Autoridades universitarias
Dr. José Mauricio Loucel
Rector
Sr. José Mauricio Loucel Funes
Presidente de la Junta General Universitaria
Lic. Reynaldo López Nuila
Vicepresidente
Ing. Nelson Zárate
Vicerrector General
Lic. Rafael Rodríguez Loucel
Vicerrector de Investigación y Proyección Social
Ing. José Adolfo Araujo Romagoza
Vicerrector de Desarrollo Educativo
Ing. José Enrique Burgos Martínez
Secretario General
Licda. Arely Villalta de Parada
Decana de la Facultad de Ciencias Sociales
Dr. Ramón D. Rivas
Director del Museo Universitario de Antropología
Revista de museología Kóot
Editor: Dr. Ramón D. Rivas
Antropólogo social y cultural
Equipo de apoyo:
Antropólogas: Melissa Campos, Carmen Molina Tamacas
Diseño Gráfico: Rita Araujo de Meléndez
Revisión e ilustraciones: Noel Castro
Diseño de portada: Leonardo Regalado / Noel Castro
Diagramación: Evelyn Elizabeth Reyes
300 ejemplares
Enero, 2010
Tels. (503) 2275-8836, 2275-8837
E-mail: museo_utec@yahoo.com
Impreso en El Salvador
por Tecnoimpresos, S.A. de C.V.
19.ª Av. Norte, No. 125, San Salvador.
Tel. (503) 2275-8861
E-mail: gcomercial@utec.edu.sv
La revista Kóot es una publicación de la Universidad Tecnológica
de El Salvador, editada por el Museo Universitario de Antropología.
Es la primera revista en su género, cuyo contenido se centra en la
investigación museológica y en otras ramas afines de la ciencia
desde el punto de vista antropológico. Se abordan temas referentes
a la arqueología, la historia y las artes en general. Otro objetivo de
esta publicación es fomentar el intercambio académico con
universidades e instituciones afines. Los conceptos vertidos en la
publicación son exclusivamente la opinión de sus autores.
Contenido
Prólogo
Kóot, una nueva fuente de conocimiento
José Mauricio Loucel .................................................................i
Presentaciónación ........................................................................... 5
Antropología y colonialismo interno. David J. Guzmán,
entre el “poder supremo” y “capital”
Rafael Lara-Martínez ..............................................................11
La función cultural de los museos en San Salvador
Carmen Molina Tamacas .........................................................25
Memoria e intertextualidad en la forma límite
de la bio-no-vela circular
David Hernández .....................................................................33
La museología: una luz para ver nuestros museos
José Óscar Batres Posada ........................................................43
Intelectualidad y racismo en Guatemala
y El Salvador a nales del siglo XX
Chester Urbina Gaitán .............................................................65
El Museo y su entorno
Leonardo Regalado .................................................................73
El arte plástico que no es elástico
Noel Castro .............................................................................79
Museo de Arte de El Salvador:
un esfuerzo compartido
Roberto Galicia .....................................................................................83
Descubrimiento de América,
del hambre y enfermedades en el Nuevo Mundo
Jaime Alberto López Nuila .......................................................93
El origen de la identidad salvadoreña.
Etnicidad en la antiguaVilla de San Salvador
Roberto Gallardo ................................................................... 101
El Museo Universitario de Antropología
de la Utec: su importancia en una sociedad
por culturizarse
Ramón D. Rivas ..................................................................... 117
Personaje invitado: Roberto Galicia ................................... 131
Catálogos de las exposiciones
del Museo Universitario de Antropología, MUA ................ 135
Museo Universitario de Antropología, MUA ...................... 143
Autores ................................................................................ 147
Pieza del mes ....................................................................... 148
Kóot, una nueva fuente de conocimiento
Ha nacido una nueva revista; pero no solamente una más, porque en su gé-
nero, por ahora, es única en nuestro país. Esta trae bajo el brazo la ciencia
museológica vista desde la perspectiva cientíca e institucional de la Univer-
sidad Tecnológica de El Salvador.
Como rector de esta casa de estudios, es un motivo de gran satisfacción para
presentar el primer número de nuestra revista de museología Kóot, palabra
en verdad difícil de pronunciar, pero que se ha extraído de nuestro idioma
ancestral que aún late en algunos lugares de estas tierras.
Aunque su contenido será principalmente de museología, también enfocará
temas concretos del amplio espectrum de la antropología, abordando temas
que abarcarán la arqueología, la historia y la lingüística y otros aspectos de
interés cientíco relacionados.
Quizá usted, estimado lector, se pregunte qué signica kóot. Su traducción es,
ni más ni menos que “águila”, en náhuat, el símbolo por excelencia de nuestra
universidad.
La Utec agradece de una manera muy especial a los generadores de esta nueva
fuente de transmisión del conocimiento, cuyo principal promotor es el Museo
Universitario de Antropología, así como a su editor, a los escritores, los redac-
tores invitados, los diseñadores y los ilustradores y a todos aquellos que con
su colaboración hacen posible tener la primera Kóot en nuestras manos.
Publicaciones como esta son tan necesarias en nuestro medio así como en
Centroamérica, para el abordaje del estudio de nuestra identidad desde sus
orígenes, llegando con la investigación hasta lo contemporáneo.
Tenemos la esperanza de que este esfuerzo compartido sea del interés de los
entendidos en estas materias y que sirva para motivar a otros profesionales
y estudiantes, para que encuentren respuestas a sus preguntas sobre nuestro
pasado y presente, tal vez mediante las líneas de esta publicación.
Dr. José Mauricio Loucel
Rector
i
Prólogo
5
Presentación
Con la publicación de la revista de museología Kóot, el Museo Universita-
rio de Antropología, MUA, de la Universidad Tecnológica de El Salvador,
pretende divulgar no solo ideas y últimos aconteceres de la museología, sino
servir de lazo de unión y comunicación entre todos los profesionales y per-
sonas vinculadas al mundo de los museos a escala nacional e internacional
para contribuir con ello a revivicar el mundo de los museos en nuestro país
y Centroamérica, con el único interés de fortalecer su relación con la comu-
nidad.
Pero la revista pretende mucho más. Se propone publicar artículos originales
que son el resultado de investigaciones de profesionales sobre temas vincula-
dos con la antropología y la museología. Los trabajos, realizados por inves-
tigadores nacionales y extranjeros, tomando como base la antropología en
general, serán referentes de primer orden.
En este número se reúnen once artículos que representan —desde múltiples
miradas— las principales líneas desarrolladas en el ámbito museológico y
antropológico, con dos artículos críticos que se amparan en la historia para
hilvanar un importante análisis de algunas ideas que han permeado nuestra
sociedad y que, hasta cierto punto, la han marcado.
Abre la edición la presentación del señor rector, Dr. José Mauricio Loucel,
y luego un trabajo escrito por el Dr. Rafael Lara-Martínez titulado “Antro-
pología y colonialismo interno. David J. Guzmán, entre ‘poder supremo’ y
‘capital’. En este artículo Lara-Martínez analiza y hace una comparación de
la ciencia antropológica en sus concepciones iniciales, a la luz de los aconte-
cimientos en nuestro país a principios del siglo XX. Para este estudioso, la
antropología —basándose en la historia escrita de esta ciencia, y a lo mejor
inspirado en el clásico estudio de Adam Kuper, Antropología y antropólogos
La escuela británica 1922-1972. (1973) es “más que una ciencia objeti-
va, era una modalidad del poder político hegemónico. Estudiaba la historia
6
y actualidad de las “otras culturas” para someterlas al benecio económico
del Estado y de un grupo étnico particular. Se trataba de imponerles explota-
ción comercial de recursos naturales y humanos a todas las naciones, lo cual
se justicaba en términos de progreso por el mercado global”. Un artículo
interesante que desglosa la sociedad salvadoreña de esa época en su visión
del otro y, a la vez, desmitica personajes —caso David J. Guzmán— que el
mismo sistema ha consagrado.
Continúa la propuesta de Carmen Molina Tamacas, donde presenta un in-
teresante resumen de los resultados de su tesis para optar la licenciatura en
Antropología. Su artículo se titula “La función cultural de los museos en San
Salvador”. Se trata de un estudio reciente que explora el legado material e in-
telectual de nueve museos ubicados en San Salvador. Por medio de un análisis
diacrónico, la antropóloga Tamacas indagó sobre la función cultural que des-
empeñan los museos en la actual sociedad salvadoreña y su quehacer social y
cultural, y la relación que los museos tienen con el público visitante.
Esta edición también contiene un artículo del Dr. David Hernández titulado
“Memoria e intertextualidad en la forma límite de la bio-no-vela circular”.
Se trata de un interesante análisis, desde la literatura, pero con un eminente
enfoque antropológico, de la novela del connotado escritor nacional Manlio
Argueta titulada Siglo de O(g)ro. El Dr. Henández enfoca el debate de los his-
toriadores alemanes desde el punto de vista de la novela de Argueta, en donde
—según él— “se ha llegado a plantear, por eso, el poder analítico de una for-
ma de recuerdo capaz de mirar ‘cientícamente’ lo pasado como historia, sin
ser de ninguna manera moralmente neutral”. El artículo del Dr. Hernández es
novedoso en su contenido.
El arquitecto José Óscar Batres Posada nos ofrece una relación histórica y
reexiva sobre los museos en El Salvador en su trabajo titulado “La museo-
logía: una luz para ver nuestros museos” en donde —según su opinión— solo
aborda algunos aspectos de museología. “Solo son líneas preliminares que
describen algunas de las experiencias de esta ciencia en nuestro medio”
dice—. Pero su artículo da para mucho más, pues nos remonta a amplios te-
mas poco conocidos en nuestro país; pero que algunos, como muy bien lo se-
ñala Batres, dicen “que ya se habla con propiedad”, armación que, tanto para
él como para mí, no es correcta. Sobre eso hay mucho que aprender. Somos
un país que apenas inicia en este vasto campo del conocimiento museológico.
Batres nos va induciendo en su reexión y nos enseña que ‘museología’ es un
7
término del que hasta hace algunos años poco o nada se comentaba, era casi
desconocido y discutido con temor; pero hoy es parte del lenguaje común-
mente utilizado en los museos del país, lo que hace ver que, como ciencia,
la museología esta penetrando en esta nueva atmósfera de los museos en El
Salvador, posibilitando perlar nuevas formas de cómo ver los museos en el
futuro, que debería ser bajo la óptica cientíca.
Dentro del área de la historia, Chester Urbina Gaitán nos despierta el interés
deleitándonos con un interesante artículo titulado “Intelectualidad y racismo
en Guatemala y El Salvador a nales del siglo XIX”, en el que nos indu-
ce —retomando sus palabras— “hacia mediados del siglo XIX, en Europa,
donde surge la moderna teoría racista articulada sobre obras antropológi-
cas de clasicación del género humano a partir de los conceptos biológicos
de ‘especie’ y ‘raza’, desarrollados por los cientícos desde el siglo XVIII.
También tuvieron gran inuencia los estudios que armaron la existencia de
una supuesta raza aria y la teoría proveniente de los descubrimientos realiza-
dos por la lingüística del siglo XIX. En este sentido, destacan las propuestas
de Comte, Darwin, Spencer, Gobineau, Le Bon, Mendel, Lombroso y de la
eugenesia”. El artículo del historiador Urbina Gaitán, como muy bien él lo
rearma, “pretende explicar por qué la regeneración física no incidió en el
desarrollo de los pueblos indígenas en Guatemala y El Salvador a nales del
siglo XIX”.
Por su parte, Leonardo Regalado, museógrafo del MUA, nos ofrece un ar-
tículo con una interesante reexión sobre el origen y función de los museos,
concluyendo que estos “están llamados a plasmar fenómenos sociales y cul-
turales que afectan históricamente nuestra cultura, y tienen que difundir el
estudio de hechos sociales para establecer paradigmas que ayuden al pueblo
a tener una visión más clara o consciente de cómo estos fenómenos modelan
nuestra identidad cultural”.
El artista plástico Noel Castro nos presenta un breve artículo que indaga sobre
los orígenes y etimología de la palabra plástico, siendo en la actualidad una
terminología muy discutida en el ámbito artístico. Este se titula “El arte plás-
tico que no es elástico”. Castro nos hace reexionar en aspectos como “arte
puro” o “no utilitario” en las artes visuales, y cómo se aplican en la plástica en
particular y en el arte gráco en general. De acuerdo con el mismo autor, hay
que redenir estas terminologías, ya que en la actualidad han sido muy gene-
ralizadas, tanto por los artistas como por los teóricos y críticos. Se trata de un
8
artículo novedoso en su campo que, a la vez, induce a examinar con un mayor
detenimiento otros conceptos por medio de los cuales se trata de comprender
una de las actividades más importantes en la historia del ser humano: el arte.
El artista plástico y director del Museo de Arte (Marte), Roberto Galicia, nos
ofrece una contribución especial con el artículo titulado “Museo de Arte de El
Salvador: un esfuerzo compartido”. Su aporte es una reseña de la gestación y
momento actual de unos de los museos de arte más importantes de la región
centroamericana. Con lujo de detalles, Galicia narra de primera mano todos
aquellos acontecimientos que desde los orígenes del proyecto fueron concate-
nándose hasta constituirse en un espacio cultural dinámico y con visión.
El doctor Jaime Alberto López Nuila nos ofrece un interesante artículo titu-
lado “Descubrimiento de América, del hambre y enfermedades en el Nuevo
Mundo”. El doctor López Nuila parte de que toda la información que se cono-
ce sobre el descubrimiento de América está contenida en las llamadas Cróni-
cas, que historiadores al servicio de la Corona española realizaban. También
hay información conocida en la obra completa sobre el Descubrimiento, re-
dactada y responsabilizada por fray Bartolomé de las Casas. Este era, parece,
el responsable del relato que interesaba al gobierno de España y también a la
Iglesia católica, en un momento de la historia en el que el poder de la Iglesia
abarcaba aspectos relacionados con la conciencia del hombre; pero que tam-
bién comprendía otros intereses que tenían carácter material. Algo importante
de este artículo es el hecho de que nos hace reexionar sobre precisamente
la forma en cómo estos primeros cronistas trasmitieron la información de la
la gente y sus actos, lo que caló en los europeos para formarse una idea de la
gente de esta parte del mundo que aún permea su mentalidad. Nosotros so-
mos entonces, para el otro, de la manera en que esos primeros cronistas nos
describieron. Es ahí donde inicia ese etnocentrismo que generó un prejuicio
tal que ha perdurado durante cinco siglos y que nos dene como pueblos cul-
turalmente atrasados.
Roberto Gallardo, por su parte, con un artículo titulado “El origen de la iden-
tidad salvadoreña. Etnicidad en la antigua Villa de San Salvador”, aborda en
un amplio pero bien estilizado artículo, con rigurosidad y fundamento teórico
cotejado con la práctica. Se trata del caso de la primera villa que los españo-
les edicaron en lo que hoy es nuestra República. La importancia del artículo
radica, entre otros aspectos, en el hecho que se trata de un estudio que se re-
monta a los orígenes de nuestra identidad en esta parte del mundo.
9
En n, mi opinión es que en los últimos años —y así lo conrman las opinio-
nes de expertos nacionales y extranjeros— uno de los proyectos universita-
rios innovador en el campo museístico es la conformación del MUA. Es por
esta razón que el último artículo que esta revista ofrece lo titulo “El Museo
Universitario de Antropología de la Universidad Tecnológica de El Salvador:
su importancia y contenido en una sociedad con sed de cultura”. En el artícu-
lo armo que en este país constatamos, en las últimas décadas, un creciente
interés por la edicación de museos. Pero las preguntas que surgen son: ¿Sa-
bemos lo que es un museo? ¿Sabemos para lo que sirve un museo? ¿Sabemos
cuál es su nalidad principal? Hasta hace relativamente poco tiempo esas
preguntas hubieran parecido absurdas; pero hoy el concepto clásico de mu-
seo esta en crisis. Las intenciones son buenas; pero cuando no partimos de
conocimientos denidos y establecidos con base en estudios y lineamientos
generales, basados en un consenso y en la teoría y la práctica que nos ofrece
la ciencia museológica, eso que creemos que es un museo a lo mejor no es
más que una bodega de objetos. También describo, de primera mano, todos
aquellos acontecimientos desde los orígenes del proyecto hasta llegar a ser la
instancia de educación que es hoy: el Museo Universitario de Antropología.
Con el nacimiento de esta revista, el MUA conserva la esperanza de que con-
tribuya al buen desarrollo de la ciencia en este país.
Dr. Ramón D. Rivas
Director Museo Universitario de Antropología, MUA,
y editor de Kóot
San Salvador, enero de 2010
11
Antropología y colonialismo interno.
David J. Guzmán, entre “poder supremo”
y “capital”
“La ciencia asociada con el capital está al abrigo de toda contingencia. Todo lo
supera el capital y la ciencia.”
Anales del Museo Nacional, No 3, septiembre 1 de 1903: 118.
Introducción
Mientras en México, Europa y EE. UU. se cuestionó el manejo ideológico
de las ciencias sociales, en El Salvador aún no se discute con amplitud la
sumisión del saber positivo a designios políticos y nancieros nacionales.
Sabemos que la crítica no la inició el radicalismo de los sesenta. Anticipando
dudas de toda una generación, el iniciador de la antropología estadounidense
y contribuyente a la mexicana, Franz Boas (1858-1942), denunció el servicio
político de la ciencia a los intereses imperiales de su propio país.
Lo que en Europa y EE. UU. cobraba un sentido de crítica al colonialismo,
en México se percibía como colonialismo interno. Los países independientes
no suprimieron los actos coloniales. En cambio, sustituyeron el centro rector,
el cual —en vez de situarse en metrópolis de ultramar— lo localizaron en
las nuevas capitales y gobiernos centrales dominados por grupos criollos y
mestizos.
Más que ciencia objetiva, la antropología era modalidad del poder político
hegemónico. Estudiaba la historia y actualidad de las “otras culturas” para
someterlas al benecio económico del Estado y de un grupo étnico particular.
Rafael Lara-Martínez
12
Se trataba de imponerles explotación comercial de recursos naturales y hu-
manos a todas las naciones, lo cual se justicaba en términos de progreso por
el mercado global.
Para ello, según preceptos salvadoreños, era necesario reconducir la educa-
ción integral de los países hacia rumbos pedagógicos y técnicos inexistentes.
Por una “educación nacional práctica”, habría que “ensanchar los estudios
universitarios para obtener industriales, agrónomos y mecánicos diplomados
en vez de títulos universitarios que pretenden formar la parte dirigente de
nuestra sociedad […] teóricos sin ocupación ni benecio” (Anales, I.2., agos-
to/1903: 39). Efectivamente, el saber cientíco debería sustituir ideología de
cuartel y pasión poética, ambas improductivas.
A inicios del siglo XXI, no nos preguntamos si en El Salvador ocurrió una uti-
lización ideológica similar de la ciencia, en provecho de una minoría política,
nanciera y racial dominante. Nos sorprendería que, por “justicia poética”,
en el país se lograra una aplicación equitativa del conocimiento y su dise-
minación educativa general. En cambio, la cuestión por dilucidar ilustra la
manera peculiar en que la racionalidad se volvía política encubierta, es decir,
reincidía en la misma esfera de “pasión y ambición” que anhelaba reemplazar
(L. R., Anales, I.1, julio/1903: 2). Para demostrar este capítulo olvidado, de
escombros polvorientos de bibliotecas extranjeras, rescatamos la fundación
del Museo Nacional (1903). Su constitución nos revelaría una idea de la cien-
cia que justicaba el quehacer ideológico de una generación. Creencias gene-
ralizadas argüían que innovaban una política progresista y liberal fundada en
modelos objetivos y cuanticables.
Por esta labor de arqueología del pensamiento excavamos los principios
fundacionales de la antropología salvadoreña y de su órgano máximo de ex-
presión, el Museo Nacional, luego Museo Dr. “David J. Guzmán”, y ahora
Museo Nacional de Antropología “David J. Guzmán” (Muna). Primero, el
artículo indaga la manera en que el “órgano ocial” del museo sometía todo
saber objetivo a su valor comercial. En seguida, expone la dinámica entre lo
propio y lo ajeno que volcaba la identidad nacional hacia la imitación de lo
extraño. Luego, desglosa la visión que ese mismo “órgano ocial” proyecta-
ba de la mujer y del indígena como destinada al hogar, la primera, y a la des-
aparición, el segundo. Por último, explicita el ideal demográco de Guzmán,
el cual sugería importar población europea del Mediterráneo para completar
el progreso y modernización del país.
13
De estas cuatro aristas —saber utilitario, identidad sometida a lo ajeno, ex-
clusión de la mujer y del indígena, inmigración neocolonial— demuestran
la dicultad de la reexión antropológica salvadoreña por dialogar con la
diversidad étnica nacional. No nos asombra que su ideario no instaurara ins-
tituciones indigenistas que le concedieran derecho a la palabra y expresión
cultural. Así mismo, el despliegue museográco de sus resultados pretendía
crear espacios urbanos de distinción social —para “público selecto”— y co-
mercialización de productos, más que abrir el razonamiento intercultural en-
tre sectores sociales dispersos.
1. David J. Guzmán y los Anales del Museo Nacional
Tal cual lo expresa el epígrafe inicial, resulta evidente que el fundador del
Museo Nacional de Ciencias Naturales, Agrícolas, Artes Industriales, Co-
mercio Nacional y Exterior (1903) y editor de los Anales, órgano ocial del
instituto del mismo nombre (1903-1911), David J. Guzmán (1846-1927), no
creía en la neutralidad desinteresada y objetiva de las ciencias naturales. Por
lo contrario, antropología, botánica, geología, sismología, zoología, etc., obe-
decían a dictados de la “suprema” administración gubernamental, primero, y
de las necesidades industriales, comerciales y nancieras del país, en seguida
(Anales, I.1., julio/1903: 1).
La ciencia servía “al capital”, que hacía que todos los preceptos éticos y cien-
tícos gravitaran bajo su órbita, como si se tratara de una implacable ley
de la gravedad. Positivamente, había que superar “la apatía de los gobiernos
pasados y las etapas revolucionarias” para recolectar “plantas indígenas” e
iniciar su “estudio racional”, lo cual crearía “fábricas en grande de productos
químicos y medicinales” (Anales, I.2., agosto/1923: 63). La revolución indus-
trial salvadoreña presupondría examen y utilización minuciosos de todos los
recursos naturales.
Al estudio de la naturaleza y de lo humano, el museo no procedía con un
propósito desinteresado y objetivo. Más bien, le concernía establecer un ca-
tálogo razonado de todos los productos naturales que se prestaran a un uso
práctico y a su explotación comercial. Si la fundación del museo se debió al
encomiable convencimiento del Estado por denir los intereses nacionales, su
muestrario respondía a una utilidad comercial. Las exposiciones desplegaban
solo aquellos productos que poseían una aplicación provechosa. Los que po-
14
dían comercializarse en el extranjero eran aquellos especímenes vegetales y
animales que merecían especial interés técnico.
Se impulsaban “exploraciones cientícas” alrededor del territorio nacional;
pero estas incursiones en el campo solo recolectaban lo que fuera nancie-
ramente ventajoso. La ciencia —natural y antropológica— era instrumento
anodino de la expansión del capital y de un n utilitario de lucro. Esta sumi-
sión operativa, Guzmán la juzgaba necesaria para el desarrollo autosustenta-
do del país. El saber cientíco y la política los dominaba una utilidad práctica
y rentable.
Había que “dar a conocer en el exterior” —en el mercado global, diríamos
ahora— “todo cuanto El Salvador tiene de rico, de explotable, de útil al pro-
greso” (Anales, I.1., julio/1903: 37). Por esta razón comercial, se escribían
múltiples reseñas sobre técnicas de explotación del bálsamo —de su resina
medicinal y madera— sin percatarse de que en la región costera que lo abri-
gaba existía una población indígena (Anales, I.3., septiembre/1903: 81). Las
“exploraciones cientícas” en territorio nacional resaltaban la riqueza comer-
cial de los productos naturales, a la vez que desdeñaban a la población indí-
gena que los cultivaba.
En el ámbito lingüístico, por ejemplo, los Anales ni siquiera ofrecieron un
somero vocabulario de términos náhuat; y el editor, por su parte, no rebasó la
transcripción de breves muestras que citaba de viajeros extranjeros de media-
dos del siglo XIX (Guzmán, Apuntamientos, 1883: 447). Era obvio que los
idiomas indígenas se hallaban más allá de cualquier comercialización. Care-
cían de valor monetario y la antropología salvadoreña podía ignorarlos. No
había experiencia con el otro —ser-con (mit-sein) el otro—, ya que no se le
reconocía su derecho a la palabra —a una lingüisticidad, verbum y ratiotan
expresiva y lógica como la hispana.
Más que del zoon logos ejon —animal dotado de lenguaje— Guzmán y sus
contemporáneos derivaban su concepto de antropología de las ciencias na-
turales. En su tajante positivismo consideraban al hombre “químicamente”
—“agrupación molecular de materia”—, a la vez que acertaban en conrmar
asuntos bíblicos (Anales, I.1., julio/1903: 15). “La bra más sensible de nues-
tro corazón quizá formaba parte ha mucho tiempo de la organización de un
vegetal de un país lejano”, se aseguraba en el primer número (17). Nuestros
más nobles sentimientos y creencias se percibían como vegetales espirituali-
15
zados, que de la digestión se alzaban hacia las artes. Empero, tampoco preva-
lecía un espiritualismo materialista que se intuiría en el párrafo precedente. El
verbo y razón indígenas —que enunciaran su interioridad e intervinieran en
la vida en común— quedarían ocultos.
2. Dinámica entre lo propio y lo ajeno
Si Guzmán anhelaba “poner a Centro América en el camino de su transgura-
ción” civilizadora —“proteger la agricultura, artes e industrias nacionales”—,
una paradoja económica armaba que este propósito solo se lograba al emular
lo extraño. Hay que “copiar los modelos que nos ofrecen las grandes indus-
trias” para que “dejemos de ser tributarios del extranjero en muchos artículos”
(Anales, I.7., 1910: 277). Por un insólito juego especular, la identidad nacio-
nal modernizante la derivaba de la capacidad por absorber lo ajeno.
A Guzmán y su generación los afectaba un sentimiento de inferioridad, ya que
una falta constituía lo salvadoreño por defecto al compararse con lo moderno:
Europa y EE. UU. Salvar la brecha del retraso sería quehacer de la ciencia, la
cual ayudaría a inculcarle al espíritu racial de “origen español” los “dones tan
frecuentes entre los ingleses y los yankees” (Anales, I.2., agosto/1903: 47).
“Tiempo es ya que imitemos el ejemplo de los anglo-sajones, que fríos razo-
nadores se han consagrado a las artes útiles y a la explotación de las riquezas
naturales tan prodigiosamente esparcidas por todos los ámbitos de nuestra
América tropical” (Anales, I.2., agosto/1903: 73).
Pero “nuestra ardiente imaginación” se entregaba solo a “las bellas artes y
la poesía” que la educación técnica lograría trasvasar en ideal práctico de
progreso hacia “nuestra raza” embelesada en la contemplación estética sin
utilidad. La contradicción se acentuaría de advertir que la producción nacio-
nal no aspiraba a abrir un mercado interno de consumo; en cambio, ante todo
anhelaba ampliar su distribución global. La explotación de los vastos recursos
naturales del trópico dependía de que los productos salvadoreños alcanzaran
alta estima en el extranjero.
“Lo nuestro” y lo regional obedecían a modelos foráneos “progresivos” y a
un régimen comercial globalizado. Los Anales no se cansaban de repetir “se
venden en Europa muy bien […] sirven en Europa y Estados Unidos” (Ana-
les, I.6., diciembre/1903: 146). La identidad nacional la regía la utilidad co-
16
mercial que a un “arte práctico” salvadoreño se le concedía en las metrópolis.
Sólo importaba de lo propio aquello que lo ajeno le deparaba un alto valor
de cambio y consumo. Para el progreso, se requería incluso el plagio de lo
extranjero: “imitadores en nuestro país” (Anales, I.2., agosto/1903: 47). Una
identidad nacional moderna implicaba “asimilar nuevos elementos de vida y
de prosperidad”, con el objetivo de no “rebajarse al nivel de los pueblos afri-
canos” (Anales, I.6., diciembre/1903: 238).
Situado en el justo centro —entre lo primitivo-africano y lo civilizado-blan-
co—, lo hispano correría el peligro de deslizarse hacia la “rara fealdad” y
“nivel moral desgraciadamente bajo” de lo zambo y negro o bien, por la cien-
cia, elevarse hacia lo prístino y racialmente blanco (Guzmán, Apuntamientos,
1883: 513). No otro era el desafío desarrollista y racial que enfrentaban Guz-
mán y su generación al promover la globalización industrial de El Salvador.
3. Omisiones
La más notable omisión la revelaría una perspectiva indigenista y de género,
sin utilidad monetaria. Las actividades cientícas y lucrativas el fundador del
Museo las percibía como exclusivas de hombres con un distintivo carácter
cultural: hispano-europeo. Si para la mujer los Anales imaginaban la creación
de una moderna “Escuela de Economía Doméstica” —en su meta de cumplir
la misión patriótica en el hogar— “vencido desde la conquista”, para el indí-
gena se vislumbraba su “impotencia” y “degeneración” (Anales, I.7., 1910:
294-298).
Describimos una breve reseña sobre el sitio que se le deparaba a la mujer,
encerrada en el recinto doméstico, al igual que el desplazamiento histórico del
indígena hacia lo pretérito y moribundo. Aún sin ofrecer un índice exhaustivo
y estadísticas sobre autores y temáticas de los Anales, aseguramos ausencia
(casi) total de escritoras y presencia de una mirada hispano-céntrica que exo-
tiza lo indígena. Resultaba prueba irrefutable que la racionalidad técnica la
realizaban solo “hombres de ciencia” (Anales, I.4., octubre/1903: 161).
3.1. Género
“Un servicio doméstico inteligente y bien dirigido” presuponía que el propio
“señor Ministro de Instrucción Pública” aplicara el rigor de la ciencia en la
17
formación técnica de la mujer para cuidar “el santuario del hogar” (Anales,
I.7., 1910: 294-298). Era inútil que la fémina ocupara “las funciones sociales
más honorícas” si “se descuidan los quehaceres domésticos”. Como legisla-
dor, Guzmán no imaginaba la posibilidad de compartir un trabajo cotidiano.
Más bien, su proyecto cientíco de nación se enfocaba hacia el “cumplimien-
to [estricto] de esas obligaciones” que le pertenecían de lleno al entorno feme-
nino. “Las labores domésticas […] debe la mujer hacendosa desempeñarlas
en cuanto su tiempo se lo permita y lo reclamen también las necesidades del
hogar”. Negarse a ello signica —en el caso de la mujer, no del hombre—
“necedad o pereza”.
Aún si la misma reseña incitaba al “espíritu serio y losóco” —del hombre,
por supuesto— a considerar que “la mujer” no era el único objeto de placer
estético, su “bella” presencia se requería a la hora de evaluar una “exposi-
ción nacional”, como aderezo a la de la “selecta sociedad” (Anales, I.4., octu-
bre/1903: 135). Si la nueva sensibilidad cientíca consideraba que “la belleza
no sólo se encuentra en el rostro de las mujeres [sino] existe en todo lo que nos
rodea”, el despliegue de resultados cientícos necesitaba de su concurrencia.
“Asistieron nuestras altas clases sociales de esta capital y departamentos, y en
particular el bello sexo salvadoreño” (Anales, I.10., diciembre/1904: 486). La
ciencia dejaría de proponer simples juicios analíticos, para endulzarse gracias
a la distinción social que proponía su ejercicio y exhibición, así como a los
atractivos de recrear la mirada masculina ante “el bello sexo”.
