Gallardo, Roberto. El origen de la identidad salvadoreña. Etnicidad en la antigua Villa de San Salvador. Págs. 101-116.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i1.1145
URI: http://hdl.handle.net/11298/74
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REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓOT, 2010, AÑO 1, Nº 1, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664
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El origen de la identidad salvadoreña.
Etnicidad en la antigua Villa de San Salvador
Roberto Gallardo
Definiciones de identidad y etnicidad
Para desarrollar este ensayo es necesario exponer algunas definiciones de
identidad étnica y social: según Schortman (1:4) y Rapoport (1:1), la identidad
social consiste en categorías definidas y aceptadas culturalmente, que guían
comportamientos interpersonales y se simbolizan por características distintivas.
Estas categorías pueden ser definidas por una amplia variedad de criterios como
edad, sexo y riqueza, entre otros. Siguiendo la definición de Barth (1969), un
grupo étnico puede ser definido como un grupo adscriptivo y exclusivo:
Una adscripción categórica es una adscripción étnica cuando clasifica una
persona en términos de su identidad básica más general, presumiblemente
determinada por su origen y procedencia, hasta el punto que los actores usan
identidades étnicas para categorizase ellos mismos y a otros con el propósito
de interactuar, formando grupos étnicos en este sentido organizacional. (Mc
Guire 11:10).
En antropología muchas veces es difícil separar etnicidad e identidad en términos
metafísicos y físicos, ya que desde una perspectiva metafísica la identidad se
considera como el principio más alto del pensamiento y significa “pertenecer
unido simbólicamente” (Heidegger, 1). A través de la historia del pensamiento
occidental la identidad aparece como unidad, y su línea de pensamiento no puede
ser separada de un acercamiento antropológico si consideramos la presunción de
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Heidegger (1969), quien afirma que la identidad le pertenece a todo ser, por lo
tanto, en humanos la cultura material puede reflejar el sentido de unidad grupal.
Esto coincide con la definición de Schortman (1989) y Barth (1969) quienes
definen la identidad étnica como: “Las categorías conceptuales autoadscritas que
unen a grupos, más allá del círculo doméstico inmediato, incluyendo personas
que poseen un sentimiento de solidaridad fundado en patrones de
comportamiento compartidos motivados por presunciones similares, valores y
estándares de evaluación que en mismos perciben como reflejo una historia
común del grupo” (Schortman, 1989:54; Barth, 1:10)
En las definiciones anteriores, el origen y la historia común son elementos
aglutinantes que unen a un grupo con el objetivo de crear relaciones inter e
intrasociales efectivas” con otros grupos. Uno de los resultados físicos de este
fenómeno social es la cultura material por la que los arqueólogos ven etnicidad
al identificar las categorías comunes que hacen a los grupos humanos pertenecer
unidos. Burmeister (2000) confirma: “La cultura material se entiende
ampliamente como una característica de un grupo social, generalmente concebida
como etnos”. Alguna de esta cultura material se produce en relación con un
conjunto de esquemas simbólicos y en relación con principios de significado
simbólico que son construidos en formas particulares como parte de estrategias
sociales (Hodder, 12:1).
Contacto, aculturación y conflicto
El contacto entre españoles y nativos creó un proceso transcultural de dos vías en
el que los españoles influenciaron a los nativos y viceversa. Pocos investigadores
han enfocado las asimilaciones y adaptaciones culturales sufridas por los
españoles por la influencia nativa. Menos información se tiene de cómo la
presencia de nativos y otros grupos étnicos generaron en los colonizadores
europeos la necesidad de expresar su identidad a través de medios efectivos
posibles.
Considerando que el arribo de los grupos ibéricos al Nuevo Mundo fue una
inmigración, la etnicidad adquiere un papel importante en la relación entre
nativos e inmigrantes, como un proceso social que definió fronteras sociales
(Barth, 1969); y es generalmente el resultado de conflicto social entre grupos con
diferentes orígenes (Burmeister, 2000; Lema, 13). La creación de fronteras
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sociales y la presencia de conflicto es un ejemplo extremo de conquistadores y
subordinados que habría creado en los europeos la necesidad de unirse y
diferenciarse lo más posible de los nativos. McGuire (11:11) nos dice: “Si la
disparidad de poder entre dos grupos étnicos es grande, es de esperar mantener
fronteras fuertes”. El mismo autor refuerza este fenómeno al decir que al
determinar cambios en el mantenimiento de fronteras étnicas, la disparidad de
poder tiene más peso que el etnocentrismo y la competencia (McGuire,
1981:159). Esta afirmación concuerda con la existencia de conflictos sociales en
países donde no hay grandes diferencias étnicas, pero si diferencias de poder
económico. La disparidad de poder fue una característica fuerte en el urbanismo
colonial español como parte de una estructura deseada.
