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Revista entorno, Universidad Tecnológica de El Salvador, www.utec.edu.sv, diciembre 2019, número 68: 88-96, ISSN: 2218-3345
Retos de la internacionalización
universitaria para América Latina en el
marco de la cooperación Sur-Sur
(1)
Blanca Ruth Orantes
borantes@utec.edu.sv
https://ordic.org/0000-0001-6527-0528
Doctora en Investigación e Innovación Educativa en la Educación Superior, UGR, España,
Maestra en Docencia Universitaria, Utec.
Licenciada en Relaciones Internacionales, UES.
Directora de Relaciones Internacionales en la Utec.
Recibido: 14 de septiembre 2019
Aprobado: 28 de noviembre 2019
Resumen
El abordaje del tema de internacionalización universitaria,
requiere de una visión integral que permita la convergencia
de las funciones sustantivas de las instituciones de
educación superior, como lo son la investigación,
docencia y extensión. Esta premisa teórica que se plantea
son los referentes de análisis, basado en el conocimiento
y experiencia de los procesos nacionales, regionales
e internacionales. Las reflexiones, dejan en evidencia
la necesidad de un plan de integración que articule la
heterogeneidad de los países e instituciones de educación
superior, para construir y potenciar una relación de
cooperación sur-sur más estrecha y efectiva que permita
avanzar en los procesos de internacionalización regional,
que permitirían una mayor identidad e independencia.
Palabras clave
Educación superior - América Latina. Cooperación
universitaria - América Latina. Cooperación internacional
educativa - América Latina. Educación internacional.
Abstract
The approach to the topic of college internationalization
requires of a comprehensive vision that allows for the
convergence of the substantial functions of the higher
education institutions, such as research, teaching,
and extension. The theoretical premise that arises
is the referent of analysis based on the knowledge
and experience of national, regional and international
processes. Its reflections are evidence of the need for
an integration plan to articulate the heterogeneity of
the higher education institutions and countries, as to
build and foster a closer and more effective South-South
cooperation relationship that allows for an advance in the
regional internationalization processes that would permit
a greater independence and identity.
Keywords
Higher education – Latin America. College cooperation
– Latin America. Educational international cooperation –
Latin America. International education.
DOI: https://doi.org/10.5377/entorno.v0i68.8448
URI: http://hdl.handle.net/11298/1128
The challenges of university internationalization for Latin America in the
framework of South-South cooperation
(1) El título de este artículo nace como una propuesta en el marco del Seminario Internacionalización impartido por RIESEL, 2016, en el que participaron repre-
sentantes de universidades de América Latina.
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La internacionalización de la educación superior
La internacionalización universitaria es un proceso interno y
externo, que requiere de una política institucional alineada
con las políticas del país y de la región. El proceso interno
requiere trabajar en una cultura de internacionalización
desde la base hasta los más altos niveles y viceversa, así
como proveer apoyo financiero a los planes estratégicos
específicos. El proceso externo, implica estar preparados
con algunas herramientas, como currículum flexible en
el caso de la movilidad de créditos y elasticidad en los
tiempos concedidos al personal académico que incluya
a investigadores y administrativos. Con ello se estaría
fortaleciendo las capacidades de talento humano con
mayores competencias globales, sensibilidad social y
compromiso con la transformación del entorno regional.
En la experiencia que se ha tenido en la región de
América Latina, la internacionalización en muchos países
e instituciones no ha sido alineada ni planificada con
base en intereses propios, sino foráneos. Aunque hay que
reconocer que la cooperación internacional de los países
más desarrollados y mejor organizados ha permitido
ejecutar proyectos en los cuales, en algunos casos, no
hay que poner fondos de contrapartida, pues países y
sociedades como las nuestras se caracterizan precisamente
por la escases económica y poca inversión en programas de
internacionalización. Por ello se tipifica a los procesos de
este tipo como reactivos, lo que nos hace reflexionar sobre
qué se busca para nuestras sociedades del conocimiento y
para la sociedad en general.
Se deben, por una parte, uniformar los criterios de la
internacionalización a la luz de las tres funciones principales
de la educación superior: investigación científica, docencia y
extensión o proyección social. Y por otra, armonizar y articular
a escala regional los indicadores de internacionalización.