Frente al peligro que la mujer le disputara al hombre posiciones inuyentes,
al estado liberal le concernía asegurarse de que la fémina cumpliera “los sa-
grados deberes” de “hija, esposa y madre” (295). En cronología evolutiva,
estos quehaceres mujeriles no se visualizaban como un simple trabajo. Repre-
sentaban una esfera que Guzmán y sus contemporáneos llamaban un “arte”, la
cual les reservaban a cónyuges y criadas.
3.2. Etnicidad
La etnografía que exaltaba la noble descendencia “egipcia” e “israelita” de
mayas, pipiles y aztecas, comprobaba el agotamiento actual de cualquier otra
raza y cultura centroamericana distinta de la española castiza o, en su defec-
to, de la europea (“Etnología”, Anales, I.3., septiembre/1913: 108-112). El
estudio etnográco del pasado era excusa para asentar el predominio político
hispánico sobre otras culturas y razas centroamericanas “inferiores”.
18
Lo indígena se visualizaba siempre como “antigüedades […] precolombi-
nas” (Anales, I.7., 1904: 286). Esta remisión de “artes y cultura de nuestros
aborígenes ‘primitiva raza’— hacia lo pretérito acentuaba la modernidad
progresiva de lo hispanoamericano (lugar citado y 317). Desde Guatemala
se auguraba que “su decadencia posterior sabemos a qué debe atribuirse [al
hecho de ser] razas vencidas y sujetas […] y así seguirán hasta que se confun-
dan o se acaben” (J. Rodríguez Luna, Anales, 2.14., septiembre/1905: 741).
Entre los ideales modernizadores del Museo se contaba con el acabamiento y
supresión de lo indígena.
El breve artículo “Etnología” (Anales, I.3., septiembre/1903: 108-112) resul-
taría suciente para evaluar el lapso de racionalidad que separa las clasica-
ciones botánicas y zoológicas de las humanas. Si fauna y ora Guzmán las
observa bajo un prisma de creciente rigor taxonómico, a su conciudadano
indígena lo imagina en contacto con el Mediterráneo antiguo. Por cción cré-
dula, existía “comercio global” entre los egipcios y la Costa del Bálsamo en
el Pacíco salvadoreño.
Como siempre, según expresión ingenua, se recurría a ‘hechos’ que ‘hablan
por mismos’ al demostrar semejanzas del Egipto antiguo con el continen-
te americano. En lo que consideraba ‘cienticidad acertada’, Guzmán sólo
exponía la evidencia irrefutable con claridad necesaria. Mientras que para el
estudio de plantas y animales útiles recurría a métodos químicos y biológicos
modernos, para el antropológico se conformaba con leer la Biblia y docu-
mentos similares, para comprobar la antigua raigambre indígena en el Viejo
Mundo.
Así, líderes indígenas participaron en la construcción de la “torre de Babel” y
viajaron por Babilonia. Escondieron “tesoros de la antigua gentilidad india”
en el “Soconuzco”. “Las naciones que compusieron el imperio mexicano per-
tenecían a la descendencia de Nephtuin que salió de Egipto”, y el paradigma
de la civilización mesoamericana —los toltecas— “eran de la casa de Israel”,
a quienes “el profeta Moisés sacó del cautiverio en que los tenía Faraón”.
Prueba de esa liberación Guzmán la encontraba en “la intolerancia de Moi-
sés”, quien “quiso trasladar[los] a las riberas del mar Bermejo [golfo de Ca-
lifornia] que hoy es parte de la República Mexicana”. Quimeras mitológicas
—disfrazadas de ciencia— poblaban las teorías históricas de Guzmán. Desde
su perspectiva “cientíca”, la cción novelesca ofrecía hechos palpables. Las
19
acusaciones que su espíritu de biólogo dirigía contra escritores se revertían en
espejeo hacia su escritura de la historia. “Creer que la Botánica, en el sentido
literario, es una prosaica representación de la vida estética, es una ignorancia
imperdonable a poetas y literatos” (Guzmán, Especies, 1924: 8).
Esta correspondencia cultural podría juzgarse positiva —indígenas tan civi-
lizados como egipcios, israelitas, etc.— si no fuera porque un determinismo
geográco —también teoría ‘cientíca’, por supuesto— demostraba que “la
obra bienhechora” de la antigüedad clásica había decaído por la inuencia
del clima. Hasta los pueblos más desarrollados —“extranjeros del Norte de
Europa, ingleses, alemanes, franceses, holandeses, etc.”— al “llegar a nues-
tros países robustos y brotando de vida por todo su cuerpo [hemos visto que]
a establecerse las costas y a poco tiempo degenerar, palidecer, enaquecer…”
(Anales, I.3., septiembre/1903: 124).
Acaso esa inuencia climática —aunada al espíritu de conquista— hacía que
el despegue de la antropología salvadoreña visualizara a los indígenas como
“raza decadente” e informe, afectada también por clima impío y la sumisión
colonial (Guzmán, Apuntamientos, 1883: 505). La caracterización guzma-
niana culmina en el asombro que contrapone gloria pretérita con decadencia
presente. “¡Qué contraste! Quién al meditar sobre las hermosas ruinas de sus
antiguas ciudades podría reconocer en estos restos de aquella civilización el
poder de una raza que yace sepultada en la noche del olvido”, cuyo único des-
tino lo señalaba la consumación. (Guzmán, Apuntamientos, 1883: 505).
4. Migración neocolonial
Ante este descalabro poblacional, el ideal demográco de Guzmán implan-
taría una política migratoria que atraería colonos europeos “del Mediodía”
—activos y laboriosos— para sustituir a nativos, a sus ojos, soñolientos y
decadentes. La gura racial europea haría del trópico —perezoso y durmien-
te— una utopía agrícola-industrial, cuyo modelo nacional lo ofrecía Bélgica
(Anales, marzo/1906, 16: 853). El desarrollo no solo lo dictaría la técnica ni
la economía. Lo decretaría una transmutación racial y étnica del país.
Los naciones independientes propiciarían una nueva “colonización que aan-
zara su progreso”. Desde nales del siglo XIX, Guzmán recomendaba que “la
colonización e inmigración extranjera […] es una de las más sólidas y seguras
20
bases en que debe apoyarse la prosperidad y desarrollo de la riqueza en estas
orecientes y vírgenes comarcas de la América Central” (Guzmán, Apunta-
mientos, 1883: 405). A lo que la actualidad visualizaría como transferencia de
capital y tecnología, cientícamente, Guzmán agregaba “la importancia de la
inmigración en relación con el desarrollo de la riqueza pública” (1883: 417).
Obviamente, este traspaso demográco sería selectivo, ya que “el europeo
de Mediodía se hallará notablemente bien en nuestras latitudes, mientras que
el negro africano llevará una existencia enfermiza” (Guzmán, Apuntamien-
tos, 1883: 407). La antropología culminaba con recomendaciones para que
el gobierno promoviera una vasta política diplomática por “la inmigración de
activos e industriosos colonos” (Guzmán, Apuntamientos, 1883: 417). Guz-
mán había comprobado que existían correlaciones directas entre raza —india-
ladina/mestiza-blanca— y clase social, las cuales presuponían que, junto a
un blanqueamiento, una “fusión de razas” fomentaría el desarrollo (Guzmán,
Apuntamientos, 1883: 516). Más aún, la secuencia racial antedicha se corres-
pondía con el transcurso evolutivo de la humanidad.
Lo que la actualidad percibe en términos sociológicos estrictos —disparidad
económica, pobreza y poder político— en Guzmán se revestía también de
un carácter biológico-racial irremisible. El único “porvenir de la raza india”
lo auguraba su disolución (Guzmán, Apuntamientos, 1883: 517). “La paz,
trabajo y libertad” que el gobierno propiciaba por la creación de escuelas no
bastarían para elevar la “raza india”. A este indiscutible quehacer guberna-
mental —que actualizaba el apostolado lascaciano— era necesario añadir su
“incorporación forzosa en el gran movimiento civilizatorio del siglo” (517).
El transvase biológico-racial —fusión con la raza criolla o con la ladina— re-
sultaba una acción tan necesaria como la educativa y social. Blanqueado, al
indígena se le vaticinaba un progreso certero y creciente.
5. Conclusión
Connamiento de “la mujer hacendosa” en “las labores domésticas” —del
indígena en su grandeza pretérita— encaminaría al hombre hispano moderno
hacia un progreso similar al de los países civilizados y pujantes: anglo-ame-
ricanos y europeos. Acaso por la sumisión de la ciencia social a designios
gubernamentales y comerciales, a diferencia de México y Francia, en El Sal-
vador nunca se fundó un “colegio de altos estudios” con suciente autonomía
21
para conducir investigaciones cientícas y antropológicas de largo alcance.
La labor del Museo Nacional, los Anales y el pensamiento de Guzmán nos in-
forman por qué en el país se vuelve tan difícil inculcar un pensamiento crítico
laico, más allá del tributo que se profesa por los regentes del orden universal:
“supremo Estado” y “capital”.
Por paradoja nacionalista, quien por décadas le otorgó su nombre al actual
Museo Nacional de Antropología (Muna), carecía de una visión en defensa
del indígena y percibía sus costumbres como “antipatrióticas”, ya que promo-
vían “tierras del común” —autorizadas por la Corona española—, las cuales
atentaban contra el principio “eterno” de la propiedad privada, cuya “con-
secuencia necesaria” es la “idea” misma de “patria” (Guzmán, 1914: 141,
167 y 194). Acaso este emblema caracterice la singularidad salvadoreña —al
menos en la esfera antropológica— como un país sin instituciones indigenis-
tas sólidas y cuyo máximo lugar de expresión, para las culturas a las cuales
representaría, lo patrocina el ideal anti-indigenista por disolverlo.
Según los Anales del Museo Nacional, sin embargo, el objetivo de una ins-
titución tal jamás consistiría en abrir espacios para expresar una diversidad
étnica nacional, la cual debía extirparse. “El Museo Nacional no es un es-
tablecimiento destinado a coleccionar objetos curiosos [como la cultura in-
dígena actual] o destinados a estudios teóricos sobre Ciencias Naturales o
Biológicas, sino un centro destinado a dar las más grandes amplitudes a la
riqueza nacional”; por eso, como en EU. UU. lo patrocinarían “el Gobierno y
los grandes propietarios y comerciantes (Anales, I.3., septiembre/1903: 82).
En la actualidad, no nos extrañaría que el Muna —continuador del legado
guzmaniano— solo visualice al indígena en lo arqueológico —glorioso, pre-
térito y difunto— mientras, cara a cara, le niega a nuestros contemporáneos el
derecho a la representación.
Bibliografía mínima de David J. Guzmán
Guzmán, David J., Obras escogidas. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos,
2000. Carlos Castro (Ed.).
Especies útiles de la ora salvadoreña médico-industrial: con aplicación a la medicina, far-
macia, agricultura, artes, industria y comercio/. San Salvador: Ministerio de Educación,
Dirección de Publicaciones, 1980.
Nuevo método para leer y declamar correctamente: para Escuelas Primarias Superiores e
Institutos de Enseñanza Secundaria y Normal; complemento del Prontuario de locución,
22
estilo, declamación y elocuencia; principios fundamentales de la palabra /. San Salvador:
Revista del Ateneo, 1923.
Fitopatología; estudio de las enfermedades que afectan a las plantas agrícolas de El Salva-
dor. San Salvador: Imprenta Nacional, 1919
Laboratorio de patología vegetal: Parte primera, plagas de la agricultura /. San Salvador:
Imprenta Nacional, 1919.
Prontuario de alocución, estilo, declamación y elocuencia: Vade-mecum del orador salvado-
reño /. San Salvador: [s.n.], 1915.
Comentarios sobre instrucción cívica y moral práctica y social. San Salvador: Imprenta
Nacional, 1914
Catálogo de los artículos del departamento tecnológico. San Salvador: Museo Nacional “Dr.
David J. Guzmán”, 1910.
Catálogo analítico y general de los objetos que El Salvador presenta en la Exposición nacio-
nal de 1904 /. San Salvador, 1904.
Cartilla de agricultura para uso de las escuelas primarias de la República /. San Salvador:
Imprenta Nacional, 1903.
Anales, Órgano Ocial del Instituto del Mismo Nombre. 1903-1911.
Reglamento del Museo Cientíco, Agrícola e Industrial de El Salvador. San Salvador: Museo
Nacional “David J. Guzmán.” 1902.
Catálogo ocial de los productos que la Republica del Salvador envía a la Exposición Inter-
national de Paris de 1889 con un cuadro estadístico é historial de todas estas producciones
por David J. Guzmán. San Salvador: Imprenta Nacional, 1888.
Catálogo ocial de los productos que la República del Salvador envía a la Exposición Inter-
nacional de Paris de 1889. San Salvador: Imprenta Nacional, 1888.
Catálogo ocial de los productos ... con un cuadro estadístico é historial de todas estas pro-
ducciones /. San Salvador: Imprenta Nacional, 1888.
Concurso pedagógico de 1887 : De la organización de la Instrucción Primaria en El Salva-
dor /. San Salvador: Imprenta Nacional, 1886.
De la organización de la instrucción primaria en el Salvador. San Salvador: Imprenta Na-
cional, 1886.
Apuntamientos sobre la topografía física de la República del Salvador, comprendiendo: su
historia natural, sus producciones, industria, comercio e inmigración, climas, estadística &.
San Salvador, Tipografía de “El Cometa”, 1883.
Exposición Universal de Chile: Catálogo del Salvador/. San Salvador: Tipografía Nacional,
1875.
Cerna Chavarría, Efraín.; Guzmán, David J.; Velásquez, José Humberto. Materiales para el
estudio de David J. Guzmán /. San Salvador: S/n, 1979.
25
La función cultural de los museos en San Salvador
Carmen Molina Tamacas
El presente artículo es un resumen de la tesis “La función cultural de los mu-
seos de San Salvador”, para optar al grado de licenciatura en Antropología
por la Universidad Tecnológica de El Salvador, Utec. El estudio, desarrollado
en el transcurso de 2008, explora el legado material e intelectual de nueve
museos que tienen su sede en San Salvador.
El objetivo general, planteado al inicio de la investigación, fue determinar,
por medio de un análisis de carácter diacrónico, cuál es la función cultural que
desempeñan los museos en la actual sociedad salvadoreña, así como exponer
su quehacer social y cultural y la relación que tienen con el público visitante.
Al respecto, se jaron los siguientes objetivos especícos:
a) Desde una perspectiva antropológica, explicar cuál es la idea de museo
que existe y qué entiende la sociedad urbana salvadoreña por museo.
b) Ante la ausencia de una clasicación ocial, determinar cuál es el en-
foque de los museos de San Salvador.
c) Analizar, desde una perspectiva antropológica, cuál es la funcionali-
dad social y cultural de los museos y, si es posible, el grado de perte-
nencia que tienen los visitantes con ellos.
d) Reconstruir la historia del origen y desarrollo de los museos estudia-
dos a partir de una investigación bibliográca.
Los nueve museos ubicados en San Salvador son: el Museo Universitario
de Antropología (MUA), de la Utec; el Museo de Arte (Marte); el Museo
Nacional de Antropología “Dr. David J. Guzmán” (Muna); el Museo de la
Palabra y la Imagen (Mupi); el Museo de Arte Popular (Iniciativa pro Arte
26
Popular, Inar); Tin Marín, Museo de los Niños; el Museo de Historia Militar
“Cuartel El Zapote”; el Museo de Historia Natural (MHNES), y el Museo del
Fútbol.
1
Dentro de la estrategia metodológica cabe destacar la utilización de métodos
y técnicas de las investigaciones antropológicas, entre las que guraron la
consulta de abundante bibliografía; es decir, documentos, libros, folletería
y publicaciones tanto en forma física como virtual, lo cual constituyó el eje
transversal de esta investigación; se realizaron continuas visitas en cada mu-
seo, con un objetivo especial en cada una de ellas: observar el entorno y la
interacción entre los trabajadores del museo, sus autoridades y el público. Así
mismo, se elaboró un guión básico para las entrevistas abiertas no estructura-
das, con el objetivo de facilitar la expresión de las opiniones, hechos perso-
nales, recuerdos y detalles íntimos de las personas entrevistadas.
2
La interpretación de los datos técnicos, legales, administrativos, históricos y
cientícos que atañen a los museos, obtenidos durante la fase de recolección
de información bibliográca, así como en el proceso de realización de entre-
vistas y la observación de campo será desarrollada a continuación. El análisis,
con base en el marco teórico, fue realizado con un enfoque diacrónico; es
decir, los resultados se presentan de acuerdo con la evolución de los hechos o
procesos históricos a lo largo del tiempo.
Al interior del marco teórico, se partió de la idea de que los museos son ins-
tituciones sociales cuyo concepto es una “realidad dinámica que continúa de-
sarrollándose” desde el siglo XVI hasta nuestros días, tal como lo plantean
autores como Francisca Hernández Hernández, directora académica del Más-
ter de Museología de la Universidad Complutense de Madrid.
3
También, se toma como base el concepto de museo creado por el International
Council of Museums (Icom): museo es “todo establecimiento permanente,
1
Un Museo del fútbol no existe como institución establecida, privada o gubernamental. Durante esta
investigación fue inaugurado el “Fútbol Fest” en el Centro Internacional de Ferias y Convenciones. Esta
actividad, de carácter comercial, duró del 10 al 12 de diciembre de 2008 e incluyó un espacio denomi-
nado como “museo”. La taquilla del evento fue a benecio de la Fundación Mágico González.
2
En total se realizaron 42 entrevistas, tanto de personas internas como externas de los museos. Entre
la categoría interna gura personal técnico y administrativo así como personas que con anterioridad
han trabajado estas instituciones; en el área externa fueron incluidos básicamente visitantes y público
en general.
3
Hernández Hernández, F., Manual de Museología. Editorial Síntesis. Madrid. Pág. 62.
27
administrado en benecio del interés general para conservar, estudiar, hacer
valer por medios diversos y sobre todo, exponer para deleite y educación del
público un conjunto de elementos de valor cultural: colecciones de objetos
artísticos, históricos, cientícos y técnicos, jardines botánicos y zoológicos
y acuarios. Las bibliotecas públicas y los centros de archivos que mantienen
salas de exposición de manera permanente, serán asimilados a los museos”.
4
Es importante destacar que cada texto que aborda el tema de los museos cons-
truye un concepto sobre lo que es o debería ser esta institución. Al respecto,
y después de citar diversos referentes teóricos, esta tesis aporta la siguiente
denición: “Los museos son instituciones permanentes que resguardan obje-
tos a los cuales los cientícos les atribuyen cualidades simbólicas y utilitarias
producto de procesos históricos y culturales que han acontecido en socieda-
des determinadas. Entre las misiones que los museos tienen para con estas
colecciones es conservarlas, inventariarlas, protegerlas y exhibir las investi-
gaciones en torno a esos signicados, contribuyendo así a la difusión de estos
valores con el propósito de fortalecer la apreciación y apropiación del patri-
monio cultural de la sociedad a la que pertenecen. Los museos desempeñan
muchos papeles en la sociedad: económico, académico, político, cientíco y
de recreación, entre otros”.
En el marco histórico —que constituye un capítulo completo de la inves-
tigación— se aborda, de manera extensa, el desarrollo del museo, desde la
antigüedad hasta el presente, tomando como base dos conceptos que se rela-
cionan de manera directa: la expoliación y el coleccionismo.
Según el arquitecto salvadoreño Óscar Batres, el despojo de los bienes ma-
teriales de un país, con afán de conquista y colonización, existe desde tiem-
pos remotos. Él indica que “expoliación” tiene una connotación estrictamente
violenta; pero como se verá más adelante, al analizar el papel de la antropo-
logía en el colonialismo, este proceso también pudo ocurrir de una manera
más sutil.
Batres se reere a la expoliación como la forma violenta de despojar con
injusticia. “Es atribuirse pertenencias ajenas, quitando posesiones bajo la in-
uencia del poder o de la fuerza… Ese fue el panorama que se dibujó en la
4
Fernández, Luis A. Museología. Introducción a la teoría y práctica del museo. Ediciones Istmo.
Madrid. 1993. Pág. 34.
28
Roma antigua”, y que eventualmente se suscita incluso en nuestros días. Por
ejemplo, menciona que durante los siglos XIII y XIX, tanto en Europa como
en América, se realizaron grandes expediciones comandadas por investiga-
dores académicos, que bajo la inuencia del poder y acciones clandestinas
saquearon muchos lugares de dichos continentes. En la actualidad hay refe-
rencias documentadas de que grandes y reconocidos museos son depositarios
de colecciones muy importantes que han sido producto del expolio realizado
en épocas pasadas por parte de países que tuvieron dominio sobre otros ejer-
ciendo el saqueo de objetos de interés cultural.
5
Así mismo, posiblemente como consecuencia primero del coleccionismo, se
desarrolló con el tiempo y hasta el presente, siendo considerado como básico
y fundamental en cuanto constituye el génesis del patrimonio de un museo,
por pequeño, grande, complejo o especializado que sea.
Dado el carácter de este estudio, se subrayan aspectos relevantes como la
relación de la Antropología con los museos y la creación del Museo Nacional
en 1883.
Diversas publicaciones periodísticas y académicas, como el artículo “El boom
de los museos en El Salvador”
6
que apareció en la “Revista Dominical” de La
Prensa Gráca, en el 2002; los escritos del antropólogo salvadoreño Ramón
Rivas y de la cátedra universitaria del arquitecto y museógrafo Óscar Batres
coinciden en que la década más reciente ha registrado un auge en el interés
de la población salvadoreña por conservar y exhibir objetos, documentos y
fotografías que explican la razón de ser de un pueblo o de un conglomerado.
Esto responde, de acuerdo con Rivas, a la necesidad de que “el deseo de
encontrarse con la identidad se hace constante en todas las esferas de la so-
ciedad”.
7
5
Al respecto, ver el apartado “Antecedentes del museo” del folleto Historia de los museos utilizado en
la cátedra de Museología en la Universidad Tecnológica de El Salvador, proporcionado por el arquitecto
Óscar Batres, 2006.
6
Así lo relató Ada Montalvo en la “Revista Dominical” de La Prensa Gráca: “Este aniversario (del
Museo Nacional de Antropología) ocurre en medio de un boom ‘museístico’, que incluye la próxima
apertura del Museo Militar, el de Historia Nacional y el de Arte Moderno”.
7
Rivas, R., Ensayo sobre estudios antropológicos en El Salvador. Documento inédito. San Salvador,
El Salvador. 2009.
29
En El Salvador, la rma de los Acuerdos de Paz, en 1992, marca un momento
decisivo para la actividad cultural, en particular para los museos, ya que di-
versas iniciativas salen a la luz.
Los resultados
Al contraponer la rigurosa teoría museológica con la realidad manifestada por
los técnicos y empleados y los visitantes de algunos de los museos más repre-
sentativos de San Salvador, es pertinente acotar que los museos desempe-
ñan los papeles y funciones que estipula la teoría, pero con serias limitantes.
Hace falta que los habitantes de San Salvador y sus alrededores desarrollen
una cultura por los museos. Sólo así la apropiación y la demanda de sus servi-
cios empujará la transformación de estas instituciones, algunas de las cuales
permanecen estáticas mientras revoluciones culturales —como la que pro-
pician las tecnología de la información y la crisis económica— ocurren a su
alrededor.
Es pertinente concluir, con base en la información obtenida de las personas
entrevistadas para este estudio antropológico, que San Salvador carece de una
cultura de museos bien desarrollada. Por un lado, la mayoría de museos de la
capital carecen de una plantilla completa de personal para llevar a cabo todas
las tareas que deben realizarse; en algunos casos, por ejemplo, hacen falta
investigadores, mientras que en otros museos no hay conservadores de planta
o carecen de guías permanentes para atender al público.
En cuanto a los visitantes, uno de los hallazgos de este estudio es que muchas
personas que se deciden por visitar los museos lo hacen por vez primera. Si
son adultos, recuerdan que lo hicieron en sus años escolares; si son jóvenes,
por lo general lo hacen para cumplir con una tarea especíca; y si son ni-
ños, lo hacen acompañando a sus padres. En estos casos, los menores están
expuestos a los museos con la frecuencia que deciden las autoridades de los
colegios y escuelas a las que asisten. La falta de una cultura de museos en San
Salvador se traduce en la ausencia del sentimiento de “apropiación” por parte
de los ciudadanos hacia los museos.
Pese a que no es una tradición que los salvadoreños visiten asiduamente los
museos, cuando lo realizan, especialmente en grupos familiares, ocurren di-
námicas culturales que pasan casi inadvertidas, como la transmisión oral de
30
conocimientos ancestrales. Los adultos explican a los niños, con base en su
experiencia y recuerdos, lo que tal o cual objeto signica. En ese caso, los
museos cumplen su función, aunque de manera parcial, de ser “mediadores
culturales”.
El surgimiento del museo como una de las instituciones culturales más anti-
guas de El Salvador, como es el caso del Museo Nacional “David J. Guzmán”
–que desde nales de los años 90 fue renombrado como Museo Nacional de
Antropología— obedeció a una perspectiva mercantilista, alejada de la co-
rrientes cientícas sobre el conocimiento humano que propugnaban el cono-
cimiento “de los otros”, tal es caso de otros museos en Europa. Esa perspec-
tiva cambió a nales de los años 70, cuando un grupo de jóvenes académicos
desempeñó una actividad de investigación y difusión hasta ahora irrepetible;
pero la guerra (1980-1992) ocasionó una ruptura con la institucionalidad que
había sido establecida. De manera que hasta ahora, pese a que fue reconstrui-
do, el Museo Nacional permanece con la misma museografía de hace siete
años. Muchas de las iniciativas que fueron planicadas e iniciadas en la déca-
da de los 80, se han olvidado, no por falta de interés, sino por la inseguridad
que reinó en esa época.
La memoria histórica de los museos en San Salvador se conserva en las per-
sonas que están vivas. Por problemas de recursos económicos, y otros limi-
tantes, existen muy pocos documentos que hablen de la historia de los museos
capitalinos desde la perspectiva de quienes han trabajado años y hasta décadas
en ellos. Este trabajo da pruebas de esto. Es deber de los historiadores, antro-
pólogos, arqueólogos y conservadores del patrimonio preservar esa memoria
por medio de programas o trabajos de documentación permanente sobre la
producción intelectual que en estos lugares se realiza.
El auge y la accesibilidad de las nuevas tecnologías de la información plan-
tean retos muy fuertes para los museos capitalinos, ya que la mayoría carece
de estas herramientas que condicionan nuestra forma de comunicación con-
temporánea.
Así como está anclada la visión de que los museos solamente reejan el pa-
sado, este estudio también encontró mucha frustración en los técnicos que
trabajan en ellos debido a que diversos factores como la burocracia y la ca-
rencia de recursos económicos impiden convertir en exhibiciones decenas de
investigaciones que se han llevado a cabo.
31
¿Cuál es la importancia que tienen los museos para la Antropología?, y, ade-
más, ¿cuál es la importancia que la Antropología representa para los mu-
seos?
En primer lugar, los museos de San Salvador custodian colecciones que cons-
tituyen el legado material no solo de la capital, sino del país. Por ende, estas
instituciones conforman una fuente de información de primer orden para pre-
sentes y futuros estudios de carácter antropológico, histórico, arqueológico,
educativo, artístico y de ciencias naturales. Los museos almacenan objetos
con mucho simbolismo, de manera que atesoran retazos de la identidad na-
cional que pide a gritos ser descubierta. Es posible que en estas colecciones
se encuentren las respuestas a muchas preguntas que los cientícos realizan
en el momento de estudiar los hechos sociales del presente, e incluso del pa-
sado. En correspondencia, la Antropología —por medio de sus métodos de
investigación— constituye la herramienta cientíca mediante la cual pueden
encontrarse las respuestas a estas preguntas. Los antropólogos no solo nacio-
nales, sino extranjeros, son los llamados a buscar, dentro de esas colecciones,
la “materia prima” para sus reexiones, las cuales derivarán en conocimiento
de la realidad salvadoreña.
Por la trascendencia en la historia cultural de El Salvador, es necesario que
la academia se interese por documentar el desarrollo del Museo Nacional de
Antropología “David J. Guzmán”. Pero no solo describiendo los hechos o
acontecimientos más relevantes de una manera cronológica, sino la implica-
ción de las políticas públicas de su contexto, la producción de ideas y pen-
samiento cientíco en su interior. Con el argumento de que el Ministerio de
Hacienda no otorga plazas —según las actuales autoridades estatales—, el
Muna funciona sin el aporte de antropólogos contratados a tiempo completo.
Una futura tesis o investigación podría desentrañar la razón histórica de esta
situación.
Referentes bibliográcos
Batres Posada, O., Los museos. Folleto didáctico para la cátedra de Museología. Universidad
Tecnológica. El Salvador. 2006.
Fernández, L., Museología. Introducción a la teoría y práctica del museo. Ediciones Istmo.
Madrid, España. 1993.
Hernández, Hernández, F., Manual de Museología. Editorial Síntesis. Madrid, España.
32
Montalvo, A., El boom de los museos en El Salvador. “Revista Dominical” de La Prensa
Gráca. El Salvador, 12 de octubre de 2002.
Rivas, Ramón, Ensayo sobre estudios antropológicos en El Salvador. [Digital]. Documento
inédito, en proceso de publicación. El Salvador. 2009.
33
Memoria e intertextualidad en la forma límite
de la bio-no-vela circular
David Hernández
No resulta difícil darle un orden y una cronología a los 111 fragmentos de la
novela más reciente de Argueta. Por una sencilla razón: su orden es cronoló-
gico, con excepción de dos fragmentos. Ópticamente hay una separación tipo-
gráca visible entre fragmento y fragmento. Además, cada uno de ellos va nu-
merado de manera consecutiva. El que lleva el número “1” aparece con doble
función. Primero, asume el papel de prólogo y por eso valoriza indirectamen-
te el texto que sigue, a la vez que da indicaciones de cómo leerlo y legitimar
la búsqueda (¿para qué?) emprendida por el autor, que tiende a confundirse
con el yo narrativo. Segundo, ese fragmento uno es ya el comienzo del relato,
que tiene una curiosa especicación de género en el subtítulo: Bio-no-vela
circular. En esta segunda calidad, el fragmento uno dice: “Hay dos imágenes
fundamentales en mis primeros recuerdos de niño”. (Pág. 9). El prólogo juega
una función especíca entre la autobiografía del narrador y el poeta, entre la
prosa y la construcción poética. Recuerdos vivenciales e historia:
la fuerza de rememoración hace que las confesiones tengan más del
poeta que del narrador
en todo caso es momento de no delimitar lo ilimitable. Poesía-prosa,
poema-novela, confesión-cción, memoria-ensayo, navegan en las
mismas aguas. Inocencia y maldad igual niñez y poesía, por eso po-
demos armar que no hay poetas enteramente bondadosos ni realistas
sino poetas de la verdad, aunque ésta sea inventada; y por ello el poe-
ma es considerado como reducto maligno o expresión radical que se
revierte en una especie de delito contra la sociedad
el escritor-poeta dice cosas a sabiendas que perjudica el ritmo cotidia-
no de la vida o no es poeta; te cagás en la tuya y en la del vecino, pero
1
Siglo de O(g)ro, Págs. 9-10.
34
no por puro gusto sino para benecio de los que ignorás ya sea porque
no han nacido o porque viven en mundos desconocidos
el poeta es historia, el narrador la escribe
1
Estos enunciados, que en su disposición tipográca evocan el poema en prosa,
permiten situar desde el fragmento 1 el alcance del propósito literario que se
plantea el texto de Siglo de O(g)ro. Los clásicos modernos, lo mismo Marcel
Proust que James Joyce, Robert Musil e Ítalo Svevo en la novela, que Rainer
Maria Rilke como poeta y Walter Benjamin en los fragmentos de su experi-
mento autobiográco Berliner Kindheit um Neunzehnhundert, exploraron los
dilemas de la identidad individual en un medio privilegiado: la memoria.
