no provoca una reacción de rechazo entre otras personas, es considerado hasta
cierto punto normal. De hecho, algunas tiendas comercializan camisetas de Bob
Marley (símbolo antisistema asociado también al rastafarismo). En otro nivel
social, es decir, más elevado económicamente, las prendas que se comercializan
tienen un coste más elevado y usan mayoritariamente los símbolos globales y no
los locales. El uso de prendas “antisistema” expresan tres cosas: 1) descontento
con las políticas gubernamentales y rechazo a las corrientes neoliberales; 2)
adhesión a una alternativa global que rechaza el capitalismo y la globalización, y
3) atracción psicológica a una imagen que seduce y genera sentimientos
“revolucionarios”.
Vestiduras religiosas:
“Señor, perdónalos porque no saben lo que visten”
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Tradicionalmente en El Salvador la asistencia a la ceremonia religiosa se ha
caracterizado por el recato y la elegancia. De ahí podemos decir que las que
llamamos “vestiduras religiosas” tienen un carácter utilitario: se usa para la misa
o para el culto. La fe católica tiene principalmente el velo negro de las mujeres,
el chal y accesorios tales como escapularios, medallas y rosarios como prendas
exclusivamente religiosas. No olvidando los vestidos de primera comunión, de
bautizo, de boda y de velorio, entre otros.
La iglesia católica, en tiempos recientes, ha hecho de la camiseta un instrumento
de identificación entre sus miembros, especialmente de movimientos
parroquiales, quienes de manera independiente mandan a hacerlas solo para uso
de sus miembros, sin perjuicio que
puedan regalarlas a personas amigas.
Se ha hecho común también portar
camisetas con la imagen de
“Monseñor Romero”, mártir de la fe
católica. Su imagen se comercializa
junto a la imagen de la Virgen María,
de Cristo, de diversos santos, de Juan
Pablo II, etc. Monseñor Romero o
al menos su uso en prendas de vestir
tan generalizado representa una
conjunción entre política y religión:
“Entre Cristo y el Che, hace de
árbitro monseñor”.
Por su parte las iglesias pentecostales
han hecho lo propio: camisetas que
identifican a los miembros del
“Castillo el Rey”, “Iglesia Peniel”,
“Hombre de Cristo”, León de Judá”,
que se comercializan en diferentes
locales, tanto de Plaza Mundo como
del Centro de San.
Salvador. Los “evangélicos” pueden
llevar sus signos distintivos a extremos insospechados. Dos casos merecen
mencionarse: el de la iglesia Elim y el del Tabernáculo Bíblico Bautista.
Las religiones han hecho de la comercialización
de camisetas una insignia de sus adeptos
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La iglesia Elim ha llamado durante años la atención de los salvadoreños. Un solo
detalle les caracteriza: el uso del pañuelo blanco en la cabeza por parte de las
mujeres. En los hombres suele notarse una especie de “orden” en la disposición
de su ropa: camisa manga larga siempre por dentro, pantalón de vestir, zapatos
de vestir; las mujeres, falda muy por debajo de las rodillas y su pañuelo blanco
en la cabeza.
El Tabernáculo Bíblico Bautista ha sido bastante más agresivo al distinguir a sus
miembros a través de prendas propias de su Iglesia: las mujeres usan falda celeste
debajo de las rodillas, blusas con una cinta roja atada al cuello, manga larga, y un
pin propio de la Iglesia; algunas llevan un pañuelo rojo en el cuello. Por su parte,
los hombres usan saco y corbata y el pin. Las dos grandes religiones que existen
en El Salvador han usado la vestimenta como un medio de identificación de sus
miembros.
Vestirse para el éxito:
“El hábito sí hace al monje”
Desde que el niño está en la más temprana etapa de escolaridad aprende a
relacionar profesiones con vestiduras propias de cada una. Sin embargo, en una
sociedad posmoderna donde surge innumerable cantidad de nuevos oficios las
costumbres se relajan en algunos casos y, en otros, se tornan rígidas. Este tipo de
asociación oficios-uniforme se torna poco práctica. En nuestros días existen
asociaciones relacionadas con la vestimenta y con el trabajo. Estas asociaciones
podrían ser de éxito o de fracaso.