Aunque el proceso de aculturación entre nativos y europeos no fue igual, los
españoles también fueron afectados por las transformaciones culturales y
experimentaron modificaciones sociales significativas (Ewen, 1991). A pesar de
esto, en algunos de los primeros asentamientos hispanoamericanos ciertas
circunstancias presionaron a los españoles y generaron la necesidad de reforzar
su identidad social, incluyendo presencia y estatus para crear fronteras étnicas
con el resto de la población. Este fenómeno fue especialmente marcado, ya que
la resistencia a las transformaciones culturales y modificaciones sociales evitaría
asimilación que debilitaría las diferencias étnicas (McGuire, 12:13). Las
diferencias étnicas habrían sido reforzadas por el etnocentrismo español que
generó competencia entre los grupos culturales (McGuire, 12:1; Noel, 1; 1; Barth
y Noel, 12:344). El logro español en mantener fuertes fronteras étnicas no
siempre fue una realidad, y la aculturación fue un fenómeno complejo que variaba
considerablemente entre un área geográfica y otra. La posibilidad de demostrar
identidad a través de la cultura material también variaba, y muchas veces era
limitada.
La migración española al Nuevo Mundo fue el resultado de una expansión
imperial que resultó en el contacto entre europeos y nativos americanos. Estos
inmigrantes poblaron grandes áreas de las tierras recién descubiertas y el contacto
prolongado entre conquistadores y conquistados, así como sus consecuencias,
han sido estudiados por diferentes investigadores que han aplicado una variedad
de perspectivas para explicar este fenómeno. Durante las etapas iniciales en el
entendimiento del colonialismo se creía que solamente los nativos habían sido
aculturizados al aceptar los logros “superiores” de los extranjeros, y la
asimilación fue inevitable. Esta teoría de aculturación presentaba una visión
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unilateral y no consideraba influencias recíprocas ni la respuesta de los
colonialistas a la vida de los nativos, lo que dividía la cultura de los extranjeros
y nativos en esferas impermeables (Lyons y Papadoupoulos, 2002:7). Al inicio
del siglo XX los arqueólogos históricos crearon el concepto de la “olla
mezcladora”, que ha sido aceptado por sociólogos e historiadores de esta época.
Desgraciadamente, este concepto no explica, o siquiera describe detalladamente,
las interacciones entre diferentes grupos sociales en la América colonial (Deagan,
13).
Después de estudiar la colonización de la Nueva España, el antropólogo George
Foster (10) sugirió un modelo de contacto y adaptación de culturas que
involucraron “conquista” y “contacto” (en este caso los españoles) y
“conquistados” o “grupo receptivo” (los nativos). La cultura donante se clasifica
como de “conquista” cuando ejercita el poder sobre el grupo receptivo, y se llama
de “contacto” cuando la influencia en los nativos fue menos forzada o imperativa.
La cultura de conquista usa su control para influenciar el grupo conquistado,
mientras el grupo de contacto toma su lugar sin sanciones militares o políticas
(Foster, 10:11). La transmisión del donante al receptor involucra un proceso de
doble filtro. El primer filtro determina los aspectos de la cultura donante que se
pasarán a la cultura receptiva. El segundo involucra las características que serán
aceptadas o forzadas a la cultura receptiva. Ningún sistema cultural termina este
proceso sin ser filtrado (Foster, 196:10). Según Foster, este proceso llevó a una
“cristalización cultural” donde el resultado fue la formación de una nueva cultura
“híbrida”. Esta “nueva” cultura no sería sujeto de otras variaciones y resistiría la
influencia de los donantes (Foster, 1960:227-234). La perspectiva de Foster ha
influenciado a arqueólogos históricos que todavía toman en consideración su
proceso de “cristalización” (Deagan, 1:233; 1:40; Ewen, 11:112).