Desde A la recherche du temps perdu, la reconstrucción del sujeto apareció
como una desesperada y esperanzada apuesta realizable en el proceso de re-
memorar. La unidad del sujeto, siempre amenazada por la pluralización de
la individualidad, apareció como el efecto ejercido por la memoria sobre la
identidad. Como lo argumenta Samuel Beckett en su estudio sobre Proust, la
memoria forma algo así como un código, preprogramado para la maquinaria
de la percepción. La memoria es parte de la especie de equipo que hace de los
modos de percibir un hábito: el hábito resulta así, en la interpretación de Bec-
kett, la forma práctica en que la memoria funciona. El gran logro de Sigmund
Freud fue, ciertamente, demostrar la separación entre sistema de percepción
y memoria. Pero lo que estaba en juego para Proust, en su Recherche, lo supo
precisar así Beckett: “En el tiempo creativo y destructivo Proust se descubrió
como artista: ´Entendí la signicación de la muerte, del amor, de la vocación,
de las alegrías de la inteligencia y de la utilidad del dolor”.
2
Tan características como la autorreexividad, la exploración del rendimiento
de la escritura novelistica, la dislocación de las estructuras narrativas y la pro-
blemática del sujeto individual integrado, visible en el trabajo sobre la memo-
ria de los clásicos modernos, fueron los trabajos en el terreno de los marcos
sociales de la memoria de Maurice Halbwachs. En su teoría de la memoria
Halbwachs le dió a la categoría espacio una beligerancia que había perdido:
la capacidad (individual) de recordar la hizo depender del transfondo (social)
sobre el que se dibuja, y la extendió a los participantes de la memoria colec-
2
Becket, Samuel, Proust (1931). Zürich, Arche 1960, Pág. 65.
35
tiva. Después de la Segunda Guerra Mundial, las terribles experiencias uni-
das a ella (Holocausto, masacres, exterminio) condujeron a replanteamientos
acerca de recuerdo y memoria. Los fenómenos de la represión de la historia
de la memoria, para no estar expuestos al recuerdo y para que no haya así
realmente responsabilidad, se hicieron notar muy pronto.
En el reciente debate de los historiadores alemanes se ha llegado a plantear,
por eso, el poder analítico de una forma de recuerdo capaz de mirar “cientí-
camente” lo pasado como historia, sin ser de ninguna manera moralmente
neutral. En materia artística, contra las viejas polaridades modernas (formas
de elite/cultura de masas, sujeto/objeto), ha sido precisamente un medio como
el cine el que consiguió enfrentar con éxito la reconstrucción de la memoria
(identidad) individual e investigar los enigmas de la “vocación” artística. El
lm Otto e mezo, de Federico Fellini, es prueba de ello. Al mismo tiempo,
dentro de los procesos literario y cultural latinoamericanos, los monumentos
del nuevo arte de la memoria —el episodio de la peste del olvido en Cien
años de soledad de Gabriel García Márquez, y el teatro de la memoria en
Terra nostra de Carlos Fuentes— han marcado con claridad la distancia en
varios sentidos —artística, epistemológica y en relación con la articulación
de intereses sociales— que impide asimilarlos a los productos del proyecto
clásico del modernismo.
3
Es depués de estos desarrollos y resultados y después de la más dura crisis
social y política, de la guerra más cruenta que haya enfrentado en su historia
la población de El Salvador, que el narrador de Siglo de O(g)ro emprende su
experimento que reconstruye su memoria como memoria del país, a través
del hallazgo de una respuesta a una preguntas indirectamente tematizadas:
¿Por qué puedo contar? ¿De dónde tengo ese permiso y el poder para hacerlo?
Ya en el título mismo de la novela hay un obvio juego intertextual. Siglo de
O(g)ro no es solo el utópico Siglo de oro que podía evocar don Quijote en su
discurso a los pastores de cabras (La Edad de Oro) o el supuesto momento
culminante de las letras españolas (Siglo de oro). Es también réplica a la re-
vista de José Martí, pensada y escrita para niños: La edad de oro. Y el ogro es
no solo el de los cuentos de hadas, ni es el leviatán abstracto de La cuisinière
et le mangeur d’hommes (1975) de André Glucksmann, de donde salió el
ogro benefactor de Octavio Paz. El ogro, en la bio-no-vela circular de Ar-
3
Bradbury, Malcom/MacFarlane, James (Editores), Modernism. Hardmondsworth, Pinguin Books,
1976.
36
gueta, como alegorización personicadora, encarna la violencia destructora
organizada desde el Estado. A quien vivió la “infancia salvadoreña en 1940”,
le tocará vivir más tarde los tiempos de la violencia destructora estatal. Es de-
pués de la guerra que el narrador puede contar su infancia para saber por qué
tiene el poder maravilloso de contar. De escribir las historias que ha narrado
(o habrá contado como novelista adulto).
Como parte de las innovaciones metodológicas de los años 60, la teoría de la
intertextualidad, y la transformación de ese concepto en una categoría analíti-
ca, ha venido sirviendo desde los años 70 para estudiar la calidad de los textos
literarios. Sobre los desarrollos más recientes de las investigaciones intertex-
tuales, Carlos Rincón señala el vínculo entre intertextualidad y memoria, con
incursiones hacia la tipología de la cultura y la teoría cultural:
De más interés todavía (...) es la consideración de las referencias inter-
textuales de un texto como su propia memoria. Constituye un camino
productivo e innovador, al hacer así de la literatura, desde el punto de la
memoria, el arte mnemotécnico por excelencia. Los textos literarios re-
sultan en esa perspectiva productos de un arte de memoria y, al mismo
tiempo, una nueva lectura signica de la cultura del libro disponible. El
texto concreto actúa como boceto de un microespacio de la memoria,
capaz de connotar simultáneamente el macroespacio de la memoria de
una cultura.
4
Esta nueva interpretación del concepto de intertextualidad permite situar, res-
pecto a la novela de Argueta, tanto la cuestión de la forma fragmentaria del
texto, la cuestión del género, las exigencias al lector, como el funcionamiento
del texto en calidad de “boceto de un microespacio de la memoria” que res-
tituye al mismo tiempo el “macroespacio de la memoria” de la cultura de El
Salvador.
¿Por qué, a pesar de ejemplos como ese, el recurso al fragmento narrativo en
la bio-no-vela? Se trata de una representación concientemente interrumpida a
cada paso de una infancia, pero no porque Argueta renuncia sencillamente a
una elaboración amplia y sistemática de lo narrado. El carácter fragmentario
conlleva una especicación crítico-experimental en dos sentidos. Busca ser,
en primer lugar, la forma de dar cuenta del caracter fragmentario y disconti-
nuo de los recuerdos: “El momento se quedó grabado en la memoria” (261),
4
Rincón, Carlos, La no simultaneidad de lo simultáneo. Pág. 183
37
como lo dice la primera frase del fragmento 83; “Desde entonces he jado
en mi memoria mi tendencia a volver por mis amigos aunque me arriesgue a
todo”, comienzo del fragmento 79. Y segundo, pide del lector la realización
de una doble tarea. No sólo debe descifrar durante la lectura línea por línea
cada uno de los fragmentos del texto. La política de la representación puesta
en práctica en la bio-no-vela supone que el lector, al mismo tiempo, llene
intermitentemente vacíos de el salto de fragmento a fragmento; es decir, en
última instancia, que yuxtaponga, monte (en el sentido de “montaje”), arme
o situe en serie los fragmentos vitales en el desarrollo de una infancia (y una
vida). La corriente narrativa se interrumpe con cada nuevo fragmento; el lec-
tor dota de ritmo y acentos a la estructura que él crea en la lectura. En cada
fragmento está situado un “presente”. Con la lectura del siguiente fragmento
ese presente se hace pasado del niño cuya vida se evoca.
Las obras del arte narrativo en América Latina y en El Salvador constituyen
entre un sistema de relaciones, con límites uidos, en donde la regla son
las formas limítrofes o mezcladas, mixtas. En Siglo de O(g)ro las matrices
de la biografía, de la autobiografía, de la novela y los límites entre ellas, se
desdibujan de manera creciente. Esa es la función del no, de la negación,
entre los guiones que hacen de él el lazo de unión entre lo (auto)biográco y
lo (no)velado; no graphein = escribir, sino hechos novela, en el sentido, a la
vez, de novelar, y de desvelar = eletheia, quitar el velo, en lugar de velar. De
manera que la matriz moderna de pensamiento (las fronteras entre de géne-
ro) es rebasada en busca de otra forma de communicación social y de trans-
misión estéticamente más adecuada. Las relaciones de tensión entre la meta
(auto)biográca y la forma novelada que se ha hecho explotar (no-vela) se
convierten en fuerzas impulsoras del escrutinio de la memoria, de sus poderes
de olvidar y preservar.
La cuestión de la intertextualidad, como compenetración difusa del texto por
memorias, transformaciones, ecos de otros textos, se plantea en la lectura de
dos maneras distintas. La primera está directamente vinculada con el proble-
ma de la “cita” y “el citar”. Pues dentro del texto de diversos fragmentos al-
gunos “agregados” estan impresos con otra tipografía, en un tipo de letra más
pequeña, encabezados con un título propio. Se trata de nueve textos incluidos
en los fragmentos 14, 32, 36, 44, 46, 68, 73, 91 y 106. Los dos primeros, “La
gota de coral” y “El basilisco”; y el sexto, “La carreta bruja” (fragmento 91),
tratan de creencias populares que forman parte de la socialización familiar de
“Alfonso Trece Duque”, el nombre propio paródico del narrador. En todos los
38
demás casos (fragmentos 44 y 46: “La Siguanaba” I y II; fragmentos 68: “El
Cadejo”, etc.), la cita de la forma mítica emerje de la literatura (post)moderna
de la memoria practicada por Argueta: lo mítico no es interpretado psicoa-
nalítica, etnográca, mágico-realísticamente, sino que, al marcar con ayuda
del relato, en donde se le incluye, el puesto que tiene en la vida se constituye
estéticamente y a la vez como realidad vivida. Se produce así, con la recons-
trucción de guras o relatos mitológicos un excedente, dotador de identidad,
en materia de potencial estético: “yo soy” aquel que sabe desde niño quiénes
son la Siguanaba, el Cadejo; yo soy el que sus historias y quien las puede
contar a quienes (de alguna manera) ya saben quiénes son... Por eso, como
los relatos mitológicos, transmitidos dentro de la tradición oral, la bio-no-vela
es circular. Es también por eso que la última narración mítica citada es la de
El Cipitillo: “Hijo de la Siguanaba y protegido del dios Tlaloc, el Cipitillo es
un niño-duende destinado a vivir para siempre.” (338-340) Inventio signica
aquí versión de una materia conocida, la performance narrativa va unida a una
estética de la contingencia.
La segunda forma de presencia de esa concepción de intertextualidad da una
respuesta directa a la pregunta que orienta la bio-no-vela: ¿por qué puedo
contar? El mundo del niño Alfonso Trece se semeja en un punto al del direc-
tor de cine Guido Anselmi en Otto e mezo de Fellini. Guido es asaltado en el
curso de la película por recuerdos de su infancia, una infancia en que estuvo
rodeado de mujeres. El mundo del yo narrativo en el Siglo de O(g)ro es un
mundo poblado y regido por mujeres: no hay casa “paterna” sino casa-de-la-
abuela-de-la-madre-con-las-otras-muchas-mujeres. De esa manera, la conste-
lación narrativa construida con la abuela, con la madre (Crista) y con la mujer
que trabajaba para la madre (Chela), se constituye y despliega como fuente y
transmisora de relatos (de textos). El fragmento 67 dice:
CHELA fue otra mujer importante en mi vida, Graciela Zelaya, traba-
jadora al servicio de la madre, con quien tuve acceso a las canciones,
principalmente el tango, cuyas letras melodramáticas y sus historias de
muerte las relaciono con las noticias rojas de los periódicos. La forma
de cantar o narrar impacta mi corazón de niño.
5
El retrato que ofrece de Chela la muestra tanto con funciones de reproducción
doméstica dentro de la casa, como en calidadad de transmisora de poesía:
5
Siglo de O(g)ro, Pág. 207.
39
6
Ibid., Págs. 207-208
7
Ibid., Pág. 208
Las otras narraciones eran Las mil y una noches”. Le pedía que me
explicara por qué el artículo indeterminado “un” no coincidía con el
plural “noches”, pero Chela no lo podía aclarar: “Así se llama y pun-
to”.
Esta preocupación semántica quedaba opacada ante la esencialidad de
Chela: A lo mejor cuando estés grande, que avancés en tus estudios,
vos me lo vas a explicar, dice. Era una trabajadora de la costura que
también se ganaba la tortilla vendiendo en el volcán, cada n de sema-
na, la ropa que hacía la madre; en todo caso, fue uno de mis fantasmas
benefactores, nunca supé cómo en su humildad llegó a conocer tan-
tas canciones y cuentos que impactaron mi infancia; pero la narración
oral me estimuló para descubruirlos después en libros y cancioneros
populares. Ediciones precarias, muchas veces, que adquiría de vez en
cuando en las ferias de San Miguel.
6
En la performance de contar un cuento, la densidad de los fenómenos de in-
teracción entre narrar y escuchar, hace que sea la audiencia la que reconozca
si una historia está o no bien contada, y experimente como placer estético
el encantamiento del relato como relato. La audiencia es participante en el
relato, de manera activa con la imaginación, dándole una realidad imaginaria
muy real a lo relatado. El placer del relato es inseparable de la entrega a ese
tipo de actividad:
No cabe duda que Chela tenía condiciones para contar. Y me fue tan
familiar el nombre de Scherezada, dejando en suspenso cada noche
un cuento para contener su muerte. Inclusive quizás de ahí vino la
inuencia de dejar cortadas las narraciones de películas que le hacía
a mis hermanas, películas que tenía oportunidad de ver en el Teatro
Nacional y Principal. Tuve una gran fuente de conocimiento en el cine
pero quizás fue mayor el aporte de la costurera Chela, ayudante de la
madre que salía bajo las lluvias y las tormentas a vender al volcán
Chaparrastique la ropa que fabricaba Crista. Chela me hizo advertir
otro mundo en aquellas condiciones de vida sencilla, de temores, so-
ledad y aislamiento, y coincidió con la madre en revelarme otras di-
mensiones de la vida en una literatura fantástica pero que me parecía
tan real.
7
¿Por qué puedo contar? La razón de ello me la proporciona lo escrito en esta
40
bio-no-vela: porque soy el descendiente de esta estirpe de narradoras maravi-
llosas y me alimento de la interminable reserva de la tradición oral:
Mientras Crista insistía con los poemas y prosas morales, Chela se
inclinaba por la narrativa de cción, describía a “Scherezada”, a Sim-
bad, a Ali Baba, a Aladino, los ogros de un solo ojo, las botas de siete
leguas, las brujas comedoras de niños y los gatos con botas. La magia
de los cuentos los contrastaba con los cuentos de la abuela: el Cipitillo,
la Siguanaba, el Justo Juez de la Noche, el Cadejo, la Carreta Bruja, la
Coyota Teodora. Estos me revelaban la irrealidad palpable y amena-
zante, los de Chela me impulsaban a descubrir el mundo. Crista ofrecía
la emoción íntima.
No sé cómo había hecho Chela para tener acceso a canciones y cuen-
tos, pero ello, junto con los poemas de la madre, permitieron conocer
la dimensión del universo, que años más tarde debía recorrer en la
realidad y con la imaginación. Esos mundos reveladores de tesoros
escondidos y que descubrirlos signican grandes aventuras. Así se
formó mi vocación por la literatura y los libros.
8
Memoria colectiva, hecho narrativo, hecho ccional: las “palabras de la tri-
bu” en el mundo del narrador son las de El Salvador, mirándose en las páginas
del libro. La memoria del niño es el espacio en que resuenan, se entrelazan,
se hacen eco las potencialidades de esas “fuentes” narrativas. El lugar de la
narración no se puede desvincular de la vida del narrador:
Recuerdo a Chela y a la madre en las horas nocturnas; Chela rinde
cuenta sobre las ventas y la madre prepara un café para evitar que se
resfríe, empapada por el agua lluvia, mientras yo jugaba con su hijo
Tito y con Erlinda, hija menor de Chela. Esta me describió por primera
vez el Cadejo, así como ella lo vió lo describo en uno de mis cuentos
dirigido a niños salvadoreños que viven en Estados Unidos.
El Cadejo acompañaba a Chela en sus viajes por la oscuridad de los
montes. “El Cadejo me cuida que nadie vaya a hacerme un mal por
esos caminos de Dios”. Y de alguna manera yo también quería al Ca-
dejo, por ser bueno con Chela, aunque nunca pude verlo.
8
Ibid., Págs. 208-209.
9
Ibid., Págs. 211-212.
41
“¿Cómo se sabe que el Cadejo no es un perro?”, le pregunto. “Por el
sonido de sus pasos, pues tiene pezuñas, como un caballito y los ojos
colorados.” En todo lo demás parece un perro. Y que hay un Cadejo
Negro y un Cadejo Blanco pero que a ella sólo le sale el Negro y no
sabe por qué nunca se le presenta el Blanco: “Todo Cadejo, cualquiera
que sea el color es bueno”, responde.
9
De esta forma la novela de Argueta tematiza la presencia abiertamente rei-
vindicada e incorporada de la cultura indígena en su diferenciación, con sus
conocimientos y sabidurías propios, y con su propio arte de contar, en un
mundo turbado de la postguerra, actual, recién salido de la guerra civil que
azotó al país por doce años:
Es un nahual, o lo que queda de los nahuales, el animal mito que cuida
a las personas. En otr as culturas se les llama “ángel de la guarda”; la
gente de nuestro pueblo tiene sus propios protectores espirituales. “Lo
he visto varias veces cuando me sigue, aunque no le gusta que uno vea
para atrás”. Habla con naturalidad mientras nosotros nos morimos de
miedo. “Claro no se ve bien por la oscuridad pero a veces la luz de las
estrellas alumbra fuerte o puede ser en una noche de luna”. Nos lo des-
cribe: Se trata de una especie de perrito, pero que en lugar de pezuñas
tiene casquitos como los venados, se siente en el taconeo, eso es lo que
permite identicarlo y no confundirlo con un perro. Sus ojos brillan
como si fueran carbones encendidos, si una se detiene cuando viene
detrás, él también se detiene. Si una corre él también corre.
10
La búsqueda literaria personal de Manlio Argueta alcanza así una dimensión
restablecedora de memoria nacional reprimida, y se dota de una nueva fun-
ción terapéutica. Dentro de la teorización de Freud en sus Vorlesungen zur
Einführung in die Psychoanalyse (1915-1917), el trauma es un fenómeno con
características especícas:
Wir nennen so ein Erlebnis, welches dem Seelenleben innerhalb kur-
zer Zeit einen so starken Reizzuwachs bringt, daß die Erledigung
oder Ausarbeitung desselben in normal-gewohnter Weise mißglückt,
woarus dauernde Störungen im Energiebetrieb resultieren müssen.
(Llamamos trauma a una vivencia que somete en un espacio de tiem-
po la vida anímica a un crecimiento tan fuerte de estímulos que el
10
Ibid., Pág. 212.
11
Freud, Sigmund, Gesammelte Werke. Tomo XI., Pág. 284
42
12
Laplanche, Jean/ Pontalis, Jean-Baptiste, Das Vokabular der Psychoanalyse. Tomo II, Pág. 53.
13
Siglo de o(g)ro,
control o la elaboración de aquél en la acostumbrada forma normal
fracasa, de donde resultan interrupciones permanentes en el aparato
energético.)
11
La intensidad del trauma, la incapacidad del sujeto para reaccionar ante él
mismo y sus consecuencias patógenas de larga duración, se traducen en una
oleada de estímulos que, según la fórmula de Jean Laplanche y Jean-Bautista
Pontalis, “en comparación con la tolerancia del sujeto y sus capacidades de
controlar síquicamente este trauma y de asimilar esos estímulos, son excesi-
vas.”
12
. La presencia de la cultura indígena como parte integral de la cultura
salvadoreña en Siglo de O(g)ro se inscribe dentro de un proceso de recordar
activamente guiado. Ya no es cuestión de lo que se ha olvidado (fases infan-
tiles, inconsciente, la corriente pura del tiempo), sino del uso de la memoria
para servir a un futuro mejor y —en el sentido de Benjamin— a la “reden-
ción” de lo reprimido.
En el fragmento 106 de la bio-no-vela circular, se relata el traslado de la fa-
milia a una casa, por n propia, que la abuela ha comprado (“A la calle Colón
se mudaron todas las mujeres y el poeta, cuyo traslado se registra a mediados
de 1939, es donde habita en la actualidad la madre a sus noventa años”. Pág.
337). Está situada en el espacio urbano de San Miguel, pero es, al mismo
tiempo, periferia o frontera entre ciudad y campo, donde existe la posibilidad
para el narrador de seguir coexistiendo con las guras de la mitología indí-
gena como el Cipitillo o el Cadejo. Uno de sus hijos, Tarquino, explica a la
abuela de qué clase de casa se trata. El comentario es del narrador:
Es difícil encontrar una casa aceptable, la única que encontré es una de
adobes, solitaria, sin agua potable, sin luz eléctrica, no tendríamos ve-
cinos; sólo guineal a un lado, milpas al otro, potrero al lado del volcán y
matorrales enfrente —dice Tarquino. Era el lugar preciso para convivir
con el Cipitillo, el Cadejo y tantas deidades de la cultura nahuat.
13
43
La museología: una luz para ver nuestros museos
José Óscar Batres Posada
Los aspectos sobre museología que se abordarán a continuación son tan solo
líneas preliminares que describen algunas de las experiencias de esta ciencia
en nuestro medio. Es un amplio tema, del que ya se habla con propiedad.
Museología es un término del que hasta hace algunos años poco o nada se
comentaba, era casi desconocido y discutido con temor; pero hoy es parte del
lenguaje comúnmente utilizado en los museos del país, lo que hace ver que,
como ciencia, la museología esta penetrando en esta nueva atmósfera de los
museos en El Salvador, posibilitando perlar nuevas formas de cómo ver los
museos en el futuro, que debería ser bajo la óptica cientíca.
La museología es recocida por el Consejo Internacional de Museos como la
“ciencia de los museos”. En es muy compleja, por la diversidad de aspectos
teóricos y prácticos que se derraman de esta especialidad; su n es planicar
y ejecutar adecuadamente el trabajo técnico y cientíco que se realiza dentro
de los museos.
Previo al abordaje de este importante tema, que sin duda es parte del andamia-
je principal del desarrollo de todas las actividades de orden cientíco que se
realiza en los museos, se planteará un panorama de cómo se ha introducido el
término museología en nuestro país.
La museología en la actualidad comienza a ser un concepto del lenguaje coti-
diano en nuestros museos, se pronuncia en muchas esferas académicas, pues
a través de esta se derivan planteamientos cientícos o discursos relacionados
con nuestra cultura, por eso debe estar puesta en manos de especialistas, cu-
radores, investigadores, conservadores, historiadores, antropólogos, arqueó-
logos, museógrafos y particularmente los museólogos.
44
Sin embargo, algunos todavía se preguntan: ¿Qué es la museología? Dicho
en pocas palabras, la museología es la parte abstracta de los museos, lo intan-
gible, lo conceptual traducido a normas, recomendaciones, procedimientos y
especicaciones; es lo losóco de los museos; es, en sí, la teoría.
La aplicación museológica sin duda es puesta en práctica en todos los museos
del mundo; reeja mucho énfasis en su labor cientíca, enfoca su importancia
principalmente en el planteamiento y ordenamiento del contenido temático
mostrado en las salas de exhibición; se preocupa de la veracidad, compren-
sión y claridad temática, donde a veces ingratamente no se observa en lo
material el trabajo minucioso previo a la organización de una exposición de
objetos.
El funcionamiento de los museos en la práctica descansa en buena parte en su
labor cientíca dirigida por medio de la museología, a través de ella se reeja
el resultado de las investigaciones que se desarrollan constantemente en los
museos, ya que en la actualidad estos realizan un trabajo planicado y serio,
enfocado particularmente a las colecciones que administran y resguardan en
sus depósitos, labor que va acompañada de un permanente proceso de estudio,
documentación, conservación y restauración de las colecciones.
Una denición de la museología
“Una ciencia aplicada, la ciencia del museo. Estudia la historia y la función en
la sociedad, las formas especicas de investigación y conservación física, de
presentación, animación y difusión, organización y funcionamiento, la arqui-
tectura nueva o rehabilitada, los emplazamientos admitidos o seleccionados,
la tipología, la deontología.”
1
La consolidación de la museología como ciencia y denición ha propiciado
en los últimos cinco o seis decenios un largo debate, todavía no cerrado, no
exento de posiciones encontradas y, sobre todo, de una confusión evidente al
tratar los conceptos de museología y museografía.
1
Al respecto, George Henri Rivière, 1981). Georges Henri Rivière, fue el primer director del Icom
(1946-1965). Es a quién se le adjudica la denición de museo que actualmente propone el Consejo Inter-
nacional de Museos; también contribuye enormemente a la crítica del museo tradicional y el nacimiento
de la nueva museología mundial. De 1971 a 1982 organizó e impartió el Curso de Museología en la Uni-
versidad de París, donde transmitió sus ideas contestatarias a la museología dominante en esa época.
45
¿Como debe entenderse la museología?
De acuerdo con Francisca Hernández Hernández, haciendo referencia a plan-
teamientos teóricos, “la Museología es la ciencia del Museo. Ella tiene que
ver con el estudio de la historia, trayectoria de los museos, su papel en la so-
ciedad, los sistemas especícos de investigación, educación y organización,
relacionado con el medio ambiente físico y las clasicaciones de los distintos
tipos de museos”.
2
Ella parte de que “tradicionalmente, los aspectos teóricos
de la museología han tenido un menor desarrollo que los prácticos, hasta el
punto de que en los siglos XIX y XX todavía se seguía confundiendo la mu-
seología con la museografía. Es más, la dimensión teórica se centraba, sobre
todo, en el conocimiento de la historia de los museos a través del estudio de
la formación de las colecciones, su organización interna y los criterios expo-
sitivos. Sin embargo, esta teoría no estaba fundamentada en unos principios
museológicos que tuviesen un valor objetivo universal. Esta situación ha lle-
vado a que, a partir de los años cincuenta del siglo XX, algunos museólogos
se propusieran elaborar una teoría museológica que tratase de claricar qué
debía entenderse por tal”.
3
2
http://www.ujmv.edu/movil/asp/archivoContenido.asp
3
Hernández Hernández, Francisca, Planteamientos teóricos de la museología. Edit. Trea, S.L. Bar-
celona, España, 2006. P. 133.
Exposición de sellos postales en el Muna
46
Las colecciones, parte de la razón de ser de los museos
El funcionamiento de los museos descansa en buena parte en el trabajo cien-
tíco. La museología, en este caso, se involucra para dirigir sus interés hacia
el resultado que se puede obtener mediante la investigación, estudio, conser-
vación y difusión de las colecciones.
Sin restar mérito al trabajo administrativo y de coordinación que se ejecuta
en los museos, prevalece el trabajo cientíco ya que proyecta a la institución
museal a niveles académicos importantes, las colecciones que posee y exhibe
se convierten en un referente para los investigadores si se toma en considera-
ción el papel que asume el museo no solo como un espacio para exhibición,
sino también como un centro de investigación y documentación que posibilita
adentrarse mucho más al conocimiento de una especialidad de interés arqueo-
lógico, antropológico, histórico, artístico o de otra índole, según el carácter
del museo.
Desde este panorama, se puede comentar de forma general sobre la impor-
tante labor de investigación realizada por nacionales y extranjeros en temas
vinculados con la cultura nacional y otros temas anes, información que ha
sido reconocida y utilizada en nuestro medio desde nales del siglo XIX, sin
embargo, mérito y reconocimiento especial que debe asignarse a todos y to-
das los(as) investigadores(as) que han dedicado buena parte de su vida para
ubicar fuentes informativas, formular hipótesis, aseverar teorías o plantear
aproximaciones de aquellos temas asociados con nuestra realidad cultural al
publicar sus trabajos de investigación.
1. Experiencias acumuladas: reexionando sobre la investigación
realizada en los museos
El Museo Nacional de El Salvador, desde su fundación el 9 de octubre de
1883, después de sus126 años de su apertura, se puede decir que fue la cuna
donde dio inicio la investigación cientíca en los museos de nuestro medio,
y también que, inicialmente, sus espacios reejaban el concepto tradicional
y dominante de museo interdisciplinario muy característico de aquella época
y que posteriormente cambio su concepto; dedicó parte de su tiempo a la in-
vestigación arqueológica, paleontológica, etnográca y de otras disciplinas,
esfuerzos en los que también se involucraron muchos investigadores.
47
Aquellas investigacio-
nes acumuladas en el
Museo Nacional se
han reejado a través
de diversas publicacio-
nes, tales escritos en la
actualidad han servido
como fuentes de refe-
rencia, en esta tan gol-
peada y difícil labor de
la investigación. Cono-
cida esa pequeña parte
de sus antecedentes y
su relación con el tema
museológico, es posible equiparar el trabajo de investigación dentro del mu-
seo realizado en los últimos 39 años, período que está muy ligado al desarrollo
museológico en la región mesoamericana, fuertemente apoyada e impulsada
por México a través de las diferentes capacitaciones dirigidas al personal de
los museos en la región.
Si bien se realizaba un trabajo de investigación en aquellos primeros años,
luego de fundado el Museo Nacional, hay que decir también que para enton-
ces dicha labor no reejaba su presencia con amplitud en las salas de exhibi-
ción de los museos. Sin duda, siempre ha tenido mayor relevancia o prioridad
la publicación de la investigación en contraposición a la información que po-
día ser expuesta en una sala de exhibición y complementada con una variada
muestra de objetos.
El trabajo de investigación realizado dentro del Museo Nacional ha sido muy
conocido en nuestro medio desde aquellos momentos; publicaciones como
Tzumpame, Anales, la colección “Antropología e Historia” y otras, siguen
siendo un principal referente de muchos investigadores, pero también se ob-
serva la necesidad de actualizar y generar nuevas investigaciones, que puedan
complementar los referentes informativos existentes con investigaciones más
recientes.
Sin embargo, no se debe perder de vista que las primeras y las subsiguientes
investigaciones realizadas en el Museo Nacional casi siempre perlaban un
claro enfoque con interés de recuperar, describir, referenciar, asociar y de
Edicio de la antigua Universidad de El Salvador,
una de las primeras sedes del Museo Nacional
48
relacionar datos de interés cientíco —algunos posiblemente todavía en dis-
cusión—. Sin embargo, no es propósito de estas líneas cuestionar o conrmar
tales posiciones, sino ver la información recopilada como insumo de primera
mano para reconstruir el discurso temático de nuestros museos, en su mayoría
con un dominio prevalente en lo antropológico y arqueológico; muy poco o
nada se desarrolla lo puramente histórico para documentar aspectos importan-
tes de nuestra cultura.
Es de reconocer que el trabajo de investigación no se ha detenido, sin em-
bargo, se debe decir que para nadie es desconocido que parte de sus obstácu-
los han sido la nula o poca existencia de fuentes bibliográcas primarias en
nuestro medio, lo que da doble mérito a los investigadores e investigadoras
que buscan y localizan datos informativos fuera de nuestras fronteras, consul-
tando bibliotecas, archivos, visitando museos y otras fuentes e instancias que
complementen la recopilación documental de su investigación.