La cultura occidental ha hecho de la vestimenta un elemento fundamental del
trabajo, en algunas ocasiones es más importante esta que el trabajo mismo. Suele
asociarse mucho el “éxito” en los negocios con el vestido, e incluso se ha acuñado
la frase “vestirse para el éxito”. El éxito material y sus correspondientes símbolos
se convierten, en esta sociedad, en una verdadera obsesión. En otro sentido, el
“vestirse para el éxito” se asocia con responsabilidad, seriedad, limpieza, que es
lo que la persona menos favorecida en la escala social puede aprovechar para
ocupar un lugar en el mundo del trabajo. Las asociaciones de carácter negativo
tienen que ver con desorden, descuido, suciedad, irresponsabilidad; falta de aseo
en la ropa y en el cuerpo, falta de gusto al combinar las prendas. El uso
inapropiado de la vestimenta se asocia con los defectos arriba mencionados; y
que se cree que trascienden a la esfera laboral. Así: buen vestir = buen desempeño
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laboral = éxito = riqueza; mal vestir = mal desempeño laboral = fracaso =
pobreza.
Aparentar “pobreza” puede incluso ser criminalizado, tanto por la sociedad como
por el Estado mismo. Quien viste mal (sucio, pobre, desordenado)
frecuentemente no es sujeto de lograr un trabajo, no consigue pareja, no recibe
buena atención y es visto como sospechoso por la policía y es asediado por los
vigilantes de centros comerciales, etc.
La librea moderna: logos, cintas, pines y colores. La empresa y sus
formas de herrar
En la sociedad posmoderna se hace especialmente palpable la diferencia entre
empleador y empleado. Existen reglas en cuanto a la vestimenta, que el empleado
tendrá necesariamente que obedecer. Estas pueden ser dos tipos:
a) Reglas relativas a cómo llevar la vestimenta y b) Prohibiciones en cuanto a la
vestimenta misma. Las reglas tradicionales del vestir en el trabajo referido al
trabajo de oficina, tradicionalmente han hecho hincapié al uso de un uniforme,
la disposición del cabello y el arreglo personal. En hombres: camisa manga larga,
corbata, zapatos lustrados, pelo corto, no barba, limpieza general. En mujeres:
traje “sastre” o “vestido”, zapatos de tacón, cabello muy bien peinado, no
maquillaje escandaloso, no dar impresión de demasiada sensualidad, limpieza
general.
Actualmente se habla de que el trabajador refleja la imagen de la empresa. Con
base en esta nueva forma de ver la relación de trabajador y vestido, el mundo del
comercio ha ligado los colores y emblemas de la empresa al cuerpo del
trabajador. Así pues, la empresa privada ha hecho de la camisa o camiseta no solo
parte de un uniforme, sino además un medio de proyección y propaganda. El
empleado se convierte así en “anuncio ambulante”. Otra costumbre generalizada
en nuestro medio consiste en que las camisetas, camisas y gorras suelen
elaborarse en masa y regalarse a los empleados en fechas como Navidad. De esta
manera la “imagen” de la empresa sale del ambiente meramente laboral y pasea
por todos los rincones del gran San Salvador.
En la escala laboral, quien ocupa el lugar más “bajo” tendrá un uniforme con
características particulares; y revela intencionalmente su lugar dentro de la
pirámide organizacional. Los empleados de limpieza y las empleadas domésticas
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usan un uniforme de características universales. Generalmente su uso se vuelve
obligatorio en el lugar de trabajo. Así, más importante que el orden, el decoro y
la “seriedad” es la identificación que el cliente haga del empleado con la empresa,
el lugar que el empleado ocupa dentro de la cadena alimenticia organizacional.
El empleado debe estar consciente de su condición de subalterno y usar los
símbolos que lo acrediten como tal.