Una perspectiva diferente, menos pasiva y de largo plazo, es la de Jamieson
(2002), que considera al colonialismo español como “una negociación de poder
continua y dinámica entre los muchos grupos que conformaban la población
colonial española” (Jamieson, 2000:1). La relación entre españoles y nativos era
una posición extrema de relaciones de poder. “El trato de las gentes indígenas y
sus culturas por las empresas europeas coloniales es un ejemplo extremo en que
los nativos son forzados a posiciones subordinadas” (Burmeister, 2000:4).
Involucra luchas por el poder que no solamente se generaban en el ámbito estatal,
sino en todos los aspectos de la vida colonial (Jamieson, 2000). Esta visión
describe una continuidad en las relaciones de poder y rompe el status quo de la
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cultura “híbrida” de Foster, que no incorpora nuevos elementos a la cultura
“donante” después de la “cristalización”. Establece una interrelación dinámica
entre grupos humanos en un espacio y tiempo determinados, donde el esfuerzo
por un grupo dominante se enfoca en mantener una estructura social deseada. La
estructura social en las ciudades coloniales involucró un claro establecimiento de
una sociedad jerarquizada con dominación diaria, así como acciones negociadas
y renegociadas entre grupos de poder dentro de un marco de significado dinámico
y cambiante con el objetivo de legitimación ideológica y aceptación (Hodder, 1).
Cuando estas ciudades estaban compuestas por diferentes grupos étnicos, estos
grupos trataban de “legitimizarse” ideológicamente. Los mejores sujetos de
estudio para entender las interacciones entre conquistadores y conquistados son
las ciudades coloniales donde la arquitectura doméstica jugó un papel importante
en estos significados visibles y “escondidos” en la estructura.
Desde una perspectiva estructuralista, la ciudad colonial se convierte en elemento
importante debido a que sus políticas en la toma de decisiones son más
transparentes que en otras ciudades y los elementos estructurales están
claramente definidos. Esto es especialmente cierto en los asentamientos
hispanoamericanos durante los primeros años de la colonización ya que tenían
fuertes objetivos políticos y sociales, siendo elementos ideales para estudiar las
expresiones de dominio. Las políticas de decisión por parte del grupo controlador
llegaron a ser fuertes, directas y más transparentes cuando la ciudad y sus
instituciones se ven amenazadas por un grupo mayor de una etnia diferente. El
despliegue de poder necesita ser fuerte y claro para mantener influencia y control
sobre los grupos subordinados.
Los españoles veían la ciudad como una llave del imperio, por lo tanto empezaron
a fundar nuevos pueblos y ciudades en una escala inimaginable por europeos
desde la disolución del Imperio romano (Early, 14:3). En menos de cien años la
fundación de asentamientos en el Nuevo Mundo se extendió de México a
Patagonia con la creación de más de doscientas ciudades (Solano, 10:3). La
mayoría de estas ciudades eran ejemplos vivientes de lugares donde ocurrían
relaciones de poder entre los grupos étnicos. El urbanismo colonial y sus
construcciones jugaron un papel importante en el teatro donde status, poder y
dominio se desplegaban en el Nuevo Mundo. La ciudad no solamente fue lugar
para demostrar poder y dominio, sino también el lugar donde se impartía
instrucción al pueblo y a los grupos subordinados para perpetuar estas relaciones
(AlSayyad, 12:1).
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Las repercusiones causadas por el ejercicio del poder a través del mundo material
y acciones sociales por la colonización española en el Nuevo Mundo se han
perpetuado y han sido heredadas por las siguientes generaciones y algunas
instituciones, incluyendo ciudades y gobiernos. Según Lockhart, algunos
historiadores y políticos han expresado su preocupación con el “desarrollo” del
siglo XX en América Latina porque se ha argumentado que el papel y
comportamiento de algunas empresas extranjeras fue anticipado por la primera
generación de españoles y portugueses durante el período colonial, y las ciudades
hispanoamericanas del siglo dieciséis tenían funciones y estructuras similares a
las de ahora (Lockhart, 1999:29). Esto significa que el desarrollo de las ciudades
latinoamericanas ha sido influenciado por las prácticas coloniales y algunos
aspectos de su desarrollo han sido restringidos por este fenómeno.
En el último siglo ha ocurrido una corriente hacia la descolonización; pero a pesar
de esto, la ramificación y pensamientos de prácticas coloniales están tan
arraigados que ameritan futuras interpretaciones (Lyons y Papadopoulos, 2002).