Una de las tensiones más visibles es la excesiva
competitividad nacional entre las universidades, que
las hace actuar como islas, celosas unas de otras, no
permitiéndoles integrarse mediante sinergias. Esto es un
obstáculo a la internacionalización vista desde cualquier
perspectiva, puesto que externamente nos ven como país
y hasta como región. En el caso de El Salvador, se suman
algunas universidades que no han acreditado la calidad bajo
los estándares nacionales, pero que aun así ya están en
proceso de internacionalización sin contar en su mayoría
con oficinas especializadas en el tema de gestión de la
cooperación. Otra situación es la falta de una integración
sinérgica regional entre las universidades que sea efectiva.
Por ejemplo, hay menos movilidad académica y actividad
investigadora-producción científica conjunta entre las
universidades de Centroamérica.
En el tema de la investigación, se ha dado un marco de
supremacía de investigadores; se difunden en publicaciones
conjuntas en las que el principal investigador es de los países
del primer mundo. A su vez, se ve como una oportunidad,
pues en caso contrario se tendría un bajo número de
publicaciones científicas de impacto, particularmente en los
países menos desarrollados, en donde, además, existe un
sinfín de problemas que no permiten avanzar. Y es que, en
las instituciones de educación superior, a escala nacional,
existen diferentes modelos: una que se dedica a aumentar
las publicaciones científicas (más en Ciencias Sociales)
para visibilizar la producción del conocimiento, y otra, que
investiga y propone propuestas de solución o interviene, es
decir, una utilidad social que se debe medir. Lo cierto que
ambas deberían desarrollarse, independientemente del
modelo, pues la comunidad científica y académica también
necesita nutrirse de los avances de la ciencia; y eso solo
es posible mediante publicaciones arbitradas, no solo con
informes técnicos.
La cooperación internacional, cada vez más apoya proyectos
de investigación con un resultado que mida el impacto.
Nuestras sociedades necesitan transformarse y dar saltos
cuantitativos y cualitativos, que permitan la innovación
social y tecnológica desde lo endógeno, aprovechando a
investigadores que están formados y potenciar a las nuevas
generaciones, además de dar pasos importantes en la
investigación experimental y en proyectos de innovación
tecnológica, que es donde se observa la oportunidad de
aumentar la cooperación Sur-Sur, bajo liderazgo de países
de avanzada (Araya, 2015; Mendonça-Silva, 2014).
En cuanto a la extensión, esa venta de servicios a terceros
está presente en muchas oficinas de spin off. La participación
de los investigadores les permite mayores ingresos. Lo que
significa también significa también ingresos y visibilidad
para las universidades, por lo que muchas apoyan este tipo
de actividad de transferencia (Kern, 2014).
Otros proyectos tienen el objetivo de intervenir a grupos
vulnerables, pero bajo el esquema de asistencialismo y no de
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intervención efectiva que genere cambios auto sostenibles
en la población que se interviene. Al respecto, se debería
procurar una integración solidaria y endógena, un desarrollo
de la universidad para el mercado. Así llenar la necesidad
de generar y transmitir conocimiento relevante para la
sociedad, que transforme el entorno y se contribuya a lograr
una vida digna y productiva. Lo anterior, por supuesto, está
vinculado con el apoyo del Estado, en cuanto a políticas de
educación (Dandrea, 2016).
Se considera que las regulaciones regionales contribuyen
a homologar algunos indicadores de calidad y flexibilidad
en el currículo y el quehacer en investigación y extensión
universitaria, en el sentido de que, cuando se acredita, hay
que cumplir con esos indicadores que obligan a hacer las
cosas bajo un rumbo y una norma. La situación de tensión
se da cuando hay serias diferencias entre el espacio
político doméstico y las regulaciones regionales. Es decir,
que existen ciertas políticas educativas que conllevan
solo un control, más que una contribución a la mejora de
la calidad, pero que a la vez dejan espacios que permiten
que no todas las instituciones se adhieran a estos procesos,
lo que hace que sigan funcionando, aunque no cumplan
con los criterios mínimos de calidad. La acreditación de
la calidad voluntaria debería desaparecer. Se debe dar un
trato igual a las instituciones que acrediten la calidad, sean
públicas o privadas, cumpliendo con las normas nacionales
y regionales. Así también, primero se debería cumplir con la
norma nacional en los criterios homologados y luego con las
regionales y mundiales.