Las prohibiciones, en cuanto a la vestimenta en el lugar de trabajo, algunas son
de carácter tradicional y generalmente obligatorias, algunas dependerán del
capricho particular de cada empresa. En los hombres: uso de cabello largo, falta
de corbata, no tatuajes, etc. En las mujeres: no mostrar en demasía el cuerpo, no
sensualidad, etc.
División social: el estilo, lindero de clase
La ropa que usamos expresa en gran medida nuestra capacidad adquisitiva. En la
sociedad neoliberal y posmoderna las personas se dividen de acuerdo con el
grado de “éxito” que se expresa en cuatro símbolos: a) lugar y calidad de
residencia (posesión de bienes inmuebles), b) personas y lugares que se
frecuentan, c) ropa que se usa y d) posesión de bienes muebles: vehículos,
electrodomésticos, artefactos tecnológicos. El éxito, pues, se expresa a través de
la vestimenta, lo que lleva a que algunas persona “simulen” su posición dentro
del sistema, es decir, a aparentar a través de la vestimenta tener más de lo
que realmente tienen.
No obstante, las personas entrevistadas hacen énfasis en que buscan “calidad” al
momento de adquirir una prenda. Calidad es el término general que se usa para
describir características deseables en un producto. La significación de este
término varía de persona a persona, aunque en términos generales esta se asocia
con: a) sensaciones físicas que produce en la persona, b) lugar donde se compra
y precio, y c) vida útil de la prenda.
Las marcas y las tiendas
La Gran Vía, el centro de San Salvador y Plaza Mundo constituyen centros
proveedores de ropa para estratos sociales bien definidos y con características
propias. La Gran Vía es uno de los centros comerciales donde las personas con
mayores ingresos suelen comprar. En esta destacan dos tiendas: Simán (que
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ofrece las marcas Tommy Hilfiger, Lacoste, Polo, Ann Taylor, Gap, Liz
Clairbone) y Zara, que su estilo es más “juvenil” y los diseños de sus prendas
son menos “serios” y se asocia con un estilo “europeo”. Ambas tienen como
mercado meta a personas con cierto poder adquisitivo.
En el centro de San Salvador existen locales propiamente dichos donde se vende
ropa. También en la calle o lo que comúnmente se conoce como “metrosuelo” o
“el agachón”, que domina la venta no solo de ropa, sino también de todo el
comercio informal en el centro; y las tiendas de ropa usada. Además, los
mercados y los “mercaditos de pulgas” proveen de vestido a las personas. La ropa
que más se vende en el centro de San Salvador es la “china”, la cual es “ropa
pirata”. Gracias a la ropa “china” un joven de escasos recursos puede vestirse
“juvenil” y “a la moda”, invirtiendo una módica cantidad.
Plaza Mundo se ha convertido en centro de consumo para la sociedad soyapaneca
e ilopanense, además de atraer personas de San Martín, Cojutepeque, San Rafael
Cedros, entre otros. La tienda Prisma Moda es uno de los principales centros de
abastecimiento. Recientemente Carrión se ha convertido en otro proveedor
importante. La calidad de prendas que se encuentran en estas tiendas es inferior
a la de sus similares en otros centros comerciales.
La ropa usada (USAda)
No cabe duda de la importancia del mercado de ropa usada en los últimos años
no solo como una solución a la necesidad del vestido, sino que ha permitido a un
gran porcentaje de la población a integrase al proceso de globalización. Esta tiene
un efecto igualador: las personas de ingresos elevados llevan ropa “de marca”, a
la que los pobres solo pueden tener acceso si es de segunda mano. El resultado
es que una joven de una familia pobre es visualmente igual a la de una familia de
clase media, pues sus diferencias se ven reducidas al menos en un plano
simbólico
La ropa usada forma parte de la globalización del consumo, se importa en fardos
(paquete o saco grande con cierto número de piezas), tanto de prendas interiores
como exteriores. Estos fardos proceden de Estados Unidos, y hay empresas que
se dedican a distribuirlos a las tiendas de “ropa americana”. La ropa usada hace
papable dicha globalización. Sin esta ropa el porcentaje de la población que
participaría en el proceso sería menor, pues la ropa usada preferida es la que “ven
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por TV” en las series estadounidenses. Películas de Hollywood o las telenovelas
mexicanas proporcionan modelos y fuentes de inspiración para el vestir. La ropa
usada permite a la gente de bajos ingresos tener acceso a prendas que según
ellos “solo los ricos pueden comprarlas nuevas”.