Esto es especialmente cierto si consideramos que la historia y la arqueología
ayudan a formar nuestra identidad. En América Latina, el respeto al pasado debe
incluir aceptar y comprender la etapa del colonialismo (AlSayyad, 12:20; Wright,
11:311). La posibilidad de resolver nuestros conflictos sociales actuales
dependerá de nuestra comprensión de cómo la semilla colonizadora fue plantada
y las consecuencias que se han generado a través de la historia.
Etnicidad en la Villa de San Salvador
El primer San Salvador se establece en 12 pero este proyecto resulta efímero, y
probablemente en su mejor tiempo no llegó a ser más que un campamento militar.
Poco tiempo después, un levantamiento indígena generalizado hace que sea
abandonado en 12. La segunda fundación ocurre en abril 1 de 12, y se desarrolla
como la primera ciudad hispanoamericana en el territorio. Actualmente este sitio
arqueológico se conoce como Ciudad Vieja, ubicado a kilómetros al sur de
Suchitoto. Los restos arqueológicos comprenden un área de 4 hectáreas, de las
cuales 3 conforman el núcleo que forma el trazo urbano. Después de una corta
ocupación de casi 1 años, San Salvador fue abandonado en 14 y reubicado al
lugar donde actualmente está la capital salvadoreña. Este documento trata sobre
el San Salvador que existió en Ciudad Vieja.
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Si consideramos la arqueología y la historia como ciencias sociales que ayudan a
reforzar nuestra identidad, se hace evidente la importancia en estudiar cómo en
Ciudad Vieja se cimentó el origen de la identidad salvadoreña. Es aquí donde por
primera vez aparece un centro urbano en el cual los gobernantes hablan el idioma
español. Aquí se construye la primera iglesia donde se registra el primer
casamiento entre un español y la hija de una nativa, representando el inicio del
mestizaje. Es la primera ciudad en el territorio donde se desarrollan relaciones de
poder entre diferentes grupos étnicos en un área definida.
La Villa de San Salvador tenía una población multiétnica, y la relación entre los
diferentes grupos humanos fue un proceso complejo que amerita más estudio.
Para comprender una pequeña parte de las relaciones sociales y de poder durante
la existencia de la villa, se mencionan muy brevemente algunos de estos grupos:
Los españoles
Los españoles que arribaron al Nuevo Mundo tenían un sentido fuerte de
identificación con su lugar de origen, y esto es relevante si consideramos el origen
e historia común como elementos predominantes en la identidad étnica. La
historia de la Península Ibérica incluye una amplia variedad de grupos culturales,
y durante el siglo quince y dieciséis esta región estaba políticamente dividida, y
el fraccionalismo era endémico. Las instituciones de las ciudades eran muy
independientes y un localismo fuerte predominaba en áreas formadas por las
jurisdicciones de las ciudades (Altman, 1:22-23). Esto significa que el
regionalismo era un factor importante que unía a los españoles en el Nuevo
Mundo, así como las relaciones familiares (sanguíneas y de matrimonio) y la
amistad (Himmerich y Valencia, 11:1). El uso del término “tierra” en los
documentos escritos por los españoles en América generalmente se refería a un
lugar de origen que representaba una ciudad o jurisdicción (Altman, 1:23).
La mayoría de los ibéricos que llegan a América eran originarios de Extremadura
y Andalucía. Entre 143 y 11, el 3, % de todos los españoles registrados que llegan
a la Nueva España eran de estas dos regiones. Entre 120 y 13 el total de españoles
procedentes de Andalucía y Extremadura fue 4, % (Himmerich y Valencia, 11:20;
Peter Boyd Bowman, 1). Aunque esta información se basa en las licencias
otorgadas para salir de España, representa un estimado confiable del total de
inmigrantes. El establecimiento de Ciudad Vieja fue la continuidad de la
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conquista de México, y ocurrió solamente siete años después de la caída de
Tenochtitlan, por lo que es muy probable que la mayoría de españoles en Ciudad
Vieja provinieran de estas dos regiones de la península.
