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Revista entorno, Universidad Tecnológica de El Salvador, www.utec.edu.sv, enero – junio 2020,
número 69: 51-57, impreso ISSN 2071-8748 • electrónico ISSN 2218-3345
Transmasculinización y hegemonía:
opresn y género en las formas de
ejercicio del poder político
Astrid Yohanna Del Aguila de León
Licenciada en Relaciones Internacionales
Universidad de San Carlos de Guatemala
Guatemala, Centroamérica
Email: ayaldeleon@hotmail.es
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0500-3695
Recibido: 13 de enero 2020
Aceptado: 27 de junio de 2020
Resumen
La investigación teoriza sobre la forma del ejercicio del
poder político donde el sujeto o actor social políticamente
relevante, con independencia de su identidad de género,
se ve condicionado por el entorno en el cual despliega
sus relaciones sociales, presionando o constituyendo
su identidad y devenir como sujeto sometido a esos
mandatos sociales o políticos propios del poder que
ostenta.
Cuando las mujeres logran acceder a un cargo de poder
siguen siendo juzgadas por “patrones de asimilación”
masculinos, y, al no encajar con ese modelo, llegan a ser
discriminadas, cuestionadas o juzgadas en su papel político,
observándose que la reacción de algunas mujeres en
cargos de poder es adoptar formas y modelos masculinos
hegemónicamente aceptados., por lo que la investigación
da cuenta sobre la naturaleza de dicho fenómeno: este
Abstract
This study theorizes on the forms of exercising political
power where the polittically of socially relevant actor,
regardless of their gender identity—see themselves
conditioned by the environment in which their social
relations are performed, pushing or constituting their
identity and evolution as an individual subjected to those
social or political orders so characteristic of said type of
power.
When women gain access to a position of power, they
keep on being judged by masculine “assimilation
patterns” and are discriminated, judged, or questioned in
their political role since they do not fit that model. It has
been observed that the reaction in some of the women
in a power position is to adopt the masculine forms and
models hegemonically accepted. Therefore, the research
gives an account on the nature of said phenomenon: this
DOI: https://doi.org/10.5377/entorno.v0i69.9565
URI: http://hdl.handle.net/11298/1159
Transmasculinization and hegemony: gender and oppression in the different
forms of exercise of political power
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es consecuencia del modelo androcéntrico socialmente
aceptado en un entorno cultural donde la masculinidad,
con todos sus modelos y formas de ejercer el poder, es lo
hegemónicamente aceptado.
Se propone el término transmasculinización en el sentido
de la manera cómo una estructura o modelo androcéntrico
puede influir en las acciones de poder cuando este es
ejercido por las mujeres. Este concepto busca definir un
proceso mental a nivel individual que, cuando se expresa
en lo social, hace que las mujeres, en la medida que
ocupan cargos de poder, lo ejerzan adoptando formas
y modelos masculinos para lograr ejercer de manera
legítima dicho espacio de poder.
Palabras clave
Hegemonía - América Latina; Androcentrismo - América
Latina; Desigualdad social - América Latina; Mujeres en la
política - América Latina; Poder político - América Latina;
Discriminación de género - Aspectos políticos - América
Latina.
is a consequence of the socially accepted androcendric
model in a cultural environment where masculinity, with
all its models and forms to exert power, is hegemonically
accepted.
The term transmasculinization has been proposed in the
sense in which how an androcentric structure or model
can exert an influence on the actions of power when this
is practiced by women. This concept intends to define a
mental process at the individual level that, when socially
expressed, makes that women—to the extent to which
they occupy positions of power—exercise it by adopting
masculine forms to legitimately practice said space of
power.
Keywords
Hegemony – Latin America; Androcentrism – Latin
America; Social inequality – Latin America; Women in
politics – Latin America; Political power – Latin America;
Gender discrimination – Political aspects – Latin America.
Introducción
Las reflexiones presentadas aquí son producto de
una investigación exploratoria, en la cual se analizó la
participación de mujeres en cargos de poder en diversos
países de la región latinoamericana, y a través de una
aproximación cualitativa se visualizó su participación en
el sistema político al que representaban, definiendo sus
modelos de ejercicio del poder y así determinar cómo se
desarrolla el fenómeno de la transmasculinización.