Otra situación que merece ser analizada es que, en las
regiones, siempre hay países e instituciones más avanzados,
por lo que de hecho tienen mayores recursos, y en muchas
ocasiones son los que buscan la hegemonía, y por supuesto
el liderazgo. La clave sería cómo lograr, aun siendo líder,
apoyar a los que les falta un largo camino por recorrer,
respetando la diversidad y las diferencias propias de los
sistemas por país, aunque se avance en un sistema de
integración regional de educación superior. Es todo un reto,
pero que haría una América Latina más fuerte, con mayor
capacidad de negociación y auto sostenible.
Perspectivas de la internacionalización universitaria
El número de redes internacionales ha subido como la
espuma en los últimos años. Entre estas hay unas que son
muy especializadas y otras que no. Sin embargo, presentan
muchos beneficios y oportunidades cuando son integrales;
y además se tiene como objetivo internacionalizar no solo
a la universidad, sino también a sus miembros (personal
académico, estudiantes, etc.) Además, este aumento
tiene que ver con el modelo de internacionalización que
se ha retomado en las universidades, pues se trabaja la
internacionalización como eje transversal en las funciones
principales y no solo como un asunto del director y del
equipo de la oficina de cooperación.
En la realidad, se observa que muchas de las redes resultan
ser apoyo real, pero a otras les falta una visión integradora
y equidad en la toma de decisiones, así como transparencia,
lo que provoca desmotivación y falta de credibilidad ante
los socios, y por eso estos se retiran. Otra situación que
se da es que las redes venden sus servicios a precios
onerosos, donde solo pueden asistir aquellas instituciones
que pueden pagarlos. No obstante, hay aspectos positivos
en las redes bien conducidas: exposiciones y conferencias
de resultados de investigación o experiencias en extensión
y docencia mediante videoconferencias, así como buenas
prácticas en programas de movilidad y cooperación
internacional. Proyectos entre grupos de investigación y
publicaciones conjuntas que consolidan no solo al grupo,
sino también a la línea de investigación y visibilidad y las
oportunidades de financiamiento para la investigación.
Otro fenómeno que se da con las redes internacionales es
que, cuando hay financiamiento internacional, funcionan,
luego se extinguen. Evidenciando la no visión de futuro, de
integración y auto sostenibilidad.
En este contexto la reflexión sería en cuanto a qué tipo
de redes nos conviene más y qué líderes deberían formar
parte. Una de las respuestas podría ser identificar redes
afines a las funciones e intereses de la universidad que esté
conformada por líderes comprometidos con la educación y
desarrollo. Se trata que los líderes y las universidades de
países de más avanzada rompan con el modelo antiguo, para
que se dé oportunidad a las universidades de países menos
favorecidos, tomando en consideración que la hegemonía
también se da a escala regional.
En principio, es impresionante la valentía y el esfuerzo que
se ha hecho en Suramérica; unos países más que otros.
Lo cierto es que hay avances, y eso es importante. En el
caso de Centroamérica, se observan aún pocos esfuerzos
integradores, inclusive algunos, como el Consejo Superior
Universitario Centroamericano, integran universidades
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públicas y una que otra privada, peros sin voz ni voto, lo
que no permite aunar esfuerzos en la acreditación de la
calidad que incluyan los indicadores de internacionalización
como los que cita Mérega (s/r). Hay agencias regionales
en Centroamérica que acreditan carreras; y hay muchas
instituciones —a manera de ejemplo— como el Instituto
Tecnológico de Costa Rica, la Universidad del Valle de
Guatemala, la Universidad Rafael Landívar, de Guatemala,
entre otras, que han avanzado en la acreditación de carreras,
lo que a la vez les permite vincularse con universidades de
países desarrollados en el tema de internacionalización. No
obstante, las iniciativas son individuales, no está alineada
con un proyecto político regional en Centroamérica. En el
caso de Costa Rica, hay un Consejo de Rectores y otros
organismos que hacen esfuerzos nacionales por alinear
políticas de acreditación de la calidad desde el Estado. No
obstante, para Centroamérica, la alianza de cooperación
entre ellos es aún mínima. Lo que hay es una oferta
educativa para algunos países, en un marco de libre mercado
educativo, que lo permite.