El mercado de ropa americana ha crecido notablemente en el centro de San
Salvador. Esto se debe principalmente a la gran demanda de esta clase de ropa.
En tiendas grandes como la “Mega Boutique” puede verse, desde tempranas
horas (mucho antes de que abran la tienda), gran cantidad de revendedores
esperando abastecerse de prendas. Gracias al comercio de este tipo de ropa, gran
cantidad de personas han tenido la sensación de haber ascendido de estatus. Este
hecho no es consecuencia de un crecimiento económico ni de la reducción de la
pobreza, sino de la globalización del comercio y de la reciente disponibilidad de
bienes de alto contenido simbólico, los cuales han hecho que aquellas diferencias
“marcadas” de clase, que revelaban los orígenes sociales de una persona a partir
del vestir, se hayan vuelto menos evidentes.
División por edad:
“Busco un sweater de viejito”
La sociedad posmoderna hace especial énfasis en la edad de las personas al
momento de clasificarlas y asignarles papeles. Estos pueden también hacerse
evidentes en la vestimenta que el sistema ha asignado como manifestamos
arriba a cada edad. El estilo “juvenil” ocupa un lugar destacado en el mercado.
La juventud es una característica deseable por las personas en general. De hecho,
se dice que actualmente existe un “culto a la juventud”. Esta se asocia con dos
cosas: 1) salud y vitalidad y 2) goce pleno de la sexualidad. El vestirse “juvenil”,
entonces, reporta un valor agregado a la persona y la hace acreedor de ventajas
sociales, principalmente en el plano sexual. Sin embargo, existen sanciones
cuando el individuo cruza la frontera que divide al ser humano por edades.
La sociedad posmoderna ha sido relativamente flexible en este criterio de
división. Hoy en día se acepta que adultos de mediana edad puedan vestirse
“juvenilmente”, incluso se ha creado todo un mercado para conservar la juventud
el mayor tiempo posible: gimnasios, suplementos vitamínicos, cremas,
cosméticos, cirugía, etc.
División sexual:
“Rosado para niña, celeste para niño”
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En una cultura tradicionalmente conservadora como la salvadoreña los papeles
masculino y femenino se expresan a través de la vestimenta, que crea
determinadas actitudes en cuanto al papel de “hombre” o “mujer”. Existen
prendas tradicionalmente masculinas y prendas tradicionalmente femeninas. El
uso de las prendas propias para cada género y los usos y comportamientos que la
sociedad espera definirán el carácter hombre o mujer. La violación de estos
papeles código atrae una sanción social que condena al trasgresor, atribuyéndole
una calidad que varía de acuerdo con el género; pero siempre trae un cierto grado
de marginación, burla e incluso violencia.
Para el caso de la mujer, existe una clasificación “moral” que se debe dejar ver a
través de la vestimenta. Es una clasificación referente a la moralidad sexual. En
El Salvador se usan las palabras honesta y deshonesta para esos propósitos. La
“deshonestidad” en las mujeres es asociada con la ligereza en las costumbres
sexuales y con el ejercicio de la prostitución. La sociedad posmoderna, no
obstante, ha mostrado una apertura progresiva en cuanto estratificación de
géneros, puesto que existen ahora prendas de mujer que pueden vestir los
hombres y prendas de hombre que pueden vestir las mujeres. Claro, cada prenda
respeta un estilo específico para cada género.