Un ejemplo de ello puede observarse en la manera en
como la primera y única vicepresidenta hasta la fecha en
Guatemala, Roxana Baldetti, desarrolló su liderazgo, el cual
no generó ningún impacto en el imaginario ni en la estructura
sociopolítica del Estado guatemalteco. Esto a diferencia de
Michelle Bachelet en Chile, quien no solo generó un cambio
en el imaginario político, sino que también logró establecer
de manera efectiva, dentro de la estructura del Estado, un
Ministerio que visibiliza la necesidad de una visión inclusiva
a todo nivel en la gestión pública.
Fuera de pocas excepciones, las mujeres en cargos de
poder adoptan formas y modelos masculinos al ser este
modelo socialmente aceptado en un entorno cultural donde
la masculinidad, con todos sus modelos y formas de ejercer
el poder, es hegemónico.
Hay una serie de relaciones de poder en las que las
mujeres adoptan identidades autoconstitutivas del poder
mismo, negando nuestra propia identidad. Esta idea de
transmasculinización busca así conceptualizar el fenómeno
al que se ven expuestas las mujeres que optan o asumen
cargos de poder que tradicionalmente han sido ocupados y
hegemonizados por hombres.
Metodología
A través de un análisis cualitativo del discurso,
utilizando herramientas hemerográficas, se realizó una
comparación entre el ejercicio del poder y los grados de
transmasculinización que generan correlaciones positivas
o negativas en las diferentes gestiones de las mujeres que
han ocupado la presidencia de sus respectivos países en
América Latina; y en segunda instancia, una comparación
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a través de la reconstrucción histórica para entender los
límites y alcances que dicho proceso de ejercer el poder
de manera androcéntrica pone a la lucha por una agenda
política desde las mujeres en el mundo.
Resultados y discusión
El concepto de transmasculinización alude a una manera
de ejercer el poder en medio de un modelo hegemónico
con amplia predominancia masculina. Tanto hombres como
mujeres se ven afectados al ejercer un cargo de poder en
una estructura con bases androcéntricas, las cuales desde
su origen determinan ciertas características o conductas
masculinas predeterminadas o esperadas al momento que
una persona ejerce o lidera cargos de poder.
Esta idea nos permite entender que, en donde existe una
forma determinada de percibir y ejercer el poder, un actor
de cierta relevancia, independientemente de su género, es
presionado por un entorno dominante, el cual condiciona
su actuar de una manera determinada ante la sociedad,
principalmente en los puestos de decisión política.
Para profundizar en esta idea, la noción de hegemonía
planteada por Gramsci nos permitirá entender el contexto
de relaciones de dominación en donde acaece nuestro
concepto.
Para Gramsci, la idea de hegemonía debe entenderse
como una relación social constituida por dos dimensiones:
una base material ligada a la posición de las clases en la
estructura social, pero que se realiza en la superestructura
a través de una concepción del mundo que encarna la visión
compartida que refleja los intereses de la clase dominante
de una manera universalizada y, por lo tanto, parte del
acervo de la sociedad en su conjunto (Gramsci, 1984, p. 33),
al tiempo que se plasma de formas diversas en:
a) el sentido común,
b) las prácticas cotidianas y,
c) un tipo particular de Estado.
Sin embargo, estas formas y modelos de ejercer el poder han
estado supeditados al complejo proceso de masculinización,
ya que las mujeres han estado ausentes en este proceso,
y, por tanto, la dimensión femenina del ejercicio del poder
es un elemento que recién en este momento comienza a
visibilizarse, aunque marcado aún por la masculinización,
que siempre ha preponderado, pues en la organización
social se determinan ciertos papeles y estereotipos, los
cuales, con el tiempo, se naturalizan y se transforman en
algo “socialmente aceptado”.
Por ello, históricamente, las posiciones de poder y decisión
han sido consideradas como espacios exclusivos para
hombres. Si bien han existido mujeres en funciones
importantes de poder a través de la historia y en diversos
escenarios, estas han sido obviadas o deslegitimadas,
en su mayoría, sometidas a un escarnio público y social
criticándose su gestión de una forma severa, algo muy
distinto al parámetro a que se ha sometido a un hombre en
igualdad de circunstancias. Veamos ahora, como ejemplo de
lo analizado por Bernal, en el caso de la expresidenta de Costa
Rica, Laura Chinchilla, quien en el 2015 hacía un llamado
a medios de comunicación para que estos modificaran
la imagen de mujeres líderes, ya que consideraba que a
menudo se minimizaban sus logros, así como que se las
sometía a rigurosos escrutinios por su condición de género
y no por el resultado de su gestión en sí.