Es necesario referir que muchas de las investigaciones que se han realiza-
do hasta el momento no fueron formuladas especícamente para estructurar
guiones temáticos de los museos. Esto, en parte, se ha venido aprendiendo so-
bre la marcha, sin negar que hay algunos conocedores de estos procedimien-
Sala permanente, Museo Nacional de Antropología “Dr. David J. Guzmán”
49
tos que se deben de poner en práctica dentro de los museos, y hay que brindar
un crédito a la información formulada, pues ha sido la base de referencia para
establecer parte de los contenidos de algunos museos; labor especíca que
corresponde a los museólogos o documentadores en los museos.
Se requiere hacer un alto para reexionar sobre este tema, pues a pesar de
que algunas de las investigaciones, aún cuando se hayan realizado dentro de
los museos no fueron concebidas para nes divulgativos en las salas de ex-
hibición. Esto puede dibujarse como un fenómeno que sirve para dejar al
descubierto la falta de investigación especícamente formulada para las ex-
posiciones, es sin duda una de las mayores debilidades de algunos museos, ya
que su labor de difusión es limitada por muchos factores, entre ellos la poca
presencia de investigadores que se dediquen especícamente a la labor de
gabinete para trabajar en la actualización informativa de las salas de exhibi-
ción de los museos y desarrollar un fuerte trabajo en la documentación de las
colecciones.
Los depósitos del acervo patrimonial gritan en silencio la necesidad de que
sus colecciones sean documentadas para reconstruir su pasado y formular
nueva información que contribuya al contenido de los museos, para publicar-
se y propiciar mayor conocimiento sobre diversos temas de nuestra cultura.
No es propósito de este artículo poner en tela de juicio la investigación reali-
zada, si no ser objetivos en señalar los vacíos que existen en nuestros museos.
Tampoco es el n comentar la cronología de las investigaciones, ya que sería
injusto dejar de mencionar algunos nombres de los que dedicaron su vida a
esta ardua labor; sin embargo, se debe decir que este es un tema especial que
hoy no se puede desligar de la museología. Por consiguiente, es necesario
tomarla de referencia como una parte del trabajo museológico que se ha co-
menzado a construir, que sirva para reexionar en lo que se ha hecho y en lo
que se debe de hacer a través de la investigación en los museos: actualizar sus
discursos y mejorar su contenido.
Mucho se ha comentado sobre el papel de los museos en términos de facilitar
el conocimiento, de ser complemento de la educación formal, de ser un medio
de educación no formal. Se cuestiona: ¿qué tanto complementa a la educa-
ción? ¿En qué medida se asocian los contenidos del museo con los programas
formales de educación? Estos, entre otros aspectos, nos deben poner atentos
50
sobre la responsabilidad que existe de conocer y resguardar nuestro legado
histórico. Sobre esto se debe reexionar que los museos no son solo para los
estudiantes pero si son para un público cautivo importante, también los mu-
seos deben abrir sus espacios a una diversidad de públicos más amplia, que
va desde el estudiante; las amas de casa, el turista, el especialista, el obrero
y otros, que busquen y encuentren información asociada a su cultura, con su
realidad, que se sienta identicado.
El trabajo académico es importante para el desarrollo intelectual; pero debe-
mos bajar al grueso de la población. La museología es un medio interlocutor
que posibilita el diálogo en los museos. Por consiguiente, se debe pensar en
un discurso comprensible además de educativo, más reexivo. Por tanto, es
necesario impulsar y elevar la importancia de la museología en los museos a
partir de la investigación, ya que esta puede contribuir a facilitar que el públi-
co acceda al conocimiento, identicar, valorar, fomentar su sentido de perte-
nencía y de arraigo con su identidad. Es imprescindible ver a la museología
como el medio para tejer el conocimiento a través de los hilos de la ciencia y
nos posibilite acercarnos a nuestra realidad histórica.
Sala “Las migraciones”, Museo Universitario de Antropología, Utec
51
De la experiencia observada en el trabajo de investigación y exhibición mu-
seográca en los museos nacionales durante los últimos 33 años, se debe des-
tacar que se ha hecho investigación; pero que solo un mínimo porcentaje de
estos resultados han sido reejados directamente en las salas de exhibición,
y, sin detrimento de esta importante labor en los museos, se debe exaltar la
producción de publicaciones de aquel importante momento de la Adminis-
tración del Patrimonio Cultural, institución que condujo el trabajo de nuestra
cultura en la década de los setenta, donde participaron muchos investigado-
res e investigadoras que dejaron su legado bibliográco, que hoy sirve como
referencia para los que inician sus pasos en la investigación antropológica,
arqueológica e histórica.
La lectura museológica
La lectura y contenido temático de los museos es un aspecto que se puede per-
cibir en el discurso expositivo planteado en las salas de exhibición, aún cuan-
do se pueda mantener el concepto tradicional de museo, en algunos museos
atribuido en parte a la poca experiencia y desarrollo de conceptos diferentes
al del museo actual. Dicho en otras palabras, es un síntoma que merece un
estudio especial, pues hace falta profesionalizar, en nuestro medio, el trabajo
museológico, llevarlo a otras instancias y elevarlo a niveles de mayor impor-
tancia académica; es una necesidad que desde hace mucho tiempo se ha hecho
sentir en nuestros museos.
El inicio de los cambios de contenido en los museos nacionales durante la
década de los setenta coincide con el impulso y presencia de la ciencia mu-
seológica, que se asentó en nuestro medio al ver al Museo Nacional como
generador de investigaciones. Si no, veamos lo que pasa hoy.
En aquel momento la división del trabajo en el museo estaba denida, las sa-
las de exhibición se hacían sentir como un espacio aislado destinado para ex-
poner algunas colecciones con cierto orden y sin sentido interpretativo; no por
la falta de investigadores, sino más bien porque no se construía información
para los museos. La situación de aquella época no diere mucho a la realidad
que hoy afrontan algunos museos, quizás no todos, pero la mayoría de los
museos nacionales, donde la formulación de guiones temáticos diseñados por
documentadores es una necesidad permanente para exponer la información.
52
Se debe tener en cuenta que en aquella etapa donde la producción bibliográ-
ca fue maniesta, esta respondió a un esquema de hacer trabajo de campo
muy importante por sus resultados —invaluables, si se quiere—, y que con-
tribuyó a documentar el patrimonio cultural tangible e intangible hasta donde
fue posible, hecho sin duda trascendental, ya que no se ha vuelto tener otras
experiencias similares que documenten de esa manera nuestro patrimonio
cultural.
Hoy en particular se adolece de la falta de información en algunas áreas de
la investigación antropológica, arqueológica e histórica por el hecho de no
mantener una continuidad en las investigaciones. No hay duda de que se esta
investigando, y se sabe que toma tiempo anar los detalles informativos para
publicar con veracidad; sin embargo, hace falta en nuestro país un programa
formal enfocado a documentar los aspectos relevantes de nuestra historia, que
en buena parte se vean reejados en la documentación de las colecciones que
reguardan los museos nacionales, las que se estudian muy limitadamente.
La museología, de forma incipiente —sí se quiere decir de algún modo—,
comenzó a tener presencia en nuestro medio en la década de los setenta, fue
cuando la Administración del Patrimonio Cultural se distinguió por ser muy
prolija en la investigación y producción bibliográca, curiosamente también
coincidió que en otros países la museología comenzaba a tener un protago-
nismo muy importante; México, por citar un ejemplo, con el impulso de la
investigación antropológica, arqueológica e histórica reejada en sus museos
dio un salto signicativo como respuesta museológica.
Un asomo a nuestra realidad museológica
A principios de los años setenta se hacía sentir en el Museo Nacional la de-
pendencia informativa y las escasas fuentes bibliográcas, donde la limitada
producción de publicaciones de carácter antropológico, arqueológico e histó-
rico a escala nacional fueron posteriormente temas de dominio en las princi-
pales investigaciones de aquel especial momento dentro de la Dirección de
Patrimonio Cultural; se comenzó a generar nueva información, muy valiosa
para actualizar el contenido de las exhibiciones. Como experiencia de este
momento, se tuvo como resultado el replanteamiento temático del Museo Na-
cional “Dr. David J. Guzmán”, enfocando su contenido a los tópicos antes
mencionados, un claro ejemplo del trabajo cientíco que coincidió con el
nuevo enfoque museológico al que deberían responder los museos.
53
Un aspecto curioso que vale la pena mencionar, en el proceso de investiga-
ción, es que lo iniciado en los años setenta tuvo como resultado algo inu-
sitado, pues, a partir de mediados de la década de los noventa hasta el año
2002, se planteó un cambio sustancial en el concepto de contenido del Mu-
seo Nacional, deniendo su nueva lectura y presentación museográca con la
conjunción de un grupo de profesionales que contribuyeron en la formulación
de un nuevo concepto temático dentro del museo, donde antropólogos, ar-
queólogos, historiadores, etnólogos, arquitectos y museógrafos participaron
en el proceso investigación, diseño y montaje del nuevo Museo Nacional de
Antropología “Dr. David J. Guzmán”. Esto es lo que se debe destacar en el
trabajo realizado, la presencia de los investigadores dentro de los museos para
estructurar y proyectar el trabajo cientíco institucional.
De esto se puede decir que la presentación museográca casi siempre adolece
de las limitaciones y carencias informativas en los museos; el planteamiento
temático de nuevas exhibiciones toma tiempo para su estructuración, por con-
siguiente, es necesario mantener el diálogo permanente entre los investigado-
res y museógrafos, dinámica que sirve para madurar y consolidar no solo el
discurso temático, sino también el diseño y la presentación de las exhibicio-
nes, pues el trabajo dentro de los museos es un trabajo en equipo.
2. La acumulación de conocimientos no difundidos:
investigaciones que engordan los archivos
“Todo discurso puede ser entendido como una ‘metamorfosis de efectos’ que
produce, a partir de misma, otra forma de discurso: la historia. La historia,
en este caso, se reere al conjunto de hechos ocurridos en el espacio y en el
tiempo que a ‘la nueva realidad’, reinstaurada por aquellos que narran los
hechos.” —Jean-François Lyotard
El n de los museos es mostrar o exhibir el resultado de las investigaciones,
difundir el trabajo cientíco a través de las publicaciones, organizar exposi-
ciones temporales o itinerantes, facilitar el conocimiento a través de las salas
permanentes de exhibición del museo, ciclos de conferencias y otros.
Es muy probable que muchos escritos e investigaciones de importancia han
quedado en el tintero por distintas razones —como se dice, “engordando los
54
archivos”— sin que sean publicados. Toda labor de investigación en buena
medida debe ser divulgada, no es positivo el acumulamiento informativo sin
que tenga un receptor nal: el público deseoso de conocer.
No se debe ignorar o menospreciar el medio utilizado para divulgar e infor-
mar sobre el resultado de las investigaciones, sea este un libro, una conferen-
cia, un guión televisivo o radial, una exposición, cualquiera que fuere, se debe
pensar que existe un receptor. Sin embargo, una prioridad por atender es la
información formulada para ser divulgada a través de los museos.
Sin duda, muchas de las investigaciones realizadas han servido de base para
la estructuración de los guiones temáticos, algunas reejadas en las salas de
exhibición de los museos como producto del esfuerzo, tiempo y entrega per-
sonal que muchos investigadores destinaron a su trabajo profesional. En ese
sentido, los nombres de muchos investigadores que se listan a continuación
son un referente de una labor informativa y documental que existe en nuestro
medio. No están todos, pero que sí se sabe del trabajo de los no mencionados,
y este siempre será una luz para alumbrar el conocimiento de nuestra historia
dentro de los museos. A ellos una disculpa; pero también su reconocimiento.
David Joaquín Guzmán Santiago I. Barberena
Tomas Fidias Jiménez Pedro Geofroy Rivas
Stanley Boggs Payson Shetts
Gloria de Gutiérrez Enrique Kuny
Pedro Escalante Arce Carlos Cañas Dinarte
América Rodríguez Maribel Henríquez
Concepción Clará de Guevara Lorenzo Amaya
Carmen Hugueth María Eugenia López
Efraín Cerna Rafael Vela
Pilar Lagos Jaime Miranda
Carlos Lara Vicente Genovés
Marlon Escamilla Heriberto Erquicia
Paul Amaroly Rafael Alas
Fabricio Valdivieso Shione Shibata
Manuel López Ana Lillian Ramírez
Ramón D. Rivas Mario Romero
Knut Walter Willian Fowler
Rafael Cobos Roberto Gallardo
Gilberto Aguilar Azalea de Granados
Daniel Aguilar
55
En realidad hay otros investigadores nacionales y extranjeros que han reali-
zado algún trabajo de investigación en nuestro país; a esta lista también debe
agregarse el reconocimiento a los investigadores de otros museos estatales, de
iniciativa privada, locales o comunitarios.
3. Ordenar el contenido de los museos: denir el discurso temático
a través de la investigación
Hacer una revisión
del contenido temá-
tico en los museos
estatales sería una ta-
rea muy difícil; pero
es necesario hacer un
diagnóstico sobre el
contenido de los mu-
seos, cuyo enfoque
sirva para llenar los
vacíos informativos
y conciliar con las
fuentes bibliográcas
de referencia, para
actualizar e incorpo-
rar la nueva información planteada en las investigaciones más recientes.
Desde que se inició el trabajo de exhibir colecciones en los museos estatales,
ya sea el Museo Nacional de Antropología, los museos de sitio, luego los mu-
seos regionales, y posteriormente otros como el caso del Museo de Historia
Natural y en último caso el Museo de los Tres Poderes del Estado y el Museo
de Historia de El Salvador dentro de estos se debería reexionar en los pro-
cesos de documentación, pues siempre ha existido una preocupación sobre la
información por exponer respaldada por los investigadores.
Con la reapertura del Museo Nacional de Antropología a principios de la
presente década, también fue creada la Coordinación de Museos Nacionales,
ente reconocido para administrar técnicamente los museos de los sitios ar-
queológicos Tazumal, Casa Blanca, Joya de Cerén y San Andrés, los museos
regionales, el de Occidente ubicado en Santa Ana y el de Oriente ubicado en
Colección de instrumentos musicales prehispánicos, Muna
56
San Miguel; a estos se agregan los museos ubicados en San Salvador: el Mu-
seo de Historia Natural, el Museo de los Tres Poderes del Estado y el Museo
de Historia de El Salvador en proceso de formación.
A través de la Coordinación de Museos Nacionales, instancia estatal a través
de la cual se comenzó a desarrollar un trabajo de equipo museológico y mu-
seográco, especialmente con el departamento de Arqueología, en particular
con el Lic. Shione Shibata, quien realizó el diseño de los guiones temáticos y
curaduría de las colecciones por exponer, para la actualización de los conteni-
dos de los museos de los sitios arqueológicos Tazumal y Casa Blanca, entre
el año 2007 y 2008, se realizaron estas dos de las más recientes experiencias
que ilustran la importancia de la investigación realizada por profesionales
competentes en su especialidad.
Cabe destacar la labor realizada por la Coordinación de Museos Nacionales
juntamente con el departamento de Arqueología, ambas instancias pertene-
cientes a la actual Secretaría de Cultura, que con un trabajo de equipo se logró
la ejecución del proyecto de diseño y montaje museográco, que dejó como
Sala “Pancho Lara”, MUA
57
resultado, entre los años 2007 y 2008, la instalación de dos museos de sitio
con un planteamiento informativo actualizado sobre las investigaciones en la
zona de Chalchuapa.
No se debe manosear el
trabajo museológico
Los temas que se abordan
en las salas de exhibición
de los museos deben ser
con base en el producto de
las investigaciones formu-
ladas por arqueólogos, an-
tropólogos o historiadores
y otros especialistas según
sea el carácter del museo.
Sin embargo, en algunos discursos expositivos se cubre solo una parte de todo
un universo informativo. Se nota que en algunos temas planteados el conteni-
do de las exhibiciones se reejan vacíos informativos, se plantean temas que
no se asocian con la totalidad de la exhibición, se rompen eslabones que dejan
a libre juicio del lector sacar conclusiones, cuando es el museo mismo el que
debe claricar los aspectos informativos.
Esto suele suceder en ciertos casos, sobre todo cuando no se respeta el plan-
teamiento del investigador; cuando se interere en la secuencia del guión,
ya sea por la imposición de
criterios herrados o razones
particulares impulsadas y do-
minadas por sentimientos per-
sonales, más que por criterio
cientíco.
Se debe ser precisos y cumplir
con el rigor de la evidencia
documentada y comprobada
con datos sugeridos por el in-
vestigador cuando esta infor-
mación será mostrada en una
Sala de exhibición del Museo Nacional de Antropología, año 2003
Salas de exhibición del museo arqueológico del sitio Tazumal
58
exhibición, ya que se observa que, cuando existe una base informativa, se
hace sentir la libertad de juicio documentada, con la que se puede inferir en
el manejo de algunos datos para abrir nuevas perspectiva sobre una visión
informativa.
No hay que perder de vista que se debe comenzar a dar apertura a nuevos
planteamientos surgidos por la investigación, pues no es posible estar depen-
diendo de las mismas fuentes documentales, puesto que de algunas de estas
se pone en duda su veracidad. Es bueno criticar, y el presente es un buen mo-
mento para reexionar y dirigir el rumbo de las investigaciones y publicar.
Es necesario posicionar el país en el tinglado de las investigaciones con nue-
vos datos acerca de nuestra cultura. Si bien en algunas áreas de investigación
se critica fuertemente, es necesario decir que también es saludable proponer
soluciones sobre los errores, ya que la investigación es un tema de permanen-
te discusión, y siempre será comentar sobre la veracidad de la información.
Dirán unos “estas son primeras aproximaciones”, y sin duda lo serán siempre;
pero hay que publicarlas, difundirlas y compartirlas, considerar que hay una
diversidad de lectores. Muchas de las investigaciones podrán leerlas a través
de los museos.
4. La lectura informativa en los museos: el guión como base del hilo
conductor en las salas de exhibición
Hay diversas maneras de cómo se ve reejado el trabajo museológico. Una de
las principales es la investigación dirigida a los temas que se difunden a través
de las salas de exhibición; sea para exhibiciones permanentes, temporales o
itinerantes, en cualquiera de los casos la investigación dene los temas infor-
mativos por medio del guión museológico.
El guión temático o cientíco es el instrumento que se formula para denir y
ordenar el contenido de la exhibición, propone los recursos museográcos de
la exhibición, entre ellos la colección, la información, los recursos de apoyo
informativo, inclusive sugiere fuentes bibliográcas de referencia.
La investigación formulada para una exhibición por lo general siempre sugie-
re el orden que se debe seguir para comprender su contenido. Esta se plantea
a veces en una secuencia cronológica o temática, inclusive se puede hacer
una combinación de ambas posibilidades, con el propósito de facilitar la com-
59
prensión informativa de la exhibición. Otra parte del trabajo museológico es
la curaduría de las colecciones, trabajo dirigido a documentar los objetos. Su
propósito es describir su historial y asociarlo con hechos relevantes; es decir,
que a través de los objetos se cuenta una historia, el investigador la interpreta
y la propone como parte informativa en el discurso museográco, destaca los
datos de mayor relevancia, pues el curador debe conocer su historial y condi-
ciones de movilización de los objetos.
Aplicación museológica en nuestro medio: lo práctico se contrapone
a lo cientíco
La museología como tal comprende todo lo teórico de los museos, ordena el
trabajo cientíco mediante normas, establece procedimientos de actuación
profesional, enfatiza la investigación dentro de los museos, esto con el n de
que los bienes culturales mantengan el tratamiento adecuado en su manejo
informativo, ya sea en áreas de exhibición, depósito, estudio o reservas de
referencia.
Museo Nacional de Antropología, “Dr. David J. Guzmán, Muna
60
El desarrollo museológico en nuestro país tuvo sus inicios con la creación del
Museo Nacional. Quiérase o no, sus experiencias comenzaron a crecer a partir
del momento en que las colecciones se constituyeron como producto de las
incipientes investigaciones, recolecciones de campo o posibles donaciones,
estas tuvieron como primer recinto de trabajo de documentación un espacio
adjunto a la antigua biblioteca de la Universidad Nacional. El museo comen-
zó allí su labor cientíca, museológica y museográca.
Sin conocerse a plenitud la ciencia museología en aquella época, sin tener
un manual de aplicación, sin que el personal tampoco haya podido tener una
formación técnica y mucho menos un conocimiento académico universitario;
a pesar de todo, aquellos años el Museo Nacional daba sus primeros pasos.
Es muy probable que haya fuentes bibliográcas que describan de alguna
manera el trabajo cientíco de aquella de apoca; pero también —hay que
decirlo— que sin ser reconocida como tal, ya se hacía museología de forma
empírica. Fue sin duda un trabajo práctico, que dejó las primeras experiencias
descritas en algunas publicaciones que hoy conforman el acervo bibliográco
de la nación. Todo se inició sin manejar una determinada teoría museológica,
prevaleció claramente el criterio de los investigadores.
Hay que decir, también, que esa práctica solo el tiempo podrá juzgarla, si fue
buena o fue mala; pero sí es evidente que dejó una base importante de expe-
riencias, de las que ahora muchos se pueden considerar “eruditos” en el mane-
jo de la información generada en aquel momento, pues se han alimentado de
aquellas posibles equivocaciones que aoran en todo inicio, pero que ahora
son parte de la sabiduría de muchos. Este comportamiento se observa espe-
cialmente en algunos investigadores que, en su afán cientíco, hacen ciencia
a partir de los errores de otros.
Las ciencias, como principio razonado, siempre pretenden ser exactas; pocas
dejan espacio a las consecuencias de lo deductivo o de lo supuesto, casi nunca
permiten lo inductivo, menos ir de lo particular a lo general, no dejan suras
para la imaginación o a la recreación hipotética que permita reconstruir suce-
sos o hechos importantes en el devenir de la vida del hombre y de su entorno.
Los investigadores son así, y se respeta su posición.
Sin embargo, las investigaciones siempre tratan de ser probatorias, conside-
rando un mínimo margen de error, y si bien permiten concluir hipótesis, a
61
veces no se establecen con certeza las conclusiones de una teoría muy opuesta
a lo práctico. Como ejemplo, en una exhibición por lo general se observan las
pobres descripciones de los objetos mostrados, pues por falta de documenta-
ción y una mayor interpretación estos se describen de forma simple y, sobre
todo, resaltando datos que para el público son obvios sin necesidad de una
información adicional, que a veces es muy técnica; pero se deja de decir
sobre su uso, signicado, ornamentación, técnicas u otros datos, pues no se
reconstruye su historia, se utiliza comúnmente un vocabulario que solo los
hombres de ciencia o los especialistas conocen y que el público en general
nunca asimila.
5. Retos y proyecciones: las capacitaciones del personal, un área
de estudio que requiere de elevar el nivel académico profesional
de esta especialidad en nuestro medio
El trabajo museológico en nuestro medio ha venido en ascenso en los últi-
mos años. Mención especial merece, a manera de ejemplo, el Museo de Arte,
Marte, con la movilización de exposiciones muy importantes, muestra obras
en exposiciones de alta relevancia artística, tanto por la autoría de las obras,
como por su procedencia y expresión plástica. Este trabajo requiere de un
conocimiento, de una experiencia calicada, cumplir con el rigor de las nor-
mas que exige el trabajo de los museos; esto es, la aplicación de los preceptos
museológicos.
Si bien ya no se ignora la necesidad de actuar profesionalmente en el campo
museológico, el desarrollo académico de esta especialidad a escala regional,
ha dado los primeros pasos. Otros países, como Costa Rica, han elevado su
exigencia académica de la museología como carrera universitaria, lo que ga-
rantiza las capacidades y competencias profesionales en la región.
La administración y proyección de la cultura no es nada fácil, es parte de las
preocupaciones museológicas, es un desafío, como lo es también la responsa-
bilidad de investigar, rescatar, conservar y difundir el patrimonio cultural. Se
deben hacer los esfuerzos para compartir esta responsabilidad, pues ingrato
sería ver solo a una instancia tratando de asumir tal responsabilidad. En ese
caso, a la institución ocialmente reconocida con la responsabilidad de in-
vestigar, conservar y difundir el patrimonio cultural. Creo que no debe ser
así. La apertura es importante, y se debe pensar en garantizar el futuro de los
62
museos con la presencia de profesionales que desarrollen el trabajo cientíco
en benecio de la colectividad.
Cultura de museos, un desafío o una realidad por afrontar
Cada país tiene su propia experiencia respecto al aprovechamiento
del papel de los museos. No se puede comparar, tampoco es saludable
adoptar patrones que no se adapten a la realidad social, educativa, eco-
nómica y cultural de un determinado país.
Es innegable que los museos, como recurso de educación y espacio cul-
turizador, podrán ser un recurso que puede brindar a cada conglomera-
do una posibilidad de mostrar y recuperar su identidad, de reexionar,
de educarse; sin embargo, debe de contarse con una política estatal de
educación que refuerce sustancialmente este componente para generar,
en lo sucesivo, un cambio de pensamiento dirigido a la valoración y
apropiación de la cultura nacional.
Esta es una realidad de la que adolece nuestro país, y que, por consiguiente,
repercute en nuestra identidad.
La necesidad de musealizar el patrimonio cultural
Es innegable la necesidad de asignar y reconocer la importancia y valori-
zación de los bienes culturales. Los museos, en parte, cumplen esta fun-
ción, sin dejar de considerar que el patrimonio cultural debe servir para el
desarrollo de los pueblos.
No se debe ignorar que todos los bienes de importancia histórica, artística
y ambiental constituyen la herencia cultural patrimonial de una sociedad,
y que esta tiene la responsabilidad de ponerla a su alcance para el goce
y disfrute, sin distingos de clase, posición social y económica, ideología,
raza, creencia religiosa y otros. Los museos deben ser un espacio con-
cebido para el conocimiento, la reexión y, sobre todo, para permitir la
constante apropiación y búsqueda de la identidad.
63
Comentario nal
En nuestro medio se han comen-
zado a dar los primeros pasos en
la profesionalización de algunas
áreas asociadas con la museología.
El abrir las carreras universitarias
de Antropología y Arqueología, en
la Universidad Tecnológica de El
Salvador, maniesta una intención
de compromiso, al igual que la
Universidad Nacional; esto es tam-
bién asumir una responsabilidad
con nuestra sociedad y con nuestra
cultura, ya que así se esta contri-
buyendo en la preparación de profesionales nacionales en áreas cientícas
importantes, lo que garantiza a futuro el desarrollo de nuevos proyectos. Así
mismo, es necesario retomar o comenzar a generar nuevas investigaciones
que abran las perspectivas en el intercambio cientíco con otras universida-
des, haciendo posible no depender de otras instancias, posicionando la inves-
tigación en el ámbito cientíco, ya que esta no debe estar relegada, más bien
debe ser protagonista en el amarre de los eslabones de la historia, para que
contribuya a fortalecer las bases de nuestra identidad. Ver y construir desde
adentro el perl de la salvadoreñidad: esta es la luz que puede encender la
museología en nuestros museos.
Referentes bibliográcos
Del Castillo Negrete, Manuel, Antología de Textos Básicos, Curso Interamericano de Ca-
pacitación Museográca. Escuela de Conservación, Restauración y Museografía, México,
1993.
Fernández, Luis Alonso, Museología y Museografía, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2001.
Hernández Hernández, Francisca, Manual de Museología, Editorial Síntesis, Madrid, 1994.
Hernández Hernández, Francisca, Planteamientos teóricos de la Museología, editorial Trea,
S.L. Barcelona, España, 2006.
Scheiner, Tereza Cristina, “Museología e interpretación de la realidad: el discurso de la his-
toria (documento provocativo)”, Icom, marzo de 2006.
Riviere, George Henri, La Museología, editorial Akal, 1993.
“Perrito con ruedas” procedente del sitio arqueológico
Cihuatán. Sala “Asentamientos humanos”, Muna
64
65
Intelectualidad y racismo en Guatemala
y El Salvador a nales del siglo XIX
Chester Urbina Gaitán
Introducción
Hacia mediados del siglo XIX, en Europa, surge la moderna teoría racista
articulada sobre obras antropológicas de clasicación del género humano a
partir de los conceptos biológicos de “especie” y “raza”, desarrollados por los
cientícos desde el siglo XVIII. También tuvieron gran inuencia los estudios
que armaron la existencia de una supuesta raza aria y la teoría proveniente
de los descubrimientos realizados por la lingüística del siglo XIX. En este
sentido, destacan las propuestas de Comte, Darwin, Spencer, Gobineau, Le
Bon, Mendel, Lombroso y de la eugenesia. El presente artículo pretende ex-
plicar por qué la regeneración física no incidió en el desarrollo de los pueblos
indígenas en Guatemala y El Salvador a nales del siglo XIX.
Guatemala
En 1871 ascendió al poder en Guatemala un grupo de gobernantes de liación
liberal, que buscó crear el Estado-nación. Este proyecto político no tuvo una
dimensión integradora, pues terminó por ser selectivo. Esta selección se hizo
ladino e indígena por la lógica estatal de promover una “ciudadanización di-
ferenciada” entre la población.
1
Es palpable el interés estatal en transformar
a los trabajadores urbanos y sus redes de poder ladina e indígena rurales en
sustento de apoyo a su ideario.
Aunque teóricamente la principal herramienta de construcción de la hege-
monía ha sido la política de educación pública.
2
La política de educación
estatal en Guatemala no tuvo como objetivo trastocar las costumbres de los
sectores subalternos. Debido a que el régimen de trabajo forzado imposibilitó
a los sectores indígenas el acceso a la educación; y, cuando la tenían, era en
66
escuelas para indígenas, especializándose en una educación campesina. Por
el contrario, el trabajo si desempeñó un claro papel como medio de coacción
y control social y, por lo tanto, de constructor y reproductor de visiones y
realidades hegemónicas.
Es durante el período liberal que se origina un proceso de asimilación cultural
al proyecto nacional ladino promovido por el Estado. Al respecto, Taracena
y colaboradores aportan que dicho proceso estaba minado por una realidad
segregatoria desde el momento en que la producción de la riqueza agrícola del
país se basaba en el trabajo forzado de los indígenas. Además, los indígenas
debían lidiar con otro elemento que socavaba su proceso de asimilación, el del
discurso ideológico que, aparte de “bárbaros”, los designaban como producto
de una “degeneración” histórico-cultural, que se manifestaba en la humilla-
ción, la embriaguez, la criminalidad, la idiotez y la suciedad. Esto justicaba
su condición de trabajadores forzados y la imposición de su tutela ciudadana
por parte del Estado, dando como resultado una ciudadanía diferenciada.
3
Sobre el racismo en Guatemala durante el período liberal Marta Casaús señala
que es ahí cuando el racismo empieza a operar como racialismo, valorando
las diferencias biológicas y raciales en lugar de las diferencias culturales o
sociales. El imaginario racista se modica sustancialmente por la inuencia
del liberalismo, el positivismo y el darwinismo social, y empieza a operar
como un fuerte mecanismo de diferenciación política y social al producirse
la transición de una sociedad de casta a una sociedad de clases, de un Estado
corporativo estamental a un Estado constitucional basado en la igualdad entre
los ciudadanos y ante la ley, donde se hacía necesario crear nuevos mecanis-
mos que permitieran mantener la diferencia como desigualdad, la desigualdad
como discriminación y esta como explotación.
4
En 1888 aparece publicado, en la ciudad de Guatemala, el libro del salvado-
reño Francisco Esteban Galindo Elementos de Pedagogía, donde señala que,
de los tres millones de habitantes que pueblan Centroamérica —no contando
las tribus errantes— millón y medio son indígenas. El autor también apuntaba
que el día en que se civilizaran esos hijos primogénitos de la tierra centroame-
ricana, la nación habrá duplicado sus fuerzas vivas y sería arrebatada por un
vértigo de progreso.
5
Para Galindo el pueblo indio y el ladino son dos pueblos superpuestos el uno
sobre el otro; los medios civilizadores tienen que ser diferentes, tratándose de
67
una o de otra masa social, so pena de que los medios generales sean, en uno u
otro sentido, inecaces.
