López Nuila, Jaime Alberto. Descubrimiento de América y del hambre y las enfermedades en el Nuevo Mundo. Págs.
93-100.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i1.1144
URI: http://hdl.handle.net/11298/64
©Universidad Tecnológica de El Salvador
REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2010, AÑO 1, Nº 1, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
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cuando se refiere al olor, al sabor, a la hermosura del fruto a la vista, puesto que
tales atributos existen. Hasta la descripción del efecto al tacto que hace de ese un
especial fruto, que no se aparta del ojo contemplativo que ve con carácter singular
la forma de la piña y su revestimiento, o superficie, tan particular.
¿Cómo puede explicarse, entonces, su versión de hambre y plaga que sostiene se
desata de repente en La Isabella? Cualquiera que sea la razón, lo cierto es que
tanto los españoles que llegaron en sus carabelas a la isla como los pobladores
nativos que ya la habitaban encontraban y disponían de todo lo que necesitaban
para su alimentación; y se ha comprobado que los recursos nutritivos propios de
la isla a la llegada de los españoles fueron el resultado final de un largo proceso
de contribución, mediante el trasplante de innumerables ejemplos del reino
vegetal, la mayoría con características y propiedades alimenticias propias de
tierra firme, de donde posiblemente llegaron los indios que Colón encontró en La
Española cuando se produce el descubrimiento.
La verdad es que la tal hambruna hasta los propios y reales acontecimientos se
encargan de desmentir, aún cuando durante los primeros seis meses después del
descubrimiento que, es de temer, fueron o debieron ser los más duros, por aquello
del proceso de adaptación después del conocimiento de aquel Nuevo Mundo, y
durante los que talvez sí sea cierto que se produjo desabastecimiento porque se
agotaron las provisiones originarias. En La Española se pudo disponer de varias
y muy calificadas fuentes de alimentación: lo que se conservó de las provisiones
primeras; lo que vino después; y antes de esos seis meses, lo procedente de
Sevilla como reaprovisionamiento; y finalmente, lo que se podía conseguir en la
isla, que nunca fue poco.
La dieta de los españoles en esos meses pudo haber estado compuesta por el filete
de jutía acompañado de casabe, que sustituía al pan de trigo español, puesto que
el casabe era justamente el pan de los pueblos originarios. También pudo estar
presente la iguana, que era junto al casabe el plato preferido de los pueblos
originarios de La Española. Estos limpiaban la iguana, la enrollaban y la ponían
en una cazuela del mismo tamaño que el animal, luego se hervía a fuego lento
sobre candentes palos. Se aprovechaban desde entonces, también, los huevos de
la iguana, que constituían un plato adicional al principal, que era su carne. Para
adaptarlos al gusto del conquistador, tanto la jutía como la iguana debieron ser
condimentadas con ajíes picantes, por ejemplo, o por otros productos de la