En el caso de El Salvador, el Ministerio de Educación,
Ciencia y Tecnología (Mineducyt) cuenta con la Comisión
de Acreditación (CdA), que solo acredita la calidad de la
institución bajo indicadores que muy tímidamente abordan
la internacionalización, por lo que se debe revisar y alinear
con indicadores regionales e internacionales.
Se considera que, en la medida que América Latina se
integre en una política regional que incluya a la totalidad de
universidades por medio de un sistema normativo y políticas
apoyadas con inversión pública homogénea, pero flexible
por las diferencias de las regiones y países, se estaría en
el camino de aprovechar las ventajas comparativas que
ya tienen algunos países en el tema de acreditación de la
calidad y que incluya la movilidad de talento y el trabajo de
personas que provienen de un sector educativo de calidad,
aunado a ello la dinámica de los sectores productivos que
absorban el capital humano que se forma.
Con respecto a la homologación de títulos, todos los países
y regiones deberían reconocer títulos oficiales, aquellos
programas que han sido autorizados por los ministerios
de Educación a instituciones reconocidas y acreditadas
o no, pero a las que se les ha autorizado que impartan el
programa. Un ejemplo de reconocimiento de titulaciones
es cuando nuestros graduados son seleccionados para
estudiar una maestría o un doctorado en el extranjero, y
presentan los títulos y notas autenticadas por la entidad
nacional competente, luego apostillado, y una certificación
en donde se establece el número de acuerdo ejecutivo de
autorización oficial para impartir el programa, así como el
número de créditos para verificar que cumplen también con
los créditos exigidos en el país destino. En la Utec hemos
tenido esa experiencia, algunos de nuestros graduados son
contratados por empresas en el extranjero (Canadá, Japón,
Polonia, Estados Unidos, etc.). Sobre este tema se debería de
trabajar en un organismo regional a escala latinoamericana,
retomando las buenas prácticas del Mercado Común del Sur
(Mercosur). La cooperación Sur-Sur es posible extenderla a
Centroamérica y Las Antillas, bajo los principios de equidad
y de solidaridad para el desarrollo homogéneo de la región.
Programas de internacionalización universitaria
Se considera que, a escala de América Latina, la movilidad
ha existido más en programas hacia Europa, como Erasmus
Mundus y hoy Erasmus+, entre otros, que han permitido
mayor número de movilidades. Si se quiere fortalecer
la internacionalización universitaria regional, se deben
diseñar propuestas de políticas de apoyo a los países a
escala regional, para la movilidad de personal académico
e investigador, así como de estudiantes, particularmente
hacia aquellos países modelo, pues tienen más desarrollada
la investigación y la internacionalización, como por ejemplo
México, Brasil, Argentina, Colombia y Chile.
Por otra parte, la internacionalización, en casa, implica
trabajar en implementar y fortalecer una cultura de
internacionalización que penetre en todos los estratos
académicos de la Universidad, así como sensibilizar a las
autoridades y a los comités para ofrecer apoyo en los
procesos de internacionalización, como la homologación,
el currículo flexible, los permisos para movilidad al
personal académico, así como un presupuesto propio. La
internacionalización universitaria es la oportunidad de
transformar a la comunidad académica, a la institución
y para contribuir a que el país y la región se vuelvan más
competitivos, autosuficientes y auto sostenibles.
La internacionalización de la investigación es un factor
clave en el desarrollo de un país y de una institución, que se
visibiliza de diferentes formas; una de ellas es la divulgación
y transferencia del conocimiento por medio de la ciencia y
la tecnología. En muchas ocasiones estas se ven limitadas
precisamente por los paradigmas de evaluación, convertidos
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en indicadores de medición de la calidad de la investigación
y del perfil del investigador, que en alguna medida incide
en la aceptación de publicaciones en medios de impacto y
hasta en el momento de presentar proyectos en búsqueda
de financiamiento.