Tendencias posmodernas del vestir
Moda reguetón: el blin de la
remesa cultural
Estilo relacionado con un tipo de música (reggae, un género musical de origen
jamaicano). Aunque no tiene su origen en ella, ha hecho las delicias de los
salvadoreños en la última década. El estilo reguetonero se asocia en gran medida
con pandillas y tiene la pobreza y la marginación urbana como fuente primigenia
de los símbolos que ostenta. La sociedad salvadoreña de la posguerra se
caracteriza precisamente por la gran cantidad de salvadoreños que residen en los
Estados Unidos y que hacen del envío de remesas el principal soporte económico
del país. Estas remesas no solo son económicas, sino también culturales, por lo
que el estilo reguetonero probablemente sea producto de la adhesión del
“hermano lejano” a estos estilos vigentes en ciudades como Los Ángeles o Nueva
York.
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El estilo reguetonero goza de
popularidad, principalmente en
sectores llamados “populosos”
del gran San Salvador. En
Soyapango e Ilopango puede
notarse una preferencia singular
por esta manera de vestir. Sin
embargo, en La Gran Vía no es
común encontrar jóvenes
vestidos con estas características.
De hecho, no se ven.
El reguetón, versión latina del hip
hop (como estilo de vestir) tiene
dos connotaciones: a) en su
estado puro refleja el éxito
material al que pueden acceder
las clases marginadas. Sin
importar cómo, se hacen
acreedores del éxito económico y ostentan al máximo estos símbolos. Joyas,
autos, licor y mujeres son sus aspiraciones. Su filosofía de vida consiste en gastar
la mayor cantidad de dinero en una noche. Su lema: “El dinero nos hace iguales”;
b) en su estado “salvadoreño” es producto de la asimilación cultural que el
“hermano lejano” hace del estilo más marginal de la sociedad estadounidense, y
que “remesa” (envía) esa tendencia a sus compatriotas.
Moda yuppie: los “esen boys” a la vanguardia
de la moda
La aspiración y fin último del yuppie (acróstico de young urban professional o
“joven profesionista urbano”) es el éxito profesional a través de la escala de
posiciones dentro de la pirámide organizacional de la empresa. Es sumamente
competitivo, condiciona su forma de vestir y de actuar conforme al código de la
cultura empresarial propia de cada país. El éxito profesional se evidencia en
Este estilo es un reflejo de la importación de modas,
basado en un género de música: el reguetón.
Hernández Moncada, Mariella, & Regina Campos, Melissa. Formas y significados del vestido en una sociedad
posmoderna: el caso de San Salvador. Págs. 45-68.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i2.1152
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la adquisición de los símbolos
que la sociedad actual ha asignado
a ello: ropa de marca de elevado
coste y comprada en tiendas
exclusivas o en el extranjero,
autos de modelos recientes,
accesorios tecnológicos de
vanguardia y elevado coste; el uso
de servicios financieros, tales
como tarjetas de crédito,
asiduidad a restaurantes
exclusivos, clubes, etc.; consumo
de cuanto artículo el mercado
pone a su disposición y adhesión a
las modas no solo en el vestir, sino
también culturales, etc.
El yuppie salvadoreño ha hecho
espacio de convivencia y esparcimiento los centros comerciales, especialmente
dos: Multiplaza y La Gran Vía, lugares donde suelen reunirse y hacer vida social.
En la esfera
laboral el yuppie respeta el código que la cultura organizacional
impone. La desviación de este a las reglas le hace acreedor del ostracismo por
parte de quienes le rodean en ese ambiente, y lo hacen “no elegible” para la
consecución de los tan anhelados” ascensos. El estilo que se debe seguir en la
esfera laboral debe ser sobrio, conservador (excepto en sectores específicos,
como es la publicidad).
En actividades especiales, principalmente de la empresa, el yuppie mantiene su
tendencia a mostrar la imagen del “éxito”. Es una esfera muy importante dentro
del mundo empresarial, se considera la asistencia de carácter obligatoria y es
campo de acción útil para el desempeño de sus funciones para con la empresa.
Los actos en cuestión sirven principalmente para realizar “cabildeo
organizacional”. En ellos se atan los ascensos, se cierran negocios, se hacen
contactos e inclusive se corteja y seduce.
