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REVISTA DE MUSEOLOGÍA KÓ OT , 2024 AÑO 14, n.º 16, ISSN 2078-0664, ISSNE 2378-0664, ISNI 0000 0001 2113 0101
Fúnez Rosales, Rubén Antonio. Origen y fundamentación de la sociedad civil. p. 40-60
imprime en ella dicho valor es el trabajo que se invierte, haciéndola
productiva. Las enormes extensiones de tierra de América, que mientras
permanezcan ociosas carecen de valor, se tornarán valiosas mediante el
trabajo que se invierta en ellas.
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Así, no solo la tierra absorbe un valor
que antes no tenía, sino que la población en general se ve beneciada por
el trabajo que el hombre ha invertido en la tierra.
De este modo Locke nos descubre dos nuevas dimensiones del trabajo.
Por un lado, es fuente de valor para la tierra, y, por otro, es fuente de valor
para la sociedad.
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Locke ve en el valor que le atribuye al trabajo una
especie de valor social. Es verdad que el valor que tiene el pan hay que
atribuírselo al trabajo gastado en la producción del pan. No obstante, mi
trabajo solo es una parte pequeña, porque a este hay que agregarle el valor
del que labró, del que segó, etc. En denitiva, el valor que tiene la hogaza
de pan que estamos consumiendo es inmenso.
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Acerca del dinero
Queremos presentar la noción de dinero que expone Locke en el apartado
dedicado a la propiedad. Lo primero que hay que decir es que no hay,
todavía en Locke, una espiritualidad del dinero. Así como encontramos
22 Locke arma que la “demostración palmaria de ello es que varias naciones de América que
abundan en tierras, escasean, en cambio, en todas las comodidades de la vida” (Locke, Op.
Cit., p. 33). Otra vez, y de modo tan miope, nuestro pensador está trasladando una manera
de vivir, propia del europeo, al modo de vivir propio del hombre americano. Probablemente
lo que Locke llama comodidad se trate de algo que a nuestro indígena parecía una manera
absolutamente equivocada de relacionarse con la naturaleza. El pensador inglés no tiene ni
el más mínimo interés en entender la visión de realidad que tiene el hombre americano, sino
que, equipado con un conjunto de categorías típicamente europeas, va y pretende describir
una realidad que se le esconde, una realidad que se le escapa denitivamente de las manos.
23 Locke arma lo siguiente: “Vale tan poco una extensión de tierra si no se le aplica el
trabajo del hombre… más aún, los habitantes se creen deudores de quien, trabajando unas
tierras abandonadas, va acrecentado la cantidad de cereal que ellos necesitan” (Locke, Op.
Cit., p. 29). Poco falta para que nuestro pensador arme que, si la población tiene tierras
sin trabajar, sería benecioso para ella misma que la entregara a aquellos que si tienen las
ganas de hacerla productiva. No debemos ignorar que este discurso fue al que también
se recurrió con las famosas tomas de tierra de las décadas del setenta y ochenta, por los
movimientos populares.
24 Locke continua armando que “en el pan que comemos no hay que calcular únicamente el
esfuerzo del labrador, las fatigas del segador y del trillador y los sudores del panadero; también
es preciso agregar a la cuenta del trabajo el de quienes domesticaron los bueyes, el de quienes
arrancaron y fundieron el hierro y as piedras, el de los leñadores que derribaron el árbol y
dieron forma a la madera empleada en el arado, en el molino, el horno y demás utensilios, que
son muchísimos, que se precisan para la transformación del cereal, desde que se sembró hasta
que salió del horno convertido en pan” (Locke, Op. Cit., p. 34).