No se conoce el número de la población española en el San Salvador del siglo
XVI. Fowler (1998) estima que durante los 17 años de ocupación habitaron entre
0 y 100 vecinos o ciudadanos españoles jefes de familia. Aunque es posible
estimar el número promedio de personas por familia, es imposible determinar la
población española si consideramos que algunas familias también se componían
de mestizos y nativos.
Los nativos
Sin duda el grupo más grande y variado en la villa fueron los indígenas que
acompañaron a los españoles como aliados. Cuando Alvarado deja Tenochtitlan
en 123, sus tropas estaban compuestas por cholutecas, xochimilcos, texcocanos
y huejotzincas pero en este punto la mayoría eran tlaxcaltecas y mexicas.
Posteriormente, durante su viaje de conquista a través de México, se incorporaron
zapotecas y mixtecas (Escalante Arce, 2001). Al pasar por Guatemala, un grupo
considerable de cakchikeles se unieron al ejército de Alvarado. La población en
la ciudad se diversificó aún más con la inclusión del grupo local: los pipiles,
quienes sin duda jugaron un papel importante en el ambiente urbano. Comprender
las relaciones de poder entre estos habitantes se vuelve sumamente difícil si
consideramos que muchos tenían orígenes y evoluciones históricas diferentes, a
pesar de ser todos nativos mesoamericanos.
Otros grupos étnicos
Los negros africanos también estaban presentes en San Salvador. Durante la
ocupación de la ciudad, cuadrillas compuestas de nativos y esclavos negros
viajaban de San Salvador hasta Honduras para explotar las minas de oro
(Chamberlain, 1).
El mestizaje se ilustra en la Villa de San Salvador con el primer matrimonio
registrado en el territorio. Entre 13 y 140 se casan Francisco Castellón y Catalina
Gutiérrez, una adolescente mestiza cuyos padres eran Diego de Usagre y una
mujer mixteca (Lardé y Larín, 13:13-14; Probanzas de Diego de Usagre y
Francisca Castellón, 1).
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Un grupo dominante con historia y origen común habría creado un sentido de
identidad más fuerte en la ciudad, y la homogeneidad étnica habría fortalecido
los lazos entre españoles. Esto habría sido evidente si consideramos las
circunstancias políticas y sociales que generaron competencia y presión para
reforzar identidad. En el caso específico la Villa de San Salvador, algunas de
estas circunstancias fueron:
1. Un entorno político y social hostil en el territorio donde fue
establecido San Salvador
El entorno hostil fue en gran parte el resultado de la respuesta grupal más
frecuente cuando un grupo pretende controlar a otro: levantamiento militar
(Dyson 2002) como resistencia a la autoridad colonial. Como Barth (1a) y Lema
(13) sugieren, la diferenciación étnica generalmente es el resultado de conflicto
social entre grupos con diferentes orígenes, y esto hace de la primera Villa de San
Salvador un sujeto fértil para estudiar el surgimiento o refuerzo de identidades
étnicas.
La fundación de las ciudades españolas en el Nuevo Mundo siempre tenía el
objetivo de controlar el territorio alrededor de esta (Domínguez Compañy, 14:).
El establecimiento de la primera Villa de San Salvador fue una realidad debido a
que los conquistadores necesitaban “pacificar” la tierra después de repetidos
fracasos que generaron inseguridad y falta de control entre los europeos. Algunos
de estos fracasos fueron la primera “entrada” de Pedro de Alvarado en 124,
cuando fue forzado a retirarse y no fue posible establecer un asentamiento. Un
año después, otra incursión española probablemente comandada por Gonzalo de
Alvarado (hermano de Pedro) salió de Santiago de Guatemala y fundó el primer
San Salvador en 12. Este asentamiento fue abandonado un año después debido a
un levantamiento indígena generalizado. Para 12 el entorno era muy hostil y
ocurrían constantes insurrecciones en los territorios que ahora comprenden
Guatemala, El Salvador y Honduras.
Ciudad Vieja fue fundada por un contingente español que sale de Guatemala en
12 y que debió atravesar un territorio hostil controlado por nativos. Durante los
primeros años de la Conquista, este asentamiento se convierte en un puesto
fronterizo bajo constante amenaza. Fowler y Earnest (1) han sugerido que una de
las razones en escoger el valle de La Bermuda es su ubicación estratégica entre
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las poblaciones nativas. Los nahuas habitaban hacia el oeste y el sur, los lencas
al este y los grupos chorti al norte. En esa época el valle de La Bermuda parece
haber sido una “tierra de nadie”, y podría ser que uno de los objetivos de
establecerse allí fue evitar alterar el orden social entre los diferentes grupos
indígenas.