6
El poco impacto de la educación en los indígenas radicaba en que los padres
indígenas querían que sus hijos se les parecieran en todo, amando con en-
trañable amor sus costumbres, como tradición sagrada de sus mayores. Los
padres indígenas comprendían que en la escuela los niños se aproximaban sin
sentir al modo de ser de la otra raza, y se conjuran contra la asistencia de sus
hijos a los planteles de enseñanza.
7
Así mismo, Galindo acota que la embriaguez —pasión dominante entre la
raza indígena— era una barrera con la que tenía que enfrentarse el maestro. El
indio enseñaba a beber a sus hijos; y cuando esto no sucedía, el niño, al crecer,
adoptaba el vicio de sus padres y la enseñanza quedaba esterilizada.
8
En 1899 el Dr. Darío González, de origen salvadoreño, saca a la luz Nociones
de Pedagogía en pequeñas lecciones. El libro estaba destinado a servir de
texto en los establecimientos de enseñanza. Fue premiado con diploma y me-
dalla de oro por el Gran Jurado de la Exposición Centroamericana de 1897.
Esta obra había sido publicada por primera vez ese año en el periódico de la
Escuela Normal de Señoritas de Guatemala. Las lecciones fueron redactadas
para las alumnas de aquella institución,
en vista de la carencia de un texto propio
para la enseñanza elemental de la Peda-
gogía.
González resaltaba que la necesidad de
la educación física era evidente, ya que
por su medio se conservaba y mejoraba
la salud, haciéndose así el cuerpo fuer-
te, robusto, ágil y apto para toda clase de
trabajos, sin exceptuar los intelectuales.
9
Pese a estas ideas, el autor nunca expuso
la necesidad de que el mundo indígena
guatemalteco se beneciara de la prácti-
ca del deporte y de la educación física.
Dr. Darío González
(1835-1911)
68
El Salvador
A nes del siglo XIX los intelectuales salvadoreños que trabajaban para el
Estado trataron de promover un proyecto de nación sustentado en el pensa-
miento europeo de la época, que los llevó a compartir la fe en el progreso, así
como al rechazo a la tradición cultural indígena, considerada como muestra
de atraso y, en consecuencia, un freno al desarrollo.
10
Uno de los más destacados intelectuales de esta época fue Francisco Gavi-
dia, quien se encargó de realizar una reelaboración literaria del pasado pre-
colombino.
11
Pese a la formulación de esta mitología indígena, los liberales
salvadoreños prerieron elaborar otros mitos más acordes con sus ideales.
En realidad, el discurso dominante fue aquel que propugnaba por la moder-
nización y el progreso. Los mitos indígenas a lo sumo podrían ser aceptados
como accesorios, pero no iban a ser incorporados como parte fundamental de
la cultura.
En 1883 el Dr. David Joaquín Guzmán publicó su libro Apuntamientos sobre
la topografía física de la República de El Salvador. En este texto el médico
señala que la migración es el medio más ecaz, pronto y seguro del mejora-
miento de las razas, la rehabilitación del sistema de gobierno, la fuente más
vasta de prosperidad material y la más sólida, fácil y fecunda esperanza del
acrecentamiento de la riqueza pública.
12
También acota que los indios no se
mezclan con los blancos y ladinos, resistiéndose a comunicar cualquier cosa
sobre su forma de vida.
13
Para Guzmán los indígenas salvadoreños eran menos civilizados que sus ante-
cesores, y recelaban aquello que se les presentaba como una innovación.
14
Termina Guzmán planteando la inquietud sobre cuál es el porvenir de la raza
india en el país y su denitiva metamorfosis, a lo que responde diciendo que
su única alternativa era ser parte de la vida social y de la escuela.
15
En torno a esto, López señala que, en la medida en que los patrones culturales
tradicionales eran incompatibles con el proyecto modernizante de la elite se
hacía necesaria la imposición. A Guzmán no le interesó preguntarse cuáles
eran los intereses de los indígenas, más creía que al nal estos serían bene-
ciados al ser absorbidos por el mestizaje, borrando de ese modo las antiguas
diferencias.
16
69
Según Georgina Hernández las
posturas racialistas de intelectuales
como Guzmán, a pesar de no con-
cretarse en un racismo práctico,
ejercieron un papel simbólico en el
ejercicio del racismo al mantener
la idea de una jerarquía social ra-
cialmente diferenciada, en la cual el
blanco detentaba la escala mayor y
gozaba de un papel director frente a
las minorías, a las que creía atrasa-
das, feas, y apáticas. Estos juicios de
valor tenían una carga negativa que
permitió la generación de estereoti-
pos, que fueron instrumentalizados
para poner de relieve la dominación
y la inferiorización. Guzmán fue uno de estos intelectuales inuidos por el
pensamiento racialista, y que se veían a mismos como parte del grupo blan-
co que debía llevar las riendas del país: su poder lo ejerció desde cargos públi-
cos y a través de la política, desde donde impulsó proyectos de regeneración
del indígena a partir de la educación.
17
Conclusión
La implantación de una ciudadanía diferenciada y el apego a posturas racistas
hacia lo indígena llevo a los Estados guatemalteco y salvadoreño a no permi-
tirle el acceso a la modernidad y la regeneración física a través de la práctica
del deporte y la educación física a nales del siglo XIX. Así mismo, la idea
de regenerar a los indígenas a través de la educación no se concretó debido al
poco apoyo y a la fragilidad económica de la hacienda pública. En la práctica
los indígenas quedaron al margen del proyecto liberal de nación, dejándolos
sin fundamento cultural.
Referentes bibliográcos
1
En este sentido es necesario la consulta a: Taracena Arriola.Arturo, et.al. Etnicidad, Es-
tado y nación en Guatemala 1808-1944. Guatemala: Nawal Wuj, 2002. Asimismo véase:
Dr. David Joaquín Guzmán Martorell
(1843-1927)
70
Piel, Jean. “¿Fuera el Estado del Estado? ¿Afuera la nación? El Quiché oriental frente
al Estado-nación guatemalteco de 1821 a 1970”. En: Taracena A., Arturo y Piel, Jean.
Identidades nacionales y Estado moderno en Centroamérica. San José: Editorial de la
Universidad de Costa Rica, 1995. p.188. En la misma línea Little-Siebold apunta que, el
Estado guatemalteco por su fragilidad económica no pudo tener un fuerte control social de
la población. Little-Siebold, Todd. “Guatemala en el período liberal: patria chica, patria
grande. Reexiones sobre el Estado y la comunidad en transición”. En: ibid. pp.223-236.
También: Taracena Arriola, Arturo. Invención criolla, sueño ladino, pesadilla indígena.
Los altos de Guatemala: de región a Estado, 1740-1871. Antigua: Editorial Porvenir S.A.-
Cirma, 1997; y, Little-Siebold, Todd. “La centrifugación del Estado: sueños centralis-
tas, realidades locales. Formación, deformación y reformación del Estado guatemalteco,
1871-1945”. En: Piel, Jean y Little-Siebold, Todd. Entre comunidad y nación. La historia
de Guatemala revisitada desde lo local y lo regional. Antigua: Cirma, 1999. pp.143-165.
2
González Orellana, Carlos. Historia de la educación en Guatemala. Guatemala: Editorial
Universitaria, 1987.
3
Taracena Arriola, Arturo, et.al. Etnicidad, Estado y nación en Guatemala 1808-1944.
Guatemala: Nawal Wuj, 2002. p.37.
4
Casaús Arzú, Marta Elena. “Prácticas sociales y discurso racista de las elites de poder
en Guatemala (Siglos XIX y XX)”. En: Van Dijk, Teun. Racismo y Discurso en América
Latina. Barcelona: Gedisa, 2007. p.233.
5
Galindo, Francisco E. Elementos de Pedagogía. Guatemala: Tipografía La Unión, 1888.
p.49.
6
Idem.
7
Ibid. p.50.
8
Idem.
9
González, Darío. Nociones de Pedagogía en pequeñas lecciones. Segunda edición. Gua-
temala: Tipografía Nacional, 1899. p.19.
10
Algunos de los más destacados intelectuales de la época fueron los siguientes: Darío Gon-
zález, Jorge Lardé, Santiago I. Barberena, Alberto Sánchez, David J. Guzmán, Pedro Fon-
seca, Rafael Reyes, Antonio Cevallos, Vicente Acosta y Francisco Gavidia.
11
Hernández Aguirre, Mario. Gavidia. Poesía, literatura y humanismo. San Salvador: Di-
rección de Publicaciones, Ministerio de Educación, 1968. p.389.
12
Guzmán, David Joaquín. Apuntamientos sobre la topografía física de la República de El
Salvador. San Salvador: Tipografía El Cometa, 1883. p.446.
13 Ibid. p.500.
14
Ibid. p.501.
15
Ibid. p.517.
16
López Bernal, Carlos Gregorio. “La historia cultural en El Salvador: Un campo de estu-
dio en ciernes”. En: Marín Hernández, Juan José; Vega Jiménez, Patricia y Cal Montoya,
José Edgardo. La historia cultural en Centroamérica: Balance y perspectivas. Guatemala.
Cefol-Usac, 2006. p.53.
17
Hernández Rivas, Georgina. “David J. Guzmán: la institucionalización del discurso ra-
cista en las elites simbólicas del poder”. En: Asociación para el Fomento de los Estudios
Históricos en Centroamérica. Boletín No.41. http://afehc-historia-centroamericana.org/in-
dex.php?action=_aff&id=2222
71
72
73
El museo y su entorno
Leonardo Regalado
En tiempos recientes el concepto de
museo no solamente ha sido cues-
tionado, sino también ha venido
cambiando, de ser una institución
ensimismada, cerrada, a una más
dinámica y colaboradora con otras
instituciones dedicadas a la edu-
cación y la divulgación de valores
de cambio en la sociedad moderna
(llámense escuelas, institutos, uni-
versidades o ministerios de educa-
ción pública).
Desde hace unos cien años se trata de denir al museo, ya no como un templo
sagrado al que se tiene que entrar haciendo una genuexión, y casi persignán-
dose, para acceder a todo ese conocimiento del que solo una elite ilustrada, y
con suciente recurso económico para coleccionar, tuvo acceso en los inicios
de aquella entidad como tal.
1
Conforme el tiempo pasa el concepto de museo
evoluciona. En la medida en que las ciencias se abrieron paso, los museos
fueron especializándose; y así encontramos, a principios del siglo XX, mu-
seos con temáticas sobre arte, culturas populares y arqueología, los dedicados
a esta última ciencia vistos casi como almacenes de antigüedades. Muchas de
estas instituciones de carácter histórico se formaron con colecciones privadas
y también por medio de excavaciones auspiciadas por universidades norte-
americanas y europeas. Es preciso señalar que las potencias económicas de
principios de siglo XX (EE. UU., Francia y Alemania, entre otros) obtienen
por medio del expolio diversos bienes culturales de pueblos descendientes de
1
León, Aurora, El museo, teoría y praxis. Ediciones Cátedra, Madrid, España, 1990. p. 48.
Sala temporal, MUA
74
las antiguas civilizaciones, que dejaron este importante patrimonio cultural; y
así las potencias nutrieron los fondos de gran cantidad de museos que hoy el
mundo admira (el Museo del Louvre, el Museo del Vaticano, y un largo etcé-
tera), con el pretexto de conservar este patrimonio que, en caso de quedar en
manos de esos países expoliados, se perdería debido a los escasos recursos, la
falta de personal adiestrado y la “ignorancia” generalizada del pueblo. Napo-
león expolió a Egipto de una gran parte de su patrimonio cultural e histórico;
Howard Carter envió una cantidad importante de bienes culturales a Inglate-
rra y —por qué no decirlo— mucho de nuestro patrimonio cultural cerámico
arqueológico fue a parar a los fondos del Museo de Las Américas, en España.
Esta tendencia todavía existe aún en varios museos, como el recientemente
inaugurado Quai Branly, el museo de las culturas en Francia.
Sin embargo, estos países fueron los primeros en cuestionar el concepto tra-
dicional de museo, y comienzan a darle rumbos más didácticos a las exposi-
ciones y discursos museográcos, así como a extender la promoción cultural
hasta el punto de crear la que hoy es una de las más rentables industrias en
el mundo: el turismo cultural. Gracias a esta industria aprendemos lo que
ellos designan como arte y cultura, y lo que no lo es. Nos ubicamos den-
tro del panorama mundial de la cultura como pueblos tercermundistas, con
una cultura “atrasada” al compa-
rarnos con sus logros estéticos;
obtenemos cánones estéticos de
estas instituciones primermundis-
tas, que rigen nuestras expresio-
nes culturales y que nos enseñan a
consumir su arte, sus expresiones
culturales, por ejemplo. De esta
manera, la Mona Lisa —el famo-
so retrato de Leonardo DaVinci—,
se encuentra hasta el más humilde
de nuestros hogares por medio del
cartel, la copia del cuadro, el do-
cumental de televisión y hasta el
“papel tapiz” para la computadora
bajado del sitio web de un museo
o del promocional en Internet de
la película “El Código Da Vinci”.
Triste ilusión es el pensar que so-
Sala Temporal, MUA
75
mos cultos o que, por lo menos, “nos estamos culturizando”. Pero ¿qué pasa
con nuestra cultura local y nuestros museos? Con frecuencia suelo hacerme
estas preguntas: ¿por qué la mayoría de nuestros museos aburren al visitante?
¿Por qué la gente dice que basta con ir una vez al museo? ¿Qué es lo que nece-
sitan nuestros museos; promoción, oferta, respaldo económico? Las respues-
tas no se pueden dar a la ligera; y creo que en especial, para ser responsables
ante estos interrogantes, debemos estudiar con más ahínco el fenómeno de
los museos en nuestro país, su historia, sus aciertos y desaciertos; medirlos en
cuanto a los logros alcanzados. Aunque esto supone ir más allá de comparar
los datos estadísticos de visitantes, puesto que no solamente por ser el más
visitado un museo se convierte en el mejor o en el más grande. Tampoco es el
activismo cultural lo que nos llevará a alcanzar esa utopía tan perseguida de
ser un museo ideal. ¿No será que nos hemos puesto a crear museos sin haber
reexionado de qué modo podemos incidir en la sociedad por medio de estos
como entes ideológicos, para orientar la cultura salvadoreña hacia valores
mas humanos y prácticos? ¿Qué ofrecen nuestros museos?, ¿conocimiento
aislado?, ¿pura información sin que el espectador o visitante pueda conectarla
con la realidad? Y unas preguntas más: ¿Los museos salvadoreños tienen con-
tacto con su realidad y con la comunidad que les rodea? ¿Cuál es la incidencia
Sala Temporal, MUA
76
que el museo tiene en su entorno inmediato y mediato? ¿Está dotado de ins-
trumentos que le propicien esa buscada interactividad con el entorno?
Si se habla de que el museo no solamente debe conservar una colección de-
terminada, sino también en su entorno; es decir, una zona o una localidad.
Entonces, la labor del museo debe de ser la de conservación del patrimonio
local. Pero ¿cuál es ese patrimonio por conservar? ¿Es solamente el patri-
monio arquitectónico? ¿Qué pasa con el patrimonio humano, social, con sus
anécdotas, elucubraciones, preocupaciones cotidianas?... ¿De qué manera un
museo inserto en un sector con mucha auencia humana, con problemas so-
ciales y económicos, puede tanto reejar como contribuir al desarrollo de esa
zona? ¿Qué valores debemos de fomentar en la comunidad para hacer del lu-
gar uno que sea ejemplar o, por lo menos, más tranquilo y atractivo para el vi-
sitante extranjero? Las exposiciones actuales no solo deben de tener un grado
de academicismo o desarrollo de contenidos cientícos, sino también han de
estar dirigidas en sus temáticas a la gente que habita el entorno del museo.
2
Es necesario denir y delimitar el patrimonio tangible e intangible que el mu-
Sala “Las migraciones”, MUA
2
Yunen, Emilio, “La nueva museología”, www.cielonaranja.com/rey_museograa.htm
77
seo puede investigar, conservar y difundir. ¿Hacia qué personas o entidades
debemos avocarnos para que nos ayuden en esta compleja y titánica tarea?
Sin duda, unas de las respuestas se encuentran en la gente misma, en la po-
blación de la zona, de la comunidad, en las diversas entidades que componen
el hábitat del museo, el ir y venir incesante del estudiante y del transeúnte y
hasta en la gastronomía urbana, la cultura local de la zona.
El museo está llamado a plasmar todos aquellos fenómenos sociales que han
determinado, y los que continúan determinando, el devenir de nuestra histo-
ria; y no deben de exponer solamente los discursos ocialistas de los gobier-
nos de turno y reejar solo aquel conocimiento académico que muchas veces
termina aislado, tanto por la deciencia del guión como por la poca visión de
su director, así como del equipo multidisciplinario que apoye la construcción
del discurso museográco a través de estos guiones. Muchos de los sectores
sociales que se encuentran en la base de nuestra pirámide social no tienen
acceso a un museo, y no tienen el mas mínimo interés en entrar o saber qué es
un museo porque no se ven reejados en los discursos museográcos. Todo
ese lumpenproletariado también puede y debe tener la oportunidad de contar
sus desgarradoras historias, que no siempre son del agrado de todos por no
tener el debido ingrediente esteticista o “de clase”, por no ser letrados. Todas
estas personas e identidades tienen algo que ver en el desarrollo de la cultura;
y si el museo no estudia los fenómenos de esta “ecología urbana” llega a ser
solamente una isla llena de “antigüedades o tesoros culturales”, dentro de un
océano de entes vivos ignorantes e ignorados. Los sectores sociales generan
cultura por sí mismos, y ya es hora de que sean tomados en cuenta aunque sea
por un museo. Si los diversos sectores que componen la sociedad no se ven
reejados en el museo, su contenido no logrará superar aquella vieja percep-
ción del museo como “templo sagrado” dentro del cual no se hace más.
Con el surgimiento de las nuevas ciencias sociales (antropología, sociología,
historia, etc.) en El Salvador, los museos están recurriendo a nuevos campos
de investigación social en donde pueden renovar sus discursos museográcos,
brindando nuevas temáticas de exposiciones más llamativas para la pobla-
ción, y ya no ofreciéndoles exposiciones cientícamente estériles en donde
solo se encuentran las piezas y el conocimiento sin dar o abrir un senda con
la realidad. De esa manera, el museo se divorcia de la realidad y el público o
colectivo de visitantes no se encuentra reejado, desligándose del museo sin
extraer un conocimiento que contribuya a su realidad.
El nuevo museo buscará entender a la obra patrimonial o artística y cultural ya
78
no como un objeto aislado con categoría o rango hipostático en mismo, sino
como un producto que es parte de un colectivo donde puede observar tanto
el devenir histórico como la idiosincrasia y realidad que vive ese colectivo.
3
Pero si los esquemas de un museo deben ser abiertos, ¿hasta donde llega el
alcance de la apertura de estos esquemas sin tener que abusar del concepto
de museo? En la medida en que las investigaciones sean serias, la institución
museística tendrá la capacidad de denir los puntos de real interés para las
ciencias sociales, estéticas, histórica; y, además, encontramos aquí que tendrá
ya no solamente interés en el tipo de colección, sino en los investigadores que
la estudian y los estrategas que planican su difusión, dotando de información
contextual a las colecciones, formando un criterio selectivo que dena las pie-
zas de las colecciones como objetos vivos y no como meros bienes culturales,
y como producción material que reeje la actividad y laboriosidad del pueblo
salvadoreño, así como su problemática diaria.
El museo está llamado a plasmar fenómenos sociales y culturales que afectan
históricamente nuestra cultura, y tiene que difundir el estudio de estos hechos
para establecer paradigmas que ayuden al pueblo a tener una visión más clara
o consciente de cómo estos fenómenos moledan nuestra identidad cultural.
Referentes bibliográcos
García Canclini, Nestor, Culturas híbridas, Ediciones Grijalbo, México, 1990.
León, Aurora, El museo, teoría y praxis, Ediciones Cátedra, Madrid, 1990.
3
“A favor del conocimiento cientíco Los nuevos museos Jorge Wagensberg”. e-spacio.uned.es/fez/
eserv.php?pid
79
El arte plástico que no es elástico
Noel Castro
Según la etimología, los términos plástica y plástico tienen origen griego;
pero del latín, plastica transmite las ideas de “arte de plasmar, o formar cosas
de barro, yeso, etc.”; y plasticus: 1) perteneciente o relativo a la plástica, y 2)
capaz de ser modelado.
1
Siendo esto así, el conocido como “arte puro” o “no utilitario” en la pintura en
particular, y en el arte gráco en general, tiene que ser exible pero denido
en todos sus aspectos. De ahí que sea plástico. Esto incluye la escultura, el
tallado, las ‘instalaciones’ (entre comillas porque no se reeren a las eléctri-
cas normales, por ejemplo, aunque se use la electricidad en ellas) y todo lo
que resulte ser una expresión material de la creatividad, de la necesidad y del
pensamiento humanos.
Es interesante que esa exibilidad llegue a tener una forma completa, nal, un
concepto bien denido, aunque sea solo para el artista, pues las percepciones
que puedan tener los observadores de la pieza o de la muestra artística pue-
den ser tan variadas como se les ocurran a cada uno. Aquí es donde entra el
discurso o teoría, que trata de explicar la intención del arte en sí. Solo entrar
a un museo o a una galería de arte y ver la obra de los artistas sin meditar y
reexionar en su, o sus, signicado, al parecer no cumpliría la función edu-
cativa o cultural del quehacer humano artístico. Aunque también eso depende
del valor intrínseco de la obra y de la trayectoria del artista, sin mencionar la
latitud de donde nació, cosa esta última que pudiera no tener la mayor impor-
tancia.
En esto es donde no cabe el término elástico en el arte (“que puede recobrar
más o menos completamente su forma y extensión tan pronto como cesa la
acción que las alteraba”, “acomodaticio, que puede ajustarse a muy distintas
1
La citas etimológicas son del diccionario de la Real Academia de la Lengua.
80
circunstancias”), porque se da a entender que la obra puede ser llevada a sus
extremos y volver a su forma original o a la que el observador o el crítico
la quieran llevar. Eso es algo inusitado. Pero así es el asunto: a veces con el
discurso, o “lectura” —como se suele llamar al esfuerzo de comprender o asi-
milar una o varias obras— es que se ‘logra’ eso, solo de manera conceptual,
porque el trabajo en observación no pasa de ser lo mismo: una obra termina-
da. Algunas esculturas las han hecho móviles, pero no pasan de allí.
Veamos un breve acercamiento, por medio de comentarios generales, a la
obra de un artista francés del siglo XIX muy connotado.
Ya en sus cuadros de época temprana se entregó Monet —en mayor
medida aún que sus amigos de la escuela impresionista— a la per-
cepción de un estado de ánimo instantáneo. [...] Monet era rápido,
fugaz, parecía tener siempre prisa, hizo suya la creciente premura y
el ritmo de las grandes metrópolis. Su gran aportación sigue siendo
la constante profundización de esta mirada, de manera que no solo se
correspondía con la batahola que inundaba el Bulevar de los Capuchi-
nos, sino que fue capaz también de captar una imagen de la naturaleza
que él sentía como un constante proceso, y que por ello se halla en
constante mutación.
2
¿Sería que así pensaba el maestro de su obra y que esa fuera su intención? De
hecho, el arte de Monet no era ‘elástico’. Y su interpretación se puede hacer
desde sus temáticas y técnicas plásticas, y tomando como base el estudio y
los discursos que se presenten de su exhaustivo trabajo, porque sin duda fue
un genio de la pintura y de la escuela llamadas impresionistas. Además, pocos
son los que tienen la oportunidad visitar los museos donde se encuentran sus
obras para hacer estudios y sacar conclusiones con más pruebas de autentici-
dad.
De modo que el pintor, o artista plástico, al dar muchas explicaciones de
su obra terminada no le añadirá valor o —por decirlo así— transformación
alguna a lo hecho. Esto no quiere decir que no pueda hacerle cambios a su
obra cuanto lo crea conveniente; pero la tiene que terminar. Unas veces el
comentario expresado, sea hablado o escrito, no pasa de ser una comprome-
tida admiración; otras, los entendidos solo le tienen “simpatía” a la pieza, sin
añadirle ningún otro “valor”.
2
Schmied, Wieland, “Claude Monet y el arte moderno’ en la Hypo-Kunsthalle de Munich”, KUL-
TURCHRONIK, No. 1, 2002 (Año 20)
81
En esta misma línea de pensamiento viene esta reexión:
Porque en arte la anécdota es lo de menos. Es el medio de expresión
de un valor estético, que es decir también un valor humano: el dolor,
el odio, el amor, la duda… La anécdota se crea —mejor dicho, se
recrea— con temas reales y vivos, elegidos ordenados, depurados,
para que en ellos se exprese ese valor estético con toda su fuerza y
pureza. Y lo que llega a nosotros no es la historia, sino el valor puro
que se expresa mediante ella. Por eso no importa que sea desconocida
y lejana. La anécdota en sí es inoperante, inerte. Lo que actúa y vive
es el valor que signica. Eso es el arte puro.
3
¿A qué artistas o maestros de la plástica salvadoreña les aplican estas apre-
ciaciones? Este interrogante solo es retórico, porque en realidad y cabalmente
no se puede responder. Siempre existen discrepancias en las opiniones o “jui-
cios” vertidos frente a las obras e los pintores o cultores de las otras ramas del
arte visual.
Con todo, se aspira a que el trabajo artístico sea auténtico. Parafraseando las
palabras Jeanine Janowsky, ‘la obra debería ser una suerte de autorretrato del
artista’; si es sincero con su quehacer sostiene siempre ella. Es indiscutible
que el verdadero arte plástico es digno de aprecio y tiene su precio. Lo del
mercado es otro asunto.
Y para concluir, leamos unas líneas que transmiten el ánimo de la coleccionis-
ta Ingvild Goetz —que también podría ser el de los galeristas o de los museos
institucionales del país— acerca de su singular museo de arte:
Esta coleccionista habla de su Museo como de un buen amigo, por
cuya salud y bienestar está ella profundamente interesada, y que por
otra parte le proporciona continuamente nuevas fuerzas. [...] El edi-
cio, que causa una impresión de transparencia y de una ingravidez
debido a su zócalo de vidrio opalino, colocado de forma plana al mar-
gen e un bosquecillo de abedules, encanta a los freaks de la arquitectura
y entusiasma a los apasionados por el arte como sede ideal para una
colección de tal categoría, que como pocas en su género está —con
valentía y curiosidad absolutas— a la altura de su tiempo.
4
3
Villegas López, Manuel, Charles Chaplin, el genio del cine, España, Editorial ABC, S.L., 2003.
4
Schmied, Wieland, “‘Claude Monet y el arte moderno’ en la Hypo-Kunsthalle de Munich”, KUL-
TURCHRONIK, No. 3, 2001 (Año 19)
4
Schmied, Wieland, “‘Claude Monet y el arte moderno’ en la Hypo-Kunsthalle de Munich”, KUL-
TURCHRONIK, No. 3, 2001 (Año 19)
83
Museo de Arte de El Salvador:
un esfuerzo compartido
Roberto Galicia
El Museo de Arte de El Salvador, Marte, es la realización de un sueño que,
por varios años, muchos soñamos. En este empeño es justo destacar el trabajo
desarrollado por Julia Díaz, quien puso todo su entusiasmo para lograrlo. El
resultado de sus esfuerzos fue el Museo Forma, inaugurado en 1983. Veinte
años después, el 22 de mayo de 2003 el Marte abrió sus puertas. Para hacer
realidad esta nueva institución el Patronato Pro Cultura de El Salvador, en
1998, empezó a desarrollar la idea, al tiempo que hacía gestiones para obtener
el terreno donde construirlo.
Las razones que prevalecieron en la seleccn de la futura ubicacn del
museo fueron de índole arstica, ya que frente al área donde se podía edi-
car se encuentra el “Monumento a la Revolucn”, el cual es un conjun-
to artístico-arquitectónico diseñado por los arquitectos Óscar Reyes y Kurt
Shulzs, diseño que fue seleccionado mediante un concurso. Construido en la
década de 1950 el monumento contiene, en una estructura vertical en forma
de teja, un mosaico en piedra, realizado por el artista mexicano Claudio Ce-
vallos Leal y por la artista salvadoreña Violeta Bonilla (1926-1999). Respecto
a las características del mosaico, fechado en 1954, es importante destacar que
las piedras con sus tonos naturales que lo conforman fueron recolectadas en
todo el país y que con ellas fue construida la gura de un hombre desnudo,
que mira hacia arriba y que tiene los brazos extendiéndose hacia el cielo.
Además, en ese lugar se encuentra un conjunto escultórico monumental obra
de Francisco Zúñiga (1913-1993) artista de origen costarricense que vivió y
produjo gran parte de su obra en México, donde se nacionalizó y desde donde
se convirtió en uno de los más importantes escultores latinoamericanos. Di-
cho conjunto escultórico, fechado en 1956, es una alegoría a la Constitución
de 1950 y esta formado por nueve guras: un obrero, una madre que sostiene
en sus brazos a su hijo, la gura de una niña, dos guras femeninas, una de
84
ellas parcialmente cubierta por un soldado, el cual sostiene su fusil apuntando
hacia abajo en actitud pacíca. En la pare posterior destaca una mujer que
sujeta un ejemplar de la Carta Magna. Todas estas guras sostienen otra mujer
cubierta con la bandera de El Salvador.
Gracias al interés del doctor Armando Calderón Sol, en ese entonces presi-
dente de la República (1994-1999) y al de su esposa, licenciada Elizabeth
de Calderón Sol, se logró obtener el terreno seleccionado, lo que garantizó
el rescate del monumento y su integración al futuro museo. En la actualidad
el mencionado monumento se encuentra en la última etapa de restauración
gracias al apoyo recibido, en diferentes momentos, por la institución cultural
del Estado.
Con la aprobación del Decreto Legislativo 664 de fecha 26 de agosto de 1999,
publicado en el Diario Ocial No. 157, Tomo No. 344, de un comodato por
99 años otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa, se dio término a
los trámites legales y el proyecto del museo fue asumido por la Asociación
Museo de Arte de El Salvador, institución creada con ese propósito. Su per-
sonería jurídica la obtuvo mediante acuerdo ejecutivo 338, publicado en el
Diario Ocial No. 89, del 6 de mayo de 2000. Desde antes de esa fecha hasta
Museo de Arte de El Salvador, Marte
85
el momento, la junta directiva de la Asociación, presidida por María Marta de
Regalado, ha desarrollado una notable labor. Este trabajo fue reconocido por
el Gobierno de la República al otorgarle, en el 2003, el Premio Nacional de
Cultura en el área de Gestión Cultural. Este compromiso lo mantiene con vis-
tas al futuro, con el n de garantizar la permanencia de nuestra institución.
El diseño del museo le fue encomendado al arquitecto salvadoreño Salva-
dor Choussy, quien lo concibió con la integración del “Monumento a la Re-
volución”, convirtiéndolo en una plaza monumental que sirve de acceso a
las instalaciones, compuestas por un sobrio edicio de tres niveles con un
área de 2.968 m
2
, de estos más de la mitad esta destinada a las exposiciones.
Dos salas son exclusivas para exposiciones temporales, tres dedicadas al arte
salvadoreño y tres espacios adicionales para exposiciones itinerantes y otros
proyectos que desarrolla el museo, como lo son los programas “Artista del
mes”, “De nuestra colección” y “Marte contemporáneo”. Aparte de esta área
pública, el museo cuenta con otros espacios dedicados a ofrecer servicios
adicionales a los visitantes (tienda y restaurante, salón audiovisual y salón de
usos múltiples). El área administrativa, talleres y los depósitos cuentan con
espacios adecuados.