Chinchilla enfatizaba que hay “sesgos desde el punto de
vista de cobertura mediática o de minimización que los
medios de comunicación hacen del liderazgo femenino”,
además resaltó que, al optar las mujeres a un cargo de
poder”, se enfrentan a un juicio más riguroso y complejo de
manejar”, sumado a ello considera que las mujeres siguen
siendo juzgadas por “patrones de asimilación” masculinos;
y, al no encajar con ese modelo, llegan a ser discriminadas.
Pero ¿qué sucede cuando se forma una masa crítica o un grupo
relevante de mujeres ejerciendo cargos de poder? Antes
analicemos las reflexiones de Tickner en cuanto a la forma
de percibir y ejercer el poder, desde el feminismo de punto
de vista y el concepto de hegemonía que fue desarrollado
por Gramsci, y cómo ambos —teoría y concepto— influyen
en lo que llamamos la transmasculinización de la mujer en
el ejercicio del poder Tickner contempla en su teoría que el
cambio de la percepción de poder toma otro aspecto al ser
las mujeres, como grupo, quienes ejercen puestos de poder.
En otras palabras, en la medida que haya un mayor número
de mujeres en el mundo ejerciendo cargos relevantes,
hasta el punto de generar una masa crítica y no solo casos
aislados, como ha ocurrido hasta ahora, tanto las críticas
hacia ellas como la función en sí misma que será ejercida
podrán ser analizadas con una visión más femenina del
mundo, por tanto, su valoración podría llegar a ser distinta.
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Tickner visualiza que el ejercicio del poder a cargo de mujeres
podría dar un giro positivo a las relaciones internacionales,
ya que éstas en su condición de género perciben el poder
de una manera distinta a como generalmente lo perciben
los hombres, esto a razón de como ellas y ellos se han
desarrollado a lo largo de la historia (Guillaume, 2011).
Se debe mencionar que Tickner considera que, a través de
la historia, el punto de vista y el papel de la mujer en los
diversos escenarios han sido silenciados sistemáticamente
(Lozano Vásquéz, 2012, p. 146). El enfoque con perspectiva
de género tiene la capacidad de brindar un complemento y
una visión menos parcial que la que actualmente se maneja,
principalmente en la teoría realista de las relaciones
internacionales.
El feminismo considera el poder vinculado con la idea de
“persuasión” porque las mujeres han tenido, en general,
menos acceso a instrumentos coercitivos que los hombres,
y por ello “el feminismo de punto de vista sostiene que
existe un punto de vista específicamente femenino del
mundo, distinto del que tienen los hombres, susceptible de
cambiar las relaciones internacionales para hacerlas más
cooperativas y pacíficas” (Guillaume, 2011, p. 15).
Lo anterior implica el comprender la percepción de poder
y cómo las mujeres, a través de sus acciones como grupo,
pueden generar cambios en los escenarios del sistema. En
este aspecto, recogemos la idea expresada por Guillaume
basándose en lo planteado por Tickner, en el sentido de que
las mujeres que han alcanzado el poder lo han hecho de
manera individual y haciendo prevalecer preferentemente
habilidades duras, con el fin de ser reconocidas entre sus
pares y no ser criticadas por ser blandas en el ejercicio
del poder, cayendo de este modo en el proceso de
transmasculinización.
En la medida en que no haya un número considerable de
una visión femenina o mujeres líderes que presionen hacia
un cambio cultural mayor en las relaciones internacionales
y en las maneras de ejercer el poder, las mujeres seguirán
expuestas a someterse a un proceso de transmasculinización
y a las críticas constantes en un medio predominantemente
masculinizado y machista que terminará buscando cualquier
forma para desacreditar su gestión.
Vemos que, cuando las mujeres han intentado o han
alcanzado cargos de poder en el ejecutivo en América
Latina, cada una de ellas ha ocupado una posición donde
ha sido criticada, si bien ellas trazaron un quiebre en el
imaginario social de forma positiva para otras mujeres y la
sociedad en general, demostrando que las mujeres pueden
optar por y ejercer cargos de poder. Es necesario que las
mujeres desarrollen una conciencia de su condición de
género para poder plantear cambios en la estructura del
Estado. Examinemos el caso de la expresidenta de Chile,
Michelle Bachelet, quien fue la primera presidenta electa en
dos períodos no consecutivos y que tuvo ese enfoque de
género durante su gestión, implementando así un cambio
en la estructura del Estado al instaurar el Ministerio de la
Mujer y Equidad de Género.