El yuppie se expresa a través de las marcas. Básicamente nos dice dos cosas: 1)
Su estilo particular: conservador y “serio”. Algunas yuppies hacen del uso de
ropa de Zara su manera de expresar preferencia por el estilo “europeo”. De hecho,
Este estilo es un reflejo de la importación de modas, basado
en un género de música: el reguetón.de éxito a través de su
vestimenta.
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algunos llegan al extremo de compran su ropa en Europa, y se jactan de usar
marcas desconocidas en el país, como H&M. 2) El coste de la prenda y el lugar
donde se compra es directamente proporcional al éxito material que posee. Mayor
precio = mayor éxito = mayor prestigio. Es impensable para un yuppie el uso de
“ropa usada” o ropa nueva comprada en locales del centro de San Salvador.
Moda pussy:
“in & out”, el mundo según el adolescente
El estilo pussy es uno que, al igual que el estilo yuppie, intenta expresar el grado
de éxito material que se posee. Este estilo pertenece exclusivamente a
adolescentes. El pussy es un adolescente obsesionado por la moda (fashion
victim) y por la posesión de objetos materiales, además de depender su autoestima
de la opinión de las demás personas, catalogándolo en categorías como “in &
out” dependiendo de la forma en que se viste, los grupos a que pertenece y la
apariencia o no de poseer riqueza. Su “onda” es lograr la admiración de sus
compañeros de colegio, que todos quieran ser sus amigos aunque sea él quien
escoja a sus amistades. Dan especial importancia a la belleza física acorde al
modelo occidental.
El pussy está al tanto de la moda, y su estilo es mutable. En realidad, no tiene un
estilo definido; él depende de la moda en vigencia, y en una sociedad posmoderna
la moda es mucho más transitoria.
Moda bohemia:
“Nosotros los cultos, los intelectuales”
Estas personas expresan, a través de la
totalidad de su vestir o con algún
aditamento o accesorio en su cuerpo, su
oficio de artista, intelectual, humanista o
miembro de una ONG, universidad o
simplemente su pretensión de serlo. Este
estilo en el vestir representa una posición
antisistema, no en cuanto a una posición
política, sino más bien en contra de un
sistema tradicional de usos y costumbres,
que en opinión de muchos tiende a
uniformizar a la sociedad, negando las
Estas personas expresan por medio de su estilo de
vestir su oficio de artista, intelectual y humanista.
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diferencias que, en un mundo globalizado, se acentúan y persisten, que no pueden
ser obviadas. Si se quisiera resumir en pocas palabras esta aspiración, sería así:
“Yo soy diferente”. Comparten una característica común: se niegan a participar
en el juego laboral tradicional y su rigidez en cuanto a la vestimenta.
En el centro de San Salvador puede encontrarse camisas hechas de manta, las
prendas con motivos “chapines”, collares hechos a mano, por parte de artesanos,
ya sea de piedras, tallados en madera o resina, y cuyos motivos van desde
animales, indígenas, religiosos hasta símbolos diversos, prendas teñidas con añil,
etc. Una tendencia de reciente aparición en el país es la que ostentan muchos
artistas jóvenes, especialmente artistas teatrales, que ha desarrollado un estilo no
original, sino apegado a una manera de vestir propia de artistas callejeros con
orientación al payaso y al circo. Una combinación de teatro y circo, que tiene
como escenario las calles y hace uso de técnicas como el malabarismo, el payaso,
los zancos y otros. Estos jóvenes usan ropa de colores llamativos, holgada,
comprada generalmente en tiendas de ropa usada.
Rockers:
Fenastras, la pasarela del rock en San Salvador
El rocker no deja de estar
presente en la globalizada
sociedad salvadoreña. Más que
ser considerado una “moda”,
quiere ser considerado como
portavoz de un “estilo de vida”,
estilo que es de los pocos que
tienen en un “género musical” su
raíz y su por qué. El rock (género
musical de ritmo marcado,
derivado de un mezcla de
diversos géneros de música
folclórica estadounidense) desde
sus comienzos ha adoptado una
actitud contra-sistema”, no
contra valores políticos sino contra los valores sociales y culturales de sistemas
sociales tradicionalmente cerrados, que niegan diferencias y que imponen al
joven estilos de vida no acordes a la realidad que le ha tocado vivir. El rocker ha
Más que ser considerado una moda el “rocker” es un estilo
que encierra una actitud de desafió a las normas sociales
establecidas.