Sala de exhibición permanente, Marte
86
En la actualidad el edicio del Marte —que fue ampliado en el 2007— se
descubre en toda su magnitud en cuanto se ingresa. En el área de recepción se
le expresan agradecimientos a las personas, empresas e instituciones que con-
tribuyeron a su construcción, así como a aquellas que han asumido el compro-
miso de garantizar su funcionamiento mediante su integración al programa
“Pilares de Marte”, y a todos los que, deseosos de colaborar, son miembros
o amigos del Marte. Después se pasa por el vestíbulo que comunica con el
área de exhibición. En ese mismo nivel, a mano izquierda, esta el área dedi-
cada a las exposiciones temporales; y bajando por las gradas o la rampa se
llega a las tres salas que están dedicadas al arte salvadoreño, entre las que se
destaca la Gran Sala, cuyo espacio impresiona por su limpieza formal y sus
dimensiones. El edicio, bañado por luz cenital en dos de sus áreas, alterna
los espacios cerrados dedicados a la contemplación con áreas luminosas que
envuelven a nuestros visitantes y los comunica con el espacio exterior.
El Marte, en su corto tiempo de existencia, gracias al intenso trabajo desa-
rrollado desde su apertura, es uno de los proyectos culturales más exitosos
de nuestro país y es un referente en la vida cultural de la región centroame-
ricana. Sus vínculos con muchas instituciones extranjeras anes y las im-
portantes exhibiciones realizadas lo han proyectado internacionalmente. Esta
tarea, nada fácil, permitirá, en el futuro, ofrecer nuevas exhibiciones y poner
al alcance de todos los salvadoreños obras de artistas reconocidos a escala
mundial y abrir nuevos horizontes para el arte nacional.
En el 2010 se cumplirán diez años de la creación de la Asociación Museo de
Arte de El Salvador y siete de la apertura del museo. La seriedad y profesio-
nalismo con el que se ha trabajado nos hacen olvidar que estos pocos años en
la vida de un museo son muy signicativos. El trabajo apenas comienza. Por
eso siempre tenemos presente, todos los que trabajamos impulsando esta gran
obra, que para hacerla realidad fue necesario sumar los generosos esfuerzos
del sector privado con el apoyo del sector público, en el que intervinieron
diferentes instituciones gubernamentales, entre las que se destaca la participa-
ción del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, Concultura, (hoy Secre-
taría de Cultura), cuyo compromiso institucional dio inicio el 11 de junio de
1998, cuando se suscribió un documento con el Patronato Pro Cultura en un
acto celebrado en el Teatro Nacional de San Salvador, mediante el cual ambas
entidades se comprometieron a impulsar este proyecto.
Poco antes de cumplir con su mandato, le correspondió al licenciado Francis-
co Flores, quien se desempeñó como presidente de la República entre 1999-
87
2004, inaugurar las instalaciones del Marte en un acto sin precedentes en la
vida cultural de nuestro país, la noche del 22 de mayo de 2003. Es de destacar
el valioso y oportuno apoyo que él brindo al proyecto. Hoy, como ciudadano,
sigue colaborando.
Al día siguiente de su solemne apertura, los visitantes empezaron a llegar
atraídos por las exposiciones de su jornada inaugural, consistentes en la Suitte
Vollard de Pablo Picasso, “Julia Díaz. La herencia de sus sueños”, “Diálo-
go entre artistas, pintura latinoamericana” y “Puntos Cardinales 1900–1992.
Momentos clave del arte salvadoreño del siglo XX”, cuyo curador fue Luis
Croquer. Esta exhibición —estructurada en forma temática— se convirtió
desde un primer momento en motivo de amplias discusiones y jó, en lo que
al arte salvadoreño se reere, una nueva forma de verlo, estudiarlo y valorar-
lo. Esta muestra se cerró en el 2007, para dar paso a “ReVisiones, encuentros
con el arte salvadoreño”, que fue inaugurada el 18 de mayo de ese año y cuyo
curador fue Jorge Palomo. Está previsto que esta exposición cierre a nales
de 2011.
Sala de exhibición permanente, Marte
88
Desde el día de su inauguración, que marca el compromiso de mantener abier-
tas las puertas de esta nueva institución cultural, miles de personas han visi-
tado el museo. Hasta el 22 de mayo del presente año, fecha de nuestro sexto
aniversario, 236.833 personas nos han visitado. Entre estas se destacan las
niñas, niños y jóvenes estudiantes que representan más del 40% de esa canti-
dad, y que han sido atendidos gratuitamente y participado de nuestros progra-
mas de “Visitas guiadas” y en los “Talleres de arte”. Estos programas forman
parte del proyecto educativo del museo, siendo una de nuestras prioridades ya
que estamos empeñados en formar nuevas audiencias. Desde el 18 de mayo
de 2008, en ocasión de la celebración del “Día Internacional de los Museos”
y con motivo de nuestro quinto aniversario, abrimos gratuitamente los días
domingos. Este benecio a la familia salvadoreña nos ha permitido atender a
más de 10 mil personas durante este tiempo.
Para mantener el interés y garantizar al público que siempre hay algo nuevo
por descubrir hemos presentado un rico y variado programa de exposiciones,
nacionales e internacionales, a la vez que hemos desarrollado una serie de ac-
tividades complementarias que han propiciado el encuentro de la comunidad
artística nacional y del público interesado con los especialistas, curadores y
artistas que nos han visitado. De esta manera el museo, más allá de sus expo-
siciones, se convierte en un espacio de estudio y reexión de todos los aspec-
tos que inciden en el desarrollo artístico y cultural de nuestro país.
Sin embargo, el compromiso de la institución va mas allá, y desde un princi-
pio ha dado especial énfasis a sus programas educativos, implantando, como
complemento a los programas mencionados (visitas guiadas y talleres), un
programa de capacitación docente que nos ha permitido atender a cerca de
500 maestras y maestros de todo el país. Este programa, durante el presente
año, cuenta con el apoyo del Ministerio de Educación. Como consecuencia,
el museo vive y hace realidad el compromiso asumido por la Asociación, en
el sentido de crear y mantener una institución abierta, dinámica y al servicio
de la comunidad.
Conscientes de que este es el principio de un largo recorrido y de que los retos
son grandes, hemos empezado a saldar cuentas pendientes que nuestro país
tiene con el arte y sus artistas. Para lograrlo, es prioritario investigar, docu-
mentar y difundir el trabajo de nuestros maestros. Y ese compromiso inelu-
dible nos ha permitido presentar las exposiciones de Julia Díaz (1917-1999),
José Mejía Vides (1903-1993), Rosa Mena Valenzuela (1913-2004), Carlos
89
Cañas (1924), Toño Salazar (1897-1986), Salvador Salazar Arrué Salarrué,
(1899-1975), Raúl Elas Reyes (1918-1997). A esta lista tenemos que sumar la
exposición “Realidades y expresiones: Tendencias de la pintura salvadoreña
(1970-1992)”. En los próximos años continuaremos sumando los nombres de
otros maestros que son guras importantes en la escena y en la historia nacio-
nal. Sin prisas, pero con objetivos claros, abarcaremos el amplio espectro de
la plástica nacional para asegurarnos de que, en el futuro, sabremos quiénes
somos y de dónde venimos, porque, en el presente, aceptamos el reto de do-
cumentar nuestro pasado.
Hasta la fecha hemos publicado once catálogos. El último es el que registra,
de mayo 2003 a mayo 2009, los seis años del programa “Artista del mes”,
que contiene la biografía revisada y actualizada de 69 artistas salvadoreños.
Este libro —estamos seguros— será de gran benecio para los maestros y los
estudiantes de nuestro país. Simultáneamente a esta labor hemos presentado
importantes exposiciones internacionales, haciendo posible para muchos sal-
vadoreños observan las obras originales de Rembrandt, Picasso, Miró, Dalí,
Sala de exhibición permanente, Marte
90
Chagall y del muralista mexicano David Alfaro Sequeiros, para mencionar a
seis maestros del arte universal.
Como parte de nuestro compromiso también hemos abierto espacios al arte
contemporáneo y presentado notables exposiciones entre las que destacamos
“Ecos y contrastes”; “Arte contemporáneo”, de la Colección Cisneros y la
celebración, en el 2006, de la “V Bienal de Artes Visuales del Istmo Centro-
americano”. Como apoyo permanente a los artistas jóvenes y emergentes de
nuestro país en la actualidad desarrollamos el programa “Marte contemporá-
neo”.
Hacia fuera también hemos proyectado el museo y el trabajo de nuestros ar-
tistas, en especial a Toño Salazar (1897-1986), el más universal de nuestros
creadores, de quien presentamos su exposición, producida por el museo en
el 2005, en París, en la Casa de América Latina, y en Panamá en el Museo
de Arte Contemporáneo (2007). También hemos facilitado sus obras para el
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, España (2003) y para el Museo
Nacional de Arte de México (2009).
Es importante destacar que nuestra colección se va enriqueciendo con el paso
de los años y que hoy contamos como acervo 258 obras, que cuidamos con es-
pecial esmero y conservamos en condiciones adecuadas, gracias a los aportes
recibidos en el 2007 del programa Fondos del Embajador para la Preservación
Cultural del Gobierno de los Estados Unidos y del Centro Cultural del Banco
Interamericano de Desarrollo.
Todo lo anterior demanda grandes esfuerzos y muchos recursos. Por esa ra-
zón, y por el compromiso con nuestro país, su arte y sus artistas, que son la
razón de ser del Museo de Arte de El Salvador, trabajamos día a día para
mantener el nivel de calidad de todos los servicios que ofrecemos y para ser
autonanciables.
Esa tarea nos ha llevado a diversicar las fuentes de nanciamiento y a re-
portar periódicamente lo que hacemos, ya que es la mejor forma de demostrar
—a quienes nos ayudan— que los fondos recibidos son utilizados de la mejor
manera posible y que benecian a muchos salvadoreños que, al igual que
nosotros, piensan que el arte debe ser integrado a nuestras vidas. Esperamos
que cada día más y más compatriotas sean parte de este gran esfuerzo que es,
y que debe continuar siendo, un esfuerzo compartido.
91
92
93
Descubrimiento de América y del hambre
y las enfermedades en el Nuevo Mundo
Jaime Alberto López Nuila
Toda la información que se conoce sobre el Descubrimiento de América está
contenida en las llamadas Crónicas, que historiadores al servicio de la Co-
rona española realizaban sobre el magno acontecimiento. Hay también in-
formación conocida en la obra completa sobre el Descubrimiento redactada
y responsabilizada por el fray Bartolomé de las Casas. Este era, parece, el
responsable del relato que interesaba al Gobierno de España y también a la
Iglesia católica, en un momento de la historia en el que el poder de la Iglesia
abarcaba aspectos relacionados con la conciencia del hombre, pero que tam-
bién comprendía otros intereses que tenían carácter material.
Además del representante del clero —De las Casas, el más conocido entre
muchos y quizá el más respetado— había en las expediciones al Nuevo Mun-
do los cronistas que actuaban para el servicio de la Corona. Entre ellos Gon-
zalo Fernández de Oviedo y Valdez. Este resulta ser, por lo menos, el que se
revela como responsable de gran cantidad de información, mucha de ella de
carácter trascendental para el acto mismo del descubrimiento, como del pro-
pio país descubierto. Y más importante todavía, del propio pueblo que habita
en la llamada isla La Española.
Este cronista, embarcado en verdad como veedor de los recursos auríferos en
el Nuevo Mundo —una especie de visor o testigo y tal vez ahora un auditor
del monarca— visita al menos en una oportunidad el nuevo continente y se
convierte, por obra de sus informes, en la fuente que certica el primer acon-
tecimiento en La Española, que produce en aquella época consecuencias para
la misma empresa militar del Descubrimiento y Conquista, y que inuye, así
mismo, en la historia misma del pueblo indígena y de aquella isla, al hacerla
teatro y elenco de la llamada primera hambruna en la América India.
94
Todo apunta a que Gonzalo de Oviedo, por no haber sido testigo presencial
de algún suceso, difícil o trágico ocurrido en la primera ciudad fundada en el
Nuevo Mundo, La Isabella, en la isla bautizada por Colón como La Española
en la costa norte (hoy costa atlántica) donde se ubica la República Domini-
cana, sostuvo y armó los hechos que se ofrecían como el primer aconteci-
miento que se registra en las crónicas, y que se narra como una situación de
hambre catastróca, una especie de plaga que produjo centenares o miles de
muertos entre nativos y españoles, de forma que el primer asentamiento del
descubridor y conquistador en América termina en desastre y abandono.
Las informaciones de Oviedo son, por lo menos, contradictorias, desde el
momento en que sus mismas crónicas detallan que aquel mundo recién descu-
bierto es —según sus propias palabras— casi el mundo de la abundancia, por
la enorme cantidad de recursos de la tierra, del aire y del mar que encuentran
en esa primera experiencia. El veedor no encontró en La Española —eso es
cierto— nada que tuviese relación con su cargo de Veedor de las Fundiciones
de Oro, puesto que incluso en este encargo era para posibles hallazgos, que sí
se dieron en tierra rme, más no en aquel territorio insular. No encontrará oro,
talvez, pero lo que si existía, y en abundancia, eran recursos para alimentar
no solo al pueblo indígena, que ya la habitaba desde lejanos tiempos, sino
también a los recién llegados.
Es precisamente la obra de Oviedo, referida a la descripción de la naturaleza
de las Indias, lo que le ha producido cierta fama en la obra del Descubrimien-
to y la Conquista o colonización. Su obra mas reconocida es su Historia Na-
tural y General de las Indias. Antes había escrito Sumario sobre la Natural
Historia de las Indias; ambas están basadas en la impresión de la reconocida
existencia de enormes y ricos recursos naturales del Nuevo Mundo. Es cierto
que su última experiencia le permite vivir en sus funciones de alcalde de la
Fortaleza de Santo Domingo, desde 1535 hasta 1545, lo que signica diez
años de su vida transcurridos justamente en La Española.
Como sea, la verdad es que existen datos abundantes que indican que Oviedo
fue, cuando menos, supercial en sus comentarios y detalles sobre lo ocurri-
do en 1493 en La Isabella. En La Historia de las Indias, De las Casas no es
coincidente con Oviedo respecto a la desaparición del primer asentamiento
en América. Se detallan actos de hostilidad por parte de los naturales debido a
los inconvenientes sufridos y por el carácter del asentamiento referido; pero,
sobre todo, porque sin ninguna duda el consumo de las vituallas traídas en el
95
primer viaje por los conquistadores debieron ser insucientes, consumiéndo-
las demasiado rápido por los recién llegados al Nuevo Mundo.
De lo narrado por los diferentes cronistas de las Indias, consta que en el pri-
mer reconocimiento de la isla que hizo Colón mismo —y así lo atestigua él
ante la Corona— quedó sobrecogido por el espectáculo de la abundancia.
Hay rastros históricos en los Archivos de Indias en los que aparecen testimo-
nios diversos sobre este tema, y que hacen una descripción única y uniforme
de lo que ven sus ojos. Así, Luis de Santángel, al dar cuenta de su hazaña
descubridora dice:
En este tiempo anduve así por aquellos árboles, que era la cosa mas
fermosa de ver que otra se haya visto, leyendo tanta verdura en tanto
grado como en el mes de mayo en el de Andalucía. Y los árboles todos
tan disformes de los nuestros como el día de la noche. Y después hay
árboles de mil maneras y todos de su manera fruto, y todos huelen
que es maravilla.
Lo que Luis de Santángel narra resulta ser, comparándolo con el informe su-
puesto de Oviedo y su “situación de hambre catastróca, especie de plaga
que llenó de cadáveres pestilentes los parajes antes lisonjeros y los aires
antes perfumados” —para usar los términos de su informe anterior— justa-
mente como el día y la noche. Se decía de la isla en aquel tiempo que. “en
esta Isla había tanta espesura de árboles no conocidos a nadie que era para
espantar, dellos con fruto dellos con or, aunque todo era verde”. Es decir,
que la visión del Nuevo Mundo para aquellos hombres no era, para nada, la
idea de un paraje desierto, desolado, yermo o infértil, sino todo lo contrario.
Lo que hace que la hambruna que describe Oviedo sea más el producto de la
fantasía que de una experiencia cierta y efectivamente vivida.
Gonzalo Fernández de Oviedo —es cierto— describió a los indígenas sin an-
tipatía y sin idealizarlos. También es cierto que reprochó a los conquistadores,
su innecesaria crueldad, y, además, como observador de la naturaleza fue en
sus juicios sagaz y penetrante. También se le reconoce que en sus narracio-
nes e informes reseña, de preferencia, los hechos que conoce por experiencia
directa. El problema con su informe sobre el hambre y la mortandad en La
Isabella resulta, con todo, increíble, por ser contradictoria. Primero, con sus
propios relatos sobre la naturaleza y la topografía de la isla La Española, en
el contexto total de sus informes, lo mismo que con los relatos de cronistas
96
que le precedieron o que le sucedieron, después de 1545, con su regreso a
Valladolid, en donde muere. También lo contradice en forma total la descrip-
ción mas detallada que sobre la isla hace luego de su descubrimiento, como
lo hemos comprobado con lo dicho por Luis de Santángel.
Pero ¿de dónde obtiene Oviedo la certeza y el conocimiento que le lleva a
decir que el hambre azotó a los españoles tanto como a los indios?, al extremo
de que los cadáveres se encontraban por todas partes y que “el hedor era muy
grande é pestifero”. “En consecuencia, las dolencias que acudieron sobre los
cristianos fueron muchas allende el hambre”. Quiere decir que, más allá del
hambre, o justo a causa del hambre, las dolencias que sufren los cristianos, es
decir, los españoles, fueron muchas. ¿Por qué motivo pudo informar de una
hambruna en los términos catastrócos en que se menciona?
La verdad es que nadie más que el propio Oviedo podía dar un testimonio dig-
no de crédito sobre las características de la isla recién descubierta, porque era
—como lo mencionamos al principio— cronista ocial de la Corona y, ade-
más y sobre todo, notario público. Dador de fe sobre lo por él comprobado.
Oviedo se encargó de hacer justamente un recuento minucioso de los árboles,
las plantas, las hierbas, indicando cuáles tenían cualidades curativas y cuáles
eran comestibles. Oviedo mismo —naturalista por vocación y cronista por
ocio— descubre el níspero, y al describirlo exclama: “Esta fruta es la mejor
de todas las frutas, a mi juicio e de otros muchos que suelen decir lo mismo,
porque es del mas lindo sabor é gusto que se puede pensar, e yo no hallo cosa
a que se pueda comparar ni que se le iguale”.
Al descubrir la piña, dice Oviedo:
Este es uno de los mas fermosos frutos que yo he visto en todo lo que
del mundo he andado. No pienso que en el mundo la haya que la igua-
le en estas cosas que agora diré, las cuales son hermosura de vista,
suavidad de olor, gusto de excelente sabor, así que de cinco sentidos
corporales, los tres que se pueden aplicar a las frutas, y aún el cuar-
to, que es palpar, en excelencia participa de estas cuatro cosas.
Todo lo que de exageración pueda estimarse en la contemplación que hace
Oviedo de la piña, se disculpa si reparamos que tiene total y absoluta razón
cuando se reere al olor, al sabor, a la hermosura del fruto a la vista, puesto
que tales atributos existen. Hasta la descripción del efecto al tacto que hace
de ese un especial fruto, que no se aparta del ojo contemplativo que ve con
97
carácter singular la forma de la piña y su revestimiento, o supercie, tan par-
ticular.
¿Cómo puede explicarse, entonces, su versión de hambre y plaga que sostiene
se desata de repente en La Isabella? Cualquiera que sea la razón, lo cierto es
que tanto los españoles que llegaron en sus carabelas a la isla como los po-
bladores nativos que ya la habitaban encontraban y disponían de todo lo que
necesitaban para su alimentación; y se ha comprobado que los recursos nutri-
tivos propios de la isla a la llegada de los españoles fueron el resultado nal
de un largo proceso de contribución, mediante el trasplante de innumerables
ejemplos del reino vegetal, la mayoría con características y propiedades ali-
menticias propias de tierra rme, de donde posiblemente llegaron los indios
que Colón encontró en La Española cuando se produce el descubrimiento.
La verdad es que la tal hambruna hasta los propios y reales acontecimientos se
encargan de desmentir, aún cuando durante los primeros seis meses después
del descubrimiento que, es de temer, fueron o debieron ser los más duros, por
aquello del proceso de adaptación después del conocimiento de aquel Nuevo
Mundo, y durante los que talvez sí sea cierto que se produjo desabastecimien-
to porque se agotaron las provisiones originarias. En La Española se pudo dis-
poner de varias y muy calicadas fuentes de alimentación: lo que se conservó
de las provisiones primeras; lo que vino después; y antes de esos seis meses,
lo procedente de Sevilla como reaprovisionamiento; y nalmente, lo que se
podía conseguir en la isla, que nunca fue poco.
La dieta de los españoles en esos meses pudo haber estado compuesta por el
lete de jutía acompañado de casabe, que sustituía al pan de trigo español,
puesto que el casabe era justamente el pan de los pueblos originarios. Tam-
bién pudo estar presente la iguana, que era junto al casabe el plato preferido
de los pueblos originarios de La Española. Estos limpiaban la iguana, la en-
rollaban y la ponían en una cazuela del mismo tamaño que el animal, luego
se hervía a fuego lento sobre candentes palos. Se aprovechaban desde enton-
ces, también, los huevos de la iguana, que constituían un plato adicional al
principal, que era su carne. Para adaptarlos al gusto del conquistador, tanto la
jutía como la iguana debieron ser condimentadas con ajíes picantes, por ejem-
plo, o por otros productos de la península, que hicieron que en su momento,
—hablando justamente de la gastronomía en la isla— el comentarista Xavier
Domingo dijese un día: “Acabamos de entrar en las nuevas tierras y aún te-
nemos en el paladar capas y capas de gusto de la vieja despensa”, haciendo
98
referencia justamente al menú europeo que, sin duda, debía estar presente en
aquellos primeros tiempos en su mente, al adaptar los recursos propios a la
cocina indígena.
Todo lo referido convierte a la crónica de Oviedo sobre la hambruna en La
Isabella en algo así como una verdadera fantasía, producto de su imaginación,
que, contrasta felizmente con el contenido de toda la crónica que se produce
sobre la colonización y conquista del Nuevo Mundo. Incluso es de acepta-
ción general, y además con carácter histórico, que la causa del abandono por
los españoles del primer asentamiento en la isla La Española, se debió a la
resistencia de los pueblos originarios, por lo menos al principio; a la nueva
condición de dependencia del recién llegado, vínculos que por la brutalidad y
la crueldad del trato hacia ellos los convertirían en esclavos. Pues bien, cuan-
do el aborigen se percata de su nueva condición de sujeción y dependencia
toma la decisión de resistirse, huyendo al menos del contacto con ese hombre
“superior” a él, y privándole con ello —al español— de aquel sirviente que le
es tan indispensable.
Se ha sostenido incluso que hubo algún natural de la isla que se rebeló, en los
términos de combatir al que para él había invadido su tierra, y que producto
de esas acciones se llegó inclusive a la quema de los asentamientos que en
forma por demás precaria habían construido los españoles en La Isabella; y
que, nalmente, más por esa conducta, que solo fueron gérmenes de levan-
tamiento y oposición, los españoles toman la decisión de abandonar aquel
asentamiento.
Sin embargo, la verdad sobre las reales razones del abandono del asentamien-
to en La Isabella se conocen luego con las crónicas y los testimonios de otros
personajes como De las Casas, quien hace los primeros cargos en contra de
los españoles porque, dice, arrebataban a los indios su comida, y además sus
mujeres. Hubo algunos que sobre este tema del abuso del europeo en contra
de los naturales y el despojo que les hacen de sus propias mujeres, tratando de
justicarlo, dicen que, primero, tenía que darse esa conducta porque no podía
ser de otra manera; y segundo, que las mismas mujeres naturales se entrega-
ban al europeo de su propio gusto.
Esta faceta de la conducta del español en las nuevas tierras deja todavía con
un velo de misterio la razón de las denuncias de Oviedo sobre la naturaleza
catastróca del hambre que obliga a abandonar La Isabella. Hoy se sabe que
99
esa conducta de abuso y despojo a los pueblos originarios no solo de su tierra
y alimento, sino también de sus propias mujeres, trae aparejada la verdadera
catástrofe humana, sobre todo para el indígena. La unión del español con la
india trae algo más que una unión carnal. Lo denunció en el siglo XVIII el
párroco Antonio Sánchez Valverde, armando que el hambre de que hablaba
Oviedo fue confundida con una epidemia que estalló de manera inesperada, y
que su causa era el encuentro de un organismo indefenso como el de los pue-
blos originarios con los gérmenes desconocidos que llegaban de Europa. En
verdad esa epidemia presentó tal virulencia que, conocida ya en Europa con
diferentes nombres, terminó siendo identicada como sílis. Oviedo, talvez
por patriotismo, quiso ncar el abandono en una supuesta hambruna, pero fue
la promiscuidad del europeo la que causó, a la larga, una cadena de infortu-
nios que solo terminan, especialmente en La Española, en la absoluta y total
exterminación de los pueblos originarios.
Este ser indefenso fue la víctima propiciatoria que fue conducida, en aras
del desarrollo de la humanidad y en nombre del descubrimiento, a su propia
extinción. Llegados a La Española en sus frágiles cayucos, habían poblado
densamente la isla, y migrado tras sucesivas y continuas avanzadas por mar
en el Caribe, a veces por su propia seguridad hacia las islas vecinas. Pero
seguros como estaban en su hábitat, debieron primero soportar la llegada de
otros pueblos originarios más violentos y aguerridos como los caribes, de los
que se arma que también habrían sido caníbales, y que los habían obligado
a huir a otras islas.
Luego fueron los europeos, entre conquistadores y libusteros, que llegaron
repletos e hinchados de ambición, de poder y de riquezas. Más tarde serán los
provenientes de África los que llegarían, cuando ya los naturales de la isla
están extintos o por extinguirse… Todo lo perdieron al nal aquellos pueblos
inocentes, que desaparecieron así totalmente, al menos en la isla, de la faz de
la Tierra. La versión del cronista español sirve así de disfraz para ocultar el
primer acto de exterminación masiva que se da en nombre del progreso.
Referentes bibliográcos
De Las Casas, Fray Bartolomé, Historia de las Indias. Sociedad Dominicana de Bibliólos
Inc. Tomo I. República Dominicana. 1978.
Diccionario Enciclopédico Quillet, Editora, Tomo IV. España. Cumbres, S.A. 8.ª Edición.
1978.
100
Mir, Pedro, Historia del hambre. Sus orígenes en la República Dominicana. Editora Corri-
pio. 1987.
Moya Pons, Frank, Manual de historia dominicana. 6.ª Edición, Santa Domingo. 1960.
101
El origen de la identidad salvadoreña.
Etnicidad en la antigua Villa de San Salvador
Roberto Gallardo
Deniciones de identidad y etnicidad
Para desarrollar este ensayo es necesario exponer algunas deniciones de
identidad étnica y social: según Schortman (1989:54) y Rapoport (1976:19),
la identidad social consiste en categorías denidas y aceptadas culturalmente,
que guían comportamientos interpersonales y se simbolizan por característi-
cas distintivas. Estas categorías pueden ser denidas por una amplia variedad
de criterios como edad, sexo y riqueza, entre otros. Siguiendo la denición de
Barth (1969), un grupo étnico puede ser denido como un grupo adscriptivo
y exclusivo:
Una adscripción categórica es una adscripción étnica cuando clasica
una persona en términos de su identidad básica más general, presumi-
blemente determinada por su origen y procedencia, hasta el punto que
los actores usan identidades étnicas para categorizase ellos mismos y a
otros con el propósito de interactuar, formando grupos étnicos en este
sentido organizacional. (Mc Guire 1981:160).
En antropología muchas veces es difícil separar etnicidad e identidad en tér-
minos metafísicos y físicos, ya que desde una perspectiva metafísica la iden-
tidad se considera como el principio más alto del pensamiento y signica
“pertenecer unido simbólicamente” (Heidegger, 1969). A través de la historia
del pensamiento occidental la identidad aparece como unidad, y su línea de
pensamiento no puede ser separada de un acercamiento antropológico si con-
sideramos la presunción de Heidegger (1969), quien arma que la identidad
le pertenece a todo ser, por lo tanto, en humanos la cultura material puede
reejar el sentido de unidad grupal. Esto coincide con la denición de Schor-
tman (1989) y Barth (1969) quienes denen la identidad étnica como: “Las
categorías conceptuales autoadscritas que unen a grupos, más allá del círculo
102
doméstico inmediato, incluyendo personas que poseen un sentimiento de so-
lidaridad fundado en patrones de comportamiento compartidos motivados por
presunciones similares, valores y estándares de evaluación que en mismos
perciben como reejo una historia común del grupo” (Schortman, 1989:54;
Barth, 1969:10)
En las deniciones anteriores, el origen y la historia común son elementos
aglutinantes que unen a un grupo con el objetivo de crear relaciones inter e
intrasociales “efectivas” con otros grupos. Uno de los resultados físicos de
este fenómeno social es la cultura material por la que los arqueólogos ven et-
nicidad al identicar las categorías comunes que hacen a los grupos humanos
pertenecer unidos. Burmeister (2000) conrma: “La cultura material se en-
tiende ampliamente como una característica de un grupo social, generalmente
concebida como etnos”. Alguna de esta cultura material se produce en rela-
ción con un conjunto de esquemas simbólicos y en relación con principios de
signicado simbólico que son construidos en formas particulares como parte
de estrategias sociales (Hodder, 1982:186).
Contacto, aculturación y conicto
El contacto entre españoles y nativos creó un proceso transcultural de dos vías
en el que los españoles inuenciaron a los nativos y viceversa. Pocos investi-
gadores han enfocado las asimilaciones y adaptaciones culturales sufridas por
los españoles por la inuencia nativa. Menos información se tiene de cómo
la presencia de nativos y otros grupos étnicos generaron en los colonizadores
europeos la necesidad de expresar su identidad a través de medios efectivos
posibles.
Considerando que el arribo de los grupos ibéricos al Nuevo Mundo fue una
inmigración, la etnicidad adquiere un papel importante en la relación entre
nativos e inmigrantes, como un proceso social que denió fronteras sociales
(Barth, 1969); y es generalmente el resultado de conicto social entre gru-
pos con diferentes orígenes (Burmeister, 2000; Lema, 1993). La creación de
fronteras sociales y la presencia de conicto es un ejemplo extremo de con-
quistadores y subordinados que habría creado en los europeos la necesidad
de unirse y diferenciarse lo más posible de los nativos. McGuire (1981:171)
nos dice: “Si la disparidad de poder entre dos grupos étnicos es grande, es de
esperar mantener fronteras fuertes”. El mismo autor refuerza este fenómeno
103
al decir que al determinar cambios en el mantenimiento de fronteras étnicas,
la disparidad de poder tiene más peso que el etnocentrismo y la competencia
(McGuire, 1981:159). Esta armación concuerda con la existencia de con-
ictos sociales en países donde no hay grandes diferencias étnicas, pero si
diferencias de poder económico. La disparidad de poder fue una característica
fuerte en el urbanismo colonial español como parte de una estructura deseada.