Se puede decir que la visión de género no se posee solo
por ser mujer, se adquiere al realizar una reflexión de las
desigualdades y las condiciones diferenciadas de desarrollo
en la sociedad entre hombres y mujeres.
Las mujeres en altos cargos que no presentan esta visión,
de forma consciente, de su condición de género, reciben
críticas sociales, las cuales hacen visible la importancia de
que ellas asuman responsabilidades y compromisos con
sus pares mujeres en la estructura social a través de una
gestión más inclusiva.
Además, todas las estructuras del Estado están configuradas
de acuerdo con una cultura machista predominante donde
el hombre tiene todo el marco jurídico y estructural para
ejercer el poder. La mujer, por el contrario, en la medida que
escala posiciones de poder, se encuentra con una serie de
obstáculos, muchas veces insalvables, para poder continuar
su ascenso; es lo que algunos han definido como el techo de
vidrio que deben sortear.
Un ejemplo de lo anterior es la creación de instituciones
específicas para las primeras damas o esposas de los
presidentes, que en la mayoría de los casos cumplen
funciones secundarias, solo de acompañamiento al
mandatario o de acción social, sin ninguna incidencia en
los asuntos del Estado, y que por su estructura solo están
destinadas a ser usadas por mujeres como “las esposas
de…”.
Las mujeres que han optado por la participación política, por
una carrera en la esfera pública y por cargos no tradicionales
acordes con su papel societal, por su condición de género,
han sido fuertemente criticadas y observadas por distintos
sectores de la población que aún no asimilan a una mujer
en cargos de poder por el enraizamiento, muchas veces de
manera inconsciente, de una estructura patriarcal como una
conducta o pensamiento machista.
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Volvemos a recalcar que aún no se ha generado un grupo
considerable de mujeres que gobiernen, con el fin de
establecer una masa crítica que permita el uso mayoritario
de poder blando en el ejercicio del poder, y que, a su vez,
no se vean expuestas a una crítica desde el punto de vista
masculino, siendo estas sexualizadas, discriminadas o
invisibilizadas por un tema de género ante una sociedad
y estructura política fuertemente machista, sexista y
parcializada.
Dilma Rousseff atribuyó al machismo la imagen de “dura”
que le han adjudicado. Dice: “De la mujer se espera una
fragilidad. Por lo menos, la imagen que se tiene es que
la mujer es frágil (...) y cuando una mujer asume una
posición de mando, de autoridad, es vista como fuera de su
papel” en la medida en que la tendencia sea a una mayor
participación femenina, se dará un proceso inverso respecto
a la transmasculinización, esto porque históricamente los
modelos de construcción social del poder siempre, o en su
mayoría, han sido desarrollados y ejercidos por el género
masculino. Por lo tanto, las mujeres, al optar por o alcanzar
cargos de poder no tradicionales, no cuentan con modelos
distintos a los ya desarrollados o preestablecidos por el
género masculino en la estructura social, lo que conlleva, de
forma consciente o inconsciente, la necesidad de adoptar
estos modelos preestablecidos tanto en su ascenso como
en el ejercicio mismo del poder.
Sin embargo, pueda que, en la medida en que haya una
mayor participación del género femenino en los cargos
de poder a escala internacional y nacional, estos modelos
y parámetros deban irse modificando y adaptarse a las
nuevas formas del ejercicio del poder.
Por tanto, a una mayor participación del género femenino,
las formas de ejercicio del poder propias de su género se
pueden ir desarrollando, adoptando y ejerciendo ante la
nueva realidad existente, esto incluye una visión más amplia
de la gestión pública, partiendo de la importancia de su
condición de género. Por lo anterior, no sería extraño que en
un futuro nos encontremos con representantes del género
femenino ejerciendo el poder a escala internacional con
rasgos y modelos propios que los caractericen.
En el camino que la mujeres deben recorrer para tener
una mayor participación política, la hegemonía cultural,
las estructuras de un Estado machista y los propios rasgos
atávicos que se arrastran en medio de un escenario adverso
las obliga, de una forma consciente o inconsciente, a asumir
actitudes que no son propias de su género o de sus formas
de ejercer el poder, ya que en la mayoría de los casos, en
cuanto se suscitan dudas respecto de sus decisiones, se
culpa de manera descarnada a su condición de género y a
lo que su género representa ante una estructura patriarcal
y machista que aún no visualiza a una mujer en cargos o
papeles no tradicionales en la sociedad. A lo señalado
anteriormente, la historia muestra que las mujeres, para
llegar al poder, en la mayoría de los casos, en el camino han
debido adoptar costumbres, formas y modelos de ejercicio
del poder que no siempre han sido acordes con su género,
pasando por un proceso de transformación y adoptando
las formas y costumbres masculinas, más acordes con las
estructuras machistas preponderantes.