En El Salvador, la forma que adquiere la evaluación de
la investigación está determinada por un conjunto de
indicadores de tres instancias oficiales: en el Mineducyt,
por medio de la Dirección Nacional de Educación Superior,
en el que cada año se presenta una calificación anual que
contiene información estadística, como el indicador de
calidad para dar cumplimiento a la Ley de Educación Superior
de la República de El Salvador (2004). Uno de los indicadores
es la medición de publicaciones seriadas (inscritas en el
Registro de Propiedad Intelectual y publicadas por varios
medios, del año anterior; a veces se quedan fuera muchas
publicaciones debido a que este es un proceso que lleva
tiempo) e inscripción de patentes y diseños industriales.
Al respecto, no se observa que tenga mayor peso la
publicación arbitrada e indexada, tampoco los proyectos
en conjunto, financiados o no, con otras universidades,
organizaciones gubernamentales o no gubernamentales u
organismos internacionales.
En el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la evaluación
es similar; pero también se incluyen publicaciones
no seriadas, que deberían eliminarse, pues fomenta
publicaciones que no tienen ningún valor y no evaluadas
por la comunidad científica. La CdA incluye indicadores
similares, dando mucho valor a la publicación arbitrada, a
las patentes y al impacto de la investigación. En resumen,
se incluyen indicadores cuantitativos más que cualitativos,
como número de publicaciones con ISBN (International
Standard Book Number, ‘Número Estándar Internacional de
Libros’) y con ISSN (International Standard Serial Number,
‘Número Internacional Normalizado de Publicaciones
Seriadas’) [revistas propias e internacionales], patentes y
diseños industriales, entre otros. También se incluyen el
número de doctores dedicados a la investigación y demás
personal académico. El impacto de las investigaciones no se
mide con rigor académico. Al respecto, sí hay universidades
que ponen mayor énfasis en hacer investigación aplicada y
menos básica, basada en la existencia de muchos problemas
sociales y necesidades de innovación empresarial y
tecnológica que requieren desarrollar líneas de investigación
que aborden estas temáticas, por lo que la calidad no se
puede medir solo por publicaciones arbitradas, sino también
por la intervención y el impacto que produzcan en los
sectores o problemas que se tratan; y que la cooperación
internacional solicita en las propuestas y en los informes
de proyectos.
La evaluación de la ciencia debería ser con indicadores
nacionales e internacionales, que permitan visibilizar la
ciencia y su utilidad. Los planes de internacionalización
deberán incluir en sus programas la internacionalización de
la investigación de forma horizontal, que incluya acciones
más dinámicas que visibilicen el quehacer científico de
las universidades en la región, que permitan fortalecer
y actualizar las competencias para la investigación,
que retomen los enfoques y paradigmas con base en
necesidades de desarrollo, y no investigar sin objetivos de
desarrollo; que sumen al despegue de la ciencia propia que,
además de ser un aporte académico científico, aborde los
problemas estructurales y propongan soluciones.
Retos para la internacionalización universitaria
Existen muchos retos, que se abordan por separado en este
apartado, entre ellos el de la integración de idiomas a escala
regional, las estrategias de movilidad regional de créditos,
y las investigaciones conjuntas interuniversitarias y con
centros de investigación entre nuestros países.
Una de las tareas pendientes a escala latinoamericana es
que no hay una integración de idiomas, al menos de los dos
principales: español y portugués (Dandrea, 2016). Se requiere
de una política agresiva que extienda las dos lenguas, y
luego extender esta política hacia el resto de países de
América Latina. Esto permitiría una cooperación Sur-Sur
más dinámica. La oportunidad de integración, permitiría
fortalecer la identidad cultural en la región del Mercosur
y abriría espacios para Centroamérica y México. Integrar
cooperación e inclusión en el currículo de dos lenguas
además de la propia, así como el rescate del lenguaje
autóctono en cada región. Sin descuidar, por supuesto, el
aprendizaje del inglés, que actualmente continúa siendo el
idioma universal y una herramienta importante que abre las
puertas al mundo de la cooperación.
Una propuesta de acción sería muy pertinente,
principalmente para fortalecer la línea de cooperación
para movilidad internacional, es ofrecer el aprendizaje del
portugués y conocer los aspectos culturales y lingüísticos
de otras regiones de América Latina. El Mercosur debe
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implementar un plan auto sostenible a mediano y largo
plazo que permita aumentar la movilidad Sur-Sur mediante
intercambio de académicos y de investigación.