Aunque el proceso de aculturación entre nativos y europeos no fue igual,
los españoles también fueron afectados por las transformaciones culturales y
experimentaron modicaciones sociales signicativas (Ewen, 1991). A pesar
de esto, en algunos de los primeros asentamientos hispanoamericanos ciertas
circunstancias presionaron a los españoles y generaron la necesidad de refor-
zar su identidad social, incluyendo presencia y estatus para crear fronteras
étnicas con el resto de la población. Este fenómeno fue especialmente mar-
cado, ya que la resistencia a las transformaciones culturales y modicaciones
sociales evitaría asimilación que debilitaría las diferencias étnicas (McGuire,
1982:163). Las diferencias étnicas habrían sido reforzadas por el etnocen-
trismo español que generó competencia entre los grupos culturales (McGui-
re, 1982:176; Noel, 1968;158; Barth y Noel, 1972:344). El logro español en
mantener fuertes fronteras étnicas no siempre fue una realidad, y la acultura-
ción fue un fenómeno complejo que variaba considerablemente entre un área
geográca y otra. La posibilidad de demostrar identidad a través de la cultura
material también variaba, y muchas veces era limitada.
La migración española al Nuevo Mundo fue el resultado de una expansión
imperial que resultó en el contacto entre europeos y nativos americanos. Es-
tos inmigrantes poblaron grandes áreas de las tierras recién descubiertas y el
contacto prolongado entre conquistadores y conquistados, así como sus con-
secuencias, han sido estudiados por diferentes investigadores que han apli-
cado una variedad de perspectivas para explicar este fenómeno. Durante las
etapas iniciales en el entendimiento del colonialismo se creía que solamente
los nativos habían sido aculturizados al aceptar los logros “superiores” de los
extranjeros, y la asimilación fue inevitable. Esta teoría de aculturación pre-
sentaba una visión unilateral y no consideraba inuencias recíprocas ni la res-
puesta de los colonialistas a la vida de los nativos, lo que dividía la cultura de
los extranjeros y nativos en esferas impermeables (Lyons y Papadoupoulos,
2002:7). Al inicio del siglo XX los arqueólogos históricos crearon el concepto
de la “olla mezcladora”, que ha sido aceptado por sociólogos e historiadores
104
de esta época. Desgraciadamente, este concepto no explica, o siquiera des-
cribe detalladamente, las interacciones entre diferentes grupos sociales en la
América colonial (Deagan, 1983).
Después de estudiar la colonización de la Nueva España, el antropólogo Geor-
ge Foster (1960) sugirió un modelo de contacto y adaptación de culturas que
involucraron “conquista” y “contacto” (en este caso los españoles) y “con-
quistados” o “grupo receptivo” (los nativos). La cultura donante se clasica
como de “conquista” cuando ejercita el poder sobre el grupo receptivo, y se
llama de “contacto” cuando la inuencia en los nativos fue menos forzada o
imperativa. La cultura de conquista usa su control para inuenciar el grupo
conquistado, mientras el grupo de contacto toma su lugar sin sanciones mi-
litares o políticas (Foster, 1960:11). La transmisión del donante al receptor
involucra un proceso de doble ltro. El primer ltro determina los aspectos
de la cultura donante que se pasarán a la cultura receptiva. El segundo invo-
lucra las características que serán aceptadas o forzadas a la cultura receptiva.
Ningún sistema cultural termina este proceso sin ser ltrado (Foster, 196:10).
Según Foster, este proceso llevó a una “cristalización cultural” donde el resul-
tado fue la formación de una nueva cultura “híbrida”. Esta “nueva” cultura no
sería sujeto de otras variaciones y resistiría la inuencia de los donantes (Fos-
ter, 1960:227-234). La perspectiva de Foster ha inuenciado a arqueólogos
históricos que todavía toman en consideración su proceso de “cristalización”
(Deagan, 1989:233;1995:450; Ewen, 1991:112).
Una perspectiva diferente, menos pasiva y de largo plazo, es la de Jamie-
son (2002), que considera al colonialismo español como “una negociación
de poder continua y dinámica entre los muchos grupos que conformaban la
población colonial española” (Jamieson, 2000:17). La relación entre españo-
les y nativos era una posición extrema de relaciones de poder. “El trato de las
gentes indígenas y sus culturas por las empresas europeas coloniales es un
ejemplo extremo en que los nativos son forzados a posiciones subordinadas”
(Burmeister, 2000:545). Involucra luchas por el poder que no solamente se
generaban en el ámbito estatal, sino en todos los aspectos de la vida colonial
(Jamieson, 2000). Esta visión describe una continuidad en las relaciones de
poder y rompe el status quo de la cultura “híbrida” de Foster, que no incor-
pora nuevos elementos a la cultura “donante” después de la “cristalización”.
Establece una interrelación dinámica entre grupos humanos en un espacio y
tiempo determinados, donde el esfuerzo por un grupo dominante se enfoca en
mantener una estructura social deseada.
105
La estructura social en las ciudades coloniales involucró un claro estableci-
miento de una sociedad jerarquizada con dominación diaria, así como accio-
nes negociadas y renegociadas entre grupos de poder dentro de un marco de
signicado dinámico y cambiante con el objetivo de legitimación ideológica
y aceptación (Hodder, 1986). Cuando estas ciudades estaban compuestas por
diferentes grupos étnicos, estos grupos trataban de “legitimizarse” ideológi-
camente. Los mejores sujetos de estudio para entender las interacciones entre
conquistadores y conquistados son las ciudades coloniales donde la arqui-
tectura doméstica jugó un papel importante en estos signicados visibles y
“escondidos” en la estructura.
Desde una perspectiva estructuralista, la ciudad colonial se convierte en ele-
mento importante debido a que sus políticas en la toma de decisiones son
más transparentes que en otras ciudades y los elementos estructurales están
claramente denidos. Esto es especialmente cierto en los asentamientos his-
panoamericanos durante los primeros años de la colonización ya que tenían
fuertes objetivos políticos y sociales, siendo elementos ideales para estudiar
las expresiones de dominio. Las políticas de decisión por parte del grupo con-
trolador llegaron a ser fuertes, directas y más transparentes cuando la ciudad y
sus instituciones se ven amenazadas por un grupo mayor de una etnia diferen-
te. El despliegue de poder necesita ser fuerte y claro para mantener inuencia
y control sobre los grupos subordinados.
Los españoles veían la ciudad como una llave del imperio, por lo tanto empe-
zaron a fundar nuevos pueblos y ciudades en una escala inimaginable por eu-
ropeos desde la disolución del Imperio romano (Early, 1994:39). En menos de
cien años la fundación de asentamientos en el Nuevo Mundo se extendió de
México a Patagonia con la creación de más de doscientas ciudades (Solano,
1990:39). La mayoría de estas ciudades eran ejemplos vivientes de lugares
donde ocurrían relaciones de poder entre los grupos étnicos. El urbanismo
colonial y sus construcciones jugaron un papel importante en el teatro donde
status, poder y dominio se desplegaban en el Nuevo Mundo. La ciudad no
solamente fue lugar para demostrar poder y dominio, sino también el lugar
donde se impartía instrucción al pueblo y a los grupos subordinados para per-
petuar estas relaciones (AlSayyad, 1992:16).
Las repercusiones causadas por el ejercicio del poder a través del mundo ma-
terial y acciones sociales por la colonización española en el Nuevo Mundo se
han perpetuado y han sido heredadas por las siguientes generaciones y algu-
106
nas instituciones, incluyendo ciudades y gobiernos. Según Lockhart, algunos
historiadores y políticos han expresado su preocupación con el “desarrollo”
del siglo XX en América Latina porque se ha argumentado que el papel y
comportamiento de algunas empresas extranjeras fue anticipado por la prime-
ra generación de españoles y portugueses durante el período colonial, y las
ciudades hispanoamericanas del siglo dieciséis tenían funciones y estructuras
similares a las de ahora (Lockhart, 1999:29). Esto signica que el desarro-
llo de las ciudades latinoamericanas ha sido inuenciado por las prácticas
coloniales y algunos aspectos de su desarrollo han sido restringidos por este
fenómeno.
En el último siglo ha ocurrido una corriente hacia la descolonización; pero
a pesar de esto, la ramicación y pensamientos de prácticas coloniales están
tan arraigados que ameritan futuras interpretaciones (Lyons y Papadopoulos,
2002). Esto es especialmente cierto si consideramos que la historia y la ar-
queología ayudan a formar nuestra identidad. En América Latina, el respeto
al pasado debe incluir aceptar y comprender la etapa del colonialismo (AlSa-
yyad, 1992:20; Wright, 1991:311). La posibilidad de resolver nuestros con-
ictos sociales actuales dependerá de nuestra comprensión de cómo la semilla
colonizadora fue plantada y las consecuencias que se han generado a través
de la historia.
Etnicidad en la Villa de San Salvador
El primer San Salvador se establece en 1525 pero este proyecto resulta efí-
mero, y probablemente en su mejor tiempo no llegó a ser más que un campa-
mento militar. Poco tiempo después, un levantamiento indígena generalizado
hace que sea abandonado en 1526. La segunda fundación ocurre en abril 1 de
1528, y se desarrolla como la primera ciudad hispanoamericana en el territo-
rio. Actualmente este sitio arqueológico se conoce como Ciudad Vieja, ubica-
do a 8 kilómetros al sur de Suchitoto. Los restos arqueológicos comprenden
un área de 45 hectáreas, de las cuales 35 conforman el núcleo que forma el
trazo urbano. Después de una corta ocupación de casi 17 años, San Salvador
fue abandonado en 1545 y reubicado al lugar donde actualmente está la ca-
pital salvadoreña. Este documento trata sobre el San Salvador que existió en
Ciudad Vieja.
Si consideramos la arqueología y la historia como ciencias sociales que ayu-
dan a reforzar nuestra identidad, se hace evidente la importancia en estudiar
cómo en Ciudad Vieja se cimentó el origen de la identidad salvadoreña. Es
107
aquí donde por primera vez aparece un centro urbano en el cual los gobernan-
tes hablan el idioma español. Aquí se construye la primera iglesia donde se
registra el primer casamiento entre un español y la hija de una nativa, repre-
sentando el inicio del mestizaje. Es la primera ciudad en el territorio donde
se desarrollan relaciones de poder entre diferentes grupos étnicos en un área
denida.
La Villa de San Salvador tenía una población multiétnica, y la relación entre
los diferentes grupos humanos fue un proceso complejo que amerita más estu-
dio. Para comprender una pequeña parte de las relaciones sociales y de poder
durante la existencia de la villa, se mencionan muy brevemente algunos de
estos grupos:
Los españoles
Los españoles que arribaron al Nuevo Mundo tenían un sentido fuerte de
identicación con su lugar de origen, y esto es relevante si consideramos
el origen e historia común como elementos predominantes en la identidad
étnica. La historia de la Península Ibérica incluye una amplia variedad de
grupos culturales, y durante el siglo quince y dieciséis esta región estaba po-
líticamente dividida, y el fraccionalismo era endémico. Las instituciones de
las ciudades eran muy independientes y un localismo fuerte predominaba en
áreas formadas por las jurisdicciones de las ciudades (Altman, 1987:22-23).
Esto signica que el regionalismo era un factor importante que unía a los es-
pañoles en el Nuevo Mundo, así como las relaciones familiares (sanguíneas
y de matrimonio) y la amistad (Himmerich y Valencia, 1991:18). El uso del
término “tierra” en los documentos escritos por los españoles en América
generalmente se refería a un lugar de origen que representaba una ciudad o
jurisdicción (Altman, 1987:23).
La mayoría de los ibéricos que llegan a América eran originarios de Extrema-
dura y Andalucía. Entre 1493 y 1519, el 53,8% de todos los españoles regis-
trados que llegan a la Nueva España eran de estas dos regiones. Entre 1520
y 1539 el total de españoles procedentes de Andalucía y Extremadura fue
48,6% (Himmerich y Valencia, 1991:20; Peter Boyd Bowman, 1968). Aun-
que esta información se basa en las licencias otorgadas para salir de España,
representa un estimado conable del total de inmigrantes. El establecimien-
to de Ciudad Vieja fue la continuidad de la conquista de México, y ocurrió
solamente siete años después de la caída de Tenochtitlan, por lo que es muy
108
probable que la mayoría de españoles en Ciudad Vieja provinieran de estas
dos regiones de la península.
No se conoce el número de la población española en el San Salvador del siglo
XVI. Fowler (1998) estima que durante los 17 años de ocupación habitaron
entre 50 y 100 vecinos o ciudadanos españoles jefes de familia. Aunque es
posible estimar el número promedio de personas por familia, es imposible de-
terminar la población española si consideramos que algunas familias también
se componían de mestizos y nativos.
Los nativos
Sin duda el grupo más grande y variado en la villa fueron los indígenas que
acompañaron a los españoles como aliados. Cuando Alvarado deja Tenochti-
tlan en 1523, sus tropas estaban compuestas por cholutecas, xochimilcos,
texcocanos y huejotzincas pero en este punto la mayoría eran tlaxcaltecas y
mexicas. Posteriormente, durante su viaje de conquista a través de México,
se incorporaron zapotecas y mixtecas (Escalante Arce, 2001). Al pasar por
Guatemala, un grupo considerable de cakchikeles se unieron al ejército de
Alvarado. La población en la ciudad se diversicó aún más con la inclusión
del grupo local: los pipiles, quienes sin duda jugaron un papel importante en
el ambiente urbano. Comprender las relaciones de poder entre estos habitan-
tes se vuelve sumamente difícil si consideramos que muchos tenían orígenes
y evoluciones históricas diferentes, a pesar de ser todos nativos mesoameri-
canos.
Otros grupos étnicos
Los negros africanos también estaban presentes en San Salvador. Durante
la ocupación de la ciudad, cuadrillas compuestas de nativos y esclavos ne-
gros viajaban de San Salvador hasta Honduras para explotar las minas de oro
(Chamberlain, 1956).
El mestizaje se ilustra en la Villa de San Salvador con el primer matrimonio
registrado en el territorio. Entre 1539 y 1540 se casan Francisco Castellón
y Catalina Gutiérrez, una adolescente mestiza cuyos padres eran Diego de
Usagre y una mujer mixteca (Lardé y Larín, 1983:173-174; Probanzas de
Diego de Usagre y Francisca Castellón, 1968).
109
Un grupo dominante con historia y origen común habría creado un sentido de
identidad mas fuerte en la ciudad, y la homogeneidad étnica habría fortale-
cido los lazos entre españoles. Esto habría sido evidente si consideramos las
circunstancias políticas y sociales que generaron competencia y presión para
reforzar identidad. En el caso especíco la Villa de San Salvador, algunas de
estas circunstancias fueron:
1. Un entorno político y social hostil en el territorio donde fue establecido
San Salvador
El entorno hostil fue en gran parte el resultado de la respuesta grupal más
frecuente cuando un grupo pretende controlar a otro: levantamiento militar
(Dyson 2002) como resistencia a la autoridad colonial. Como Barth (1969a)
y Lema (1993) sugieren, la diferenciación étnica generalmente es el resulta-
do de conicto social entre grupos con diferentes orígenes, y esto hace de la
primera Villa de San Salvador un sujeto fértil para estudiar el surgimiento o
refuerzo de identidades étnicas.
La fundación de las ciudades españolas en el Nuevo Mundo siempre tenía el
objetivo de controlar el territorio alrededor de esta (Domínguez Compañy,
1984:8). El establecimiento de la primera Villa de San Salvador fue una reali-
dad debido a que los conquistadores necesitaban “pacicar” la tierra después
de repetidos fracasos que generaron inseguridad y falta de control entre los
europeos. Algunos de estos fracasos fueron la primera “entrada” de Pedro de
Alvarado en 1524, cuando fue forzado a retirarse y no fue posible establecer
un asentamiento. Un año después, otra incursión española probablemente co-
mandada por Gonzalo de Alvarado (hermano de Pedro) salió de Santiago de
Guatemala y fundó el primer San Salvador en 1525. Este asentamiento fue
abandonado un año después debido a un levantamiento indígena generalizado.
Para 1526 el entorno era muy hostil y ocurrían constantes insurrecciones en
los territorios que ahora comprenden Guatemala, El Salvador y Honduras.
Ciudad Vieja fue fundada por un contingente español que sale de Guatemala
en 1527 y que debió atravesar un territorio hostil controlado por nativos. Du-
rante los primeros años de la Conquista, este asentamiento se convierte en un
puesto fronterizo bajo constante amenaza. Fowler y Earnest (1985) han suge-
rido que una de las razones en escoger el valle de La Bermuda es su ubicación
estratégica entre las poblaciones nativas. Los nahuas habitaban hacia el oeste
110
y el sur, los lencas al este y los grupos chorti al norte. En esa época el valle
de La Bermuda parece haber sido una “tierra de nadie”, y podría ser que uno
de los objetivos de establecerse allí fue evitar alterar el orden social entre los
diferentes grupos indígenas.
Poco tiempo después de haber sido fundada, la Villa de San Salvador se ve
amenazada por otro levantamiento nativo. Según los relatos de Bartolomé
Bermúdez y Francisco de León (Barón Castro, 1996), un español y varios
nativos aliados fueron muertos mientras visitaban uno de los pueblos cerca-
nos a San Salvador. Esta es una de las pocas ocasiones en que un documento
menciona la muerte de un español en el territorio de Cuscatlán. Es difícil de-
terminar los efectos que este acontecimiento generó en los habitantes de San
Salvador; pero sin duda aumentó la inseguridad y alarma. Este evento culmi-
na aproximadamente un mes después con la toma del peñón de Cinacantan
ubicado al sur del actual poblado de Tamanique
1
(Gallardo, 2005).
Entre 1537 y 1539, cuando la villa de San Salvador ya estaba bien estableci-
da, ocurre otro levantamiento indígena masivo que pone a la ciudad en la ba-
lanza. El cacique Lempira establece un campamento en el Peñón de Cerquín,
a solamente 80 km al norte de San Salvador. Según Chamberlain (1953), los
españoles creían que a Lempira se le habían unido 200 pueblos y que su ejér-
cito se componía de 30.000 guerreros. La campaña contra Lempira urgen-
temente solicita ayuda a San Salvador, quienes enviaron “…municiones de
todo tipo, pólvora, arcabuces y balas para estos, ballestas, espadas, lanzas,
escudos, armaduras y barras de hierro para elaborar puntas de echas para
ballestas. También proveyeron con ganado. Un capitán con 100 nativos auxi-
liares, junto con mil indios cargadores también fueron puestos a disposición”
(Chamberlain, 1956:87).
El inexpugnable Peñón de Cerquín generó conanza entre los nativos al este
de El Salvador y en los alrededores de San Salvador. Se inició un levantamien-
to muy organizado, y muchos españoles fueron muertos en las cercanías de
San Miguel, que había sido fundado en 1530 y al este del río Lempa (Cham-
berlain, 1953:84). Varias operaciones militares fueron necesarias para detener
esta amenaza, la mayoría planicadas y organizadas en San Salvador.
1
El lugar donde se llevó a cabo este levantamiento indígena fue identicado por Fowler, Hamilton y
Gallardo en el año 1999 durante el Proyecto Ciudad Vieja. Actualmente este sitio está registrado en el
Departamento de Arqueología como “Pueblo Viejo”. El peñón donde ocurrió la batalla aparece en los
mapas actuales como Cerro Redondo.
111
2. Dicultad en obtener bienes importados de España
Otro factor que pudo generar la necesidad de fortalecer la identidad española
en San Salvador fue la falta de accesibilidad a bienes importados, especial-
mente la cerámica (Gallardo, 2004). Cuando los españoles llegan a lo que
ahora es el occidente de El Salvador, necesitaban establecer un asentamiento
en un lugar estratégico con características defensivas. El valle de La Bermuda
tenía estas características, pero estaba lejos de otros asentamientos españo-
les.
El entorno hostil durante la ocupación de Ciudad Vieja, especialmente duran-
te los primeros 12 años, habría hecho muy difícil expediciones que transpor-
taran bienes comerciales. Los cargamentos pesados y frágiles como cerámica,
contendores grandes y barriles requerían transporte en carretas. No se sabe
cuándo aparece la primera calle para carretas en lo que ahora es El Salvador;
pero, como ejemplo, la primera calle de carretas entre la ciudad de México
y Veracruz aparece entre 1530 y 1531 (Early, 1994:46). Se supondría que
este medio de transporte se generalizara en el territorio de Cuscatlán tiempo
después.
Deagan (1983) y Ewen (1991) han argumentado que los españoles que lle-
garon al Nuevo Mundo trataban de vivir con la mayor cantidad de bienes
importados posibles, para imitar el estilo de vida de la península (Verhagen,
1997). La falta de acceso a bienes del Viejo Mundo es evidente con base en el
análisis cerámico en Ciudad Vieja.
Deagan (1983) arma que el dominio de la cerámica en la cultura material
es una tradición predominante en los sitios hispanos del Nuevo Mundo (De-
agan, 1983:232). La cerámica elaborada localmente y sin vidriado general-
mente compone la mayoría de cerámica en los poblados españoles coloniales.
Ha sido aceptado que las áreas socialmente visibles de las casas, como la
cerámica en las mesas de comer, habrían signicado el mantenimiento de
valores “conservadores” españoles a través de la cultura material (Jamieson,
2000:175). Por lo tanto, el conjunto de cerámica importada en la arquitectura
doméstica debería provenir de la península.
Entre el 97 y 99% de la cerámica recuperada en Ciudad Vieja fue elaborada
localmente (Jeb Card, comunicación personal, 2003). Esto contrasta drásti-
camente con los porcentajes de cerámica encontrados en otros asentamien-
112
tos hispanoamericanos de la misma época y conrma el difícil acceso a este
bien.
Conclusión
El proceso de aculturación entre nativos, españoles y otros grupos étnicos
durante la colonización del Nuevo Mundo ha sido y es un importante tema de
estudio para comprender nuestra identidad como salvadoreños. La mayoría
de investigadores están de acuerdo que fue un proceso bilateral enfocado en
las inuencias culturales que cada uno de estos grupos “recibió” o “entregó”
el uno al otro y el complejo proceso involucrado en la exposición, asimila-
ción, o rechazo de estas inuencias. Foster (1960) delineó la teoría de una
cultura “cristalizada” resistente al cambio como resultado de la aculturación
entre europeos y nativos en América. Esto podría compararse al mestizaje
como resultado del contacto entre españoles y nativos, fortaleciendo la po-
sición de muchos investigadores que consideran a aquel grupo étnico como
predominante en nuestro país desde la Colonia. Enfoques más recientes su-
gieren un proceso más dinámico y continuo que involucra relaciones de poder
característicos del fenómeno colonizador y el uso de simbolismo étnico para
demostrar estas relaciones.
Las deniciones de identidad étnica presentadas aquí enfatizan el origen y
procedencia (McGuire, 1982:160), así como una historia común del grupo
(Schortman, 1989:54; Barth, 1969:10; Cohen, 1978:383, 386-387; Royce
1982:18, 25; Shibutani y Kwan, 1965:40-41, 43-44; Vincent, 1974:376).
Aunque Ciudad Vieja era una ciudad multiétnica, los grupos predominantes
eran los españoles y los nativos americanos, existiendo características deni-
das en cada uno de estos grupos. Estos rasgos culturales estaban presentes en
un proceso de aculturación constante y cambiante en el cual las relaciones de
poder también eran parte de este proceso.
Se ha sugerido que la disparidad de poder es más efectiva que el etnocentrismo
y la competencia para determinar cambios en las fronteras étnicas (McGuire,
1982:159). Esto era evidente en las ciudades coloniales españolas del Nuevo
Mundo. En la primera Villa de San Salvador la disparidad de poder, así como
el etnocentrismo, estaban presentes en el urbanismo colonial y eran elemen-
tos que formaban parte de la estructura para mantener dominio, y generaba
conicto entre los grupos poblacionales. Diferentes circunstancias generan
la necesidad de mantener y reforzar características culturales en cada uno de
estos grupos. El entorno hostil donde fue fundada la villa y la falta de acceso a
113
bienes importados son solamente dos de estas circunstancias que se incluyen
en este documento. También son una pequeña muestra, conrmando que la
primera Villa de San Salvador es un lugar ideal para estudiar las relaciones de
poder, fronteras étnicas y simbolismo a través de la cultura material.
Estas relaciones de poder continúan hoy en día, y algunas de ellas existen
como herencia del colonialismo. Estos procesos históricos han generado con-
ictos sociales que inuyen en diferente grado en la formación de nuestra
identidad como salvadoreños. El conicto surgido por disparidad económica,
relaciones de poder, etnocentrismo y el establecimiento de fronteras étnicas
muchas veces ha limitado el desarrollo de las sociedades y ha sido un ele-
mento fundamental en el deterioro de la calidad de vida en la mayoría de
salvadoreños. El respeto al pasado debe incluir la comprensión y aceptación
de la etapa del colonialismo. La arqueología y la antropología deben ser ins-
trumentos para aprender del pasado e inuir en el presente.
Referentes bibliográcos
AlSayyad, Nezar. Forms of Dominance and the Architecture and Urbanism of the Colonial
Enterprise. Avebury. 1992.
Altman, Ida. Spanish Hidalgos and America: The Ovandos of Cáceres. In The Americas 43,3.
323-344. 1987.
Barón Castro, Rodolfo. Reseña Histórica de la Villa de San Salvador. Dirección de Publica-
ciones e Impresos. Concultura, San Salvador, El Salvador. 1996.
Barth, Fredrick. Ethnic Groups and Boundaries. Little Brown, Boston. 1969.
Boyd-Bowman, Peter. Indice geobiográco de cuarenta mil pobladores españoles de Améri-
ca en el Siglo XVI. Vol. 2. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo. Editorial Jus, 1968.
Burmeister, Stefan. Migration and Material Culture. En Current Anthropology. Vol. 41, No.4.
pp. 541-567. 2000.
Chamberlain, Robert. The Conquest and Colonization of Honduras. 1500-1550. Carnegie
Institution of Washington. Washington D.C., 1956.
Deagan, Kathleen. Spanish St. Augustine. Editado por Stanley South. Academic Press.
1983.
Dominguez Compañy, Francisco. Política de Poblamiento de España en América: la funda-
ción de Ciudades. Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid. 1984.
Early, James. The Colonial Architecture of Mexico. University of New Mexico Press. 1994.
Ewen, Charles. From Spaniard to Creole: The Archaeology of Hispanic American Cultural
Formation at Puerto Real, Haiti. Tuscaloosa: University of Alabama Press. 1991.
Foster, George M. Culture and Conquest: Americas Spanish Heritage. Viking Fund Publi-
cations in Anthropology and Archaeology, No. 27. New York: Wenner-Gren Foundation for
Anthropological Research. 1960.
Fowler, William R. Proyecto Arqueológico Ciudad Vieja. Temporada 1998. Documento in-
édito depositado en el Departamento de Arqueología. San Salvador, El Salvador. 1998.
Fowler, William R. y Howard Earnest. Settlement Patterns and Prehistory of the Paraíso
Baisin of El Salvador. En Journal of Field Archaeology. 12:19-32. 1985.
Gallardo, Roberto. El Peñón de Cinacantan. Primer Levantamiento Indígena en El Salvador.
114
Ponencia presentada en el Primer Congreso Centroamericano de Arqueología. Museo Nacio-
nal de Antropología “Dr. David J. Guzmán”. 2005. También; Spanish Identity at a Sixteenth
Century Colonial House: Structure 6 F1 At Ciudad Vieja, El Salvador. Tesis para obtener el
grado de Maestría en Arqueología de la Universidad de Colorado, Boulder. 2004.
Heidegger, Martin. Identity and Difference. Harper and Row Publishers. 1969.
Himmerich y Valencia, Robert. The Encomenderos of New Spain, 1521-1555. University of
Texas Press, Austin. 1991.
Hodder, Ian. Symbols in Action. Cambridge University Press. 1982.
Lardé y Larín, Jorge. El Salvador: Descubrimiento, Conquista y Colonización. Academia
Salvadoreña de la Historia, San Salvador. 1983.
Lema, Antoine. Africa divided: the creation of ethnic groups. Lund University Press. 1993.
Lyons, Claire L., y John K. Papadopoulos. The Archaeology of Colonialism. Programa de
Publicaciones del Instituto Getty. Publicado por el Instituto de Investigaciones Getty. 2002.
McGuire, Randall. The Study of Ethnicity in Historical Archaeology. En Anthropological
Archaeology. 1, 159-178. 1981.
Rapoport, Amos. Sociocultural Aspects of Man-Environment Studies. En The Mutual Inte-
raction of People and their Built Environment: A Cross Cultural Perspective. Editado por A.
Rapoport. Pp 7-35. Mouton. The Hague. 1976.
Schortman, Edward M. Interregional Interaction in Prehistory: The Need for a New Perspec-
tive. En American Antiquity, 54(1), 1989, pp.52-65. 1989.
Verhagen, Ines L. Caluco, El Salvador: The Archaeology of a Colonial Indian Town in Com-
parative Perspective. Tesis para el grado de Doctora en Filosoa. Departamento de Antropo-
logía, Universidad de Vanderbilt Nashville, Tennessee. 1998.
115
116
117
El Museo Universitario de Antropología
de la Utec: su importancia en una sociedad
por culturizarse
Ramón D. Rivas
¿Qué es un museo?
En este país constatamos, en las últimas décadas, un creciente interés por la
edicación de museos. Pero las preguntas que surgen son: ¿Sabemos lo que es
un museo? ¿Sabemos para lo que sirve un museo? ¿Sabemos cuál es su nali-
dad principal? Hasta hace relativamente poco tiempo esas preguntas hubieran
parecido absurdas; pero hoy el concepto clásico de museo esta en crisis. Las
intensiones son buenas; pero cuando no partimos de conocimientos denidos
y establecidos con base en estudios y lineamientos generales, basados en un
consenso y en la teoría y práctica que nos ofrece la ciencia museológica, eso
que creemos que es un museo a lo mejor no es más que una bodega de objetos.
Las preguntas iniciales, que a la vez servirán de generadoras para esta presen-
tación, son: ¿Qué es un museo? ¿Qué y cómo debe ser un museo?
No entraré en detalles sobre el término y el concepto clásico de museo. es
necesario mencionar que la palabra museo (del latín museum, que proviene
a su vez de la griega mouseion, “casa de las musas”) ha tenido, a lo largo de
la historia, numerosas aplicaciones y signicaciones hasta su sentido con-
temporáneo. La realidad y proyección sociocultural del museo actualmente
constituye un fenómeno cada vez más relevante en nuestro entorno, que viene
siendo estudiado por disciplinas cientícas tan diversas como la antropología,
la sociología, la pedagogía, la arquitectura o la historia del arte, entre tantas
otras.
Si se tiene en cuenta la evolución del concepto de museo, en el contexto in-
ternacional, como una realidad dinámica que se ha ido transformando a través
del tiempo, y que, por consiguiente, debe de incluir en la actualidad nuevas
políticas culturales que apuestan por la protección, conservación y defensa
118
del patrimonio mundial, las nuevas políticas estatales deberían apuntarle a un
proceso de recopilación y construcción, de políticas culturales, con la inten-
ción de convenir una denición que se adecue a la realidad de los museos en
el país.
No existe, en nuestro país, una política general de los museos. Los intentos
por parte de los museos privados para una efectiva coordinación se han visto
frustrados precisamente porque cada directivo de museo tiene su propia visión
al respecto. En este país —como no hay directrices— cualquiera le puede po-
ner el título de museo, a cualquier cosa, lo que naturalmente es incorrecto. En
este sentido, las consideraciones que puedan estar presentes para denir una
entidad museal se reconocerán a través de acuerdos entre sectores culturales
y anes, que incluyan las siguientes nociones: la preservación del patrimonio
y de las memorias; y los procesos de participación, inclusión, apropiación,
reconocimiento, recuperación de identidad, educación y entretenimiento de
la sociedad. Mientras se efectúe el consenso que precisa el desarrollo de la
formulación participativa de una política nacional de museos, nos continua-
Entrada principal del Museo Universitario de Antropología, MUA, de la Utec
119
remos adhiriendo a la denición del Concilio International de Museos (Icom,
por sus siglas en inglés) Para esta instancia internacional, un museo
es una institución permanente, sin nes lucrativos, al servicio de la
sociedad y de su desarrollo, abierta al público, y que efectúa inves-
tigaciones sobre los testimonios materiales del ser humano y de su
medio ambiente, los cuales adquiere, conserva, comunica y exhibe,
con propósitos de estudio, educación y deleite.