Poco tiempo después de haber sido fundada, la Villa de San Salvador se ve
amenazada por otro levantamiento nativo. Según los relatos de Bartolomé
Bermúdez y Francisco de León (Barón Castro, 1), un español y varios nativos
aliados fueron muertos mientras visitaban uno de los pueblos cercanos a San
Salvador. Esta es una de las pocas ocasiones en que un documento menciona la
muerte de un español en el territorio de Cuscatlán. Es difícil determinar los
efectos que este acontecimiento generó en los habitantes de San Salvador; pero
sin duda aumentó la inseguridad y alarma. Este evento culmina aproximadamente
un mes después con la toma del peñón de Cinacantan ubicado al sur del actual
poblado de Tamanique
1
(Gallardo, 200).
Entre 13 y 13, cuando la villa de San Salvador ya estaba bien establecida, ocurre
otro levantamiento indígena masivo que pone a la ciudad en la balanza. El
cacique Lempira establece un campamento en el Peñón de Cerquín, a solamente
0 km al norte de San Salvador. Según Chamberlain (13), los españoles creían que
a Lempira se le habían unido 200 pueblos y que su ejército se componía de 30.000
guerreros. La campaña contra Lempira urgentemente solicita ayuda a San
Salvador, quienes enviaron “…municiones de todo tipo, pólvora, arcabuces y
balas para estos, ballestas, espadas, lanzas, escudos, armaduras y barras de hierro
para elaborar puntas de flechas para ballestas. También proveyeron con ganado.
Un capitán con 100 nativos auxiliares, junto con mil indios cargadores también
fueron puestos a disposición” (Chamberlain, 1:).
El inexpugnable Peñón de Cerquín generó confianza entre los nativos al este de
El Salvador y en los alrededores de San Salvador. Se inició un levantamiento
muy organizado, y muchos españoles fueron muertos en las cercanías de San
Miguel, que había sido fundado en 130 y al este del río Lempa (Chamberlain,
1
El lugar donde se llevó a cabo este levantamiento indígena fue identificado por Fowler, Hamilton y
Gallardo en el año 1 durante el Proyecto Ciudad Vieja. Actualmente este sitio está registrado en el
Departamento de Arqueología como “Pueblo Viejo”. El peñón donde ocurrió la batalla aparece en los mapas
actuales como Cerro Redondo.
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13:4). Varias operaciones militares fueron necesarias para detener esta amenaza,
las mayorías planificadas y organizadas en San Salvador.
2. Dificultad en obtener bienes importados de España
Otro factor que pudo generar la necesidad de fortalecer la identidad española en
San Salvador fue la falta de accesibilidad a bienes importados, especialmente la
cerámica (Gallardo, 2004). Cuando los españoles llegan a lo que ahora es el
occidente de El Salvador, necesitaban establecer un asentamiento en un lugar
estratégico con características defensivas. El valle de La Bermuda tenía estas
características, pero estaba lejos de otros asentamientos españoles.
El entorno hostil durante la ocupación de Ciudad Vieja, especialmente durante
los primeros 12 años, habría hecho muy difícil expediciones que transportaran
bienes comerciales. Los cargamentos pesados y frágiles como cerámica,
contendores grandes y barriles requerían transporte en carretas. No se sabe
cuándo aparece la primera calle para carretas en lo que ahora es El Salvador; pero,
como ejemplo, la primera calle de carretas entre la ciudad de México y Veracruz
aparece entre 130 y 131 (Early, 14:4). Se supondría que este medio de transporte
se generalizara en el territorio de Cuscatlán tiempo después.
Deagan (13) y Ewen (11) han argumentado que los españoles que llegaron al
Nuevo Mundo trataban de vivir con la mayor cantidad de bienes importados
posibles, para imitar el estilo de vida de la península (Verhagen, 1). La falta de
acceso a bienes del Viejo Mundo es evidente con base en el análisis cerámico en
Ciudad Vieja.