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desarrollado un sentimiento de pertenencia a su “comunidad” y aspira a: 1) tener
un espacio donde se le respete y logre desarrollar sus capacidades, manteniendo
su forma de vestir y sus costumbres y 2) reivindicar su “música”, encontrar un
espacio en el universo musical de El Salvador donde los músicos puedan crear
su obra, difundirla e incluso vivir de ella.
Se ha logrado, a través de la investigación de campo, identificar tres grupos
importantes que diferencian a los rockers: 1. Rocker auténtico, que es aquel que
interioriza los valores propios del rock como cultura. 2. Rocker ocasional, aquel
que, si bien se adhiere a los usos y costumbres de la cultura rock, no interioriza
los valores de esta. 3. Los rockers light. Son aquellos que pertenecen a clases más
acomodadas y suele vérselos en centros comerciales. Compran las prendas
propias del rock, pero en tiendas especializadas donde los costes son mayores, o
las adquieren en el extranjero. Compran discos originales, no piratas. No asisten
a los conciertos en Arena El Salvador, sino en Multiplaza o los establecimientos
nocturnos de San Salvador, por ejemplo Malibú.
Algunas características de la vestimenta del rocker son: camisetas negras
impresas con la portada del algún disco de ciertos grupos de rock, botas Harley
o similares, chaquetas de cuero negras, tatuajes, cabello largo. Accesorios:
pulseras negras, colgantes, llavero de cadena. En mujeres: labios y uñas pintados
de negro, camiseta negra al igual que los hombres.
Tendencias emergentes:
emos, rastafaris, neopunk y góticos:
uñas negras, suicidas y marihuana. Los hijos de la sociedad del 2000
La sociedad globalizada ha dado lugar a la exportación de una innumerable
cantidad de tendencias y estilos de vida. A escala global, podemos decir que
existe un estilo de vida para cada persona del planeta. Algunas de estas tendencias
son: neopunks, emos, rastafaris, lolitas, fanáticos del anime, góticos, entre otros.
La característica común de estas tendencias es la ausencia de sesgo político y de
reacción contra la sociedad tradicional. Tienden a ser más conformistas y buscan
“vivir la vida”. En casos extremos pueden llegar a ser cerrados en la aceptación
para con los demás.
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Emos
Esta tendencia da especial importancia a la apariencia física y a la vestimenta.
Cabe decir que un verdadero emo solo puede pertenecer a clases sociales
“privilegiadas”, pues sus accesorios son de coste elevado y su estilo de vida
tiende más a la evasión y a “vivir la vida”. Algunas características de estos son:
apariencia andrógina, la vestimenta, muy ajustada al cuerpo, para hombres y
mujeres no tiene mayor variación; uso de mbolos: calaveras, grilletes y
corazones flechados; prefieren los colores rosado y negro; zapatos tenis estilo All
Star, pero deben lucir gastados; prefieren los de marca Van (bastante caros); pelo
largo (no demasiado), liso dispuesto de manera que caiga en el rostro y lo cubra;
delgadez extrema y altura mínima para hombres 1.70 m y para mujeres 1.60.
Rastafaris
En El Salvador encontramos algunos representantes de esta “moda” en centros
comerciales, aunque se les puede ver en diversos puntos de San Salvador.
Generalmente se asocian bastante con la venta en la calle de artesanías que ellos
mismos elaboran, y que ha tenido bastante éxito ante el comprador salvadoreño.