Ese proceso de transformación es lo que en este estudio
se ha definido como transmasculinización en el ejercicio
del poder. Un ejemplo clásico de este proceso lo podemos
encontrar en el ascenso al poder de Margaret Thatcher,
exprimera ministra del Reino Unido (1979-1990). Si Thatcher
no hubiese resaltado esa característica de líder “dura”, muy
asociada con la masculinidad, difícilmente hubiese llegado
a ser primera ministra. Se debe resaltar que la estructura
sociopolítica está predeterminada a exigir una postura
“dura” del líder a cargo.
Las mujeres que transitaron como Thatcher para alcanzar el
poder, en el mundo contemporáneo, han debido adaptarse
a estas condiciones, y de una manera u otra se han visto
obligadas a adoptar formas de ejercer el mando acordes con
la cultura hegemónicamente existente, razón por la cual se
puede llegar a anular su propia concepción del poder, o del
ejercicio del poder, desde su condición de género, y como
consecuencia adoptar, total o parcialmente, aquella que ha
existido siempre caracterizada por una visión masculina.
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Se puede señalar que las mujeres que han alcanzado el
poder, a través de sus acciones, han sido conscientes de lo
difícil que son los escenarios que se les presentan y de los
obstáculos que han debido superar para lograr sus objetivos
y gestionarlos de manera eficiente, razón que las han llevado
a adoptar determinadas maneras y formas de ejercerlo, pero
la adopción de las formas, conductas y modelos masculinos
se hace mayoritariamente de manera inconsciente, ya que
en el imaginario social el modelo preponderante de ejercer
ese poder sigue siendo el desarrollado por los hombres y es
el que ha sido aceptado social y culturalmente, por tanto, se
convierte en su modelo conductor.
Lo anterior lleva a que la transmasculinización, en el ejercicio
del poder, sea un proceso inconsciente para la mayoría
de las mujeres que han ejercido cargos de poder, aunque
de momento se considera que la experiencia empírica no
permite efectuar una validación completa del postulado
planteado por Ann Ticknner, que dice que con un mayor
grupo de mujeres en cargos de poder habría un cambio
sustancial en las relaciones internacionales, ya que solo una
única vez se ha dado el caso mencionado en América Latina;
y el período de coincidencia entre las mandatarias fue muy
breve como para establecer la validez de esa afirmación y
de esta manera anular el proceso de transmasculinización.
Conclusiones
Aunque de momento se considera que la experiencia
empírica no permite efectuar una validación por completo
del postulado planteado por Ann Ticknner, que dice que
con un mayor grupo de mujeres en cargos de poder habría
un cambio sustancial en las relaciones internacionales, ya
que solo una única vez se ha dado el caso mencionado
en América Latina y el período de coincidencia entre las
mandatarias fue muy breve como para establecer la validez
de esa afirmación y de esta manera anular el proceso de
transmasculinización.
La comprensión del patriarcado debe realizarse en términos
de las relaciones entre sujetos y no como meros actores
sustantivos, por lo que el énfasis de esta propuesta es
cuestionar la naturalización de lo que a toda luz es un hecho
histórico y relacional, y por ende posible de ser disputado
políticamente. Las relaciones de poder son creadoras de
identidades y los órdenes de opresión generan sus propias
vías y tránsitos donde ese poder es posible de ser ejercido
a través de la identidad como un acto relacional. Eso hace
vital, en conclusión, el cuestionarse el quiénes somos y
por qué podemos hacer lo que hacemos en virtud de lo
que creemos ser en los puestos de decisión política, en
los dispositivos de control social, etc. Por ello, es que no se
trata únicamente de desplazar a los titulares tradicionales
del poder, es decir, a los hombres, sino de cuestionar la
constitución y naturaleza del poder mismo.
Además de la necesaria superación de estos papeles y
estereotipos sociales que influyen en el ejercicio del poder,
principalmente hacia las mujeres, que anulan o desvirtúan la
capacidad de ejercer el poder desde una visión feminista del
mundo donde las mujeres en el poder pueden influir hacia
un orden cooperativo y más incluyente.
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