Con respecto a las estrategias, se deberían identificar las
que requieren un trabajo en conjunto inmediato, mediato y
a largo plazo. Las acciones de integración regional, deben
ser a corto plazo, así como la presentación de proyectos
estratégicos compartidos, la movilidad internacional regional
y la necesidad de que la internacionalización de la educación
superior se integre como política pública nacional y regional,
incluyendo América Latina, Centroamérica y México, entre
otros. Incluir programa de idioma como el portugués, pues
Brasil ha crecido mucho en educación superior y puede
constituirse, junto con México, en un cooperante importante,
así también Argentina, Colombia y Chile.
Esto sería un paso importante, pues la cooperación
de Europa y otras regiones, en donde hay países con
mayores recursos y desarrollados, disminuye cada vez
más; y es necesario que a escala de América Latina se
unan esfuerzos de integración. Por supuesto, hay líderes
económicos y políticos, en nuestra región, que tienen
la capacidad de liderar y tratar de ser más equitativos,
propiciando un desarrollo de la educación superior más
justo y una cooperación Sur-Sur enmarcada en el principio
de legalidad —se insiste en ello—, donde las instituciones
cumplan con la normativa nacional e indicadores de
calidad internacional. Potenciar el desarrollo del talento, la
investigación básica y aplicada para sustentar el camino
al desarrollo en los países aún con problemas, que son la
mayoría, así como desarrollar proyectos conjuntos que
aporten soluciones regionales.
Crear un sistema normativo por región tomando en
consideración las buenas prácticas en países de avanzada
que han visibilizado su liderazgo, como México, Brasil, Chile,
Colombia y Argentina, entre otros. Cada país debería también
aportar para aumentar la colaboración académica recíproca
en programas de movilidad regional en las áreas prioritarias
de desarrollo. También debería de haber intercambio entre
profesores e investigadores universitarios. Es necesario no
dejar de lado los problemas estructurales y de división que
existen entre países e instituciones de educación superior,
pues la solidaridad debe ser un imperativo. No obstante, la
integración tiene que distinguir a las instituciones mejor
preparadas con indicadores de calidad, y regular a aquellas
les falte preparación, buscando así el camino hacia la
integración apoyadas, de hecho, por los Estados, que deben
crear y apoyar un sistema de internacionalización de la
educación superior nacional y regional.
Actualmente continúa predominando la cooperación
Norte-Sur en el tema de ciencia y tecnología,
manifestándose en grupos de investigación de diferentes
países, movilidad de estudiantes de doctorado,
investigadores que aprovechan esta cooperación para
mejorar sus competencias en investigación, así como con
la visibilización de su actividad científica, publicaciones
conjuntas lideradas por científicos del primer mundo,
entre otros. No se observa equidad en la cooperación Sur-
Sur, ni siquiera con liderazgo de países como Brasil, Chile
y Colombia, y otros, en cuanto a financiación de proyectos
de investigación, movilidad de científicos y estudiantes
de doctorado, publicaciones conjuntas, etc. Existe la
necesidad de retomar la integración regional de América
Latina, en donde los países de avanzada se comprometan
y consideren apoyar a los investigadores, por ejemplo, de
Centroamérica, particularmente de El Salvador, Guatemala,
Honduras y Nicaragua, que hacen su mayor esfuerzo en su
actividad investigadora y producción científica, en muchas
ocasiones con escasos recursos. Los gobiernos de estos
países, deben invertir en ciencia y tecnología (un fondo de
desarrollo en ciencia y tecnología, formación de doctores,
definir áreas prioritarias de desarrollo) y hacer esfuerzos
por buscar apoyo en la cooperación Sur-Sur; que se abran
nuevos espacios para aunar esfuerzos. Si no se toman
medidas a corto, mediano y largo plazo, apostando a contar
con recursos propios y de cooperación, el subdesarrollo
humano, social y tecnológico seguirá siendo la constante
de pobreza que no nos deja avanzar.
La experiencia en El Salvador, se ha caracterizado por una
baja actividad investigadora y de producción científica en
general. Desde el 2010 se realizó un esfuerzo y se aprobó
una Política de Desarrollo en Ciencia y Tecnología, así
como una Ley de Desarrollo en Ciencia y Tecnología; se han
buscado recursos para formar doctores. Existe una agenda
de investigación y áreas prioritarias de investigación:
seguridad alimentaria, energía, salud y medio ambiente,
orientadas a las ciencias naturales. Pero en El Salvador la
investigación en Ciencias Sociales sigue predominando.