Ahora bien, no todo rastafari es artesano. De hecho, se les conoce popularmente
en esta faceta. Podemos identificar a los rastafaris a través de la combinación de
colores concordantes con la bandera de Jamaica: verde, amarillo, rojo y negro;
los símbolos de sus camisetas y demás prendas: la efigie de Bob Marley y la hoja
de marihuana, gorros amplios para cubrir las rastas, cabello en forma de rastas;
look playero: short o bermuda, camiseta con los motivos antes señalados,
morrales con los colores correspondientes, sandalias, pulseras y colgantes de
colores vivos y llamativos con el símbolo de la hoja de marihuana. Suelen usar
piercing (perforaciones).
Neopunks
Recogen la parafernalia del punk tradicional, aunque dejan de lado el color negro
y los accesorios militares. Es un estilo asociado a un género musical, el punk. Y
aunque su temática aborda temas de carácter social, está bastante alejado del
espíritu “contestatario” de la versión original de este. Actualmente en El Salvador
existen algunos grupos que tocan este género de música y organizan “conciertos”
en pequeños establecimientos de reciente inauguración. Es el caso de antros
como “Kamikaze” o “Tequileros”. Sus miembros son pocos, y es raro verlos en
la calle. Causan un asombro al salvadoreño común que, no acostumbrado a las
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diferencias, prefiere ver de reojo y callar cuando algún joven de estos visita un
centro comercial.
Góticos
En El Salvador es raro encontrar una vestimenta gótica pura. Sin embargo, se
evidencia entre mujeres que suelen pintarse las uñas, los labios y las cejas de
negro. Algunas usan un exceso de base facial que les confiere una tonalidad
pálida. Es común que muchas mujeres rocker no se definan como tales, sino más
bien como góticas.
La picaresca:
“Busco novia coja, entre más coja mejor”
Las camisetas con mensajes “de doble sentido” se crearon en la década de los 80,
precisamente como souvenir. Los comercializaba la tienda “Nahanché”, ubicada
en Metrocentro, y no eran precisamente de doble sentido, sino más bien
caricaturas (horribles por cierto) que exaltaban los malentendidos valores
culturales salvadoreños: pupusas, fútbol, cerveza y cóctel de conchas. “Los
salvadoreños somos ‘cachimbones’”; “Los guanacos ‘echamos riata’”. Estas
camisetas eran creadas para el turista norteamericano o europeo, o para ser
enviadas como obsequio al “hermano lejano”.
Este tipo de prenda a través del mensaje de doble sentido que casi
exclusivamente tiene impreso refleja parte del sentir y pensar de la mayoría
silenciosa que conforma el pueblo salvadoreño. El contenido de sus mensajes
tratan, de un modo jocoso y hasta cierto punto simple, algunas realidades que
podrían agruparse así: mensajes de contenido sexual explicito, mensajes de
contenido político y mensajes exaltando el valor “cultural” salvadoreño. La ropa
picaresca en sí refleja un sentir de este pueblo, y trata de expresar una identidad,
cualidades y características. Es una manera de ver, de una forma “muy
particular”, lo que se considera esta cultura.
Conclusión
El Salvador se va convirtiendo, poco a poco, en un crisol que alberga un número
cada vez mayor de tendencias sociales, que adoptan determinados usos y
costumbres; y que reflejan el deseo de las personas de diferenciarse a través de
las particulares maneras de vestir de cada una de ellas. Todo esto va creando
paulatinamente pequeñas industrias que aportan a la economía familiar y que van
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convirtiéndose en un rubro importante de la economía nacional. Así mismo, esto
indica una tendencia cada vez mayor a cuestionar los valores tradicionales y a
buscar más apertura y aceptación de la sociedad; primero de las personas, luego
del Estado.
Finalmente, podemos decir que, si bien es cierto que cada sociedad tiene reglas
en cuanto a la manera de vestir y la ocasión en que se usen ciertas prendas,
también en una sociedad globalizada se debe aceptar que cada a es mayor el
grado de diversidad. Debe revisarse y estudiarse las actitudes que genera la
vestimenta en particular, y proponer soluciones que impidan la marginación o la
exclusión de las personas con base a su forma de vestir.
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