Para el mismo Icom, “esa denición de museo puede ser aplicada sin que
surja limitación alguna a partir de la naturaleza del cuerpo directivo, el ca-
rácter territorial, la estructura funcional o la orientación de las colecciones
de la institución en referencia”. Pero también, el Icom plantea que “además
de las instituciones designadas expresamente como ‘museos’, las siguientes
también se calican como museos para los nes de esta denición”, así:
(I) los monumentos y sitios naturales, arqueológicos, etnográcos
e históricos con carácter de museo, que adquieren, conservan y
comunican testimonios materiales del ser humano y de su medio
ambiente;
(II) las instituciones que mantienen y exhiben colecciones de espe-
címenes vivos de plantas y animales, tales como jardines botá-
nicos y zoológicos, acuarios y vivaria (viveros);
(III) los centros cientícos y los planetarios;
(IV) galerías sin ánimo de lucro: los institutos de conservación y las
galerías de exhibición mantenidas permanentemente por biblio-
tecas y centros de archivo;
(V) las reservas naturales;
(VI) las organizaciones de museos a escala internacional, nacional,
regional o local, así como los ministerios y los departamentos o
entidades públicas responsables de los museos, de acuerdo con
la denición dada en este artículo;
(VII) las instituciones u organizaciones sin nes lucrativos que desa-
rrollan programas de conservación, investigación, educación,
entrenamiento, documentación y otras actividades relativas a
los museos y la museología;
(VIII) los centros culturales y entidades que facilitan la preservación,
perpetuación y administración del patrimonio cultural tangible
e intangible (patrimonio vivo y actividades digitales creativas);
120
(IX) otras instituciones tales que el Consejo Ejecutivo, después de
revisar las recomendaciones del Comité Asesor, considere que
contienen algunas o todas las características de un museo, o
que apoyan la labor de museos y trabajadores profesionales de
museos a través de la investigación museológica, la educación
o la capacitación.
1
Naturalmente, al leer y reexionar sobre el precedente considero que es necesario
conocer cuáles son las funciones y misiones propias de la entidad museo. Por ello es
que la función del museo debe de centrarse principalmente en: coleccionar, inves-
tigar, conservar, comunicar y exhibir. Ahora, entre su misión debe de prevalecer el
estudio, la educación y el deleite. Estos deberían ser los pilares fundamentales con
los cuales nos debemos de sentir identicados cuando se hable de un museo.
Un activismo cultural por parte del Estado que lleva a la necesidad de la
conformación de una política cultural
Y es que en la última década se constata, a lo largo y ancho de nuestra geogra-
fía nacional, un fuerte interés por parte de la población en conservar y mostrar
1
Denición y código de deontología del Icom para los museos. El Código de Deontología Profe-
sional fue aprobado por unanimidad en la XV Asamblea General del Icom, que se celebró en Buenos
Aires, Argentina, el 4 de noviembre de 1986, modicado en 2001 y revisado en octubre 2004 en Seúl,
Corea del Sur.
Sala permanente “Las migraciones”, MUA
121
elementos del pasado, hecho impensable una o dos generaciones atrás. El
deseo de encontrarse con la identidad se hace constante en todas las esferas
de la sociedad. La gente en los pueblos y ciudades busca quién pueda escribir
la historia del lugar; y otros toman esa responsabilidad por su propia cuenta.
Hay interés por conocer la historia cultural que nos ha caracterizado; pero que
muchas veces ni nosotros mismos conocemos.
El Estado, en alguna medida, ha demostrado el interés en la promoción de las
diferentes manifestaciones culturales locales, creando para ello los espacios
pertinentes nacionales y locales para la articulación de la sociedad salvadore-
ña, y, en este sentido, las casas de la cultura, con todos sus defectos, en mu-
chos casos son un ente canalizador de estas iniciativas; pero queda claro que
no han tenido ni las directrices generales ni especícas para la concretización
de una buena labor cultural, que permee y vaya cimentando la identidad en
esos lugares. Todo ha quedado en una especie de activismo cultural de paso.
Y todo ello por el simple hecho de no poner en práctica una política cultu-
ral consensuada. Las políticas culturales que han existido se han limitado a
fortalecer lo ya existente; y lo peor, a inventar cultura. Todas estas solo son
intenciones y buenos deseos —pues así hay que verlo—, ya que si los que di-
rigen no presentan propuestas los que están abajo se las tienen que idear “para
no quedar mal”, se han manifestado en nuevos espacios de comunicación e
iniciativas culturales.
No obstante, el interés por los museos es un hecho latente, y ya se han em-
pezado a edicar agunos. Hoy por hoy el país cuenta con 23 de ellos, y los
hay de diferentes temáticas y competencias. Ante esto, observamos que los
museos tradicionales se han tenido que enfrentar a la competencia de las nue-
vas ofertas institucionales y privadas y a las demandas del público que los
frecuenta.
Los museos han dejado de ser venerables almacenes de curiosidades y han
tenido que enfrentarse a su renovación. Se establece, además, otra concepción
sobre la nalidad de estos espacios. Empieza a quedar claro que los museos
no tienen que ser —de ahora en adelante— muestras inertes del pasado, tienen
que ser centros de actividad viva y permanente en las comunidades, de pre-
servación de las diversas formas de cultura. Los museos tienen que ser para el
pueblo, y no sólo para un grupo de privilegiados. No tienen que ser anticua-
dos, tienen que ser centros de generación y proyección de conocimiento.
122
Hacia la conformación del Museo Universitario de Antropología
de la Utec
Con el Museo Universitario de Antropología —conocido por sus siglas como
MUA— de la Universidad Tecnológica de El Salvador, se ha querido confor-
mar un recinto para ver, reexionar, y, a partir de los insumos que se presen-
ten, planicar investigaciones. En denitiva, lo que se ofrece al público es lo
que un grupo de profesionales en antropología y museología, por iniciativa
del Dr. José Mauricio Loucel, rector de la Utec, han recreado. Son los rema-
nentes que quedan de nuestra cultura que existió y persistió a lo largo de la
historia para ser lo que ahora somos; y eso es lo que el museo presenta, algo
así como una fotografía de colección para tener presente el pasado lejano y
cercano. Para poder ver lo que fue y comparar con lo que ahora es. Eso es este
museo, un espacio para observar y deleitarse; pero también un espacio para
la reexión. El museo induce a la investigación.
Por su estilo y la concepción que lo caracteriza, el MUA es una instancia diná-
mica en sus concepciones y contenidos, así como en su forma de accionar den-
tro de la misma sociedad: ofrece
conferencias, presentaciones de
libros, se organizan foros, de-
bates y a la vez los catedráticos
de las ciencias arqueológicas y
antropológicas pueden impartir
sus clases teóricas en su recin-
to.
Por otra parte, considero de
importancia mencionar que se
constata a escala internacional
—y nosotros lo rearmamos
en la práctica— que la mera
conservación de los tesoros del
pasado o la investigación espe-
cializada sobre estos ha dejado
paso a los museos sin objetos;
pero, también, con objetos del
presente, producto de la mera
persistencia; es decir, una com-
Detalle arquitectónico del MUA
123
binación entre pasado y presen-
te. Los museos ahora pueden ser
recreaciones del pasado, pero
también del presente, y a su vez
dar un indicio sobre como se avi-
zora el futuro. El diseño de las
salas y las muestras museográ-
cas del museo lo conrman. Lo
recalco, los museos ya no son
solo espacios para guardar obje-
tos antiguos.
La otra cuestión es también que
—a mi juicio— la mayor parte
de los museos actuales, cons-
ciente o inconscientemente, ge-
neran situaciones educativas no
formales. Este tipo de educación,
materializada en un conjunto de
objetivos educativos y de ac-
tuaciones destinadas a alcanzarlos, es la forma propia de educación de los
museos. Pero la cuestión es que en nuestra sociedad la manifestación de las
políticas de educación se ha centrado, a lo largo de la historia, más que todo a
un tipo de educación “bancaria” y muchas veces irreexiva, dejando de lado
la reexión y lo lúdico-generativo que, si bien ha estado presente, solo ha sido
para una elite cultural y no un libro abierto para todos.
El MUA es una iniciativa particular que, con el solo hecho de su existencia,
contrarresta la ausencia de políticas urbanísticas efectivas en la ciudad capi-
tal y a la vez se convierte en un espacio abierto que atiende las necesidades
culturales y lúdicas de la población estudiantil y capitalina. El MUA ha sido
el primer museo en su categoría que se ha abierto espacio en el mismo centro
histórico capitalino, zona que por muchos ha sido considerada como del mal
vivir; y la realidad ha demostrado, en los cuatro años de existencia del museo,
que hay un interés latente por parte de la población en este tipo de espacios
culturales. El MUA es, por lo tanto, un espacio de reexión e interacción
social en el que la investigación del patrimonio nacional juega un papel de
primer orden.
Máscara de jade, Sala permanente del MUA
124
Es por ello que los lineamientos generales del MUA se han concretizado de
la siguiente manera:
El museo es un espacio de interacción y reexión comunitaria para que
los estudiantes y la comunidad no estudiantil conviertan en un referente,
para la discusión de temas relacionados con las identidades y su fortale-
cimiento. En este sentido, el museo es ya un espacio en donde se generan
discusiones en torno al pasado y el presente de la sociedad salvadoreña,
se promueve la investigación histórico-cultural de nuestro país con temas
que contribuyen a la formación de los estudiantes de las carreras de An-
tropología, Arqueología e Historia de la universidad. El museo, por su
dinámica, fortalece de manera descentralizada las políticas culturales del
Estado salvadoreño, mediante la interacción que juega en la promoción de
los valores de identidad.
El museo es ya un instrumento para relativizar nuestras costumbres, com-
portamientos y creencias, para contribuir a la reexión sobre nuestra rea-
lidad social y cultural, con el único objetivo de conocer para educarnos y
así disponer del conocimiento y criterio necesarios para formular planes a
futuro, para aprender a cuidar y valorar lo que la sociedad posee pero no
conoce.
Función sociocultural y cientíca del MUA
El Museo Universitario de Antropología nace como una institución dedicada
a la difusión del pensamiento cientíco-antropológico y también a la conser-
vación y difusión del patrimonio cultural salvadoreño, reejado en las co-
lecciones que presentan sus salas de exhibición permanente y temporal, y,
además, las muchas actividades culturales que se desarrollan. La naturaleza
de las exposiciones en variada, y sobresale el acervo ancestral en todos los
aspectos en los que es rico El Salvador. El MUA es, en primera instancia, para
que los estudiantes de las carreras de la cultura puedan tener un referente para
profundizar en sus investigaciones, pero también para el disfrute de la socie-
dad en general. Sus múltiples actividades dan testimonio de ello.
Los estudiantes de antropología, arqueología, diseño gráco y ciencias de
la comunicación han encontrado en el MUA un referente, y allí realizan sus
horas sociales. Como toda institución con deseos de servir a la sociedad, el
125
MUA proyecta su razón de ser por medio de su visión y misión. El museo es
un espacio cultural en el que estudiantes y público en general conocen la rica
y variada museografía de naturaleza histórica y antropológica que resguarda
en sus recintos. Para una mejor comprensión, el MUA está distribuido en
cinco salas de exhibición permanente conceptualizadas así:
Sala que presenta la persistencia del pasado y la etnografía salvadoreña.
Sala dedicada como tributo al cantautor nacional don Francisco Antonio Lara
Hernández, mejor conocido como Pancho Lara.
Sala “Instrumentos tradicionales de producción agrícola”.
Sala “Las migraciones”.
Sala de exhibiciones temporales.
Auditórium de usos múltiples.
Explicación del contenido de las salas
La historia cultural que el MUA conserva —y que lo hace único en su género,
como decíamos— abarca un período de 21.000 años. Dentro de su rico acer-
vo cultural encontramos colecciones de carácter arqueológico, etnográco e
histórico, conformando una variada colección de objetos representativos de la
cultura mesoamericana y nacional, que reejan el devenir histórico y socio-
cultural desde tiempos ancestrales hasta la actualidad.
Sala permanente “persistencia de un pasado”, MUA
126
La colección arqueológica exhibida es de cerca de 200 piezas, y en ella encon-
tramos algunas muy antiguas, como una gurilla bolina datada en el período
preclásico tardío (400 a.C a 300 d.C.), una considerable cantidad de piezas
procedentes del período clásico (350-900 d.C.) en las que destacan vasos y
cajetes de distintos estilos cerámicos, como el copador, el salúa, el chalate
tallado, el gualpopa, el polícromo campana, el guarumal y otros. Son piezas
arqueológicas que representan diferentes distintivos por el uso de cierta ico-
nografía que reejaba las creencias religiosas de los pueblos que habitaron
Mesoamérica.
Dentro de la colección de etnografía encontramos una serie de objetos de pro-
ducción artesanal, objetos ya casi desaparecidos, que de alguna forma reejan
la idiosincrasia del pueblo salvadoreño a través de la creatividad del artesano,
incluyendo indumentaria regional en la que podemos apreciar los resabios
indígenas de la época prehispánica y actual, así como la modicación de estos
patrones estéticos por la inclusión de los cánones traídos por los españoles a
estas tierras.
La exhibición permanente dedicada al cantautor nacional Pancho Lara resca-
ta una serie de piezas de importante valor histórico: partituras, publicaciones,
Vaso Salúa en exposición en una de las salas arqueolgógicas del MUA.
127
instrumentos y objetos de uso personal del artista que, en su día, compuso
muchas canciones en donde se advierte el sabor rural así como la sencillez de
su pueblo. Lara es el compositor de una de las canciones más emblemáticas
de la cultura salvadoreña: “El carbonero”.
La sala “Instrumentos tradicionales de producción agrícola” recoge una co-
lección de objetos, tanto prehispánicos como actuales, que ponen de manies-
to las técnicas tradicionales utilizadas en la producción agrícola desde aquella
época hasta el día de hoy. Cabe decir que, a pesar de la importancia del arado,
introducido por los españoles durante el período colonial, muchas de las an-
tiguas técnicas de cultivo, que datan de antes de la Conquista, aún son utili-
zadas por el actual campesino salvadoreño. Así, observamos en la exposición
chuzos, tecomates, arados, yugos, machetes, aparejos, entre otros; y semillas
de los cultivos autóctonos e importados, que han sido parte de la historia de
este país.
La exhibición permanente dedicada a las migraciones humanas en El Salva-
dor demuestra que, desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad, los des-
plazamientos humanos en forma sucesiva a causa de los eventos de naturales
en la forma de erupciones volcánicas, terremotos y huracanes, entre otros; así
como las guerras, golpes de estado o ingerencias políticas… son los factores
que han trasformado nuestro rostro cultural desde tiempos inmemoriales. Di-
cha exposición ofrece material arqueológico, histórico y multimedia, cuya te-
mática gira en torno a las movilizaciones humanas en esta parte del mundo.
En el espacio de exhibiciones temporales se muestra, de manera transitoria y
de acuerdo con un programa previamente diseñado, una serie de exposiciones
temporales de temática variada, que van desde antropológicas, arqueológicas
hasta históricas de las artes, con la nalidad de renovarse constantemente
y ofrecer siempre al visitante, tanto docente, estudiantes como particulares,
nuevas exposiciones de carácter cientíco y artístico. Además, el MUA cuen-
ta con un auditórium de usos múltiples en el que se desarrollan una serie de
actividades académicas y de divulgación cientíca y artística, programas de
conferencias, proyecciones documentales, entre otros.
Sin más, las diversas actividades que se llevan a cabo hacen de este espacio
cultural una institución viva, y, a la par de los intereses de su público y de las
nuevas tendencias tecnológicas, hacen del espacio un museo de convergencia,
entretenimiento y deleite.
128
A manera de consideración nal
De lo precedente, y conociendo la realidad del país, soy de la opinión que es
necesario concientizar e incentivar a la realización de estudios del público
en lo referente al papel, interés e importancia de los museos. Sería digno que
cada uno de los museos del país —y me reero a los ya constituidos como
tales— iniciara sus estudios de visitantes de acuerdo a sus intereses e inquie-
tudes y, concretamente, en lo referente a los perles, colecciones, objetivos,
metas y preferencias. Solo de esta forma, en un país que se inicia en esta tan
importante herramienta de conocimiento y difusión de la cultura, puede tener
insumos de lo que verdaderamente siente y quiere al gente.
Es por ello que las instancias pertinentes del Estado deberían de iniciar un
programa regular de estudios de consumo cultural cuantitativo y cualitativo,
a n de orientar programas coordinados con los museos privados que cada
Sala dedicada al cantautor Pancho Lara, ubicada en la segunda planta del MUA
129
vez parecen tener más auge. En este sentido, la denición de un programa
tendiente a desarrollar la formación de recursos humanos en el área sería una
herramienta fundamental. En este país esta es un área prácticamente desco-
nocida.
Estoy seguro de que el contacto con diferentes centros de investigación de
consumo cultural —privados y estatales, que no son muchos— facilitaría la
creación de programas conjuntos de investigación y análisis en temas de im-
portancia para la nación y, sobre todo, en un país como el nuestro en donde
nunca ha habido un proyecto de nación y, por ende, de cultura. Dentro de este
proyecto, invitar a especialistas extranjeros permitiría mostrar las experien-
cias e investigaciones desarrolladas por ellos y establecer vínculos de trabajo
más productivos. El MUA nos está enseñando que es importante la organiza-
ción de actividades que muestren el acervo cultural, del que es rico el país, ya
que con esto se educa el pueblo y, por ser un museo universitario, se motiva a
los estudiantes para el desarrollo de investigaciones especícas.
Referentes bibliográcos
AA. VV, Los museos en el mundo. Barcelona, Salvat Editores; Lausanne, Éditions Gramm-
mont, S.A., Biblioteca Salvat de Grandes Temas. 1993.
Aiyaoan, A., y Satyamurti, S., Handbook of Museum Technique, Madrás. 1960.
Fernández, L., Museología. Introducción a la teoría y práctica del museo. Ediciones Istmo.
Madrid, España. 1993.
Museo Universitario de Antropología, MUA, Utec. Catálogo. San Salvador, septiembre,
2008.
León, Aurora, El museo. Teoría, praxis y utopía. Ediciones Cátedra. España. 1999.
Rivas, Ramón, Ensayo sobre estudios antropológicos en El Salvador. [Digital]. Documento
inédito en proceso de publicación. El Salvador. 2009.
130
131
Roberto Galicia. Artista, docente y director del Museo de Arte de El Salvador, Marte
Personaje invitado: Roberto Galicia
El director del Museo de Arte de El Salvador (Marte) es artista, profesor y
gestor cultural, Roberto Galicia. Nació en Ahuachapán en 1945. Estudió ar-
quitectura en la Universidad de El Salvador entre 1967 y 1969, donde fue
alumno del reconocido pintor Benjamín Cañas, ya fallecido. Allí hizo amis-
tad con el también pintor Roberto Huezo, quien lo presenta a Julia Díaz y lo
invita a formar parte de la Galería Forma en 1968. El año siguiente comenzó
a impartir clases de arte en el Centro Nacional de Artes (Cenar), del cual fue
director de 1972 a 1975).
En 1976 fue nombrado director de Artes del Ministerio de Educación, y luego
director general de Cultura, cargo que desempeñó hasta 1978, cuando tomó la
dirección de la Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad “Dr. José Matías
Delgado” de 1978 a 1985. Fue presidente de la Asociación de Artistas Plásti-
132
cos de El Salvador (Adapes) de 1994 a 1995. En este último año, durante la
administración presidencial de Armando Calderón Sol, fue nombrado titular
del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura). En ese entonces,
Galicia tuvo a cargo el inicio de la reconstrucción del Museo Nacional de An-
tropología, y durante su gestión se publicó la Biblioteca Básica de Literatura
Salvadoreña y se recuperó la Sala Nacional de Exposiciones, ubicada en el
parque Cuscatlán. Desde 2003 funge como director ejecutivo del Marte, enti-
dad que se ha destacado por acercar el arte nacional e internacional al público
salvadoreño.
Ha incursionado además en los medios de comunicación, al ser antrión de
los programas artísticos de televisión “Estudio 4” en el Canal 4 (de 1982 a
1984) y “Encuentro con Galicia” en Tecnovisión (de 2001 a 2004).
Obra artística
La obra de Roberto Galicia puede ser dividida en tres etapas: cuadros geomé-
tricos con motivos mayas pintados al óleo sobre cartón, de su obra temprana;
la obra de papeles “en la cual Galicia integra elementos de uso cotidiano
como clips, hojas de libreta, tirro, folders, cartas, periódicos, etc.”, según el
Catálogo del Museo Forma, pintados al óleo sobre cartón o lienzo entre 1977
y 1983; y su etapa de paisajes abstractos urbanos o marítimos pintados al
acrílico.
Luis Salazar Retana, en El arte salvadoreño en la década de los ochenta,
describe la obra de Galicia como “evolucionando desde el contexto abstracto
en el que funden armoniosamente elementos precolombinos y futuristas, se
mueve gradualmente hacia una abstracción casi total en la época de sus pape-
les, que, a través de una sutilísima transformación, se van metamorfoseando
en montañas, en paisajes telúricos y cósmicos que se insertan de nuevo en un
naturismo de las formas universales y produce una simbiosis de conceptos
formales que se inician abstractos, se transforman en naturales y así, en una
evolución coherente y continuada…”.
Galicia ha celebrado veinte exhibiciones individuales en El Salvador, Gua-
temala, y Washington, D.C., en el Museo de Arte de América Latina de la
OEA. También, ha participado en decenas de exposiciones colectivas en Cen-
tro América, México, Estados Unidos, Sur América (Brasil, Perú, Ecuador,
133
Argentina, y Venezuela) y Europa (París, Italia, España, Holanda y Bélgica),
entre las cuales destacan: la del Salón Internacional de París, en 1972; la XIII
Bienal de Sao Paulo, en 1975; la I Bienal Internacional de Pintura en Cuenca,
en 1987, y “Arte Bajo Presión” en la Universidad de Arizona en 1995. Entre
los premios otorgados a Galicia están la medalla de plata del XIII Salón In-
ternacional de París, en 1973; el tercer premio del Certamen “Noé Canjura”,
EI Salvador, en 1974; el Premio Nacional del Salón Internacional Xerox, Ni-
caragua, en 1976; el primer premio de la Primera Bienal Centroamericana de
Pintura, San Pedro Sula, en 1981; el Laurel de Oro Ancalmo en Pintura, El
Salvador, en 1991, y la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y
de las Letras del Gobierno de Francia, en 1994. En 1995, el Banco Cuscatlán
publicó Momento de reexión sobre su obra. Además, gura en varios libros
de arte.
Roberto Galicia Noel Castro
134
135
Catálogos de las exposiciones del Museo
Universitario de Antropología
de la Universidad Tecnológica de El Salvador
136
“Rosa Mena Valenzuela”
Del 15 de febrero al 30 de abril de 2007
Memoria del primer aniversario
Junio 2006-Junio 2007
137
“Personalidades en trazos”
Del 9 de mayo al 30 de julio de 2007
Atilio Munguía
Pintor, caricaturista y diseñador gráco
“Mujer u objeto”
Del 30 de octubre al 6 de diciembre de 2007
Johannes Boekhoudt
138
“César Sermeño: el arte del sentimiento y de la paz”
Del 3 de abril al 6 de junio de 2008
César Sermeño
Ceramista y pintor
“Obra inédita y poco divulgada”
Del 15 de enero al 6 de marzo de 2008
Camilo Minero
139
“Museo Universitario de Antropologia”
Septiembre de 2008
“Instrumentos musicales autóctonos del mundo”
Del 20 de junio al 13 de septiembre de 2008
Mauricio Vidal Alvarenga
Músico e investigador
140
“Carlos Cañas: Revolución abstracta, 1960”
Del 5 de febrero al 30 de abril de 2009
Carlos Cañas
Artista plástico
“Alberto Díaz, 66 años de trayectoria artística”
Del 17 de octubre al 15 de diciembre de 2008
Alberto Díaz Zelaya
Pintor y escritor
141
“A la polifacética obra de Rigoberto Guzmán (Rigo)”
Del 7 de mayo al 30 de junio de 2009
Rigoberto Guzmán
Pintor, caricaturista y profesor
“La escultura de Napoleón Alberto: un monumento a la sociedad”
Del 9 de julio al 22 de agosto de 2009
Napoleón Alberto
Escultor
143
Museo Universitario de Antropología, MUA
Qué es el MUA
El Museo Universitario de Antropología, MUA, es una institución dedicada a
la difusión del pensamiento cientíco antropológico y del patrimonio cultural
salvadoreño, así como a su conservación. Esto se reeja en las colecciones
que se presentan en sus salas de exhibición permanentes y la temporal y,
además, en las muchas actividades culturales que se realizan según su pro-
gramación.
Objetivo del MUA
El Museo Universitario de Antropología tiene como objetivo principal pro-
mover un espacio cultural permanente para la adquisición de conocimientos
estéticos y valores de conservación, que contribuyan a la formación profesio-
nal de la población universitaria y del público en general y su sensibilización
ante estos fenómenos, impulsando actividades de promoción de los insumos
necesarios para la generación de investigaciones de carácter antropológico e
histórico, con el único propósito de desarrollar y difundir la cultura del país.
Qué es lo que hace el MUA
Difunde, por medio de exposiciones permanentes y algunas temporales, las
diferentes y variadas expresiones tangibles de la cultura salvadoreña.
Investigar, desarrollar y difundir el acervo antropológico del país de una
manera integral, hacia el interior de la comunidad universitaria y del publi-
co en general.
Genera actividades académicas concretas en la forma de conferencias, se-
minarios, talleres, presentaciones de libros, ciclos de cine, foros, investiga-
ciones antropológicas y arqueológicas y otros, con el único n de educar y
sensibilizar a la comunidad universitaria y público en general.
Conserva el patrimonio cultural.
144
Salas de exhibición que conforman el MUA
Para una mejor comprensión, el MUA está distribuido en cinco salas de exhi-
bición permanente, conceptualizadas así:
Sala que presenta la persistencia del pasado y la etnografía salvadoreña.
Sala dedicada como tributo al cantaautor nacional don Francisco Antonio
Lara Hernández, mejor conocido como Pancho Lara.
Sala “Instrumentos tradicionales de producción agrícola”.
Sala “Las migraciones”.
Sala de exhibiciones temporales.
Auditórium de usos múltiples.
Servicio de guías
Hay cinco estudiantes de antropología que, con previa cita por parte de los
interesados en visitar el museo, ofrecen los servicios de guía. El recorrido es
de una hora y quince minutos.
Ubicación del museo en la ciudad de San Salvador
Calle Arce y 17.ª Av. Norte, No. 1006,
San Salvador, El Salvador, C. A.
Tels. (503) 2275-8836 y (503) 2275-8837
Fax. (503) 2271-4764
E-mail: museo_utec@yahoo.com
145
Horarios del MUA
Lunes:
cerrado por mantenimiento
De martes a viernes:
de 9:00 a.m. a 11:30 a.m.
de 3:00 p.m. a 5:30 p.m
Sábado:
de 9:00 a.m. a 11:30 a.m
(NOTA: Los grupos no deben exceder los cien estudiantes; y durante la visita serán
distribuidos en las diferentes salas de exhibición que conforman el MUA.)
146
147
Rafael Lara-Martínez
Ph.D y Profesor de Humanidades del
New Mexico Institute of Mining and
Technology. Es un reconocido, acucioso
y productivo investigador de literatura,
historia y estudios culturales centroame-
ricanos y autor de importantes estudios.
Carmen Molina Tamacas
Es licenciada en antropología por la
Universidad Tecnológica de El Salva-
dor, investigadora y en la actualidad es
periodista de El Diario de Hoy.
David Hernández
Ph.D por la universidades de Hannover
y Libre de Berlín. Posee dos maestrías,
una en ciencias políticas y otra en -
lología germánica por la Universidad
de Hannover. Es autor de tres novelas.
Ganador del Premio Nacional de No-
vela 2004 convocado por la Editorial
Alfaguara y la Embajada de España. En
la actualidad es director de la Editorial
Universitaria de la Universidad de El
Salvador.
José Óscar Batres Pozada
Arquitecto, museógrafo y catedrático
universitario. Labora en el Departamen-
to de Museografía de la Secretaría de
Cultura.
Chester Urbina Gaitán
Historiador e investigador. Autor de
importantes estudios sobre identidad y
deporte en Centroamérica. Posee una
licenciatura en historia por parte de la
Universidad de Costa Rica y una maes-
tría en Ciencia Social por Flacso, Gua-
temala.
Leo Regalado
Museógrafo y estudiante de la escuela
de Artes de la Universidad de El Salva-
dor. Forma parte del equipo de museo-
grafía del MUA.
Noel Castro
Es dibujante, pintor, redactor, escritor
autodidacta. Sus obras han sido expues-
tas en múltiples ocasiones en El Salva-
dor y en el extranjero. En el 2000 fue
acreedor del premio único del cartel
para la II Bienal de arte Paíz de El Sal-
vador. Investigador de formas y técnicas
pictóricas como óleo, acrílico, tinta, lá-
pices, caligrafía y otros medios grácos,
incluso los aplicados por computadora.
Algunas de sus obras pictóricas forman
parte de colecciones privadas del país y
del extranjero (Alemania, EE. UU.). La-
bora en la Universidad Tecnológica de
El Salvador como asesor creativo en la
Vicerrectoría de Gestión Institucional.
Roberto Galicia
Artista plástico de reconocida trayecto-
ria nacional e internacional. En la actua-
lidad es el director del Museo de Arte de
El Salvador, Marte.
Jaime Alberto López Nuila
Es doctor en Jurisprudencia y Ciencias
Los autores
148
Sociales por la Universidad Nacional de
El Salvador. Investigador y abogado en
ejercicio. En la actualidad es director de
la escuela de Derecho de la Utec.
Roberto Gallardo
Es licenciado en Arqueología por la Uni-
versidad Tecnológica de El Salvador,
con maestría en Arqueología mesoame-
ricana por la Universidad de Colorado,
EE. UU. En la actualidad es catedrático
universitario del departamento de Ar-
queología de la Utec, y se desempeña
como jefe del departamento de Investi-
gaciones del Museo Nacional de Antro-
pología “Dr. David J. Guzmán”.
Ramón D. Rivas
Ph.D por la Katholieke Universiteit te
Nijmegen, Holanda. Antropólogo social
y cultural. Autor y coautor de importan-
tes estudios sobre pueblos indígenas y
garífunas, y de cultura y desarrollo lo-
cal. Catedrático universitario. En la ac-
tualidad es director del Museo Universi-
tario de Antropología de la Utec.
Pieza del mes
No. MUA-111
NOMBRE DEL BIEN: Botella
CATEGORÍA: Arqueológico
MATERIAL: Cerámico
GRUPO / TIPO: Comparable con
cerámica de la fase Lato
PERÍODO: Clásico temprano
DIMENSIONES:
Alto: 21.4 cm
Grosor: 0.5 cm
Diámetro de boca: 7.6 cm
Diámetro máximo: 10 cm
Este cilindro con boca restringida es directamente comparable con cerámica
de la fase Lato, la cual fue denida para el valle de Motagua en Guatemala.
La fase Lato se fecha dentro del período clásico temprano, e incluye va-
sos con bocas restringidas de color anaranjado, con decoración aplicada sin
mucho cuidado consistente en anchas bandas rojas, típicamente una banda
en el borde y otras verticales sobre el cuerpo, tal como es el caso de la pre-
sente vasija. El mono inciso también tiene una burda aplicación de rojo.
(Fuente consultada: Paul Amaroli, Arqueólogo.)