Se requiere mayor inversión en investigación científica
orientada al desarrollo tecnológico y buscar cooperación
nacional e internacional que permita participar en proyectos
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que fortalezcan la formación para la investigación con el
grado de doctor, en el fortalecimiento de laboratorios; en
conformar grupos de investigación sinérgicos con países
cercanos, participar activamente en congresos científicos
regionales, entre otras actividades de desarrollo de
capacidades.
La universidad integral
y la internacionalización regional
El referente empírico del concepto que da origen al
indicador debería ser un top de calidad sobre la base de
experiencia, ya construida por otros países e instituciones
con excelentes resultados. Este indicador, debe construirse
además como un referente internacional de la calidad,
integrando aspectos nacionales y regionales. Es decir, el
indicador debe responder a una pirámide que integre las
funciones de la universidad integral.
Los indicadores de calidad expresan la necesidad de medir
cuantitativa y cualitativamente la internacionalización
fuertemente vinculada con la calidad con que se forman las
nuevas generaciones. La construcción de los indicadores
existentes se alimenta de aportes de estudiosos en el tema,
como Sebastián (2011), que a partir de estudios enlista
algunos indicadores que convierten a los procesos de
internacionalización en una herramienta poderosa para la
transferencia del conocimiento, formación de competencias
globales y multiculturales y para el fortalecimiento
institucional que se refleja a escala nacional y regional. El
problema surge cuando se piensan los indicadores como
una decisión política o meramente para satisfacer la
demanda del mercado o solo con interés nacional, pues
no incluye de forma integral las principales funciones
sustantivas de la universidad: docencia, investigación o
actividades de extensión. En El Salvador, mi país, el Art. 3 de
la Ley de Educación Superior a la extensión se le denomina
proyección social (LES, 2004).
En El Salvador, insertado geográficamente en Centroamé-
rica, su sistema recoge muy escasamente algunos de los
indicadores que mencionan los autores en las lecturas re-
comendadas. A manera de ejemplo, apenas se consulta a
cuántos congresos internacionales asistió el personal aca-
démico. El tema de movilidad de estudiantes, aunque se da
desde muchos años y ha ido en ascenso, aún no se coloca
como indicador de calidad. En cuanto a la acreditación in-
ternacional, existen algunos indicadores, pero se observa
mayor peso en la movilidad de estudiantes, aunque en los
últimos años ya se está privilegiando el intercambio de pro-
fesores investigadores y cuerpos administrativos. La agen-
da de internacionalización necesita incluir indicadores que
permitan evaluar, en los procesos de internacionalización,
resultados que indiquen el nivel de internacionalización de
la investigación mediante proyectos financiados, proyectos
de spin off, asistencia a congresos internacionales que certi-
fiquen la participación del investigador o grupo investigador,
patentes producto de proyectos conjuntos con instituciones
de otros países, publicaciones arbitradas e indexadas, mo-
vilidad de investigadores, personal académico, estudiantes
y administrativo.
Con respecto a los estándares para medir indicadores,
son impuestos por los organismos acreditadores. Siendo
sus expertos asesorados provenientes de países europeos
o de otras regiones con mayor experiencia (Kern, 2014).
Lo que falta en América Latina, y se considera que las
universidades de los países pertenecientes a países del
Mercosur, y particularmente las que han recorrido mayor
camino (Mendonça-Silva, 2014), pueden brindar un aporte
importante en la construcción de un sistema de indicadores
regional, incluyendo a Centroamérica, particularmente a los
países de El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua.
Para ello, la voluntad política es fundamental, pero se puede
mostrar una apertura para una acreditación internacional
con un sistema de indicadores que integre las tres funciones
principales de las universidades, y fortalezca la cooperación
Sur-Sur.