Deagan (1983) afirma que el dominio de la cerámica en la cultura material es una
tradición predominante en los sitios hispanos del Nuevo Mundo (Deagan,
13:232). La cerámica elaborada localmente y sin vidriado generalmente compone
la mayoría de cerámica en los poblados españoles coloniales. Ha sido aceptado
que las áreas socialmente visibles de las casas, como la cerámica en las mesas de
comer, habrían significado el mantenimiento de valores conservadores”
españoles a través de la cultura material (Jamieson, 2000:1). Por lo tanto, el
conjunto de cerámica importada en la arquitectura doméstica debería provenir de
la península.
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Entre el y % de la cerámica recuperada en Ciudad Vieja fue elaborada localmente
(Jeb Card, comunicación personal, 2003). Esto contrasta drásticamente con los
porcentajes de cerámica encontrados en otros asentamientos hispanoamericanos
de la misma época y confirma el difícil acceso a este bien.
Conclusión
El proceso de aculturación entre nativos, españoles y otros grupos étnicos durante
la colonización del Nuevo Mundo ha sido y es un importante tema de estudio
para comprender nuestra identidad como salvadoreños. La mayoría de
investigadores están de acuerdo que fue un proceso bilateral enfocado en las
influencias culturales que cada uno de estos grupos “recibió” o “entregó” el uno
al otro y el complejo proceso involucrado en la exposición, asimilación, o rechazo
de estas influencias. Foster (1960) delineó la teoría de una cultura “cristalizada”
resistente al cambio como resultado de la aculturación entre europeos y nativos
en América. Esto podría compararse al mestizaje como resultado del contacto
entre españoles y nativos, fortaleciendo la posición de muchos investigadores que
consideran a aquel grupo étnico como predominante en nuestro país desde la
Colonia. Enfoques más recientes sugieren un proceso más dinámico y continuo
que involucra relaciones de poder característicos del fenómeno colonizador y el
uso de simbolismo étnico para demostrar estas relaciones.
Las definiciones de identidad étnica presentadas aquí enfatizan el origen y
procedencia (McGuire, 12:10), así como una historia común del grupo
(Schortman, 1:4; Barth, 1:10; Cohen, 1:33, 3-3; Royce 12:1, 2; Shibutani y Kwan,
1:40-41, 43-44; Vincent, 14:3). Aunque Ciudad Vieja era una ciudad multiétnica,
los grupos predominantes eran los españoles y los nativos americanos, existiendo
características definidas en cada uno de estos grupos. Estos rasgos culturales
estaban presentes en un proceso de aculturación constante y cambiante en el cual
las relaciones de poder también eran parte de este proceso.
Se ha sugerido que la disparidad de poder es más efectiva que el etnocentrismo y
la competencia para determinar cambios en las fronteras étnicas (McGuire, 12:1).
Esto era evidente en las ciudades coloniales españolas del Nuevo Mundo. En la
primera Villa de San Salvador la disparidad de poder, así como el etnocentrismo,
estaban presentes en el urbanismo colonial y eran elementos que formaban parte
de la estructura para mantener dominio, y generaba conflicto entre los grupos
Gallardo, Roberto. El origen de la identidad salvadoreña. Etnicidad en la antigua Villa de San Salvador. Págs. 101-116.
DOI: http://dx.doi.org/10.5377/koot.v0i1.1145
URI: http://hdl.handle.net/11298/74
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poblacionales. Diferentes circunstancias generan la necesidad de mantener y
reforzar características culturales en cada uno de estos grupos. El entorno hostil
donde fue fundada la villa y la falta de acceso a bienes importados son solamente
dos de estas circunstancias que se incluyen en este documento. También son una
pequeña muestra, confirmando que la primera Villa de San Salvador es un lugar
ideal para estudiar las relaciones de poder, fronteras étnicas y simbolismo a través
de la cultura material.
Estas relaciones de poder continúan hoy en día, y algunas de ellas existen como
herencia del colonialismo. Estos procesos históricos han generado conflictos
sociales que influyen en diferente grado en la formación de nuestra identidad
como salvadoreños. El conflicto surgido por disparidad económica, relaciones de
poder, etnocentrismo y el establecimiento de fronteras étnicas muchas veces ha
limitado el desarrollo de las sociedades y ha sido un elemento fundamental en el
deterioro de la calidad de vida en la mayoría de salvadoreños. El respeto al pasado
debe incluir la comprensión y aceptación de la etapa del colonialismo. La
arqueología y la antropología deben ser instrumentos para aprender del pasado e
influir en el presente.
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