La internacionalización de la educación superior, en toda
su dimensión y articulando las funciones principales de las
universidades, es una herramienta importante. Ha quedado
claro que hay un fortalecimiento institucional que se traduce
en capacidades y mejora en la calidad, y sobre todo prepara
a las nuevas generaciones de egresados para que se
inserten en un mundo multicultural y globalizado, pero que
también debe responder a las necesidades de desarrollo
regional y local, lo cual no está aislado en ese mundo
complejo y en constante evolución, pues en nuestros países
se tienen empresas transnacionales, grandes corporaciones
mundiales, en las que se colocan nuestros graduados. Por
ello se deben alinear los procesos de internacionalización,
en su diseño, en las instituciones de educación superior,
al plan nación y las necesidades de desarrollo. Solo así se
podrá contribuir para que aquellos países que aún no lo
logran salgan del subdesarrollo.
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Conclusiones
La cooperación Sur-Sur es una alternativa viable, en donde
se puede negociar interuniversidades y cobijarse en parte
en un fondo de cooperación regional para dinamizar
la cooperación en investigación, movilidad bilateral,
fortalecimiento de redes de América Latina, que permitirían
integrarnos y tener mayor capacidad de negociación y
toma de decisiones, permitiendo con ello homogenizar
algunos de los indicadores de calidad que incluyan la
internacionalización como eje transversal. La clave es
articular los intereses en pro del desarrollo, tanto humano,
económico, social como político, siendo la educación
superior un factor clave; su función social, precisamente, es
contribuir a ese desarrollo desde sus funciones principales:
docencia, investigación y proyección social o extensión.
Los programas de movilidad son una oportunidad y a la
vez un desafío en todo sentido: académico, cultural, en la
práctica de la interculturalidad y en el aprendizaje de otros
idiomas. Desde que se firman convenios multilaterales o
bilaterales para movilidad, se debe contar con un plan de
movilidad flexible, que pueda adaptarse a cada país y región
de procedencia de los estudiantes visitantes. La estrategia
y las acciones de apoyo inician desde que el aspirante
se acerca para consultar y solicitar información de país,
regional, y de las instituciones respectivas. A manera de
ejemplo, en la Utec les compartimos información sobre
costumbres, tradición, turismo, visado, etc.
Además, dar apoyo en los acuerdos académicos para que
los estudiantes de todo nivel que realicen movilidad o salgan
a estudiar al extranjero, tengan certeza de equivalencia de
créditos académicos. Luego, cuando la movilidad ha sido
aceptada, inicia otra fase que también se trabaja entre las
instituciones involucradas; principalmente, las oficinas de
relaciones internacionales deben dar orientación. Se provee
una guía explicativa de transporte público, riesgos que
existen, vacaciones y otros aspectos, para que el estudiante
beneficiario se sienta cómodo y acompañado. Se presenta
al grupo al que pertenecerá durante su estancia académica.
No olvidando que se discute el contrato académico y
la normativa interna y del país, que se debe respetar. La
oficina de Relaciones Internacionales, se convierte en
referente institucional para cualquier situación, prevista o
no, que se presente.
Los desafíos que se presentan son que aún falta trabajar
mucho a nivel interno de la institución para fortalecer
una cultura de internacionalización (sensibilización); y
la formación de competencias interculturales para las
comunidades académicas, que permitan aceptar y respetar
algunas diferencias culturales, paso importante para la
armonía social.
Las actividades que se pueden implementar son: realizar
jornadas de encuentros de becarios con la comunidad
académica, participación en eventos culturales, aumentar el
intercambio del profesorado y personal administrativo, así
como giras académicas, para que vivan la experiencia. Otra
estrategia es hacer videos motivacionales que muestren al
país e institución origen y explicar el apoyo que tienen los
grupos en movilidad. Siendo la movilidad y el intercambio
una oportunidad, se debe aceptar el desafío y diseñar
estrategias de promoción y apoyo antes, durante y después
de finalizar la movilidad.
Las universidades latinoamericanas grandes y bien
posicionadas, siempre prefieren unirse con homólogas
de su nivel; y agregarían escaso apoyo en el desarrollo
de la educación superior, por medio de los procesos de
internacionalización, a las universidades de la periferia. Al
iniciar esa construcción de las bases en que nos ordenemos
en América Latina y trabajar en un proyecto de educación
de calidad para todos, con agencias serias y comprometidas
con la educación y el desarrollo, se estaría dando un paso
importante. Por otra parte, hay que crear un fondo común
que permita apoyar la investigación y movilidad regional.
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